Tal vez el mundo es Corinto, 10 de 10, Cruz y Resurrección

[Retiro espiritual en el Monasterio de Dominicas en Catamarca, Argentina.]

Tema 10 de 10: Cruz y Resurrección

* Como ya quedó patente cuando Pablo predicó en Atenas (Hechos 17), el pensamiento griego veía la resurrección como algo imposible, e incluso, ridículo. No es extraño entonces que incluso ya siendo cristianos, algunos corintios llevaran ese peso de incredulidad pagana, hasta el punto de negar que se pudiera resucitar. Quizás veían su nueva fe cristiana como un modo suficientemente racional y suficientemente grato de llevar esta vida y preferían no acariciar esperanzas más allá del sepulcro.

* ¿Por qué Pablo insistió tanto en la cruz y ahora insiste en la resurrección? La causa profunda está en el amor, en la calidad de amor que nos ha redimido y que es el sello de nuestro vivir como cristianos. En efecto, a la cruz llegó Cristo como expresión máxima de un amor que supera el amor puramente natural.

* Entendemos por amor “puramente natural” aquel que se basa en la transacción: yo trato bien a los que me tratan bien, y trato mal a los que así son conmigo. El amor de transacción parece razonable mientras uno tiene qué aportar, o sea: algo deseable o necesario para otros. Pero eso implica que en los momentos de mayor necesidad uno no tendrá nada ni a nadie porque en la mayor necesidad es cuando uno no tiene qué dar para poder recibir.

* Por eso el amor de Cristo, el del Evangelio, el que brilló con esplendor de cielo en la noche de la Cruz, es el amor de gracia, el amor de gratuidad. Este amor de gracia es el que puede salir al encuentro del ser humano en su indigencia ontológica y sobre todo, el único amor que puede hacer algo por el pecador. Sólo quien ha experimentado ese amor de gracia puede también amar así, y ese amor, que no es indiferencia estoica sino caridad que todo lo rebasa, es ya manifestación de la resurrección.

La fe de Benedicto y la pobreza de Francisco, 11 de 12

[La fe del Papa Benedicto y la pobreza del Papa FranciscoRetiro Espiritual para el Monasterio de Santa María Reina, en Zamora, España. Junio de 2013.]

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Tema 11 de 12: El anonadamiento de Cristo en la Cruz

* El gran himno al anonadamiento de Cristo está en Filipenses 2,5-11.

* Esta vez queremos reflexionar brevemente sobre la expresión que usa San Pablo en el versículo 6: Cristo “no hizo alarde de su categoría de Dios,” dice una traducción; “no retuvo ávidamente el ser igual a Dios,” dice otra. La expresión griega es: “ux harpagmón hegésato” que literalmente significa: “no consideró botín de robo” el ser igual a Dios.

* Dos ideas hay en esa expresión: el que se aferra a lo que tiene y el que exhibe lo que ha conseguido. Es la presunción unida al egoísmo. Es la ostentación unida al cinismo. Es la dureza para con el prójimo unida a la soberbia y el disfrute ilícito. Y todo eso es lo que caracteriza al hombre pecador.

* El “rico,” es decir, el que no entiende ni quiere entender la espiritualidad de los pobres y del Pequeño Resto, es aquel que se apoya en lo que tiene con un corazón repleto de ostentación y egoísmo.

* Pero el que se apoya sobre sí mismo, el que golpea su pecho, como un gorila, para hacer valer su ser, se pierde en realidad de descubrir cuánto vale su ser ante Dios. El que pasa la vida justificándose se pierde de la justificación que Dios le concede.

* El anonadamiento de Cristo es entonces el sello de su unión perpetua con la causa de los Pobres de Yahveh. Él es su expresión más pura, su súplica más perfecta; y a la vez es la respuesta de amor de Dios a su clamor.

ESCUCHA, Pedagogia sobre la Cruz para el cristiano

[Predicación en el Grupo de Oración “Pedacito de Cielo,” para la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz en 2013.]

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* Las tres fases más importantes en el descubrimiento del misterio de la Cruz llevan estos títulos: Dolor, Verdad, Victoria. Al principio sólo se percibe el dolor, y ante el dolor la reacción más común y natural es la rebeldía estéril. Pero mientras unos e quede en la sola rebeldía patina sin beneficio alguno, y aún retrocede. Si se supera esa fase se empieza a avanzar.

* La fase en que uno sólo ve en la Cruz el DOLOR tiene tres etapas:

(01) Llegar a aceptar como un hecho lo que uno antes rechazaba. Puede parecer puro estoicismo, y hay gente que se queda simplemente en eso: asumir la vida como viene, pero también es posible que a partir de la aceptación serena y profunda se abra un camino, que es el que conduce hacia los bienes de la Santa Cruz.

(02) Dice el refrán popular: “Del ahogado, el sombrero.” Suena cínico, pero puede ser un momento de gracia, en que uno empiece a descubrir que hay bienes exteriores que se han vuelto posibles a través de las mismas cosas que uno rechazaba. Por ejemplo: ser mestizo puede parecer un factor que disminuye la belleza de una raza más pura, pero a menudo las razas mestizas son más resistentes, emprendedoras y creativas.

(03) Dice la Sagrada Escritura: “Me estuvo bien el sufrir porque así aprendí tus justos mandamientos” (Salmo 119,71). Quien habla de esa manera no ha descubierto sólo ventajas o bienes exteriores sino que se da cuenta que él mismo ha pasado a ser un mejor ser humano: ha encontrado bienes interiores.

* La fase de la VERDAD tiene también tres etapas:

(04) Uno se da cuenta que a través de las pruebas, duros esfuerzos y contradicciones uno llega a conocerse. Es fácil creerse paciente, humilde y muy listo cuando no hay que responder a ningún desafío; pero cuando llegan las burlas o adversidades uno se da cuenta de que no es lo que creía: uno descubre la verdad de uno mismo. Esto no se logra sin muchos combate y unas cuantas derrotas.

(05) La vida nos conduce a veces a una DGU: Decepción generalizada del Universo. Hay tiempos en que sentimos que todo nos desilusiona o deja insatisfechos, incluyendo la familia, los amigos y las instituciones más representativas, sin excluir la Iglesia. Esa DGU puede volvernos amargados pero también puede colmarnos de admiración si miramos a Cristo: a este mundo, con todas sus incoherencias y miserias ha querido venir el Hijo del Dios vivo. “Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5,8) Así el dolor nos lleva de la mano a descubrir la verdad de Dios y de su amor.

(06) A partir de este punto nuestro modelo son los grandes santos, los que han descubierto mejor el tesoro de la Cruz. Enseña por ejemplo Santa Catalina de Siena que cuando las cosas van según nuestro gusto y placer, no podemos estar seguros de que esa sea voluntad del Señor, o si tal vez es la sutil presión que nuestro capricho y la fuerza de nuestro intelecto ha impreso en lo que nos rodea. La contradicción, en cambio, la verdadera contradicción, precisamente porque no es querida, nos da la certeza de no venir de nuestra voluntad. Es entonces un agente externo que no puede escapar al poder de Dios y que a la vez sabemos que no está en nuestras manos. Por lo tanto, es expresión muy clara del querer divino que así nos modela y guía. Se da entonces una paradoja: conocemos mejor la voluntad de Dios, y su plan para con nosotros, cuando las persecuciones, burlas y ataques se multiplican.

* La fase de la VICTORIA tiene cuatro etapas:

(07) Victoria sobre el demonio. Es sabido que el demonio pretende atraparnos con una estrategia que es su mentira fundamental. El enemigo malo pretende llevarnos a un falso dilema: “O eres obediente a Dios, pero infeliz; o eres feliz, pero para eso debes desechar a Dios.” La Cruz trae victoria sobre el demonio porque le permite a uno responder de este talante: “Abrazo con fe y amor la Cruz, y seguiré el camino que Dios me muestra, y sobre mis bienes o lo que yo reciba, es él quien decidirá en su sabiduría.”

(08) Victoria sobre el propio yo. Muy a menudo nuestros miedos o cobardías magnifican el tamaño de los obstáculos y peligros, encerrándonos en una cárcel de mediocridad y pusilanimidad. La Cruz nos empuja a no definir el tamaño de nuestra obras por el tamaño de nuestros miedos, logrando efectivamente que vayamos más allá de nosotros mismos. Es la fortaleza que brilla en los santos, y sobre todo en los mártires.

(09) Victoria sobre el mundo. Dice Jesús: “Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33). El que mira el amor grande y victorioso de la Cruz no siente ya obligación de seguir los dictados de la opinión pública o la mayoría, porque Cristo fue crucificado “por mayoría.” Tampoco siente la presión vanidosa de “ser original.” No pretende ni agradar ni desagradar al mundo sino sólo agradar a Dios.

(10) Victoria del amor. Y cuando se han descubierto los bienes perdurables que el Crucificado dejó como tesoro de la Cruz, entonces se puede sentir el deseo de unirse al acto de bendito amor que llevó a Cristo a la Cruz, pues no fue obligado por otra cosa sino sólo por su propio e infinito amor. Esa obra ha de extenderse por el mundo para gloria del Padre, y por eso decimos con San Pablo: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por ustedes, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por Su cuerpo, que es la iglesia.” (Colosenses 1,24).

Lectura creyente de la Biblia, 09 de 10, Claves de lectura de la Cruz

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 9 de 10: Claves de lectura de la Cruz.

* La pregunta que queremos abordar es la relación entre el ministerio (público) de Jesús y su muerte humillante y dolorosa.

* Para quienes quieren definir a Cristo por su impacto en las estructuras sociales, la muerte del Señor es la consecuencia de haber denunciado a los ricos y poderosos su maldad. Para quienes buscan una lectura existencial del proyecto de vida de Jesús, la Cruz sería una especie de sorpresa inesperada para él. Para los gnósticos, de ante so de ahora, el modo particular de la muerte del Señor en realidad no importa porque importarían sólo sus enseñanzas, comparables a las de otros “maestros.”

* Una lectura atenta a los evangelios permite descartar estas posturas. Hay pasajes específicos que muestran la decepción de Cristo frente al “método” de los milagros, o frente a la capacidad real de impacto de la predicación. Lo que Cristo buscaba con predicaciones o milagros es lo mismo que, de un modo extremo, busca y también asume en la Cruz: de lo que se trata es de la conversión del corazón, que ha de dejar atrás el poder del demonio y del pecado, para abrirse a la novedad del Reino de Dios, y de la acción del Espíritu Santo.

Sabia Cristo sobre su forma de muerte?

Estoy recibiendo un curso de Cristología, me gusta mucho… Ayer debatíamos sobre algunas cosas, tengo mi opinión, pero me gustaría saber que piensa al respecto:

1. Sabía Jesús que iba a morir?
2. Sino es así, cuándo se enteró?
3. Sabía cómo iba a morir?
4. La Cruz ya estaba destinada por Dios padre para la muerte de Jesús?

Espero me pueda orientar, he leído ya algunos numerales del CIC y también otro libro de Cristología aparte del que estamos leyendo en el curso. Pero aun no tengo seguridad acerca de las respuestas… Mil gracias, saludos desde Guatemala!

* * *

Saber que uno muere es algo que sucede relativamente pronto en la infancia. La afirmación de la verdadera humanidad de Cristo y lo que dice San Lucas, que él creí en edad, sabiduría y gracia, hace suponer que tuvo esa conciencia en algún momento de su edad consciente.

No es ilógico suponer que Cristo vio venir la muerte de Cruz. Era la muerte reservada para los rebeldes al imperio, y como aquellas autoridades judías no podían dar muerte por sí mismos, era lógico que mataran por mano de los romanos, y eso apuntaba hacia la Cruz.

La palabra “destino” tiene muy poco lugar en una perspectiva genuinamente bíblica y de fe cristiana. “destino” suena a alguien que ya vio la película y que cuenta el final, o que manipula las cosas para que acontezca algo. La manera como Dios obra no es esa. pero hay algo que podemos asegurar: de esa manera de muerte vino gran gloria para el Hijo y para Dios, su Padre; y vino gran bien para nosotros.

La Cruz de Cristo presentada a los jovenes

[Predicación para un Encuentro de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de Bogotá, en Agosto de 2012.]

* El aspecto y la realidad espantosa de la Cruz causan entendibles sentimientos de rechazo y distancia.

* Y sin embargo, muchos de los que rechazan la Cruz llevan una vida que abunda en dolor y miseria moral, es decir, están “crucificados.” Este solo dato nos invita a mirar a la Cruz y ahondar en su misterio.

* La cruz es evidentemente un instrumento de tortura pero, si se examina mejor, es ante todo un método de control a través del miedo. De lo que se trata, con la cruz, es de intimidar a grandes e la población para alejarlos de toda posibilidad de rebeldía frente a un sistema; en el caso de los romanos, frente al sistema esclavista.

* Y es aquí donde aparece la originalidad de lo sucedido con Cristo. El Nazareno “se sale del libreto.” No amenaza; no jura venganza; no blasfema. Ora, bendice y perdona. Cristo es el verdadero rebelde: aquel que vence el mal de los demás sin volverse malo él mismo.

* Y en ese sentido Cristo es el gran modelo, el auténtico modelo para los jóvenes: aquella edad en que la independencia es elemento esencial de la construcción de la propia personalidad es el mejor tiempo para encontrar a uno que es libre de los condicionamientos perversos con que el mundo quiere incluirnos en sus rebaños de idolatría y vicio.

Espiritualidad de la Vida Apostolica, 03 de 12

Espiritualidad de la Vida Apostólica. Retiro Espiritual con las Dominicas de la Inmaculada, en Cuenca (Ecuador).

Tema 3 de 12: La cruz de Jesús.

* Cristo mismo une el seguimiento y la cruz, cuando dice: “El que no toma su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío” (Mateo 10,38). Eso indica que no hay espiritualidad cristiana si no hay referencia al misterio del amor y gracia manifiestos y otorgados en la Cruz.

* Pero San Pablo nos advierte que la cruz tiene muchos enemigos (véase Filipenses 3,18). Hay posturas erradas, aunque contengan elementos de interés y cosas ciertas. Veamos cuatro.

(1) Hay quienes piensan que lo importante es la “praxis” de Jesús: aquello que él practicó y vivió, por ejemplo: la solidaridad, la compasión, la sinceridad, la valentía, el amor a la justicia.

(2) Otros usan la cruz para predicar un mensaje de falsa resignación, manipulando y defraudando las legítimas aspiraciones de justicia en la gente sencilla.

(3) Otros creen que la cruz llegó como consecuencia del compromiso “revolucionario” de Cristo en la transformaciones de las estructuras de injusticia social.

(4) Otros, en la corriente gnóstica, pretenden que la muerte de Cristo es irrelevante porque sus enseñanzas son las que tienen un valor permanente, compartido por los grandes iluminados de todos los tiempos. Para la gnosis lo que interesa es llegar a la cumbre del saber secreto del cosmos y la existencia, y no importa por qué camino o religión uno llegue.

* Esas posturas no logran explicar por qué los evangelios nos presentan a Cristo aceptando y abrazando un sufrimiento que habla de perdón y no de venganza, desquite o revolución. Todo el texto evangélico mira hacia la “hora” de Cristo como lugar supremo de revelación, y por tanto, lo que pretenda disminuir el valor de la Cruz o lo que quiera presentar el cristianismo como puro esfuerzo intramundano es engañoso, si no herético.

* Desde el comienzo de su predicación Cristo se sitúa en el horizonte de un conflicto frontal con quienes obtenían ventajas del pecado en sus distintas formas. Aceptó la cruz en amor y obediencia como camino único para mostrar la realidad del pecado y el tamaño del amor divino. Su sacrificio es eficaz en sí mismo y no por imitación nuestra. Se hace eficaz en nosotros por gracia y mediante la fe.