Humildad al servir el Evangelio

Ten en cuenta que sencillez no es imprudencia, ni indiscreción.

Extrema el respeto al superior cuando te consulte y hayas de contradecir sus opiniones. -Y nunca le contradigas delante de quienes le estén sujetos, aunque no lleve razón.

Deja ese “aire de suficiencia” que aísla de la tuya a las almas que se te acercan. -Escucha. Y habla con sencillez: sólo así crecerá en extensión y fecundidad tu trabajo de apóstol.

El desprecio y la persecución son benditas pruebas de la predilección divina, pero no hay prueba y señal de predilección más hermosa que ésta: pasar ocultos.

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El tema de los cargos en la Iglesia y en la evangelización

Aspirar a tener cargos en las empresas de apostolado es cosa inútil en esta vida, y para la otra Vida es un peligro. Si Dios lo quiere, ya te llamarán. -Y entonces deberás aceptar. -Pero no olvides que en todos los sitios puedes y debes santificarte, porque a eso has ido.

Si piensas que al trabajar por Cristo los cargos son algo más que cargas, ¡cuántas amarguras te esperan!

Hacer cabeza en una obra de apostolado es tanto como estar dispuesto a sufrirlo todo, de todos, con infinita caridad.

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Apuntes para un apóstol

Has de prestar Amor de Dios y celo por las almas a otros, para que éstos a su vez enciendan a muchos más que están en un tercer plano, y cada uno de los últimos a sus compañeros de profesión. ¡Cuántas calorías espirituales necesitas! -Y ¡qué responsabilidad tan grande si te enfrías!, y -no lo quiero pensar- ¡qué crimen tan horroroso si dieras mal ejemplo!

Te dije: Unidad y variedad. -Habéis de ser tan varios, como variados son los santos del cielo, que cada uno tiene sus notas personales especialísimas. -Y, también, tan conformes unos con otros como los santos, que no serían santos si cada uno de ellos no se hubiera identificado con Cristo.

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Espiritualidad de un apóstol

¿La Cruz sobre tu pecho?… -Bien. Pero… la Cruz sobre tus hombros, la Cruz en tu carne, la Cruz en tu inteligencia. -Así vivirás por Cristo, con Cristo y en Cristo: solamente así serás apóstol.

El celo es una chifladura divina de apóstol, que te deseo, y tiene estos síntomas: hambre de tratar al Maestro; preocupación constante por las almas; perseverancia, que nada hace desfallecer.

Al apostolado vas a someterte, a anonadarte: no a imponer tu criterio personal.

Nunca seáis hombres o mujeres de acción larga y oración corta.Más pensamientos de San Josemaría.

Se vale amar el heroísmo

Me preguntas…, y te contesto: tu perfección está en vivir perfectamente en aquel lugar, oficio y grado en que Dios, por medio de la autoridad, te coloque.

Orad los unos por los otros. -¿Que aquél flaquea?… -¿Que el otro?… Seguid orando, sin perder la paz. -¿Que se van? ¿Que se pierden?… ¡El Señor os tiene contados desde la eternidad!

Tienes razón. -Desde la cumbre -me escribes- en todo lo que se divisa -y es un radio de muchos kilómetros-, no se percibe ni una llanura: tras de cada montaña, otra. Si en algún sitio parece suavizarse el paisaje, al levantarse la niebla, aparece una sierra que estaba oculta. Así es, así tiene que ser el horizonte de tu apostolado: es preciso atravesar el mundo. Pero no hay caminos hechos para vosotros… Los haréis, a través de las montañas, al golpe de vuestras pisadas.

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Llamados por el Dios vivo

Me explico el sufrimiento tuyo cuando en medio de tu forzosa inactividad consideras la tarea que falta por hacer. -No te cabe el corazón en el planeta, y tiene que amoldarse… a una labor oficial minúscula. Pero, ¿para cuándo dejamos el “fiat”?…

No lo dudes: tu vocación es la gracia mayor que el Señor ha podido hacerte. -Agradécesela.

“Nonne cor nostrum ardens erat in nobis, dum loqueretur in via?” -¿Acaso nuestro corazón no ardía en nosotros cuando nos hablaba en el camino? Estas palabras de los discípulos de Emaús debían salir espontáneas, si eres apóstol, de labios de tus compañeros de profesión, después de encontrarte a ti en el camino de su vida.

Ve al apostolado a darlo todo, y no a buscar nada terreno.

Cada uno de vosotros ha de procurar ser un apóstol de apóstoles.

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Corazón para Cristo

“Et regni ejus non erit finis”. -¡Su Reino no tendrá fin! ¿No te da alegría trabajar por un reinado así?

Es demasiada simplicidad la tuya cuando juzgas el valor de las empresas de apostolado por lo que de ellas se ve. -Con ese criterio habrías de preferir un quintal de carbón a un puñado de diamantes.

Ahora, que te entregaste, pídele una vida nueva, un “resello”: para dar firmeza a la autenticidad de tu misión de hombre de Dios.

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No más excusas

¿Por qué no te entregas a Dios de una vez…, de verdad… ¡ahora!?

Si ves claramente tu camino, síguelo. -¿Cómo no desechas la cobardía que te detiene?

“Id, predicad el Evangelio… Yo estaré con vosotros…” -Esto ha dicho Jesús… y te lo ha dicho a ti.

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Felices de ser pequeños ante Dios

No estás solo. -Lleva con alegría la tribulación. -No sientes en tu mano, pobre niño, la mano de tu Madre: es verdad. -Pero… ¿has visto a las madres de la tierra, con los brazos extendidos, seguir a sus pequeños, cuando se aventuran, temblorosos, a dar sin ayuda de nadie los primeros pasos? -No estás solo: María está junto a ti.

Jesús: nunca te pagaré, aunque muriera de Amor, la gracia que has derrochado para hacerme pequeño.

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Verdadero espíritu de hijos

El trabajo rinde tu cuerpo, y no puedes hacer oración. Estás siempre en la presencia de tu Padre. -Si no le hablas, mírale de cuando en cuando como un niño chiquitín… y El te sonreirá.

Nuestra voluntad, con la gracia, es omnipotente delante de Dios. -Así, a la vista de tantas ofensas para el Señor, si decimos a Jesús con voluntad eficaz, al ir en el tranvía por ejemplo: “Dios mío, querría hacer tantos actos de amor y de desagravio como vueltas da cada rueda de este coche”, en aquel mismo instante delante de Jesús realmente le hemos amado y desagraviado según era nuestro deseo.

Si tienes “vida de infancia”, por ser niño, has de ser espiritualmente goloso. -Acuérdate, como los de tu edad, de las cosas buenas que guarda tu Madre. Y esto muchas veces al día. -Es cuestión de segundos… María… Jesús… el Sagrario… la Comunión… el Amor… el sufrimiento… las ánimas benditas del purgatorio… los que pelean: el Papa, los sacerdotes… los fieles… tu alma… las almas de los tuyos… los Angeles Custodios… los pecadores…

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Oración e infancia espiritual

Te distraes en la oración. -Procura evitar las distracciones, pero no te preocupes, si, a pesar de todo, sigues distraído. ¿No ves cómo, en la vida natural, hasta los niños más discretos se entretienen y divierten con lo que les rodea, sin atender muchas veces los razonamientos de su padre? -Esto no implica falta de amor, ni de respeto: es la miseria y pequeñez propias del hijo. Pues, mira: tú eres un niño delante de Dios.

Cuando hagas oración haz circular las ideas inoportunas, como si fueras un guardia del tráfico: para eso tienes la voluntad enérgica que te corresponde por tu vida de niño. -Detén, a veces, aquel pensamiento para encomendar a los protagonistas del recuerdo inoportuno. ¡Hala!, adelante… Así, hasta que dé la hora. -Cuando tu oración por este estilo te parezca inútil, alégrate y cree que has sabido agradar a Jesús.

¡Qué buena cosa es ser niño! -Cuando un hombre solicita un favor, es menester que a la solicitud acompañe la hoja de sus méritos. Cuando el que pide es un chiquitín -como los niños no tienen méritos-, basta con que diga: soy hijo de Fulano. ¡Ah, Señor! -díselo ¡con toda tu alma!-, yo soy… ¡hijo de Dios!

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Mira de otro modo tus faltas

Ese descorazonamiento que te producen tus faltas de generosidad, tu caídas, tus retrocesos -quizá sólo aparentes- te da la impresión muchas veces de que has roto algo de subido valor (tu santificación). No te apures: lleva a la vida sobrenatural el modo discreto que para resolver conflicto semejante emplean los niños sencillos. Han roto -por fragilidad, casi siempre- un objeto muy estimado por su padre. -Lo sienten, quizá lloran, pero van a consolar su pena con el dueño de la cosa inutilizada por su torpeza…, y el padre olvida el valor -aunque sea grande- del objeto destruido, y, lleno de ternura, no sólo perdona, sino que consuela y anima al chiquitín. -Aprende.

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Camino de infancia espiritual

Pero ¡niño!, ¿por qué te empeñas en andar con zancos?

No quieras ser mayor. -Niño, niño siempre, aunque te mueras de viejo. -Cuando un niño tropieza y cae, a nadie choca…: su padre se apresura a levantarle. Cuando el que tropieza y cae es mayor, el primer movimiento es de risa. -A veces, pasado ese primer ímpetu, lo ridículo da lugar a la piedad. -Pero los mayores se han de levantar solos. Tu triste experiencia cotidiana está llena de tropiezos y caídas. ¿Qué sería de ti si no fueras cada vez más niño? No quieras ser mayor. -Niño, y que, cuando tropieces, te levante la mano tu Padre-Dios.

Niño, el abandono exige docilidad.

No olvides que el Señor tiene predilección por los niños y por los que se hacen como niños.

Paradojas de un alma pequeña. -Cuando Jesús te envíe sucesos que el mundo llama buenos, llora en tu corazón, considerando la bondad de El y la malicia tuya: cuando Jesús te envíe sucesos que la gente califica de malos, alégrate en tu corazón, porque El te da siempre lo que conviene y entonces es la hermosa hora de querer la Cruz.

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Táctica sobrenatural

Quieres ser mártir. -Yo te pondré un martirio al alcance de la mano: ser apóstol y no llamarte apóstol, ser misionero -con misión- y no llamarte misionero, ser hombre de Dios y parecer hombre de mundo: ¡pasar oculto!

Los niños no tienen nada suyo, todo es de sus padres…, y tu Padre sabe siempre muy bien cómo gobierna el patrimonio.

Sé pequeño, muy pequeño. -No tengas más que dos años de edad, tres a lo sumo. -Porque los niños mayores son unos pícaros que ya quieren engañar a sus padres con inverosímiles mentiras. Es que tienen la maldad, el “fomes” del pecado, pero les falta la experiencia del mal, que les dará la ciencia de pecar, para cubrir con apariencia de verdad lo falso de sus engaños. Han perdido la sencillez, y la sencillez es indispensable para ser chicos delante de Dios.

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Saber estar donde estás

Eres, entre los tuyos -alma de apóstol-, la piedra caída en el lago. -Produce, con tu ejemplo y tu palabra un primer círculo… y éste, otro… y otro, y otro… Cada vez más ancho. ¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión?

¿Brillar como una estrella…, ansia de altura y de lumbre encendida en el cielo? Mejor: quemar, como una antorcha, escondido, pegando tu fuego a todo lo que tocas. -Este es tu apostolado: para eso estás en la tierra.

Servir de altavoz al enemigo es una idiotez soberana; y, si el enemigo es enemigo de Dios, es un gran pecado. -Por eso, en el terreno profesional, nunca alabaré la ciencia de quien se sirve de ella como cátedra para atacar a la Iglesia.

¡Galopar, galopar!… ¡Hacer, hacer!… Fiebre, locura de moverse… Maravillosos edificios materiales… Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados… ¡galopar!, ¡hacer! -Y mucha gente corriendo: ir y venir. Es que trabajan con vistas al momento de ahora: “están” siempre “en presente”. -Tú… has de ver las cosas con ojos de eternidad, “teniendo en presente” el final y el pasado… Quietud. -Paz. -Vida intensa dentro de ti.

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Cuando lo pequeño se vuelve muy importante

Todo aquello en que intervenimos los pobrecitos hombres -hasta la santidad- es un tejido de pequeñas menudencias, que -según la rectitud de intención- pueden formar un tapiz espléndido de heroísmo o de bajeza, de virtudes o de pecados.

¿Te has parado a considerar la suma enorme que pueden llegar a ser “muchos pocos”?

¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? -Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des.

No me seas… tonto: es verdad que haces el papel -a lo más- de un pequeño tornillo en esa gran empresa de Cristo. Pero, ¿sabes lo que supone que el tornillo no apriete bastante o salte de su sitio?: se aflojarán piezas de más tamaño o caerán melladas las ruedas. Se habrá entorpecido el trabajo. -Quizá se inutilizará toda la maquinaria. ¡Qué grande cosa es ser un pequeño tornillo!

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