Miguel: 18 años, con cáncer

“Desde la cama del hospital, adonde acude continuamente desde hace un año para su tratamiento, Miquel es feliz porque ha asociado su vida a la Cruz para que acerque a otros al Cielo: lo que le había pedido al Señor…”

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Palabras de bendición

En otras ocasiones he comentado sobre cuántos ataques e insultos uno puede recibir si propaga la fe católica completa, sin maquillaje ni disimulo (y también: sin exageración ni fundamentalismo). Por eso mismo es bueno compartir como testimonio que uno también recibe múltiples bendiciones, y de entre tantas quiero compartir esta:

SALVE MARÍA. Hermano sacerdote, que Dios le bendiga, y la Virgen María le proteja con su manto divino, por la Santísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo; le cubra de todo mal, de toda enfermedad, y a todos también los que trabajan con Usted. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío. Amén. — L.M.A.

Mi tiempo en prisión – Cardenal George Pell

“Mi fe católica me sostuvo, especialmente el comprender que mi sufrimiento no era inútil sino que lo podía unir al de Cristo Nuestro Señor. Nunca me sentí abandonado, sabiendo que el Señor estaba conmigo, incluso cuando no entendía lo que Él estaba haciendo durante la mayor parte de esos trece meses…”

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Testimonio de un obispo que se recuperó de COVID

“El obispo italiano de la Diócesis de Pinerolo, sufragánea de la Diócesis de Turín, Mons. Derio Olivero, narró su experiencia como paciente de COVID-19, enfermedad que puso en peligro su vida y provocó su internamiento en un hospital local. El Prelado de 59 años, que ya fue dado de alta, había sido hospitalizado desde 19 de marzo hasta el 5 de mayo. Durante 17 días estuvo intubado recibiendo respiración artificial y muy cerca de la muerte…”

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Hoy nos llegó este mensaje

Definitivamente la alegría de DIOS se perfecciona en nuestra vida.

Llegar a este punto donde estoy viviendo el gozo del Evangelio, es algo indescriptible… no se puede medir, el corazón salta y uno cree que se va a salir de lugar.

Dios lo bendiga FRAY NELSON…

De ingeniero a seminarista

Lo cuenta Religión en Libertad:

David Benito es uno de los muchos seminaristas de Madrid que estudia en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso. Pero como cada vez ocurre con más frecuencia este joven ingresó en el seminario una vez que había acabado sus estudios universitarios y había hecho una pequeña incursión en el mundo laboral.

Concretamente, se graduó en Ingeniería Forestal en la Universidad Politécnica y durante unos meses estuvo en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias y Alimentarias. Pero Dios lo quería para otra cosa: quería que fuera sacerdote y fue entonces cuando ingresó en el seminario.

La vida parroquial que hizo florecer la vocación

En una entrevista con la Universidad de San Dámaso, David Benito explica que “si lo hubiese visto claro con 18 años pues quizá no habría estudiado antes nada. Pero cuando terminé el colegio me gustaba mucho todo lo que tenía que ver con el entorno natural, con el monte, con el campo… Y me gusta mucho la historia, la literatura, se me daban bien las matemáticas, el dibujo, la física… y encontré esta carrera que me parecía muy bonita. Era un mundo que conocía un poco y por eso estudié ingeniería de montes. Y al ir descubriendo que el Señor me pedía otra cosa pues terminé entrando en el seminario y estudiando Teología”.

Sobre su llamada al sacerdocio, Benito asegura que siendo adolescente conoció a un grupo de jóvenes de su edad que tenían algo que él echaba de menos: que era conocer a Dios. “Empecé a participar en la parroquia de San Germán, en el barrio de Cuzco, que es donde viven mis padres. A partir de eso empecé a conocer más al Señor, teniendo vida de oración; y fue en una experiencia de ejercicios espirituales donde supe dar nombre a esa inquietud que tenía desde hace tiempo. No sin mis más y mis menos fui diciendo a Dios que sí hasta que hice el curso introductorio y luego ya los años de seminario”.

“No me enteraba de nada”

Su llegada al seminario no fue sencilla pues pasó de un perfil técnico a tener que estudiar materias como Teología o Filosofía. De hecho, recuerda que cuando llegó “no me enteraba de nada. Solo me gustaba ‘lógica’ porque los silogismos me recordaban a las matemáticas. Pero metafísica u otras asignaturas con mucha carga filosófica como teoría del conocimiento o fenomenología sobre todo, no me enteraba de nada”.

“Pero poco a poco vas descubriendo que esto tiene más de tu vida que otras cosas que quizá de primeras me gustaban más o me resultaban más fáciles pero que con mi vida tenían poco que ver. Y esto al final va poniendo las bases para luego poder comprender mejor la teología y también les he terminado cogiendo mucho gusto. De hecho ahora preferiría leerme un libro de teología que volver a los ‘tochos’ de cálculo o de estructuras. Aunque suene un poco a comentario de seminarista o de cura, profundizar más en nuestra fe nos ayuda también en nuestra relación con el Señor y luego el día de mañana en el ejercicio del ministerio”, agrega este joven seminarista.

Kobe Bryant y su hija fueron a misa y comulgaron justo antes de morir

Todavía el mundo está conmocionado por el fallecimiento el pasado domingo en un accidente de helicóptero del legendario jugador de baloncesto Kobe Bryant, su hija Gianna de 13 años y otras cinco personas.

Bryant, jugador durante toda su carrera de Los Ángeles Lakers, fue criado como católico por su familia, fe que se alimentó durante su infancia en Italia, donde su padre jugó también al baloncesto. Y precisamente fue a esta fe a la que se agarró Kobe en el peor momento de su vida: cuando fue acusado de una violación, y aunque era inocente, sí reconoció haber sido infiel a su esposa.

Fue un sacerdote el que ayudó a Kobe Bryant a salvar su matrimonio, que finalmente salió fortalecido y con cuya esposa, Vanessa, tuvo otros dos hijos a lo que se sumaba los dos que ya tenía la pareja. Desde entonces, la fe católica fue un elemento central en esta familia.

Se van conociendo más detalles sobre este triste suceso como que Kobe Bryant y su hija se dirigían a un partido de Gianna. Y como era domingo, para no faltar al precepto dominical, ambos habían acudido a misa de siete de la mañana en la iglesia de Nuestra Señora Reina de Los Ángeles del condado de Orange. Los testigos confirman además que ambos comulgaron.

Frans van der Lugt S.J., asesinado en Siria hace más de cinco años

“A pesar del hambre y la violencia, nunca pensó en dejar su pequeño vecindario asediado en Homs, de no más de un kilómetro cuadrado, donde musulmanes y cristianos de todos los orígenes vivían juntos en paz. Eso resume su espiritualidad, le impulsó el amor por Siria y el pueblo sirio. Aunque era un sacerdote católico, no hacía distinción entre cristianos y musulmanes. Intentó ayudar a todos y difundir un mensaje de esperanza…”

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Testimonio de una joven sobre el rezo del Rosario

Hay quien dice que los jóvenes ya no rezan el Rosario, que es una oración demasiado antigua y monótona para ellos. Otros afirman que el Rosario en familia solo sirve para que los niños aborrezcan el rezarlo. Teresa García Serrano desmiente estas afirmaciones con la espontaneidad de sus dieciocho años recién cumplidos y a punto de comenzar sus estudios de Magisterio.Teresa nos cuenta en su testimonio cómo aprendió a rezar el Rosario con su familia, de la mano de sus padres. Y no se ha avergonzado nunca de rezarlo, ni siquiera ante sus compañeros de clase en el instituto, ante los que ha dado testimonio muchas veces. De hecho – cuenta ella – ha regalado varios rosarios a compañeros suyos, con la esperanza de que un día también ellos le digan a nuestra Madre del Cielo, a través de esta oración, un “te quiero”. Como ella hace cada día, porque “siempre hay tiempo para rezar el Rosario, siempre”, por la sencilla razón de que es una oración que “se puede rezar en cualquier lado, en cualquier momento del día”, “hay tantos y tantos momentos del día en los que puedes llevar tu rosario en mano, o un denario, o con los diez dedos que nos ha dado Dios, y rezarlo cuando vas por la calle, cuando vas al colegio”.

Una historia increíble de perdón

Renne Napier no podía no estar de acuerdo: se había hecho justicia. Porque perder una hija quema el interior del alma y el dolor exige una reparación. Por ello, y porque Eric Smallridge se había mostrado más bien defensivo durante el proceso, se alegró de la sentencia a 22 años de cárcel para el que, tras manejar al doble del límite de velocidad y borracho, había atropellado a su hija Megan junto a su compañera Lisa Nixon. Lo dicho: se había hecho justicia.

No obstante, algo en el corazón de Renee le decía que no todo finalizaba ahí. Por eso decidió viajar por todo el país dando conferencias a jóvenes y adolescentes sobre el peligro de conducir bajo los efectos del alcohol. Charlas que daban sus frutos y le traían algo de satisfacción… aunque cada noche volvía a sentir en su interior ese desasosiego de que algo faltaba.

Por fin, Renee descubrió una verdad profunda, algo que había estado evitando en lo más profundo de su alma: no había untitledperdonado al joven que mató a su hija. Y era consciente de que si no lo hacía, su conciencia no la dejaría tranquila. Con esta decisión amartillándole el corazón, decidió enviar a Eric una carta que empezó con una frase sencilla pero poderosa: te perdono. Frase que pudo repetir luego en persona, dándole un fuerte abrazo con los ojos de ambos llenos de lágrimas.

«Podría haberle odiado para siempre –comenta Renee en una entrevista a la cadena CBS– y el mundo me hubiera dicho que tenía todo el derecho de hacerlo. Pero no iba a hacerme un bien ni a mí ni le hubiera hecho un bien a él. Hubiera envejecido amargada, llena de ira y de odio. Me di cuenta que si quieres curarte, el perdón es el único camino a ello».

Un camino que decidió recorrer el resto de la familia de Renee: uno a uno se dirigió a Eric ofreciéndole su perdón. Algo que también curó al joven encarcelado: «Fue como si me quitaran una carga del pecho –dijo Eric más tarde–. Ni siquiera yo podía perdonarme y ella me ofreció su perdón. Ya no tenía que esconderme detrás de una careta».

Repitiendo la acción de Renee, Eric pidió perdón en privado y en público a las familias de las dos niñas. Perdón que fue aceptado con muestras de cariño por parte de todos.

Pero no todo quedó aquí. Renee descubrió el poder transformador del perdón y se dio cuenta que había que compartirlo. Tomando de nuevo el bolígrafo, escribió al juez pidiendo clemencia para reducir la sentencia de Eric a la mitad: «está profundamente arrepentido por lo que ha hecho y merece el perdón». El juez aceptó por lo que había escrito… pero sobre todo por quién era la que lo había escrito.

Y así empezó una profunda amistad entre Eric y Renee. Una amistad hecha pública en diferentes conferencias que han dado juntos alrededor de los Estados Unidos –incluso cuando él todavía pagaba su sentencia de cárcel–, en donde comparten su experiencia de perdón y de redención con todo el mundo: «Quiero ir a donde sea necesario –cuenta un ahora sonriente Eric– para contar este mensaje. Porque ya no es algo solamente nuestro».

La historia ha conquistado el corazón de muchos, incluyendo el del famoso cantante cristiano Matthew West. Renee había escrito a Matthew contándole su historia porque «es algo que debe ser contado, Matthew. No es sobre mí, sino sobre Dios y el perdón». Impresionado por el testimonio de esta mujer de 54 años, decidió componer una canción en su honor y darle la sorpresa de que sea la primera en escucharla con él a su lado.

Decía Lewis Smedes que «perdonar es liberar un prisionero y darte cuenta que ese prisionero eras tú». Por eso, cuando el pasado 24 de noviembre de 2012 Eric fue puesto en libertad, en realidad no sólo salió él de la cárcel, sino toda la humanidad detrás de él. Todos tomados de la mano del perdón de una mujer. Una mujer que hoy llama a Eric su hijo. Una mujer que demuestra que el perdón es una opción no sólo posible, sino necesaria.

Sobrevivió a una cárcel soviética gracias a la Misa

“Mons. Sigitas Tamkevicius, Arzobispo de Kaunas, Lituania, es uno de los nuevos Cardenales que se crearán en el consistorio de este sábado 5 de octubre. Su juventud estuvo marcada por los 10 años que pasó en un campo de trabajos forzados de la KGB en Siberia durante el período soviético. Entonces era un joven sacerdote jesuita que no estaba dispuesto a callar ante las injusticias del comunismo…”

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Testimonio de una misionera laica en Etiopía

Belén Manrique, misionera laica de 30 años, que ya lleva algunos años en Etiopía, anima a los jóvenes con ese “sed valientes”. “El mejor proyecto de vida lo da el Señor; darse a los demás y responder a lo que Dios te pide te hará feliz. Dios sabe cómo llevar tu vida a algo mil veces más apasionante que lo que tú puedas pensar. Lo importante es encontrar a Cristo: sin ese encuentro, ni evangelizas en misiones ni en el bar de enfrente de tu casa“, afirma.

Belén explica su vocación como laica misionera. De niña, en el colegio, ya vio un vídeo de una fundación de Nacho Cano (el cantante de Mecano) que trabajaba con niños de la India. A ella le despertó un deseo de ir allí, y le asombraba que a sus compañeras el vídeo no les afectase como a ella. Años después, ya adulta, pudo pasar un tiempo en Calcuta, con las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa. “¿Cómo viven así, es que no son humanas, es que son dioses?”, se planteaba ante su ejemplo, que le interpelaba.

Hizo luego una experiencia misionera breve en Etiopía y vio que eso la llenaba, más que la vida en España como periodista. De vuelta a España, en una noche de Pascua con el Camino Neocatecumenal, “viví la presencia de Cristo, con su paz y alegría. Sentí que tenía que anunciar eso, que Cristo salva, a todo el mundo”. En verano de 2014 llegó a Etiopía para colaborar en la misión del padre Christopher Hartley en la frontera con Somalia, “con gente que vive en condiciones muy pobres, de sufrimiento, y más aún entre las mujeres”.

En un entorno de islam radical, de miseria y de desprecio a la mujer, trabajó con las mujeres pobres que acaban como prostitutas de los soldados de la frontera, que luego enferman. “Nos hacíamos amigas de estas mujeres, para lo bueno y lo malo. Mueren de sida, de tuberculosis, y las acompañamos en esos momentos. Recuerdo una mujer enferma, moribunda, enfadada con la vida, que gritaba a todos, menos a nosotras, que la acompañábamos. Yo lavaba su ropa que olía muy mal y me sentía una privilegiada. Días antes de morir, nos dijo: ‘cuando salga del hospital, me gustaría ir a vuestra iglesia’. No pudo ir, pero ella conoció el amor de Dios”.

Actualmente Belén está en Adís Abeba, la capital etíope, preparando una misión “ad gentes” del Camino Neocatecumenal que, cuando cristalice, debería llegar a contar con 4 o 5 familias misioneras apoyadas por un sacerdote y un par de laicas, incluyéndola a ella. Ha dedicado el último año a aprender allí la lengua local, el amhárico.

La parálisis cerebral más grande es el miedo

“A Miriam Fernández (Madrid, 1990) le diagnosticaron una parálisis cerebral al nacer que le iba a impedir andar. Con el «esfuerzo, amor y entrega» de su familia, lo logró. Desde pequeña cambió las lágrimas por sonrisas y decidió pelear por sus sueños, animando a otros a hacerlo también. Conferenciante, actriz y cantante, ahora se estrena como escritora con Los cometas de Miriam (Oberón)…”

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Joven, deportista y… santo

Pier Giorgio nació en Turín, Italia, el 6 de abril de 1901. Creció en el seno de una familia muy rica. Su padre fue el fundador y director del diario La Stampa y su madre una notable pintora que le transmitió la fe.

En su adolescencia cultivó una profunda vida espiritual, se hizo activo miembro de la Acción Católica, el Apostolado de la oración, la Liga Eucarística y la Asociación de jóvenes adoradores universitarios.

Decidió estudiar Ingeniería Industrial Mecánica para trabajar cerca de los operarios pobres e ingresó al Politécnico de Turín donde fundó un círculo de jóvenes que buscaban hacer de Cristo el centro de su amistad.

Llevó una vida austera y destinaba a obras de caridad buena parte del dinero que sus padres le daban para sus gastos personales. Su fuerza estaba en la comunión diaria y la frecuente adoración al Santísimo.

Fue deportista, esquiador y montañista. Escaló los Alpes y el Valle de Aosta. Asimismo, nunca perdió la oportunidad de llevar a sus amigos a la Santa Misa, la lectura de las Sagradas Escrituras y el rezo del Santo Rosario.

Cuando cumplió 24 años de edad le diagnosticaron poliomielitis fulminante, una enfermedad que lo llevó a la muerte en solo una semana.

Partió a la casa del Padre el 4 de julio de 1925 y tuvo un multitudinario funeral entre amigos y personas pobres.

San Juan Pablo II lo beatificó en 1990 y destacó que “él proclama, con su ejemplo, que es ‘santa’ la vida que se conduce con el Espíritu Santo, Espíritu de las Bienaventuranzas, y que solo quien se convierte en ‘hombre de las Bienaventuranzas’ logra comunicar a los hermanos el amor y la paz”.

“Repite que vale verdaderamente la pena sacrificar todo para servir al Señor. Testimonia que la santidad es posible para todos y que solo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor”.