¿Se puede creer lo que dijo Nostradamus del Papa?

Padre Nelson, tengo un amigo que no se declara católico sino “espiritual” y la verdad que a veces da buenos consejos. Él es muy conocedor de muchos temas y hace poco me confundió bastante con unas profecías de Nostradamus, según las cuales estaríamos al borde del final de todo, con este Papa Francisco. ¿Qué hay de cierto en eso? –P.L.

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El portal católico Aleteia tiene un magnífico artículo al respecto del cual entresaco la parte que considero más pertinente:

Esto es lo que le dice Dios a Moisés: “suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande” (Dt 18, 18).

El texto sagrado también aporta el criterio de discernimiento de la verdadera profecía a continuación: “cuando un profeta hable en nombre del Señor y no suceda ni se cumpla su palabra, es una palabra que no ha dicho el Señor: ese profeta habla por arrogancia, no le tengas miedo” (Dt 18, 22).

Léon Cristiani, canónigo francés, escribía en 1955 a propósito de Nostradamus que “conviene establecer una diferencia tajante entre adivinación y profecía.

La auténtica profecía es cosa santa, tanto como la adivinación es algo frívolo o culpable. La profecía, para decirlo con una sola palabra, procede de Dios. La adivinación procede del demonio o de la astucia humana. Entre ambos existe una fosa infranqueable”.

Coincidencias

Padre Medina: Hay acontecimientos que se han repetido en mi familia en ciertos años, con una precisión de fechas que me hacen suponer que estamos sometidos a algún tipo de maleficio o maldición. ¿Cómo puede uno saber si es asi? –D.H.

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El criterio general de la Iglesia es> lo que puede ser explicado por medios naturales no reclama una explicaci[on sobrenatural. Hay estudios estadísticos y probabilísticos que ayudan a aclarar situaciones como las que ustedes han vivido.

La idea fundamental es esta: hay eventos que son muy poco probables pero su baja probabilidad no significan que no le sucederán a nadie sino que sucederán en un reducido número de personas. Es evidente que esas personas, precisamente porque son minoría, buscarán una respuesta a la pregunta: “¿por qué a mí?” Pero si uno mira el conjunto de la población se da cuenta que CUALQUIER otra persona a la que le hubiera sucedido el mismo evento o coincidencia preguntaría lo mismo.

Con las coincidencias, lo mismo que con los eventos muy inusuales, sucede lo mismo, y en ambos casos la búsqueda de una explicación suele conducir a la afirmación de entidades sobrenaturales. No necesariamente es el caso, y de hecho, cuando entran fechas, las cosas son mucho más aleatorias. Por ejemplo: coincidencias numéricas en el calendario gregoriano no lo son en un calendario lunar.

Imagina un grupo amplio de población (por ejemplo, un cajón grande con bolitas blancas) e imagina que llegan eventos extraños o desagradbles (por ejemplo, representados con dos o tres bolitas negras). Suponte que arrojas esas bolitas negras en el cajón y sacudes bien. Al final, esas bolitas quedarán en contacto con algunas de las blancas. No importa las que sean, ellas se preguntarían: ¿por qué esto me TOCA a mí? Así hacemos nosotros con lo inusual o lo desafortunado en la vida.

Los matemáticos han demostrado (yo lo he sido) que prácticamente en CUALQUIER vida es posible encontrar coincidencias, positivas o negativas, algunas de las cuales atrapan nuestra atención porque llegamos a conocerlas, mientras que otras no.

Lo grave no es eso. Lo grave es si damos demasiado peso a esos factores, y olvidamos que nuestras vidas están en primer lugar bajo el poder del amor de Dios.

Dar demasiado poder a las coincidencias llega a ser prácticamente una especie de superstición.

LA GRACIA del Viernes 3 de Febrero de 2017

Pidamos al Señor llevar una vida que sea según su verdad para no caer en la superstición, el cinismo, ni en los engaños que abundan en la sociedad.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

¿De verdad son tan malos los horóscopos?

¿No es exagerado el énfasis que algunos predicadores ponen en el tema de la Nueva Era y de los horóscopos? Para mí es algo simplemente divertido, a lo que no le doy mucha importancia pero que, de vez en cuando, tiene coincidencias asombrosas con lo que luego me sucede en el dia. Y es por eso por lo que me he vuelto aficionado a leer mi horóscopo todos los días, aunque en realidad no creo en eso. ¿De verdad estoy haciendo algo muy malo? –B.S.

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El portal católico Aciprensa tiene una respuesta interesante, que transcribo aquí:

La Iglesia ha hablado sobre este tema desde lo antiguo condenando la creencia en la astrología; en el Concilio de Toledo del año 400, o el Concilio de Braga del 561, por citar algunos ejemplos. El juicio del Magisterio de la Iglesia puede resumirse en lo que dice el Catecismo de la Iglesia: “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone ‘desvelan’ el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”.

Todo género de adivinación, en definitiva, nace de la falta de fe en el Dios verdadero; y es el castigo del abandono de la auténtica fe. Por eso, en uno de sus cuentos escribía Chesterton: “La gente no vacila en tragarse cualquier opinión no comprobada sobre cual­quier cosa… Y esto lleva el nombre de superstición…

Es el primer paso con que se tropieza cuando no se cree en Dios: se pierde el sentido común y se dejan de ver las cosas como son en realidad. Cualquier cosa que opine el menos autorizado afirmando que se trata de algo profundo, basta para que se propague indefinidamente como una pesadilla. Un perro resulta entonces una predicción; un gato negro un misterio, un cerdo una cábala, un insecto una insignia, resucitando con ello el politeísmo del viejo Egipto y de la antigua India… y todo ello por temor a tres palabras: SE HIZO HOMBRE”.

En conclusión, si uno recurre a las prácticas astrológicas o consulta los horóscopos, creyendo seriamente en ello, comete un pecado de superstición propiamente dicho (pudiendo, incluso, llegar a la idolatría); si lo hace sólo por curiosidad y diversión, no hace otra cosa que recurrir a un pasatiempo fútil, que va poco a poco desgastando peligrosamente su fe verdadera. Si lo hace para granjearse la “protección” de los demonios, comete un pecado de idolatría diabólica, y tal vez tenga que decir alguna vez con el poeta Goëthe: “No puedo librarme de los espíritus que invoqué”.

¿Un católico puede tener supersticiones?

“Hablamos de una creencia, pero de una creencia que es extraña a la fe y se sitúa fuera del ámbito de lo religioso. Y además es contraria a la razón, porque en la fe, si bien no hablamos de saberes racionales, porque muchos exceden las capacidades intelectivas del ser humano, sí los consideramos razonables, conforme a la razón de la persona…”

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La santería es incompatible con el cristianismo

El pasado mes de junio, y en medio de varias noticias relacionadas con los cultos sincretistas afroamericanos (santería, umbanda, vudú, candomblé…), el obispo auxiliar de Durango (México), monseñor Enrique Sánchez Martínez, escribió un interesante artículo en El Siglo de Durango, en su sección llamada Episcopeo, con el título “La santería es incompatible con la fe cristiana”.

No a la santería

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