Alegría, caridad, mortificación, humildad

En cuanto tengas a alguno a tu lado -sea quien sea-, busca el modo, sin hacer cosas raras, de contagiarle tu alegría de ser y de vivir como hijo de Dios.

Fomenta tu espíritu de mortificación en los detalles de caridad, con afán de hacer amable a todos el camino de santidad en medio del mundo: una sonrisa puede ser, a veces, la mejor muestra del espíritu de penitencia.

Que sepas, a diario y con generosidad, fastidiarte alegre y discretamente para servir y para hacer agradable la vida a los demás. -Este modo de proceder es verdadera caridad de Jesucristo.

Has de procurar que, donde estés, haya ese “buen humor” -esa alegría-, que es fruto de la vida interior.

Cuídame el ejercicio de una mortificación muy interesante: que tus conversaciones no giren en torno a ti mismo.

Más pensamientos de San Josemaría.

Lecciones de una victoria en el mundo del deporte

Egan Bernal, un joven ciclista colombiano, ha conquistado la versión 2019 del Tour de Francia, el evento ciclístico más importante del mundo.

Con 22 años de edad, este impresionante deportista ha concedido a mi país la primera ocasión para escuchar resonar el himno de la República de Colombia en los Campos Elíseos. Sin embargo, su figura humilde y su trato llano son los mismos que han tenido otras grandes figuras de nuestro ciclismo, entre las cuales destaca Nairo Quintana, quien participó también en esta edición del Tour, y alcanzó clasificación entre los diez primeros.

Mi país ha resonado a nivel mundial por temas vergonzosos, especialmente por el narcotráfico. Hacen un bien inmenso hombres como Nairo o como Egan, y también otros grandes atletas, cantantes y científicos, hombres y mujeres, que sin embargo son omitidos con demasiada frecuencia por la prensa internacional.

La disciplina propia del deporte, el respeto a las reglas de cada competencia, la constancia en la preparación y luego el gozo de celebrar el triunfo son lecciones que no están distantes de lo que es la vida cristiana.

Así por ejemplo San Pablo escribe en 1 Corintios 9: “¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis!Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible.”

Vaya desde aquí a tantos grandes deportistas que con su ejemplo saben inspirar a generaciones enteras de niños y jóvenes. Dios, el Señor, les bendiga, y que todos sepamos vivir nuestra fe con gozo y constancia… hasta la meta!

Somos de Cristo y de María!

Haz tu amor a la Virgen más vivo, más sobrenatural. -No vayas a Santa María sólo a pedir. ¡Ve también a dar!: a darle afecto; a darle amor para su Hijo divino; a manifestarle ese cariño con obras de servicio al tratar a los demás, que son también hijos suyos.

Al contemplar la escena de la Encarnación, refuerza en tu alma la decisión de “la humildad práctica”. Mira que El se abajó, tomando nuestra pobre naturaleza. -Por eso, en cada jornada, has de reaccionar ¡inmediatamente!, con la gracia de Dios, aceptando -queriendo- las humillaciones que el Señor te depare.

Más pensamientos de San Josemaría.

¿Uno debería tratar de hacerle el bien a todo el mundo?

Como ya hemos expuesto (a.1 ad 1), la beneficencia es efecto del amor que inclina a los seres superiores hacia los inferiores para aliviar su indigencia. Pues bien, las gradaciones que se dan entre los hombres no son inmutables, como en los ángeles. Los hombres, en efecto, son víctimas de muchas deficiencias, y por eso quien es superior en una cosa, es, o puede ser, inferior en otra. De ahí que, abarcando a todos la caridad, a todos debe extenderse también la beneficencia, teniendo siempre en cuenta las circunstancias de lugar y tiempo, dado que todo acto virtuoso debe atenerse a los límites exigidos por las circunstancias. (S. Th., II-II, q.31, a.2, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

¿”Que los muertos entierren a sus muertos”?

Querido y santo pastor: He meditado bastante sobre su clara postura frente a este pasaje del Evangelio, y sinceramente siento que no es eso lo que el Maestro nos quiso enseñar.

Usted dice que hay que “entender bien” estas palabras de Jesús (“Deja que los muertos entierren a sus muertos”), como que el aspirante pedía el tiempo necesario para acompañar a su padre mientras le quedaba vida; pero de la traducción del mismo texto que acompaña su homilía se entiende inconfundiblemente otra cosa: “Déjame ir PRIMERO a enterrar a mi padre”, deja claro que el padre acaba de morir; de lo contrario la frase sería algo así como “permíteme acompañar a mi padre en sus últimos días antes de venir contigo”. Todos sabemos lo claro y puntual que es Jesús cuando hay que serlo; son los protestantes los que siempre encuentran una nueva forma “iluminada” de entender cada cosa que dice la Biblia, para luego “explicárnosla” (por supuesto, a su conveniencia).

Estoy convencido (hay otras frases parecidas de Jesús que corroboran esto) que Nuestro Señor en este pasaje está haciendo hincapié en lo RADICAL que tiene que se tiene que ser para seguirlo a Él. Nada, NADA, ni siquiera un compromiso tan humanitario como ése, debería distraernos de LA llamada. Ni la natural inclinación a amar y ser amado como hombre; ni la aspiración legítima a procrear; ni la necesidad de pertenencia a grupos de afirmación, como lo son los amigos. NADA. Ni siquiera un hecho tan crudo como el relativamente corto tiempo que se necesita para las exequias de un padre. Porque ese momento de distracción podría significar el perder la GRAN oportunidad. Porque la predisposición o las circunstancias pueden cambiar de un momento a otro. Pero, por sobre todo, porque el TESORO que en ese momento se nos muestra accesible, es de tal valor que NADA, NADA, NADA debería perturbarnos de abrazarlo para no soltarlo jamás.

— C.D.

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Como no disponemos de suficientes datos de lo que estaba sucediendo exactamente en el momento de la escena del Evangelio a la que te refieres, debemos apoyarnos en suposiciones razonables. Es lo que haces y es lo que yo puedo hacer. La suposición tuya es que la radicalidad tiene el primer lugar y que ese hombre tenía a su papá recién fallecido. La suposición mía, y de muchos otros, es que Cristo no se refiere al caso de un muerto reciente sino que le dice a este hombre que no espere a que su papá muera, que puede ser mucho tiempo. Voy a llamar “literalista” a tu interpretación, y llamaré “contextual” a la que yo defiendo.

En favor de tu tesis está el hecho de que vemos a Jesús exigir de manera radical a sus discípulos que sean resueltos y que no aplacen su decisión por Cristo y por el Evangelio. Pero aquí hay también un punto que va en contra de tu interpretación literalista. En efecto, casi sin excepción, cuando Cristo exige radicalidad usa un lenguaje que claramente no es de interpretación literal. Por ejemplo, nos invita a cortarnos las manos o a sacarnos los ojos, si ellas o ellos son ocasión de pecado (Marcos 9). Claramente esos textos son “radicales” en su exigencia pero no son literales en su formulación.

También cuando Cristo se refiere a su propia radicalidad usa un lenguaje que no es literal. Por ejemplo, dice que “no tiene dónde reclinar su cabeza” (Mateo 8,20) pero por otra parte los mismos Evagelios nos dicen que durante un tiempo “se estableció en Cafarnaúm” (Mateo 4,13), y también sabemos que se hospedaba en casas de amigos (como Martha, María y Lázaro), y recibía invitaciones a cenar o a hospedarse. Es evidente de ue su expresión de que no tenía dónde reclinarse muestra una condición de desprendimiento pero que no por ello deberíamos mirar a Cristo como una persona simplemente “sin techo.”

La conclusión de esto es que comprender la radicalidad no es lo mismo que aplicar literalidad. No se ve entonces una razón inmediata para decir que aquel hombre tenía al papá muerto y que Jesús le dice que se desentienda del funeral. Sobre todo porque la expresión “que los muertos entierren a sus muertos” TAMPOCO puede ser enetendida en sentido literalista, obviamente.

Por último, notemos los rasgos de compasión y profundo sentido de comprensión de Cristo frente al misterio de l amuerte y frente al duelo que le sigue. Jesús trata con amor y guarda la privacidad y decoro frente a aquellaspersonas que están padeciendo un duelo. Su expresión en estos casos nunca es ruda ni seca sino compasiva y comprensiva. Así es ante el caso de la hija de Jairo (Marcos 5) o ante el fallecimiento por enfermedad de Lázaro (Juan 11). Sería incomprensible que ese mismo Jesús le privara a aquel hombre del funeral de su padre sobre todo por el hecho de que enterrar a los muertos era una obra de misericordia claramente reconocida porla Escritura (véase el libro de Tobías).

Todo esto nos hace suponer que Cristo alude al hecho de que no debe esperar este hombre hasta que su padre muera. El hecho de que diga “déjame ir PRIMERO a enterrar a mi padre” sólo indica una sucesión temporal: “que primero suceda la muerte de mi padre y solo entonces, después, vendré a seguirte.” Lo de la palabra “primero” únicamente está indicando esa sucesión temporal en los hechos.

En resumen, creo sinceramente que una interpretación contextual responde mejor al propósito del pasaje evangélico que cmentamos.

Santo Tomás Moro, el humanista cristiano

“Han caído en mis manos las Cartas de un humanista (ed. Rialp), donde se contienen tres cartas traducidas del latín por la profesora Concepción Cabrillana. Me ha gustado especialmente la carta a la Universidad de Oxford de 1518, en la que Moro defiende la necesidad de integrar en los estudios de teología cristiana los métodos de la cultura humanística. Moro es muy consciente de algo en lo que no habían reparado los que convirtieron la teología medieval en una sucesión de disputas más preocupadas por la forma que por el fondo: no se puede separar Jerusalén de Atenas y Roma, no se puede enseñar una teología en la que esté ausente la filosofía. De hecho, el humanista inglés está intuyendo, antes de que se produzca la marea de la Reforma que cambiará la historia de Europa, que el arrinconamiento de los clásicos griegos y latinos solo puede llevar a un fundamentalismo literalista, sin alma…”

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Tres pensamientos sobre “vivir en la verdad”

Nunca tengas miedo a decir la verdad, sin olvidar que algunas veces es mejor callar, por caridad con el prójimo. Pero no te calles jamás por desidia, por comodidad o por cobardía.

El mundo vive de la mentira; y hace veinte siglos que vino la Verdad a los hombres. -¡Hay que decir la verdad!, y a eso hemos de ir los hijos de Dios. Cuando los hombres se acostumbren a proclamarla y a oírla, habrá más comprensión en esta tierra nuestra.

Sería una falsa caridad, diabólica, mentirosa caridad, ceder en cuestiones de fe. «Fortes in fide» -fuertes en la fe, firmes, como exige San Pedro. -No es fanatismo, sino sencillamente vivir la fe: no entraña desamor para nadie. Cedemos en todo lo accidental, pero en la fe no cabe ceder: no podemos dar el aceite de nuestras lámparas, porque luego viene el Esposo y las encuentra apagadas.

Más pensamientos de San Josemaría.

LA GRACIA del Lunes 3 de Junio de 2019

El camino básico de la formación cristiana es: la predicación de los apóstoles, aceptación de la fe, celebración de los sacramentos, efusión del Espíritu Santo y expresión de la vida en el Espíritu.

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¿Pide Cristo que se abandone a la esposa por seguirlo a Él?

En Lucas 14, Jesucristo habla de cómo el amor a Él tiene que estar por encima de todos los otros amores, e incluye a la esposa entre esos amores–cosa que no hace Mateo en el pasaje correspondiente, en su capítulo 10. ¿Justificaría eso separarse de la mujer para consagrarse a servir a Cristo y al Evangelio? –R.L.

* * *

Aunque Lucas escribe su Evangelio en griego, no cabe duda de que muchas de sus expreciones y construcciones provienen directamente del entorno de Jesús, y por tanto de la mentalidad y uso de lenguaje propios del hebreo y del arameo.

Pues bien, una cosa curiosa que tiene el hebreo es que a menudo indica con expresiones idénticas lo actual y lo potencial. ¿Recuerdas aquel pasaje del hombre que aplaza seguir a Cristo alegando “déjame primero enterrar a mi padre”? Los estudiosos de la Biblia coinciden en que la situación de ese hombre no era que el papá se hubiera muerto y que lo estaban esperando a él para enterrarlo. Más bien parece que “déjame enterrar a mi padre” quiere decir: “Quiero esperar a que mi padre muera y cuando ya lo haya enterrado, volveré contigo, Señor.” Es decir que el “entierro” es solo una posibilidad, algo que está en potencia de cara al futuro.

Seguramente debemos entender en ese sentido las palabras de Lucas. “Dejar la mujer” o en realidad, dejar cualquier otra persona o cosa, indica no solo lo que se tiene sino lo que se podría tener. Así que una posible explicación es que Cristo quiere que tengamos claro que uno renuncia no solo a lo que tiene sino también a lo que podría llegara tener. Es el caso de un sacerdote célibe o de un monje: ha renunciado a los hijos, no en el sentido de que desatendió a sus bebés o sus niños, sino en el sentido de que los hubiera podido tener, y no los tuvo.

Hay otra interpretación, más cercana al contexto de Lucas 14,26. Parece que allí Cristo no se está refiriendo a quienes, como Pedro y los Apóstoles, “lo dejaron todo” sino simplemente está estableciendo las prioridades: de lo que se trata es de que Cristo sea el amor supremo y el criterio que define el lugar de los demás amores. En este sentido la alusión a la “mujer” habría que entenderla simplemente como que ni ella ni nadie puede tener el puesto que solo corresponde al Señor.

Una vida marcada por al amor de la Pascua

La caridad todo lo alcanza. Sin caridad, nada puede hacerse. ¡Amor!, pues: es el secreto de tu vida… ¡Ama! Sufre con alegría. Enrecia tu alma. Viriliza tu voluntad. Asegura tu entrega al querer de Dios y, con esto, vendrá la eficacia.

Sé sencillo y piadoso como un niño, y recio y fuerte como un caudillo.

La paz, que lleva consigo la alegría, el mundo no puede darla. -Siempre están los hombres haciendo paces, y siempre andan enzarzados con guerras, porque han olvidado el consejo de luchar por dentro, de acudir al auxilio de Dios, para que El venza, y conseguir así la paz en el propio yo, en el propio hogar, en la sociedad y en el mundo.

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Cuatro consejos breves y luminosos

No te crees más obligaciones que… la gloria de Dios, su Amor, su Apostolado.

Para vencer la sensualidad has de vivir generosamente, a diario, las pequeñas mortificaciones -y, en ocasiones, las grandes-; y has de mantenerte en la presencia de Dios, que jamás deja de mirarte.

Tu castidad no se puede limitar a evitar la caída, la ocasión…; no puede ser de ninguna manera una negación fría y matemática.

A todo cristiano se debería poder aplicar el apelativo que se usó en los comienzos: “portador de Dios”. -Obra de modo tal que puedan atribuirte “con verdad” ese admirable calificativo.

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Consejos de vida interior

Me has dicho que no sabías cómo pagarme el celo santo que te inundaba el alma. -Me apresuré a responderte: yo no te doy ninguna vibración: te la concede el Espíritu Santo. -Quiérele, trátale. -Así, irás amándole más y mejor, y agradeciéndole que sea El quien se asienta en tu alma, para que tengas vida interior.

Lucha para conseguir que el Santo Sacrificio del Altar sea el centro y la raíz de tu vida interior, de modo que toda la jornada se convierta en un acto de culto -prolongación de la Misa que has oído y preparación para la siguiente-, que se va desbordando en jaculatorias, en visitas al Santísimo, en ofrecimiento de tu trabajo profesional y de tu vida familiar…

Procura dar gracias a Jesús en la Eucaristía, cantando loores a Nuestra Señora, a la Virgen pura, la sin mancilla, la que trajo al mundo al Señor. -Y, con audacia de niño, atrévete a decir a Jesús: mi lindo Amor, ¡bendita sea la Madre que te trajo al mundo! De seguro que le agradas, y pondrá en tu alma más amor aún.

Cuenta el Evangelista San Lucas que Jesús estaba orando…: ¡cómo sería la oración de Jesús! Contempla despacio esta realidad: los discípulos tratan a Jesucristo y, en esas conversaciones, el Señor les enseña -también con las obras- cómo han de orar, y el gran portento de la misericordia divina: que somos hijos de Dios, y que podemos dirigirnos a El, como un hijo habla a su Padre.

Más pensamientos de San Josemaría.