Amor de corazones jóvenes

Somos enamorados del Amor. Por eso, el Señor no nos quiere secos, tiesos, como una cosa sin vida: ¡nos quiere impregnados de su cariño! – Mira si entiendes esta aparente contradicción. -Al cumplir los treinta años, escribió aquel hombre en su diario: “ya no soy joven”. -Y, superados los cuarenta, volvió a anotar: “permaneceré joven hasta que llegue a octogenario: si muero antes, creeré que me he malogrado”. -Andaba siempre, a pesar de los años, con la juventud madura del Amor.

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¡Tibios, no!

Hay corazones duros, pero nobles, que -al acercarse al calor del Corazón de Jesucristo- se derriten como el bronce en lágrimas de amor, de desagravio. ¡Se encienden! En cambio, los tibios tienen el corazón de barro, de carne miserable… y se resquebrajan. Son polvo. Dan pena. Di conmigo: ¡Jesús nuestro, lejos de nosotros la tibieza! ¡Tibios, no!

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Poner orden en la casa interior

Un corazón que ama desordenadamente las cosas de la tierra está como sujeto por una cadena, o por un “hilillo sutil”, que le impide volar a Dios.

“Vigilad y orad, para que no caigáis en la tentación…”: ¡es impresionante la experiencia de cómo puede abandonarse un quehacer divino, por un engaño pasajero!

El apóstol tibio, ése es el gran enemigo de las almas.

Prueba evidente de tibieza es la falta de “tozudez” sobrenatural, de fortaleza para perseverar en el trabajo, para no parar hasta poner la “última piedra”.

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Si la tibieza llega a tu alma…

En ocasiones, alguno me ha dicho: Padre, si yo me encuentro cansado y frío; si, cuando rezo o cumplo otra norma de piedad, me parece que estoy haciendo una comedia… A ese amigo, y a ti -si te encuentras en la misma situación-, os contesto: ¿una comedia? -¡Gran cosa, hijo mío! ¡Haz la comedia! ¡El Señor es tu espectador!: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo; la Trinidad Beatísima nos estará contemplando, en aquellos momentos en los que “hacemos la comedia”. -Actuar así delante de Dios, por amor, por agradarle, cuando se vive a contrapelo, ¡qué bonito! ¡Ser juglar de Dios! ¡Qué estupenda es esa recitación llevada a cabo por Amor, con sacrificio, sin ninguna satisfacción personal, por dar gusto a nuestro Señor! -Esto sí que es vivir de Amor.

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¿Tú, qué habrías hecho?

Dios Omnipotente, Todopoderoso, Sapientísimo, tenía que escoger a su Madre. ¿Tú, qué habrías hecho, si hubieras tenido que escogerla? Pienso que tú y yo habríamos escogido la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Dios. Por tanto, después de la Santísima Trinidad, está María. -Los teólogos establecen un razonamiento lógico de ese cúmulo de gracias, de ese no poder estar sujeta a satanás: convenía, Dios lo podía hacer, luego lo hizo. Es la gran prueba. La prueba más clara de que Dios rodeó a su Madre de todos los privilegios, desde el primer instante. Y así es: ¡hermosa, y pura, y limpia en alma y cuerpo!

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Mira tu conducta con detenimiento

Mira tu conducta con detenimiento. Verás que estás lleno de errores, que te hacen daño a ti y quizá también a los que te rodean. -Recuerda, hijo, que no son menos importantes los microbios que las fieras. Y tú cultivas esos errores, esas equivocaciones -como se cultivan los microbios en el laboratorio-, con tu falta de humildad, con tu falta de oración, con tu falta de cumplimiento del deber, con tu falta de propio conocimiento… Y, después, esos focos infectan el ambiente. -Necesitas un buen examen de conciencia diario, que te lleve a propósitos concretos de mejora, porque sientas verdadero dolor de tus faltas, de tus omisiones y pecados.

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Vida de renacidos por la gracia

Realmente, a cada uno de nosotros, como a Lázaro, fue un “veni foras” -sal fuera, lo que nos puso en movimiento. -¡Qué pena dan quienes aún están muertos, y no conocen el poder de la misericordia de Dios! -Renueva tu alegría santa porque, frente al hombre que se desintegra sin Cristo, se alza el hombre que ha resucitado con El.

Los afectos de la tierra, incluso cuando no son concupiscencia sucia y seca, envuelven de ordinario algún egoísmo. Por eso, sin despreciar esos afectos -que pueden ser muy santos-, rectifica siempre la intención.

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Ser Iglesia: donde uno está

Piensa en la Iglesia Santa, y considera que, si un miembro se resiente, todo el cuerpo se resiente. -Tu cuerpo necesita de cada uno de los miembros, pero cada uno de los miembros necesita del cuerpo entero. -¡Ay, si mi mano dejara de cumplir su deber…, o si dejara de latir el corazón!

Lo has visto con claridad: mientras tanta gente no le conoce, Dios se ha fijado en ti. Quiere que seas fundamento, sillar, en el que se apoye la vida de la Iglesia. Medita esta realidad, y sacarás muchas consecuencias prácticas para tu conducta ordinaria: el fundamento, el sillar -quizá sin brillar, oculto- ha de ser sólido, sin fragilidades; tiene que servir de base para el sostenimiento del edificio…; si no, se queda aislado.

Como te sientes fundamento escogido por Dios para corredimir -no te olvides de que eres… miseria y miseria-, tu humildad te ha de llevar a colocarte debajo de los pies -al servicio- de todos. -Así están los cimientos de los edificios. Pero el fundamento ha de tener fortaleza, que es virtud indispensable en quien ha de sostener o empujar a otros. -Jesús -díselo con fuerza-, que nunca, por falsa humildad, deje de practicar la virtud cardinal de la fortaleza. Dame, Dios mío, que discierna el oro de la escoria.

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Amor en acción

No confundas la serenidad con la pereza, con el abandono, con el retraso en las decisiones o en el estudio de los asuntos. La serenidad se complementa siempre con la diligencia, virtud necesaria para considerar y resolver, sin demora, las cuestiones pendientes.

Sobre ti recae -a pesar de tus pasiones- la responsabilidad de la santidad, de la vida cristiana de los demás, de la eficacia de los otros. Tú no eres una pieza aislada. Si te paras, ¡a cuántos puedes detener o perjudicar!

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Realismo en la batalla espiritual

El campo del Señor es fértil y buena su semilla. Por eso, cuando en este mundo nuestro aparece la cizaña, no lo dudes: ha habido falta de correspondencia de los hombres, de los cristianos especialmente, que se han dormido y han dejado el terreno abierto al enemigo. -No te lamentes, que es estéril; y examina, en cambio, tu conducta.

Los enemigos de Dios y de su Iglesia, manejados por el odio imperecedero de satanás, se mueven y se organizan sin tregua. Con una constancia “ejemplar”, preparan sus cuadros, mantienen escuelas, directivos y agitadores y, con una acción disimulada -pero eficaz-, propagan sus ideas, y llevan -a los hogares y a los lugares de trabajo- su semilla destructora de toda ideología religiosa. -¿Qué no habremos de hacer los cristianos por servir al Dios nuestro, siempre con la verdad?

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Ser luz del mundo

No somos buenos hermanos de nuestros hermanos los hombres, si no estamos dispuestos a mantener una recta conducta, aunque quienes nos rodeen interpreten mal nuestra actuación, y reaccionen de un modo desagradable.

La labor de nuestra santificación personal repercute en la santidad de tantas almas y en la de la Iglesia de Dios.

¡Persuádete!, si quieres -como Dios te oye, te ama, te promete la gloria-, tú, protegido por la mano omnipotente de tu Padre del Cielo, puedes ser una persona llena de fortaleza, dispuesta a dar testimonio en todas partes de su amable doctrina verdadera.

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Hablar, saber hablar

La crítica, cuando tengas que hacerla, debe ser positiva, con espíritu de colaboración, constructiva, y nunca a escondidas del interesado. -Si no, es una traición, una murmuración, una difamación, quizá una calumnia… y, siempre, una falta de hombría de bien.

Cuando veas que la gloria de Dios y el bien de la Iglesia exigen que hables, no te calles. -Piénsalo: ¿quién no sería valiente de cara a Dios, con la eternidad por delante? No hay nada que perder y, en cambio, sí mucho que ganar. Entonces, ¿por qué no te atreves?

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El rostro de la genuina caridad

Ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro. -Sin embargo, esa caridad no puede llevarte -dejaría de ser virtud- a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificarla hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios.

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Caridad en lo cotidiano

Tú, por tu condición de cristiano, no puedes vivir de espaldas a ninguna inquietud, a ninguna necesidad de tus hermanos los hombres.

¡Con cuánta insistencia el Apóstol San Juan predicaba el mandatum novum! -“¡Que os améis los unos a los otros!” -Me pondría de rodillas, sin hacer comedia -me lo grita el corazón-, para pediros por amor de Dios que os queráis, que os ayudéis, que os deis la mano, que os sepáis perdonar. -Por lo tanto, a rechazar la soberbia, a ser compasivos, a tener caridad; a prestaros mutuamente el auxilio de la oración y de la amistad sincera.

Sólo serás bueno, si sabes ver las cosas buenas y las virtudes de los demás. -Por eso, cuando hayas de corregir, hazlo con caridad, en el momento oportuno, sin humillar…, y con ánimo de aprender y de mejorar tú mismo en lo que corrijas.

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Necesidades espirituales básicas

Necesitas vida interior y formación doctrinal. ¡Exígete! -Tú -caballero cristiano, mujer cristiana- has de ser sal de la tierra y luz del mundo, porque estás obligado a dar ejemplo con una santa desvergüenza. -Te ha de urgir la caridad de Cristo y, al sentirte y saberte otro Cristo desde el momento en que le has dicho que le sigues, no te separarás de tus iguales -tus parientes, tus amigos, tus colegas-, lo mismo que no se separa la sal del alimento que condimenta. Tu vida interior y tu formación comprenden la piedad y el criterio que ha de tener un hijo de Dios, para sazonarlo todo con su presencia activa. Pide al Señor que siempre seas ese buen condimento en la vida de los demás.

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