Una oración para estos momentos

Para tiempo de pandemia, la Congregación para el Culto Divino nos propone esta plegaria:

“Dios todopoderoso y eterno, refugio en todo peligro, vuelve tu mirada hacia nosotros que con fe te imploramos en la tribulación y concede el descanso eterno a los difuntos, el alivio a los que lloran, la salud a los enfermos, la paz a los que mueren, la fuerza a los trabajadores de la salud, el espíritu de sabiduría a los gobernantes y el ánimo de acercarse a todos con amor para glorificar juntos tu santo nombre”.

Una poesía, por la Encarnación

Himno de Laudes para la Solemnidad de la Anunciación

Suplicaba el profeta Isaías:
“¡Ojalá que rasgases el Cielo!”
Suplicaba el profeta y decía:
“Ven, Señor, y visita a tu pueblo.”

Si la noche fue dura y tan fría
y el dolor oprimió nuestro pecho,
una sola razón existía:
nos faltaban tu voz y tu aliento.

Ya se anuncia la gracia, y el día
se abre paso, a la noche venciendo;
el Arcángel saluda a María
y en su voz hay un eco de Cielo.

En silencio, la Virgen Bendita
sabe bien que ha llegado el momento;
en los labios de Santa María
nuestra voz va al encuentro del Verbo.

¡Oh Jesús, cómo es grande este día
en que Tú te nos haces Pequeño!
¡Bienvenido, Señor y Mesías,
con el Padre y el Don sempiterno!

Oigo el clamor del Bautista

Oigo el clamor ferviente del Bautista
en la arena de mi mortal desierto.
Hay un eco en el alma que me incita
a buscar a Jesús, el nazareno.

Quiero allanar el ritmo de mi vida,
enderezar mi rumbo en el sendero,
para alcanzar la gracia y la alegría
y ser en este mundo un misionero

Está próximo el Reino de los Cielos,
bautízame, Señor, en tu Jordán,
ya ves que por amor hoy me convierto
y espero me liberes de mi mal.

Bautízame con fuego en el Espíritu,
confieso mis pecados, me libero
del hacha segadora, y te suplico
perdón, porque a tu amparo estoy contento.

Derrama tu semilla en mi costado
y almacena mi trigo en tu granero.
Me sentiré feliz siendo tu esclavo
y estando entre tus manos, nazareno.

(Emma-Margarita R. A.-Valdés)

Poesía clásica para Cuaresma

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir, te empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?

(Lope de Vega)

Buenos días, Señor

Buenos días, Señor, a ti el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
Tú eres la luz y el sol de mi jornada.

Buenos días, Señor, contigo quiero
andar por la vereda:
Tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
Tú, la esperanza firme que me queda.

Buenos días, Señor, a ti te busco,
levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora:
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.

Buenos días, Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos
¡vencedor de tu muerte y de la mía!

A ti, Jesús, te alaban las naciones – Himno de la LH

A ti, Jesús, te alaban las naciones;
que a tu reino nos llevas,
y en ti cobra esperanza nuestra súplica,
único mediador de cielo y tierra.

Verbo de Dios, por quien todo fue hecho,
nacido de María;
Tú, la hostia pura, santa, inmaculada,
que de ofrecerse a Dios sola fue digna.

Ungido por el Padre, Jesucristo,
eterno sacerdote,
reconcilias al cielo con la tierra,
los hombres y los ángeles te adoren.

Dios de Dios verdadero, igual al Padre,
por nosotros te ofreces
en sacrificio, y mueres por nosotros,
trocando en vida eterna nuestra muerte.

Clavado en cruz, nos miras, te miramos,
crece el amor, la entrega.
Al Padre, en el Espíritu, contigo,
eleva nuestro canto y nuestra ofrenda.

Amén.

Un Himno a Cristo, Palabra de Dios

<p>Señor, ¿a quién iremos,<br>
si tú eres la Palabra?</p>

<p>A la voz de tu aliento<br>
se estremeció la nada;<br>
la hermosura brilló<br>
y amaneció la gracia.</p>

<p>Señor, ¿a quién iremos,<br>
si tu voz nos habla?</p>

<p>Nos hablas en las voces<br>
de tu voz semejanza:<br>
en los goces pequeños<br>
y en las angustias largas.</p>

<p>Señor, ¿a quién iremos,<br>
si tú eres la Palabra?</p>

<p>En los silencios íntimos<br>
donde se siente el alma,<br>
tu clara voz creadora<br>
despierta la nostalgia.</p>

<p>¿A quién iremos, Verbo,<br>
entre tantas palabras?</p>

<p>Al golpe de la vida,<br>
perdemos la esperanza;<br>
hemos roto el camino<br>
y el roce de tu planta.</p>

<p>¿A dónde iremos, dinos,<br>
Señor, si no nos hablas?</p>

<p>¡Verbo del Padre, Verbo<br>
de todas las mañanas,<br>
de las tardes serenas,<br>
de las noches cansadas!</p>

<p>¿A dónde iremos, Verbo,<br>
si tú eres la Palabra?</p>

<p>Amén.</p>

Himno de la Liturgia de las Horas: ¡Buenos días, Señor!

Buenos días, Señor, a ti el primero encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
tú eres la luz y el sol de mi jornada.

Buenos días, Señor, contigo quiero andar por la vereda:
tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
tú, la esperanza firme que me queda.

Buenos días, Señor, a ti te busco, levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.

Buenos días, Señor resucitado, que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!

Gloria al Padre de todos, gloria al Hijo, y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos te alabe nuestro canto. Amén.

Oración para el comienzo de año

Señor, tú me ofreces este año nuevo
como una vidriera a juntar
con piezas de todos los colores
que representan los días de mi vida.
Pondré el rojo de mi amor y mi entusiasmo,
el malva de mis penas y mis duelos,
el verde de mis esperanzas y el rosado de mis sueños,
el azul o el gris de mis compromisos o de mis luchas,
el amarillo y el oro de mi cosecha …
reservaré el blanco para los días ordinarios.
y el negro para aquellos en los que estaré ausente.
Cementaré el todo con la oración de mi fe.
y con mi serena confianza en ti.
Señor, te pido simplemente que ilumines desde el interior,
este vitral de mi vida a la luz de tu presencia y con el fuego de tu Espíritu de vida.
Así, por transparencia, aquellos que yo encontraré este año,
descubrirán quizás el rostro de tu amado Hijo Jesucristo, Nuestro Señor.

Amén.

Oración del sacerdote Gastón Lecleir

Un Himno de la Liturgia de las Horas para Navidad

Te diré mi amor, Rey mío – en la quietud de la tarde, – cuando se cierran los ojos – y los corazones se abren.

Te diré mi amor, Rey mío, – con una mirada suave, – te lo diré contemplando – tu cuerpo que en pajas yace.

Te diré mi amor, Rey mío, – adorándote en la carne, – te lo diré con mis besos, – quizá con gotas de sangre.

Te diré mi amor, Rey mío, – con los hombres y los ángeles, – con el aliento del cielo – que espiran los animales.

Te diré mi amor, Rey mío, – con el amor de tu Madre, – con los labios de tu Esposa – y con la fe de tus mártires.

Te diré mi amor, Rey mío, – ¡oh Dios del amor más grande! – ¡Bendito en la Trinidad, – que has venido a nuestro valle! Amén.

A Jesús Eucaristía

Saber que me haces falta,
Jesús Eucaristía,
es gran sabiduría
y es fuente de esperanza,
porque en tu pecho el alma
descansa y tiene vida.

Saber que tú me aguardas,
Jesús Eucaristía…
¡Tú, que todo sabías,
de cómo estaba mi alma!
¡Cómo decirte gracias,
Amor que das la vida!

Puedes escucharlo cantado aquí.

Conditor alme – Himno tradicional de Adviento

Oh, Cristo, Creador santo de los astros,
Luz eterna de tus fieles,
escucha Tú, Redentor del mundo,
la plegaria de quienes te invocan.

Compadecido de que el orbe enfermo pereciese,
a causa de la ruina que provocó el pecado,
Tú mismo te ofreciste como remedio
para infundir la salvación a los culpables.

Y así, como sale el esposo de su tálamo naciste,
en el atardecer del mundo,
de las purísimas entrañas de una Madre Virgen.

Toda la creación dobla su rodilla ante el imperio
de tu poder y los Cielos y la tierra se confiesan
sumisos al beneplácito de tu voluntad.

Llenos de fe te pedimos, futuro Juez del mundo,
que sintamos en nuestra vida tu protección
frente a los dardos del traidor Enemigo.

Gloria a Cristo, Rey clementísimo, a Ti
y también al Padre, con el Espíritu Paráclito,
por los siglos de los siglos. Amén.

El alma cesa de agitarse – Poesía de la Liturgia de las Horas

Atardece, anochece, el alma cesa
de agitarse en el mundo
como una mariposa sacudida.

La sombra fugitiva ya se esconde.
Un temblor vagabundo
en la penumbra deja su fatiga.

Y rezamos, muy juntos,
hacia dentro de un gozo sostenido,
Señor, por tu profundo
ser insomne que existe y nos cimienta.

Señor, gracias, que es tuyo
el universo aún; y cada hombre
hijo es, aunque errabundo,
al final de la tarde, fatigado,
se marcha hacia lo oscuro
de sí mismo; Señor, te damos gracias
por este ocaso último.
Por este rezo súbito.

Amén

“Encontrarás a Dios” – Un Poema de Arturo Gutiérrez Martín

Dondequiera que pongas tu mirada,
dondequiera que fijes tu atención,
dondequiera que un átomo subsista,
ENCONTRARAS A DIOS.

En las formas diversas de las nubes,
en los rayos dorados que da el sol,
en el brillo que lanzan las estrellas,
ENCONTRARAS A DIOS.

En los dulces balidos que en los prados
el rebaño da al silbo del pastor,
en los trinos cambiantes de las aves.
ENCONTRARAS A DIOS.

En la sangre que corre por tus venas,
en la misma conciencia del tu YO,
en los propios latidos de tu pecho,
ENCONTRARAS A DIOS.

En la santa figura de la madre
cuyo seno la vida te donó,
en la franca sonrisa de una hermana,
ENCONTRARAS A DIOS.

En las lindas pupilas de la joven
que de amores prendió tu corazón,
en la grata visión de un ser querido,
ENCONTRARAS A DIOS.

En las horas de sombra y amargura
cuando a solas estés con tu dolor
si le buscas en la sombría noche
ENCONTRARAS A DIOS.

Fervorosa oración a la Virgen

Dirígete a la Virgen, y pídele que te haga el regalo -prueba de su cariño por ti- de la contrición, de la compunción por tus pecados, y por los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, con dolor de Amor. Y, con esa disposición, atrévete a añadir: Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano…, y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos. Continúa sin miedo: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús. Madre mía del Cielo: haz que yo vuelva al fervor, al entregamiento, a la abnegación: en una palabra, al Amor.

Más pensamientos de San Josemaría.