Historia de un canto y una oración ante la Virgen de Guadalupe

Escribe el matemático y compositor colombiano Carlos Puente: “Es con un gozo inmenso que retomo estas campanitas de fe para contarles que mi plegaria «!Oh Virgen preferida!» fue interpretada en la Basílica de Santa María de Guadalupe en Ciudad de México como parte del festejo de las «Mañanitas a la Virgen» del año 2021. Fue, en efecto, una gran alegría el estar allí para la ocasión, uniéndome fervorosamente a la conmemoración de la aparición milagrosa de Ella a Juan Diego, avalada por la sorprendente imagen de Ella en la prenda de ayate de él, el 12 de diciembre de 1531. Han pasado ya 490 años, y ¿cómo no ver allí los mismos números de las setenta veces siete ocasiones prescritas por el Hijo de Ella con relación al perdón? (Mt 18:21–22).”

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Recordamos a Mons. Romero, Mártir Latinoamericano

Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, República de El Salvador, el 15 de agosto de 1917, día de la Asunción de la Virgen María. Su familia era humilde y con un tipo modesto de vida. Desde pequeño, Oscar fue conocido por su carácter tímido y reservado, su amor a lo sencillo y su interés por las comunicaciones. A muy temprana edad sufrió una grave enfermedad que le afectó notablemente en su salud.

En el transcurso de su infancia, en ocasión de una ordenación sacerdotal a la que asistió, Oscar habló con el padre que acompañaba al recién ordenado y le manifestó sus grandes deseos de hacerse sacerdote. Su deseo se convirtió en una realidad, ingresó al Seminario Menor de San Miguel y a pesar de las desaveniencias económicas que pasaba la familia para mantenerlo en el seminario, Oscar avanzó en su idea de entregar su vida al servicio de Dios y del pueblo.

Estudió con los padres Claretianos en el Seminario Menor de San Miguel desde 1931 y posteriormente con los padres Jesuitas en el Seminario San José de la Montaña hasta 1937. En el tiempo que estalló la II Guerra Mundial, fue elegido para ir a estudiar a Roma y completar su formación sacerdotal y seguramente su elección se debió a la integridad espiritual e inteligencia académica manifestada en el seminario.

Fue ordenado sacerdote a la edad de 25 años en Roma, el 4 de abril de 1942. Continuó estudiando en Roma para completar su tesis de Teología sobre los temas de ascética y mística, pero debido a la guerra, tuvo que regresar a El Salvador y abandonar la tesis que estaba a punto de concluir.

Regresó al país en agosto de 1943. Su primera parroquia fue Anamorós en el departamento de La Unión. Pero poco tiempo después fue llamado a San Miguel donde realizó su labor pastoral durante aproximadamente veinte años.

El padre Romero era un sacerdote sumamente caritativo y entregado. No aceptaba obsequios que no necesitara para su vida personal. Ejemplo de ello fue la cómoda cama que un grupo de señoras le regaló en una ocasión, la cual regaló y continuó ocupando la sencilla cama que tenía.

Dada su amplia labor sacerdotal fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y ocupó el mismo cargo en el Secretariado Episcopal de América Central.

El 25 de abril de 1970, la Iglesia lo llamó a proseguir su camino pastoral elevándolo al ministerio episcopal como Obispo Auxiliar de San Salvador, que tenía al ilustre Mons. Luis Chávez y González como Arzobispo y como Auxiliar a Mons. Arturo Rivera Damas. Con ellos compartiría su desafío pastoral y en el día de su ordenación episcopal dejaba claro el lema de toda su vida: “Sentir con la Iglesia”.

Esos años como Auxiliar fueron muy difíciles para Monseñor Romero. No se adaptaba a algunas líneas pastorales que se impulsaban en la Arquidiócesis y además lo aturdía el difícil ambiente que se respiraba en la capital. También fue nombrado director del semanario Orientación, y le dio al periódico un giro notablemente clerical. Este “giro” le fue muy criticado por algunos sectores dentro de la misma Iglesia, considerándolo un “periódico sin opinión”.

En El Salvador la situación de violencia avanzaba, con ello la Iglesia se edificaba en contra de esa situación de dolor, por tal motivo la persecución a la Iglesia en todos sus sentidos comenzó a cobrar vida.

Luego de muchos conflictos en la Arquidiócesis, la sede vacante de la Diócesis de Santiago de María fue su nuevo camino. El 15 de octubre de 1974 fue nombrado obispo de esa Diócesis y el 14 de diciembre tomó posesión de la misma. Monseñor Romero se hizo cargo de la Diócesis más joven de El Salvador en ese tiempo.

En junio de 1975 se produjo el suceso de “Las Tres Calles”, donde un grupo de
de campesinos que regresaban de un acto litúrgico fue asesinado sin compasión alguna,incluso a criaturas inocentes.

El informe oficial hablaba de supuestos subversivos que estaban armados; las “armas” no eran más que las biblias que los campesinos portaban bajos sus brazos. En ese momento, los sacerdotes de la Diócesis, sobre todos los jóvenes, pidieron a Monseñor Romero que hiciera una denuncia pública sobre el hecho y que acusara a las autoridades militares del siniestro, Mons. Romero no había comprendido que detrás de las autoridades civiles y militares, detrás del mismo Presidente de la República, Arturo Armando Molina que era su amigo personal, había una estructura de terror, que eliminaba de su paso a todo lo que pareciera atentar los intereses de “la patria” que no eran más que los intereses de los sectores pudientes de la nación. Mons. Romero creía ilusamente en el Gobierno, éste era su grave error. Poco a poco comenzó a enfrentarse a la dura realidad de la injusticia social.

Los amigos ricos que tenía eran los mismos que negaban un salario justo a los campesinos; esto le empezó a incomodar, la situación de miseria estaba llegando muy lejos como para quedarse esperando a una solución de los demás. La situación se agudizó y las relaciones entre el pueblo y el gobierno se fueron agrietando.

En medio de ese ambiente de injusticia, violencia y temor, Mons. Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977 y tomó posesión el 22 del mismo mes, en una ceremonia muy sencilla. Tenía 59 años de edad y su nombramiento fue para muchos una gran sorpresa, el seguro candidato a la Arquidiócesis era el auxiliar por más de dieciocho años en la misma, Mons. Arturo Rivera Damas: “la lógica de Dios desconcierta a los hombres”.

El 12 de marzo de 1977, se dió la triste noticia del asesinato del padre Rutilio Grande, un sacerdote amplio, consciente, activo y sobre todo comprometido con la fe de su pueblo. La muerte de un amigo duele, Rutilio fue un buen amigo para Monseñor Romero y su muerte le dolió mucho: “un mártir dió vida a otro mártir”.

Su opción comenzó a dar frutos en la Arquidiócesis, el clero se unió en torno al Arzobispo, los fieles sintieron el llamado y la protección de una Iglesia que les pertenecía, la “fe” de los hombres se volvió en el arma que desafiaría las cobardes armas del terror. La situación se complicó cada vez más. Un nuevo fraude electoral impuso al general Carlos Humberto Romero para la Presidencia. Una protesta generalizada se dejó escuchar en todo el ambiente.

En el transcurso de su ministerio Arzobispal, Mons. Romero se convirtió en un implacable protector de la dignidad de los seres humanos, sobre todo de los más desposeídos; esto lo llevaba a emprender una actitud de denuncia contra la violencia, y sobre todo a enfrentar cara a cara a los regímenes del mal.

Sus homilías se convirtieron en una cita obligatoria de todo el país cada domingo. Desde el púlpito iluminaba a la luz del Evangelio los acontecimientos del país y ofrecía rayos de esperanza para cambiar esa estructura de terror.

Los primeros conflictos de Monseñor Romero surgieron a raíz de las marcadas oposiciones que su pastoral encontraba en los sectores económicamente poderosos del país y unido a ellos, toda la estructura gubernamental que alimentaba esa institucionalidad de la violencia en la sociedad salvadoreña, sumado a ello, el descontento de las nacientes organizaciones político-militares de izquierda, quienes fueron duramente criticados por Mons. Romero en varias ocasiones por sus actitudes de idolatrización y su empeño en conducir al país hacia una revolución.

A raíz de su actitud de denuncia, Mons. Romero comenzó a sufrir una campaña extremadamente agobiante contra su ministerio arzobispal, su opción pastoral y su personalidad misma, cotidianamente eran publicados en los periódicos más importante, editoriales, campos pagados, anónimos, etc., donde se insultaba, calumniaba, y más seriamente se amenazaba la integridad física de Mons. Romero. La “Iglesia Perseguida en El Salvador” se convirtió en signo de vida y martirio en el pueblo de Dios.

Este calvario que recorría la Iglesia ya había dejado rasgos en la misma, luego del asesinato del padre Rutilio Grande, se sucedieron otros asesinatos más. Fueron asesinados los sacerdotes Alfonso Navarro y su amiguito Luisito Torres, luego fue asesinado el padre Ernesto Barrera, posteriormente fue asesinado, en un centro de retiros, el padre Octavio Ortiz y cuatro jóvenes más. Por último fueron asesinados los padres Rafael Palacios y Alirio Napoleón.

El domingo 23 de marzo de 1980 Mons. Romero pronunció su última homilía, la cual fue considerada por algunos como su sentencia de muerte debido a la dureza de su denuncia: “en nombre de Dios y de este pueblo sufrido… les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, CESE LA REPRESION”.

Ese 24 de marzo de 1980 Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez fue asesinado de un certero disparo, aproximadamente a las 6:25 p.m. mientras oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia, exactamente al momento de preparar la mesa para recibir el Cuerpo de Jesús.

Una de las estrategias para acelerar la insignificancia social de la fe

Estamos llamados, en cuanto cristianos, a ser mansos y humildes, pero no ingenuos ni cómplices de los ataques contra la fe.

En ciudades como Bogotá, y en otros sitios, se han difundido infografías que presentan como “lo más peligroso” para la propagación del coronavirus la realización de actos religiosos con asistencia de personas. Según esas imágenes y según los Decretos oficiales, ir a misa es más peligroso que ir a un restaurante o a una plazoleta de comidas en un centro comercial.

Los católicos no debemos ser ilusos: estamos claramente ante actos de discriminación disfrazados de “medidas de protección.” Y debemos tomar nota de quiénes son los líderes políticos que empujan esas agendas contra nuestra fe porque cuanto más poder tengan mayor será su hostigamiento.

No caeremos en la trampa de ser violentos pero tampoco nos envolverán con sus mentiras bien maquilladas.

¡Viva Cristo Rey!

Mensaje del Rector General de la Universidad Santo Tomás, en Colombia

Un saludo en Cristo y María. Quiero proponerte que promovamos una gran campaña de oración a través del Santo Rosario en todo COLOMBIA para pedir a Dios especialmente por nuestros jóvenes, más aún nuestros universitarios, algunos de los cuales están siendo engañados y manipulados por ideologías infundadas, para justificar las marchas del próximo 21 de noviembre.

Hay que orar por ellos y también por sus padres para que los acompañen en familia más de cerca. Oremos para que los jóvenes no salgan ese día a la protesta. No hay recurso más fuerte ni más eficaz para que la voluntad de Dios impere, que el rezo del Santo Rosario. Por él, María se apersona de nuestros clamores para llevarlos a Dios. Oremos y propongamos todo tipo de iniciativas en esta línea. Te va mi oración también a ti.

P. José Gabriel Mesa Angulo, O.P.
Rector General de la USTA

Palabras del Presidente de Colombia, Iván Duque Márquez, en el Centenario de la Coronación de la Virgen de Chiquinquirá

Informa www.caracol.com.co :

El jefe de estado, Iván Duque Márquez, llegó hasta la Plaza de la Libertad de Chiquinquirá, al occidente de Boyacá, con su esposa María Juliana Ruíz y sus tres hijos, para conmemorar junto con una comisión de alto gobierno, incluidos ministros, y el alcalde de Bogotá Enrique Peñaloza dentro de otras personalidades de la nación y del departamento de Boyacá, los 100 años de la Coronación de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá como Reina y Patrona de Colombia.

El lienzo de la virgen María descendió una vez más y está dispuesto frente a la Basílica, para que fuera observado por los más de 50.000 feligreses que asistieron a la misa campal en la conmemoración histórica y religiosa.

En medio de la eucaristía, le mandatario de los colombianos le encomendó a la virgen de Chiquinquirá que interceda por La Paz de Colombia, por el cese del odio y de la polarización.

“Venimos a pedirle a la patrona de Colombia que interceda por los colombianos para que dejemos los odios, para que entendamos que somos más fuertes si dejamos los prejuicios, el sentido de unidad nos hace más fuertes y nunca la profundización de las diferencias”.

Le pidió a la virgen Patrona de Colombia por los violentos: “que ilumine a aquellos que ha estado en el camino de la violencia y vean al camino de la legalidad como la única forma para construir una verdadera y genuina paz en el territorio”.

Le pidió a la virgen Reina de Colombia que en Colombia sobresalga el “respeto por el Medio Ambiente y la Ética social de protección de los ecosistemas, proteger nuestra madre tierra, nuestros recursos, que cada recurso hídrico sea patrimonio de nuestra nación, por ejemplo la Laguna de Fúneme que queda acá cerca”.

Elevó una plegaria junto al lienzo milagroso de nuestra señora del rosario, por las familias y niños colombianos.

Lea también: Operativo de seguridad para el centenario de la Virgen de Chiquinquirá

“Para que entendamos el propósito de proteger nuestra casa común. Que haya un sentido de respeto y fraternidad para que no tengamos más niños víctimas y que no tengamos más victimarios arrebatando su inocencia”.

Duque señaló que, hoy es fundamental elevar las plegarias y tener un fortalecimiento espiritual en la nación “para que proteja a Colombia, y para que sea una guía para este gobierno y para todos los ciudadanos, para el progreso y la convivencia pacífica del país, además para lograr la equidad en todo el territorio colombiano; pedimos su intervención por todos los pueblos latinoamericanos para que reine la paz”.

Finalmente, el presidente Duque le elevó una oración a nuestra señora del rosario, para que con fe “acompañe al gobierno en ser asertivos con la justicia social, para llegar a los hogares más vulnerables del país, con humildad y devoción para cerrar las brechas con el cariño y afecto de la nación para superarnos en nuestro destino”.

Un modo “suicida” de evangelizar

Un modo “suicida” de evangelizar

Una vez comprobadas las desconcertantes posibilidades misioneras de este santo fraile, le confían sus superiores un pueblecito situado en las estribaciones de los Andes, llamado Tubara. En aquella doctrina hay escuela e iglesia, y viven unos pocos españoles, en tanto que el núcleo principal de los indios, temerosos, no vive en el pueblo, sino en la selva, en el monte, donde en seguida va fray Luis a buscarlos. Siempre a su estilo, llega el santo fraile misionero hasta las chozas más escondidas, y no hay camino, por escarpado o peligroso que sea, que le arredre. A todas partes hace él que llegue la verdad y el amor de Cristo.

En los tres años que pasó en Tubara consiguió San Luis muchas conversiones de españoles y el bautizo de unos dos mil indios, siempre a su estilo, siempre suicida, al modo evangélico: grano de trigo que cae en tierra, muere, y da mucho fruto (Jn 12,24). Era suicida fray Luis cuando derribaba los ídolos a patadas o mandaba quemar las chozas que les servían de adoratorios. Era suicida cuando, al modo de San Juan Bautista, reprobaba públicamente a un indio muy principal, que vivía amancebado con una mujer casada.

En esta ocasión, el indio aludido le lanzó con todas sus fuerzas su macana, pero el Señor desvió el curso mortal de su trayectoria. Y se ve, pues, que San Luis Bertrán no hacía ningún caso de ese consejo que tantas veces suele darse y que también a él le habrían dado: «Tiene usted, padre, que cuidarse más». San Luis, en realidad, se cuidaba muy poco, lo mínimo exigido por la prudencia sobrenatural, y en cambio se arriesgaba mucho, muchísimo, hasta entrar de lleno en lo que para unos era locura y para otros escándalo (1Cor 1,23).

No tuvo San Luis gran cuidado de su propia vida cuando una vez, después de intentar reiteradas veces desengañar a los indios de Cepecoa y Petua, que daban culto a una arquilla que guardaba los huesos de un antiguo sacerdote, la sustrajo de noche. Llegó a saberse su acción, y un sacerdote indio, figiéndose amigo, le dio a beber un veneno mortal -el mismo veneno que había matado antes a un padre carmelita, después de unas pocas horas de atroces dolores-. Cinco días estuvo fray Luis entre la vida y la muerte, y en ellos dio claras señales de estar tan alegre como aquellos primeros apóstoles azotados, que se fueron «contentos porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús» (Hch 5,41).

Ni siquiera le quedó a San Luis Bertrán en adelante un gran temor a los posibles brebajes tóxicos, como pareciera psicológicamente inevitable. Lo vemos en ocasiones como ésta: un cacique le dijo que creería en Cristo si era capaz de resistir un veneno que él le prepararía. Fray Luis le tomó la palabra sin vacilar: «¿Matenéis vuestra palabra de convertiros si bebo sin daño vuestro veneno?». Y obtenida la afirmativa: «Venga ese veneno y sea lo que Dios quiera». Hizo fray Luis la señal de la cruz sobre la copa y bebió de un trago aquel veneno activísimo. Y a continuación pasó a ocuparse de lo que había que hacer para bautizar unos cuantos cientos más de indios asombrados y convertidos.

En aquella primera ocasión, cuando fue envenenado por el sacerdote indio, se supo en seguida que fray Luis no había muerto bajo la acción del veneno, y más de trescientos indios se reunieron amenazadores y bien armados, dispuestos a terminar la obra iniciada por el tósigo. Dos negros que se aprestaban a defenderle, uno de ellos armado de un arcabuz, fueron apartados, y el santo salió al encuentro de la muchedumbre amenazante sólo y sin temor alguno.

Cuenta un cronista que «entonces fray Luis les predicó con más fervorosa exhortación y se convirtieron gran parte de aquellos indios; los cuales, después de ser instruídos como acostumbraba el santo, fueron por él mismo bautizados». Pero otros indios, endurecidos en su hostilidad, raptaron a Luisito, un muchacho indio bautizado por fray Luis, y lo sacrificaron como moxa a los ídolos, lo que apenó mucho al santo, pues le tenía en gran estima.

En todo caso, nada de esto terminaba con los métodos suicidas de San Luis Bertrán. Poco después, tratando de persuadir a un cacique principal, éste se resistía diciendo: «No; tu religión me gusta, pero tengo miedo a mi ídolo». Fray Luis se mostró dispuesto a terminar con este miedo. Con el cacique se dirigió al adoratorio, y allí, ante el pánico de todos, la emprendió a patadas con el dicho ídolo, hasta que el cacique y los suyos se vieron libres del temor idolátrico, y aceptaron el Evangelio.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

El llamado a evangelizar en el Nuevo Continente

En 1562 llegaron de América al convento dos padres que buscaban refuerzos para la gran obra misionera que allí se estaba desarrollando. Hablaron de aquel inmenso Mundo Nuevo, de la necesidad urgente de aquellos pueblos, de las respuestas florecientes que allí estaba encontrando el Señor. Fray Luis fue el primero en inscribir su nombre. Una vez más trataron todos de disuadirle, y también el prior fray Jaime Serrano, alegando unos y otros su poca salud y la tarea que en el noviciado llevaba con tanto fruto.

Pero en esta ocasión la llamada de América era llamada del mismo Cristo. Fray Luis se persistió en su apostólico intento, y en cuanto obtuvo el permiso, se echó al camino, rumbo a Sevilla, sin cuidarse siquiera de tomar provisiones para el camino. Un hermano suyo le alcanzó en Játiva, trató en vano de persuadirle, y terminó dándole un dinero, con el que pudo adquirir un asnillo, sin el cual apenas hubiera podido continuar su viaje.

El corazón atormentado de fray Luis no le habría dejado del todo tranquilo en el camino de Sevilla, y estaría oprimido por algunos pensamientos negros: ¿Será de nuevo una tentación del demonio, para apartarme del noviciado dominico? ¿Estaré engañado, como cuando quise llevar vida mendicante de peregrino, o cuando decidí ingresar en los mínimos, o ir a estudiar a Salmanca para dedicar mi vida a la lucha intelectual contra los herejes?


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Pregunta sobre San Oscar Arnulfo Romero

Padre Medina, he dejado pasar un tiempo desde la canonización de Monseñor Romero para sosegar mi alma y para recoger un poco más de información. Le resumo lo que yo siento: que toda la vida me dijeron que Romero era algo así como el patrono del socialismo en América Latina, y que la canonización de este obispo asesinado era un refuerzo a los partidos de Izquierda en este continente. A raíz de la canonización me puse a leer homilías de él y mi conclusión es que ahora estoy confundido. Lo voy a decir de esta manera: ya no lo veo tan de izquierda o tan socialista como me parecía; más bien creo que la injusticia social y el absurdo de una guerra que maltrataba a los más pobres fueron cosas que tocaron su corazón de pastor y que al adoptar un compromiso en contra de esa violencia institucional, que él veía como su responsabilidad en cuanto obispo, le llevó a crearse enemigos que al final lo llevaron a la muerte. ¿Cree usted que por fin estoy en lo correcto con respecto a este gran hombre? –H.R.

* * *

No soy experto en los datos biográficos de este santo obispo pero mi opinión es igual a la tuya: el verdadero Oscar Romero era menos un líder político y más un hombre genuinamennte dolido por la represión de los más pobres; por otra parte, no se agotaba su mirada en ese punto pues sus escritos revelan la altura de su amor a Dios y de su visión del papel de la Iglesia. Mi impresión es que las condiciones se dieron para que, durante años, la figura de Romero fuera “secuestrada” por la izquierda socialista dentro de la Iglesia pero ese “secuestro” se ha ido deshaciendo por su propio peso a medida que se conocen más y más de sus escritos y de la orientación sacerdotal y pastoral muy clara en su alma.

Solo por tener una muestra de esas otras dimensiones menos mencionadas del corazón de este gran obispo me permito citar aquí alguna colección breve de pensamientos suyos, hecha por Arguments:

Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que lo hayan querido acoger.

La oración es la cumbre del desarrollo humano. El hombre no vale por lo que tiene, sino por lo que es.

La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben porqué? Porque la verdad siempre es perseguida.

El profeta tiene que ser molesto a la sociedad, cuando la sociedad no está con Dios.

¡Pasarán estos sufrimientos! La alegría que nos quedará será que en esta hora de parto fuimos cristianos. Vivimos aferrados a la fe en Cristo. No nos dejó sucumbir en pesimismo.

Es inconcebible que alguien se diga ‘cristiano’ y no tome, como Cristo, una opción preferencial por los pobres.

Hoy la #Iglesia sabe que los poderosos la rechazan, pero que la aman los que sienten en Dios su confianza. Esta es la Iglesia que yo quiero.

El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea la semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad.

¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Cuidemos el verdadero tesoro.

Comienzos de la evangelización en Colombia

Catequesis y doctrinas

Los primeros Sínodos celebrados en lo que hoy es Colombia, como el de Popayán (1555) o el de Santa Fe de Bogotá (1556), y lo mismo las Ordenanzas dispuestas por la autoridad civil, como en Cartagena de Indias (1555) o en Tunja (1575), centran siempre su atención en la necesidad de catequizar bien a los indios, urgiendo con fuerza la responsabilidad de clérigos y religiosos, funcionarios y encomenderos.

Y para este inmensa labor de catequesis «las doctrinas fueron los instrumentos providenciales. La instrucción fue [así] colectiva y masiva, como lo demandaban las circunstancias. Y para instruir y catequizar, se empleaban todos los medios» (Mesa, La enseñanza 303-304). No es una exageración afirmar que la vida de la población en las doctrinas venía configurada principalmente por la catequesis.

En la Historia memorial del franciscano Esteban de Asensio, escrita hacia 1585, se describe bien esta estructura comunitaria de la catequesis en las doctrinas franciscanas. Y más o menos se hacía lo mismo en las doctrinas o en las reducciones atendidas por clérigos o religiosos de otras órdenes. Dice así:

«Lo primero que se hace es poner por memoria y sacar [hacer listas de] todos los niños y muchachos, varones y hembras, y éstos han de ir cada día, a hora de misa, a la iglesia, donde, después de haber dicho misa el sacerdocte, dice la doctrina cristiana rezada o cantada, como mejor se amaña o le parece, y después de haberles rezado, se van a sus casas hasta la tarde, y vuelven a hora de vísperas y se les dice la doctrina, como es dicho, y se van a dormir a sus casas. De más de esto, todos los domingos y fiestas de guardar se juntan a misa todos los indios varones y mujeres, viejos y mozos, con todos los niños y muchachos, así infieles como cristianos, y entran todos en la iglesia a misa hasta el prefacio, y en aquel punto se echan fuera todos los que no están bautizados. Y acabada la misa, se junta con los demás indios cristianos y luego les reza el sacerdote, y les dice a alta voz la doctrina y oraciones que dicen dominicales, y enseñándoles cómo se han de signar con la señal de la cruz. Después de esto les predica y da a entender la virtud de los sacramentos, declarándoles lo que es de creer en la santa fe católica y ley evangélica, persuadiéndoles dejar sus ritos ceremoniáticos con que adoran y hacen veneración al demonio y dándoles a conocer a Dios» (+Mesa 315).

El padre Mesa estima con razón que esta catequesis diaria, de mañana y tarde, que era norma general en muchas doctrinas y reducciones, «contradice la opinión o tesis de algunos sociólogos católicos de la última hornada que recriminan las prisas de los misioneros españoles para bautizar a los indios americanos» (316). Hubo, sin duda, en los comienzos de la evangelización de América, bautismos prematuros, a veces masivos, pero dejando a un lado estos casos aislados de celo apostólico imprudente, ha de decirse que en parroquias, doctrinas y reducciones de indios se realizó en la América española una gigantesca labor catequética.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

El Papa Francisco habla sobre el hoy de Latinoamérica

“¿Cuáles son los sectores más emblemáticos o significativos en el cambio de época latinoamericano? En mi opinión son tres, además lo deben de haber escuchado porque esta Carriquiri aquí, así que se lo copio a él. En mi opinión son tres a través de los cuales es posible reactivar las energías sociales de nuestra región para que sea fiel a su identidad y, al mismo tiempo, para que construya un proyecto de futuro: las mujeres, los jóvenes y los más pobres…”

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#ModoCentenario

El pasado sábado 23 de junio en rueda de prensa los frailes dominicos de Colombia, guardianes del lienzo renovado de nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, presentaron al país la agenda oficial del centenario de la coronación de la patrona de la nación.

A partir de este lanzamiento oficial y con la eucaristía de apertura del año jubilar el próximo 9 de julio en Chiquinquirá, Colombia entera estará en modo centenario y se hará partícipe de cada una de las actividades se han preparado desde el Santuario Mariano Nacional para celebrar este acontecimiento nacional.

Cabe resaltar que, aunque se celebra 100 años del suceso civil de la coronación, el mensaje central de este centenario gira en torno al acontecimiento milagroso de la renovación del lienzo de la Virgen del Rosario hace más de 400 años en Chiquinquirá.

Así lo asegura Fray Nelson Novoa, prior conventual y rector del Santuario Mariano Nacional de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá “este Santuario es un lugar de renovación para Colombia y la celebración del centenario busca ser un escenario para que peregrinen todos aquellos que deseen renovar sus vidas”.

La celebración del centenario de la coronación de la virgen del Rosario de Chiquinquirá como reina y patrona de Colombia es un pretexto más para recordar a todos los colombianos que, así como en esta ciudad hace 432 años una imagen deteriorada y borrosa renovó nuevamente sus colores, la fe por la Madre de todos los colombianos es capaz de renovar el rostro deteriorado y borroso de esta nación que necesita volver su mirada a Dios.

(Tomado de la página web oficial del Santuario de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá.)

Sobre la burla a la religión por parte de algunos políticos

Carta abierta a Gustavo Petro

Permítame referirme al reciente episodio, cumplido frente a la basílica del Voto Nacional, y en el cual recibió usted la adhesión de Antanas Mockus y de Claudia López. Yo adivino, – usted dirá si es equivocada mi percepción – que las circunstancias con que se desarrolló dicho acto no fueron iniciativa suya, sino de ese personaje pintoresco que ahora lo respalda. Ese acto chocarrero se inscribe perfectamente en el estilo teatral, un tanto rufianesco, que lo ha caracterizado; el mismo con que pretendía convertir en acto de autoridad ante sus alumnos un gesto de impúdico exhibicionismo; el que le sirvió para mostrar su desdén frente al matrimonio al celebrar el suyo con tintes circenses y sobre un paquidermo; el mismo con que, en irrespetuosa patanería, le lanzó un vaso de agua en el rostro a quien controvertía sus ideas. ¡Ese es él : el estilo es el hombre!

Pero, doctor Petro, ¡qué equivocación fatal, la suya, al prestarse a semejante bufonada! Quiero decirle que, más allá de la ridiculez de la escena, para nosotros, los católicos, y seguramente para muchos que, sin serlo, guardan una pizca de buen sentido y de respeto, lo hecho por ustedes es una ofensa, un premeditado insulto a valores que profesamos y a cosas que veneramos. El Decálogo que Moisés recibió grabado en piedra es la revelación de normas y principios que orientan nuestro comportamiento privado y nuestras relaciones con Dios y con los demás. Posar, como lo hicieron, de nuevos portadores de mandamientos para usted, esculpidos en piedra como la Ley del Sinaí; mostrar, en una especie de estola, una frase que pertenece a la liturgia eucarística; escoger, para la escena histriónica precisamente el día del Sagrado Corazón y casi el atrio del templo que recuerda la consagración de Colombia a ese Corazón Sacratísimo, todo eso, no me diga usted que no obedece a un propósito perverso. ¿ O es usted tan ingenuo y majagranzas que no se percató de esa intención? No lo creo, usted es sagaz.

Es bueno que sepa, doctor Petro, que con lo que hicieron sus nuevos seguidores, mendicantes de un respaldo que Colombia les ha negado, a nosotros nos han quedado dos cosas perfectamente claras. La primera, su absoluta incoherencia y su disposición a firmar, con el fin de granjearse adeptos, unos compromisos diametralmente opuestos a lo que había afirmado y propuesto durante toda su campaña; imposible confiar en quien tan fácilmente se desdice y negocia sus convicciones. Y la segunda: que jamás podríamos cohonestar o apoyar con nuestro voto a una persona como usted, que en tal forma pisotea los valores morales y religiosos de la comunidad. Si nos faltaba algún argumento para no votar nunca por sus programas, usted y su grotesco moisés nos lo han proporcionado.

Probablemente a usted, doctor Petro, no le importe lo que voy a asegurarle: que oro por usted, y oro para que el Dios de Colombia nos ayude a preservar lo que nos queda de convicciones y principios cristianos.

Publicada por: MARIO GARCÍA ISAZA