91. ¡Aleluya!

Catedral de Los Angeles91.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

91.2. “¡Aleluya!”: Esta es la palabra propia del domingo. “¡Aleluya!”: Esta es la canción del pueblo redimido. “¡Aleluya!”: Esta es la poesía del corazón enamorado y agradecido. “¡Aleluya!”: Esta es la consigna de los misioneros y el verdadero catecismo de los educadores. “¡Aleluya!”: Este es el precioso vínculo entre la tierra y el Cielo, la danza de amor que une a los Ángeles y los hombres.

91.3. Enséñale a tus pies a llevar ritmos de aleluya cuando caminen. Acostumbra tu corazón a palpitar aleluyas cuando acoge y envía la sangre por todo tu cuerpo. Educa a tus párpados, para que digan aleluya cuando se cierren y cuando se abran, de modo que siempre estén cerrados a la mentira de las tinieblas y abiertos al esplendor del Día de Cristo.

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Transparencia

Atardecer en la selvaUna profunda sensación de trascendencia embarga mi alma a esta hora; algo inmenso y bello; una dulzura cargada de seriedad augusta; una ternura que apenas cabe en palabras y que me mueve a un respeto inmenso hacia todo lo que existe.

De repente, es como si todo me pareciera digno de grande atención y también de algo que sólo puedo describir como veneración: sí, veneración, unida a un amor a la vez suave y fortísimo, que me envuelve en oleadas de gratitud y cercanía.

Es también una sensación de transparencia; quiero decir, como si las cosas, todas las cosas, se volvieran de cristal, y la luz que las sostiene empezara a asomar desde adentro mismo de ellas. No es esta una luz exterior sino algo así como si las cosas mismas estuvieran hechas de luz.

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90. Servidor de la Palabra

Decálogo90.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

90.2. Imagina el más torrencial de los aguaceros. Mira en tu mente cómo caen, sin esperarse una a la otra, miles y millones de gotas. Ahora piensa que dentro de cada una hay una palabra, un mensaje para ti. Así quisiera hablarte Dios. El evangelista Juan advierte que hay muchas obras y palabras de Jesús que no han quedado escritas (Jn 20.30), y tú mismo has comprobado que la Biblia a menudo dice que Jesús “enseñaba” (cf. Mt 5,2; 7,29). Pero, ¿qué enseñaba? ¿Qué era todo eso que quería y que en cierto modo tenía que decir? Sabrás si hay amor en tu corazón si alguna vez en cada instante y mil veces cada día te preguntas por esas palabras de Jesús que no quedaron consignadas en otro lugar, si no fue el corazón enamorado de sus más allegados discípulos.

90.3. ¿Qué palabras, bendito Dios, brotaban de esos labios, únicos que puedes llamar plena y absolutamente ungidos? ¿Y de qué corazón, ardoroso en cuál fuego, nacían tales palabras? Ve y pregúntalo a María, la de Betania. Pídele que te cuente qué aprendió del Maestro Divino en esas tardes en que tuvo como para sí sola toda la potencia y la gracia de la Sabiduría del Padre.

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89. El Universo que Él Hizo

Estrellas89.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

89.2. Dios en su bondad ha hecho lo que ha hecho y ha dejado de hacer lo que ha dejado de hacer. Dios es bueno cuando obra y cuando no obra; cuando habla y cuando calla.

89.3. Sucede a menudo que tus ojos pueden descubrir el bien de sus creaturas; más amor se necesita para descubrir también la bondad que ha expresado en lo que no ha hecho. Ello no significa que Dios esté imposibilitado para crear un universo mejor que este, pero sí implica que en este universo, lugar único de nuestro discurso, tanto lo que existe como lo que no existe tienen significado. Las playas del significado y del sentido son más amplias que el océano de la existencia, al que abarcan.

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88. La Creación de la Luz

Puente88.1. La luz aparece como la primera de las creaturas de Dios (Gén 1,3). No se trata, desde luego, de aquella luz que conocen tus ojos, sino más bien de aquella que, significada por la que ven tus ojos, está tan próxima a la Palabra Divina que penetra, como ella, las obras todas de la creación.

88.2. Esa luz inicial indica que nada en la obra divina es en sí mismo impenetrable o completamente denso. Es la luz que está antes y más allá de los días y las noches; antes y más allá de los actos morales de los Ángeles y de los hombres. Semejante luz es “separada” de la oscuridad. A pesar de lo que parece indicar el texto bíblico (Gén 1,5), no debes pensar que este nombre de “noche” que recibe lo que no es o no pertenece a la luz se corresponde con una parte de la creación, es decir, de lo creado.

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87. Siempre dispuesto a aprender

Christ87.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

87.2. Siempre me encontrarás dispuesto a enseñarte, si tú siempre llegas dispuesto a aprender de mí. De hecho, uno de los grandes males de la Iglesia estriba en que sus predicadores, sacerdotes, obispos o misioneros pierden la maravillosa facultad de aprender. Se olvidan de las palabras de Cristo, cuando se refirió al trigo y la cizaña que crecen juntos (cf. Mt 13,30). Él no dijo que el trigo iba a crecer en medio de una cizaña pasmada o raquítica. La cizaña crece cada día, y por eso el trigo está llamado a crecer cada día.

87.3. Es algo que tú has podido comprobar muchas veces: la maravillosa estrategia evangelizadora que ayer en la tarde dio preciosos frutos hoy por la mañana fue poco más que inútil. Los ejemplos que hace una semana conmovieron hasta las lágrimas tal vez mañana no sirvan de mucho.

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86. Los Nombres de Cristo

Jesús86.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

86.2. Todas las palabras se vuelven una sola palabra, y todos los amores un solo amor. Finalmente cada vida dice un mensaje, y cada mensaje es como el predicado de una frase cuyo sujeto es la persona que ha vivido.

86.3. El ejemplo más hermoso y elocuente de esto que te cuento es la vida de Jesús, Nuestro Señor. Al término de su paso por esta tierra, el mensaje de su vida puede decirse con una sola palabra. De hecho, “Cristo,” o sea, Ungido, es una palabra que resume bien la obra y la existencia de Jesús, pues fue su vida el maravilloso esparcirse del perfume del Espíritu en medio de la historia humana.

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85. La Gratitud del Predicador

Ambón85.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

85.2. Muchas veces las personas expresan su gratitud cuando reciben una predicación que les ilumina o enfervoriza. Esto está bien porque la gratitud hace abundar el bien y une en amor. Pero, si lo piensas bien, tú, en cuanto predicador, deberías agradecer que se te escuchara.

85.3. En esto pasa algo semejante a lo que sucede cuando un hombre caritativo atiende a un enfermo muy necesitado. El enfermo tiene razón en sentirse agradecido, pero aquel hombre tiene también por qué dar gracias, pues aquella enfermedad le permitió encontrarse con Aquel que dijo: “Lo que hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo hicisteis.” ¡Aquella dolencia le autorizó para tocar la carne de Cristo, abrazar a Cristo, contemplar a Cristo!

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84. Amor y Poder

84.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

84.2. Dios con su misericordia, como tú a través de tus ojos, todo lo ve; con su misericordia, como tú con tus manos, obra en todos; con su misericordia, como tú sobre tus pies, camina y avanza; con su misericordia, como tú con tu mente, piensa, delibera y resuelve. Es la misericordia divina como un traje que jamás se aparta del aula de su reino, pues, así como Dios nunca deja de reinar, así también es verdad que nunca su misericordia se aparta del ejercicio de su reinado.

84.3. Hubo misericordia desde el momento mismo de la creación, y por eso es verdad que nada ni nadie es creado sin ser a la vez envuelto y sostenido por la misericordia. Así como no puede formarse el embrión en el seno materno si no es alimentado a través del cordón umbilical, así te digo que ninguna creatura, ni angélica ni humana, hubiera llegado a ser, si no fuera por ese cordón de amor y piedad que a todos y a cada uno de nosotros une con Dios.

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83. Toda Lengua le Alabará

83.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Fr. Nelson cantando83.2. En el tumulto de todas las voces se oye la voz de Dios. Dicho mejor aún: Dios hace que todas las voces hablen su voz; es como la voz que, construida desde todas las voces, colma de sentido cuanto ellas no alcanzan a decir. Es lo que sugiere la Sagrada Escritura varias veces cuando te habla del vigor divino. Por ejemplo, aquello de Isaías: «Porque así me ha dicho Yahveh: Como ruge el león y el cachorro sobre su presa, y cuando se convoca contra él a todos los pastores, de sus voces no se intimida, ni de su tumulto se apoca: tal será el descenso de Yahveh Sebaot para guerrear sobre el monte Sión y sobre su colina» (Is 31,4). Hay gente —y entre ellos varias veces te he contado a ti—, que tiene una visión cobarde y simple del poder de Dios, como si Él no pudiera o no quisiera obrar cuando llega la confusión o cuando el terror se levanta; como si Él para reinar tuviera que estar sujeto a algunas condiciones externas o ajenas a su voluntad. ¡No es así! ¡Él, y sólo Él es Soberano!

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82. Cristo Salvador

Jesucristo82.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

82.2. La vida cristiana es la vida de Cristo. Hay vida cristiana donde Cristo está viviendo, y por tanto, donde aquello que Cristo hizo y padeció, aquello que dijo y calló se realiza de modo nuevo y a la vez renovado entre las creaturas racionales.

82.3. Cristo comunica su vida entregándola. Cristo entrega su vida ofreciéndola como holocausto de amor al Padre Celestial y como víctima propiciatoria a favor de cada hombre de cada tiempo y de cada lugar.

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81. La Construcción de tu Existencia

Construyendo81.1. El camino del alma humana es a la vez tu oportunidad y tu riesgo, tu esperanza y tu amenaza, tu gozo y tu sufrimiento. Es necesario que te recuerdes a menudo que estás en camino.

81.2. Hay en esto una especie de tormento, yo lo sé. La naturaleza intelectual de tu alma pide, casi reclama, eternidad. Estás hecho para lo estable, pero debes alcanzarlo a través de lo inestable; tu corazón espera firmeza, pero no la tiene ni puede sacarla de sí mismo; te fascinan las verdades últimas, pero sólo alcanzas las probabilidades, las verosimilitudes, las aproximaciones.

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Autoengaños más comunes

Gato que se cree leónEsta sección la he desarrollado a partir de un artículo en Lifehack y algunas referencias al trabajo clásico de Francis Bacon. Por supuesto, el tema es amplísimo y lo que aquí recojo trata de destacar solamente lo que veo suceder con más frecuencia.

Hay el chiste del hombre ya anciano que asistía a una procesión muy concurrida, de alguna advocación de la Virgen María, y de pronto grita: “¡No empujen, no empujen, que yo me caigo solo!”

Algo así nos suele suceder en el ámbito del razonamiento, o de la búsqueda de la verdad, en general: hay errores de método a los que llegamos a acostumbrarnos tanto que vienen a resultar más fácil equivocarse que acertar. Revisemos algunos de los más comunes.

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80. Ser con Dios

Corazón abierto de Jesús80.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

80.2. Ya que Dios ha querido ser “Dios contigo” (Mt 1,23), hoy te invito a que aprendas a ser “tú con Dios.” Jesús te puso en la senda de este modo de ser y de hablar cuando dijo a sus discípulos: «separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). “Tú sin Dios” eres nada; “tú con Dios” eres todo, es decir, todo lo que podrías conocer, imaginar, desear, y aún más.

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79. Hueles a Cristo

Cristo y el Cáliz79.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

79.2. En alguna ocasión en que acababas de confesarte te dije que olías a Jesucristo; hoy que también te has confesado te lo repito, pero quiero comentarte un poco qué significa esta expresión.

79.3. El olor o aroma de una persona es la señal de su presencia próxima. Nota cómo Dios hizo que por el mismo órgano que recibe el aire vital llegan los olores y fragancias. Así lo quiso el Creador porque a menudo un mal olor es señal de un peligro mortal, como cuando un alimento descompuesto impide con su hedor que alguien lo coma.

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78. El Oficio de Santificar

Comienzo de una Misa78.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

78.2. “¡Santifica!”: he aquí un extraño imperativo que sin embargo es propio e irrenunciable de tu vocación sacerdotal. Estás llamado no sólo a ser santo, cual corresponde a todo bautizado, sino a santificar. Ser sacerdote quiere decir santificarse santificando. Tu modo propio de ser fecundo es creando un entorno de santidad y belleza alrededor de ti, pues, así como lo propio de un padre de familia es engendrar y formar unos hijos, y pastorear con su palabra el pequeño rebaño de su hogar, así lo propio tuyo, lo que Dios espera de ti, es que hagas un hogar de santidad, o mejor aún: que le des hogar a la santidad.

78.3. En efecto, es la santidad como una pobre huérfana a quien pocos quieren hospedar. Lleva en sí las riquezas de la comunión con Dios, y sin embargo, no encuentra quien la acoja con gusto y cariño. Para los vicios se preparan grandes casas, mansiones y hoteles de lujo. Para la santidad poco se construye físicamente y menos aún moralmente. Dime, ¿cuántos sacerdotes consideren como deber suyo, amable deber de su estado, santificar?

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