Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 9 de 9: María de la caridad

* La caridad es la virtud que “reina en la Reina” porque en Ella, en la Virgen Santísima, es el amor el que da la fuerza, la ruta y la meta. Y así es en la vida cristiana: todo tiene su fuente en el amor, y en el amor tiene también su cumbre.

* Nuestro tiempo ha sufrido un desgaste de la palabra “amor.” Primero se redujo a un sentimiento; luego, a una sensación; finalmente, solo a un deseo o excitación.

* El verdadero sentido del amor al prójimo lo encontramos en la enseñanza de los santos, como Tomás de Aquino: amar es buscar el bien del otro. Eso es exactamente lo que nos muestra la Cruz de Cristo: por sus verdugos y por todos nosotros, Jesucristo ora buscando nuestro bien; de hecho, nuestro mayor bien, que consiste en el perdón de nuestros pecados y la alianza y amistad con Dios.

* El amor, en la Biblia, tiene expresión hebrea en un verbo que equivale propiamente a “preferir.” Amar a Dios es preferirlo, es ponerlo en primer lugar, es someter lo demás a su voluntad y su gloria. Ello vemos resplandecer en el testimonio de la Virgen Santísima, que pone al Señor, su plan, su gloria y su voluntad como primero en todo.

* Pero en Ella se muestra también, y de modo perfectísimo, el amor al prójimo. En al vista a su pariente Isabel y en las bodas de Caná, donde vemos que no es necesario un mandato expreso ni una petición explícita sino que el amor la mueve desde dentro para servir, apoyar, aliviar, hacer el bien.

* Sin embargo, el amor al prójimo se muestra en Ella con intensidad única en la Cruz, ofreciendo a su propio Hijo y acogiéndonos a todos como hijos suyos en el orden de la gracia.

Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 8 de 9: La Purísima

* La liturgia católica y la piedad popular coinciden al destacar la virginidad y la pureza como señales propias de la Madre de Cristo. Ella es la “Santísima Virgen María” para la liturgia; Ella es la “Purísima” para el común de nuestros fieles.

* La victoria de la pureza es uno de los rasgos más impactantes en los comienzos del cristianismo. La mentalidad pagana, que idolatra el placer corporal, o lo trivializa con desdén, no logra acertar en el punto justo.

* De hecho, podemos recorrer la mente de las religiones paganas y encontrar que, por una línea, lo propio del cuerpo humano se sacraliza y se exalta, pero a la vez, por otra línea, se le trata como material de reciclaje, vestido que se desprecia, o juguete de placer. Podemos decir que una de las razones de la admiración que causa la pureza es que revela el justo valor, la verdad profunda, del cuerpo humano.

* En otro sentido, la pureza hace genuina la comunicación propia del amor. Lo que caracteriza la relación íntima es la entrega. En su intimidad, los cuerpos hablan de entrega mutua, y por tanto, de donación. El lenguaje del amor destaca esta misma idea a través de oportunos pronombres posesivos que hablan del deseo de poseer y de ser del otro. Es evidente entonces que la infidelidad, la promiscuidad, o la huida al engaño, por ejemplo a través de la prostitución o de la pornografía, son negaciones de esta verdad corporal que llevamos dentro.

* Por eso la pureza hace visible la verdad del cuerpo. El cuerpo que se reserva exclusivamente para el Amado o la Amada hace corresponder el lenguaje de los gestos con el lenguaje de las decisiones. Cualquier otra cosa tiene sabor de mentira.

* La pureza de la Virgen no es solamente una virtud moral sino también una condición para su singular misión. Es evidente que la maternidad otorga un cierto modo de poder sobre la prole, como lo dice la misma Escritura, y por ello es explicable que desde antiguo repugnara a tantos santos predicadores y doctores la idea de que alguna forma de pecado o mancha de pecado tuviera lugar en la Virgen María. Es aquí donde tiene su sitio el razonamiento de Duns Scoto: “Potuit, decuit ergo fecit.” Dios podía hacerlo; era conveniente que lo hiciera; luego, lo hizo.

Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 7 de 9: María de la fe y la esperanza

* La gran felicitación de la Sagrada Escritura, para la Santísima Virgen, está en las palabras de Santa Isabel: “Dichosa tú, que has creído…” Esto es verdad en María y también es verdad para nosotros porque ciertamente es la fe quien abre nuestra vida al poder, al amor y al plan de Dios.

* Pero la fe es despreciada y arrinconada, en buena parte de nuestro mundo. Lo que suele suceder es que lo rechazado no es la fe sino una caricatura suya. Por eso es importante tener claro lo que NO es la fe:

+ La fe no es inercia cultural: simple repetición de ritos o costumbres.

+ La fe verdadera jamás es una imposición ideológica a partir de los centros de poder.

+ La fe no es un reemplazo para la ignorancia, algo así como un modo fácil de economizarse el esfuerzo de conocer y comprender el mundo o la historia.

+ La fe no es una huida al mundo de la fantasía.

+ En síntesis, la fe no es una apuesta en el vacío, como decía Kierkegaard.

* De hecho, la Biblia conecta el ver con el creer. Así por ejemplo, cuando Pedro y el Discípulo Amado visitan el sepulcro, de éste último se dice: “y vio, y creyó.”

* La fe no es una proyección de nuestros deseos o de lo que está incompleto en nosotros. Se demuestra bien del hecho de que la predicación cristiana presenta un Dios que podemos llamar “absurdo”: un Dios crucificado, rey de paz, varón de dolores, ejemplo de mansedumbre y perdón, que no se impone sobre nadie por vía de fuerza o agresión.

* La fe es, en realidad, respuesta a la propuesta divina. El pueblo hebreo llegó a la fe no a base de imaginaciones o suposiciones sino a partir de experiencias reales, a partir de su historia.

* Y así se afianza también la fe en nosotros: a partir de vidas reales que han sido transformadas por el poder de Cristo y que son testimonio vivo de su gracia y su amor. La fe que así tiene su origen genera una fuerza de confianza inmensa, que es la dimensión existencial de la fe, y es también la raíz de la esperanza.

* Tal fue la fe que María ejerció particularmente en tres momentos:

+ En la Anunciación, cuando Dios le descubre su amor y la elección que ha hecho de ella para Madre de su Unigénito.

+ Al pie de la Cruz, cuando toda evidencia parecía refutar lo que ella creía y sabía de su divino Hijo.

+ En Pentecostés, cuando era preciso creer que los mismo frágiles y traidores discípulos iban a ser el fundamento de la Iglesia viva de Cristo, el Señor.

Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 6 de 9: María y la humildad

* Cuando Dios obra sin obstáculos en un corazón le hace partícipe de la belleza eterna e infinita que es Él mismo. Es lo que contemplamos y celebramos de modo particular en la Virgen Inmaculada.

* Por eso se ha hablado de Ella como de un místico huerto en el que solo Dios tuvo entrada, según la expresión del Cantar 4,12-16. Y tal es el significado espiritual de la perpetua virginidad física de la Madre de Jesucristo.

* En ese jardín y nuevo paraíso, que es el Corazón Inmaculado de María, pueden encontrarse en su sazón los frutos gratos de todas las virtudes. Todo discípulo de Cristo puede ver en Ella su aliada y maestra, su hermana y guía hacia una mayor fidelidad en su propio camino.

* Conviene sin embargo destacar algunas de esas virtudes, bien porque la Biblia les ha dado un lugar particular, bien porque parecen más necesarias hoy en día. En esta meditación y las siguientes nos fijaremos especialmente en las virtudes de la humildad, la fe, la esperanza y la caridad.

* Para comprender la importancia de la humildad hay que asomarse al daño que causa el pecado opuesto, que es la soberbia, y para ello nos guía un buen número de textos de la Escritura. Por ejemplo:

Salmo 138,6 : Porque el SEÑOR es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo conoce de lejos.

Proverbios 8,13 : El temor del SEÑOR es aborrecer el mal. El orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco.

Jeremías 50,31 : He aquí, estoy contra ti, arrogante, –declara el Señor, DIOS de los ejércitos– porque ha llegado tu día, la hora en que te castigaré.

Amós 6,8 : El Señor DIOS ha jurado por sí mismo, ha declarado el Señor, Dios de los ejércitos, Aborrezco la arrogancia de Jacob, y detesto sus palacios; por tanto entregaré la ciudad y cuanto hay en ella.

Isaías 2,12 : Porque el día del SEÑOR de los ejércitos {vendrá} contra todo el que es soberbio y altivo, contra todo el que se ha ensalzado, y será abatido.

2 Samuel 22,28 : Salvas al pueblo afligido, pero tus ojos están sobre los altivos {a quienes} tú humillas.

Salmo 18,27 : Porque tú salvas al pueblo afligido, pero humillas los ojos altivos.

Salmo 119,21 : Tú reprendes a los soberbios… que se desvían de tus mandamientos.

Salmo 94,2 : Levántate, Juez de la tierra; da {su} merecido a los soberbios.

Jeremías 13,9 : Así dice el SEÑOR: De la misma manera haré que se pudra la soberbia de Judá y la gran soberbia de Jerusalén.

Santiago 4,6 : Pero El da mayor gracia. Por eso dice, DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES.

1 Pedro 5,5 : Asimismo, {vosotros} los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS, PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES.

* No extraña entonces que María Virgen, una hija de Israel, eleve su canta diciendo en Lucas 1,51 : Ha hecho proezas con su brazo; dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

* ¿Cuál es el daño tan grave que causa la soberbia, y que hace que sea tan severamente denunciada y castigada en la Escritura? Su gran daño es que cierra el corazón al plan de Dios; vuelve sordos los oídos a su Palabra; enceguece la mirada, que no reconoce ya sus señales.

* Perdido de Dios, el hombre pierde la capacidad de reconocer luego su propia dignidad. Se le dirá que se contente con lo que ve, lo que huele, lo que palpa. Los profetas del inmanentismo, que es idolatría, le repetirán lo de Nietzsche: “Permaneced fieles a la tierra.” Pero con ello no habrán respondido a su necesidad sino que la habrán esquivado y engañado.

* Perdido de Dios, el ser humano no tiene ojos para su prójimo. El ateo Sartre decía: “el infierno son los otros.” Y Santo Tomás decía: “el malvado no tiene amigos; tiene cómplices.” A medida que el mal se asienta en el corazón, la soledad aprisiona el alma, engañándonos con la fantasía de que son palacios las prisiones de altos muros con que encerramos nuestro ego.

* La humildad, en cambio, abre el corazón desde su única puerta, que es la de la verdad y al realidad. La soberbia empieza por hacernos creer que somos dioses (Génesis 3); la humildad nos recuerda oportuna y saludablemente que somos creaturas, y desde ahí, todo lo demás adquiere su lugar y sus sentido.

Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 5 de 9: María, Espejo del Evangelio

María, Espejo del Evangelio

* Dios ha querido verse reflejado en su imagen, que es el ser humano. Cada uno de nosotros está llamado y destinado a ser una obra maestra del más sabio, bondadoso y diestro Artista: Dios mismo. En ese sentido, bien puede decirse que todos estamos llamados a ser bellos con esa belleza que es interior pero que también se refleja en nuestra mira, talante, actitud y cuerpo.

* El estorbo de esa belleza es el pecado, en sus diversas formas. Es cierto: la palabra “pecado” fastidia pero quitar la palabra no quita la realidad.

* El pecado causa deficiencias nutricionales serias, en nuestro esfera emocional. Así por ejemplo, un papá egoísta deja sin provisiones importantes de amor y recuerdos bellos a sus hijos. O también: unos hijos egoístas son una tortura de ingratitud para sus padres.

* El pecado causa heridas y deja espantosas cicatrices. Así por ejemplo, la persona que ha sido abusada, o el que ha sido traicionado, o aquel a quien le han mentido por largo tiempo. Este tipo de daños envenenan el corazón, alteran la salud y oscurecen el semblante.

* El pecado asfixia preciosas esperanzas. A medida que se impone la cultura de lo provisional, esa cultura que proclama “de momento te quiero y te deseo… mañana, no sé,” la inestabilidad nos encierra a todos en inseguridad y egoísmo. Nuestros ojos se vuelven astutos y escépticos, incapaces de confiar o de engendrar confianza.

* El pecado aturde, desorienta, oscurece, confunde. Y a medida que estamos más confundidos somos más manipulables, más dependientes, y en el fondo, más esclavos.

* La Biblia griega llama “hamartía” a eso que hemos mencionado. La traducción primera es la de una “mancha.” Por eso la vida sin-mancha es la vida inmaculada. Y eso es lo que vemos en el rostro y especialmente en la mirada de la Virgen Santa.

* En Ella se reflejan los rasgos principales del Evangelio: la acogida al Reino de Dios; la relación de confianza con Dios Padre; la caridad con todos, incluyendo a los enemigos; la esperanza firme de vida eterna.

Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 4 de 9: María y las bienaventuranzas

María y las bienaventuranzas

* Dos cosas son comunes entre los creyentes, cuando se trata de las bienaventuranzas: todos sabemos que se trata de un texto que es fundamental para nuestra vida cristiana; a la vez, varias de esas bienaventuranzas resultan poco menos que incomprensibles para la mayoría.

* Posiblemente la respuesta a esta dificultad está en que las bienaventuranzas son claves de vida propias de los Pobres de Yahvé.

* En efecto, en la versión de San Mateo, capítulo 5,cada una de las bienaventuranzas se dirige a un grupo de personas: “los pobres en espíritu, los que lloran, los humildes, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los que procuran la paz, los que han sido perseguidos por ser justos…” Es importante preguntarnos: ¿quiénes son estas personas? ¿Existen en la realidad, en el tiempo de Cristo, o son enunciados abstractos y generales?

* Si tomamos las bienaventuranzas como “condiciones generales para ser discípulo,” su enunciado resulta encriptado, extraño y contradictorio. Por otra parte, tenemos en San Lucas, capítulo 6, una segunda versión que tiene una diferencia: las palabras de Cristo aluden directamente a su auditorio: “Dichosos VOSOTROS los pobres…” Esto hace suponer que Cristo no tiene unos principios abstractos en su cabeza; no está haciendo una teoría sino brindando una luz de gozo a personas concretas.

* ¿Y quiénes son esas personas concretas? La manera como Cristo los describe coincide con lo que sabemos con la espiritualidad y manera de ser de los Pobres de Yahvé: escépticos frente a los poderes de este mundo–y por ello maltratados y despreciados–; conscientes de su fragilidad, pero sin achicar sus anhelos; fiados solo del poder y bondad infinitos de Dios, que es sabio y compasivo.

* Todo esto indica algo muy profundo: los retratos más fidedignos de los corazones de Jesús y de María hay que buscarlos en esos textos preciosos, es decir, en las bienaventuranzas.

* Pero sí es verdad que hay algo como en código en el modo de expresarse Cristo. Lo mismo que en el caso de las parábolas, existe el riesgo de oír sin entender. No es cualquier pobreza, no es cualquier llanto, no es cualquier persecución la que abre a la felicidad que viene de Dios. Hay un llanto que hay que aprender; hay una educación del corazón que precede a las bienaventuranzas y las hace posibles. Esa educación es la propia de los que se mantienen fieles en la prueba.

* De la Virgen Santa hemos de aprender entonces de qué desprendernos, de qué dolernos, cómo y ante quién sabernos pequeños; qué es suciedad en nosotros y cómo hemos de liberarnos de ella; cuáles son nuestros verdaderos enemigos. Todo esto pertenece a una de las letanías de la Virgen, allí donde la llamamos “prudentísima.”

Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 3 de 9: María y los Pobres de Yahvé

María y los Pobres de Yahvé

* La santidad es recuperación del orden, frente al desorden del pecado. Pero el pecado no tendría atractivo ni poder alguno si no ofreciera algún género de bien. Por eso el pecado se presenta como atajo, ganancia abundante, placer sin límite, poder a la mano. ¿Cómo puede uno librarse de tanto engaño?

* Tal es el relato que nos presenta la Sagrada Escritura: de hecho, la Biblia entera es la historia de cómo se puede deshacer el absurdo cometido por dejarnos llevar tras los engañosos atractivos del pecado. ¿Qué nos enseñan los textos sagrados?

* Primero, que el mal no tiene incorporado un freno dentro de sí mismo. Según muestran los relatos bíblicos, ya desde el Génesis, dejada a su capricho, la maldad crece sin límites, hasta ahogarlo todo, con el diluvio, y hasta corromperlo todo, como en Sodoma.

* Segundo, es necesario entonces empezar por recuperar la conciencia de que hay algo que se llama bien y algo que se llama mal. Este es el gran papel de la Ley de Moisés. La Ley es como un despertador externo de la luz interna que llamamos “voz de la conciencia.” A medida que nos hablan desde fuera recuperamos la capacidad interior para discernir lo bueno de lo malo.

* Tercero, hay que percibir los límites de las fuerzas humanas. Esta es la fase más larga porque requiere muchos intentos, muchas promesas humanas y sobre todo muchos errores. Ese camino, como en círculos, lo recorrió el pueblo de Dios sobre todo en el tiempo de los reyes y los profetas. Pero en realidad no es en círculo, sino en espiral que desciende hasta estrellarse.

* Cuarto, viene la experiencia espantosa del destierro a Babilonia, que es algo así como probar el sabor mismo de la muerte. Las certezas se quebrantan, el dolor alcanza límites absurdos, la fe y la esperanza quedan tensas hasta el punto de ruptura. Pero el destierro en tierra de esclavitud, humillaciones e idolatría no es el final.

* Quinto, salidos del destierro, lo que queda es un “Pequeño Resto,” del que han hablado los profetas, como Sofonías. Las características de ese “Resto” anticipan ya toda una espiritualidad que encontramos en personas como Simeón y Ana, como Zacarías e Isabel, como José y María. Son ellos, los Pobres de Yahvé, los que hacen el puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

* María, pues, es la expresión más pura, humilde y perfecta de esa espiritualidad, que es la propia de los “Pobres de Yahvé.” En síntesis, consiste en: alta desconfianza de las propias fuerzas y de las cosas de esta tierra; y a la vez intensa confianza y certeza de la verdad, bondad y poder de Dios. Es la misma espiritualidad que encontraremos en las bienaventuranzas.

Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 2 de 9: Hechos para la santidad

* Hay quien piensa que la afirmación de los dones singulares de la Virgen María es un modo de alejarla de nosotros, los demás mortales. Otros creen que es convertirla en una especie de “diosa.” Es bueno responder a estas objeciones, desde varios ángulos.

* Ante todo: el esplendor de la belleza, cuando está sellada de inocencia y bondad, es distinto de otras formas de abundancia porque no genera codicia. Si mil personas o un millón de personas presencian un precioso cielo estrellado, la magnificencia del espectáculo no empobrece a nadie ni sería mayor para mí si lo viera yo solo. De hecho, el compartir semejante hermosura en cierto modo hace más intensa la experiencia de cada uno.

* Así también la belleza inmaculada de la Virgen es algo que a todos hace bien, que a todos alegra, y el gozo que cada uno siente, viendo con los ojos del alma lo que apenas queda sugerido ante los ojos del cuerpo, no se aminora porque sean muchos los que la amen y la celebren.

* En segundo lugar, el pueblo cristiano sabe bien que los privilegios singulares de la Madre de Cristo son parte de su misión particular, que no se limitaba a cosas dulces y bellas. La “Llena de Gracia” es también la “Madre Dolorosa,” que tuvo que experimentar altísimo grados de crueldad y despojo. Ella es Reina pero en medio de joyas y perfumes sino en medio del durísimo combate contra el pecado y el demonio.

* En tercer lugar, la hermosura de su santidad es la misma hermosura a la que todos estamos llamados. Si no, ¿para qué la predicación de un San Juan Bautista, como precursor del Mesías?

* La santidad no es una vida extraña sino una vida ordenada, priorizada, y por eso mismo justa y bella. El pecado es el desorden: (a) Contra el prójimo, que queda convertido en una herramienta, un juguete, un rival o un esclavo. (b) Contra la naturaleza, convertida en cantera que explotamos o en bodega de ídolos que nos esclavizan. (c) Contra Dios, a quien solo podemos ver como una amenaza, con lo cual perdemos las claves de nuestro propio ser, pues imagen suya y anhelo suyo somos.

* Por eso recuperar la santidad, y primero: el deseo de la santidad, es recuperar nuestra ruta propia, como personas, como familias y como sociedad.

Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 1 de 9: Perspectiva cristológica

* La Virgen Inmaculada, en el contexto del Adviento: todo mira hacia Cristo. El misterio y belleza de la Inmaculada han de situarse en un contexto plenamente cristológico.

* ¿A que viene Cristo? El credo niceno-constantinopolitano nos responde: “Por nosotros y por nuestra salvación, se encarnó y se hizo hombre.” Todo en Cristo apunta a un misterio de amor (“por nosotros”) que es misterio de salvación (“por nuestra salvación”)

* ¿De qué teníamos que ser salvados? De lo mismo que Ella fue salvada. Ella dice: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador…” Hay que anotar que hay dos modos de salvación: preservar y levantar.

* Se trata de ser salvados del pecado y de sus consecuencias. Es preciso, pues, descubrir la gravedad del pecado y ver en él la gran tragedia por encima de cualquier otra tragedia. Nuestro tiempo no gusta usar ese lenguaje, que suena muy religioso pero la verdad es que seguimos detestando lo mismo que ya denuncia el Decálogo: mentira, envidia, crueldad, traición, infidelidad.

* Es preciso sobre todo descubrir que el pecado tiene consecuencias que van más allá de lo inmediato en el tiempo y en el espacio. Solo así descubrimos qué entiende la fe de la Iglesia por “pecado original.”

* Si la naturaleza humana está tan notoriamente averiada por as consecuencias de tantos pecados, y a la cabeza de ellos, el pecado de nuestros primeros padres, ¿hay esperanza de salvación para el ser humano? Esa pregunta la enuncia la Biblia, sobre todo por boca de San Pablo, con la palabra “justificación”: ¿Cómo “ajustar” al hombre al plan bello y sabio querido por Dios? Y la respuesta no es una idea sino una persona: Jesucristo, con su ser, con su obrar, con su padecer, con su orar y amar y ofrecerse.

* De Cristo brota toda salvación, y para que Cristo pudiera llegar a nuestra historia, no como un modelo exterior y extrínseco sino como uno que es plenamente nuestro, el Hijo de Dios quiso ser llamado “Hijo del hombre.”

* El lugar donde Dios se hace para siempre “nuestro” se llama María. Y el hecho de que Él sea a la vez verdaderamente Dios Santísimo y en todo hermano nuestro nos da las coordenadas básicas del ser y la misión de la Virgen María. Basta, para asomarse a este misterio, preguntarse: ¿Cómo había de ser aquella en que Dios se sintiera a gusto, y que pudiera darnos al que es la Salvación?