Bendición Irlandesa

¡Que el camino salga a tu encuentro!

¡Que te sea favorable el viento!

Sobre tu rostro, el sol amable,

y en tus campos, lluvia suave.

Y hasta volver a encontrarnos,

¡te sostenga Dios en su mano!

(Original inglés)

Parusía

Vendrás, Jesucristo, en tu Día,

sabemos que vendrás.

Y entonces por fin acabarán

la muerte y la mentira,

y toda la injusticia,

porque tú, Juez Divino, reinarás.

Vendrás por el medio de la noche,

cual llega el ladrón,

y llenos de amor o de temor,

de todo el orbe

verán los hombres

tu rostro brillantísimo, Señor.

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¿Qué falta?

¿Qué falta, Señor, a tantas flores?

Pues viéndolas recréase mi alma,

mas sólo un momento, que algo falta

no sé si a su aroma o sus colores.

¿Qué falta, Señor, a las montañas?

Su grandeza levanta el pensamiento,

su firmeza vence sobre el tiempo,

pero, ya lo ves, que algo les falta.

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A ti, Jesús, te lo debo

Si anduve por la colina

y hallé por fin este templo;

si en esta tarde dorada

se eleva mi pensamiento

y sueña que así te alcanza,

a ti, Jesús, te lo debo.

Si el viento de la mañana

abunda de tu recuerdo,

y el campo de verde espiga

repite tu Nombre al viento;

si todos de ti me hablan,

a ti, Jesús, te lo debo.

Pero si todos callaran,

quedando solo el silencio,

también allí me hablaría

la música de tu Verbo;

también allí te diría ;

a ti, Jesús, te lo debo.

Señor de los tiempos

Dios Eterno,

Señor de los tiempos.

Dios Inmenso,

tan dentro en cuanto existe.

Dios Poderoso:

tu fuerza hace ser.

Dios Santo,

tan distinto de todo.

Dios Bueno,

sólo tú eres digno de ti.

Dios Padre,

amable Padre de Jesús.

Dios Infinito,

Dador del Espíritu Santo.

Dios Cercano,

aguardamos tu visita.

Dios Piadoso,

¡que vuelva tu Cristo!

Dios Amor,

¡que venga ya el Señor!

Amén.

Cristo, Verbo del Padre

En la luz esplendorosa de tu Verbo

reconoces, oh Padre, tu mirada;

en los ojos de Cristo Nazareno

tu Figura y tu Semblanza,

el reflejo de todo el universo

y el fulgor infinito de tu Llama.

Y te agrada percibir su acento,

que es la voz de tu misma Palabra;

te gusta escuchar al Nazareno,

cuando, de noche, a solas, te alaba;

y le llamas tu Hijo Verdadero,

Aquel a quien tanto amas.

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Caminando, caminando

Caminando, caminando,

fui al taller del alfarero:

con el agua y con el fuego,

con el arte de sus manos,

tomaba el antiguo barro,

lo removía por dentro

y plasmaba su pensamiento

en nuevos y hermosos vasos.

Por la fuerza de su brazo,

poco a poco iba saliendo,

ya creado, el universo,

como bellísimo vaso.

De la nada hizo el barro

mi amigo el alfarero,

de lo antiguo, todo nuevo,

de la noche, el día claro.

Ante aquel grande trabajo

simple, fuerte, limpio y bello,

yo miraba al Alfarero,

me veía entre sus manos,

y oí mi nombre en sus labios.

Con el fuego de su aliento,

plasmaba su pensamiento

en nuevos y hermosos vasos.

Sobre todo lo creado,

mi Amigo el Alfarero,

poderoso sin esfuerzo,

es eterno, justo y sabio.

Día a día, trabajando,

su Palabra sigue haciendo

de lo antiguo, todo nuevo,

y de la noche, el día claro.

Caminando, caminando,

fui al taller del Alfarero,

Alfarero, Dios y dueño,

con el arte de sus manos

me hizo capaz de amarlo.

Cuando nos dio su Hijo Eterno,

plasmaba su pensamiento

en nuevos y hermosos vasos.

La gloria de tu Nombre

¡Oh Dios!, las maravillas, obra de tus manos,

han hecho amable tu Nombre entre nosotros,

y los prodigios que vieron nuestros ojos

nos han mostrado, Señor, que tú eres santo

y que con grande amor nos has amado.

¡Qué dulce pronunciar tu santo Nombre!

¡Qué bello levantar nuestras miradas

a tu feliz mirar reconciliadas,

y hacer eternas nuestras breves voces

al pronunciar tu Nombre que domina el orbe!

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Tu Nombre, Señor

¡Dios!, tu Nombre recorre los siglos.

Es la música de los astros,

el temblor de las estrellas

y el palpitar del universo.

Sobre la soledad del cosmos en silencio

se levanta majestuoso tu Nombre,

y venciendo a la noche del caos,

brilla con luz avasallante.

Más allá del ruido de palabras

y de la fría armazón de ideas,

su fuego cautiva el pensamiento

con la claridad del infinito.

Estable en medio de las aguas,

anclado bajo las olas,

no tiembla ante nuestras iras

ni crece con nuestros elogios.

Caerán los imperios a su hora

y serán olvidados los tiranos,

pero él, más joven cada mañana,

saludará impasible el fin de la historia.

¡Qué bien nos hace nombrarte,

y qué bueno que tú nos nombres!

Así nos unes a ti, que perduras:

la voz de quien te nombra es a su modo eterna.

La fatiga de la vida que pasa

llega a su descanso sólo con la muerte,

pero la muerte es suave reposo

para el que se duerme nombrando al que no muere.

Amén.

A tu Imagen

Porque no olvidase

cómo es grande tu poder,

tú quisiste darme la memoria, Señor;

en ella descubro los prodigios de tu amor:

¡grande has hecho tú mi poca fe!

Porque comprendiese

cómo es grande tu verdad,

tú diste a mi alma entendimiento, Señor;

con mi luz pequeña me levanto hacia tu amor,

¡y tu luz me da la claridad!

Porque yo te amase

con tu misma caridad,

tú me diste voluntad y fuerza, Señor;

y ese Fuego inmenso que es tu Espíritu de Amor,

llena el alma de tu libertad.

Me diste memoria,

entendimiento y voluntad:

a tu imagen, tú quisiste hacerme, Señor;

y pues tu Verdad y tu Poder son solo Amor,

¡te bendigo, Eterna Trinidad!

Padre Dios

Padre Dios,

por la salvación de los hombres,

de ti tan amados,

nos enviaste a tu Amado Hijo,

para otorgarnos a través de su Cuerpo Santísimo,

tomado de la Virgen María,

llagado en la Cruz

y glorificado en la Pascua,

el Don Sublime de tu propio Espíritu.

Padre Dios,

para gloria de tu gracia

y alabanza de tu misericordia

todo lo diste de ti,

cuando te diste en Jesucristo,

de modo que todo dijiste en sus palabras,

todo lo revelaste en su rostro,

todo lo amaste en su corazón,

y todo lo renovaste en su resurrección.

Padre Dios,

por tantos bienes

que nos has otorgado

o nos tienes prometidos,

y tantos males

que nos has evitado

o de los que nos has redimido;

por tanta piedad y tanta belleza,

por tanto poder, tanta sabiduría y tanta gracia,

pero, sobre todo, por tanto amor,

acepta hoy nuestra gratitud,

acoge nuestra alabanza,

recibe, también tú, nuestro amor.

Padre Dios,

somos tu obra, cuídanos;

somos tu gloria, líbranos;

como hijos de tu amor te suplicamos

y por Cristo, tu Hijo, te rogamos.

Reconoce en nosotros la voz de tu Único,

y en él danos mirarte el día de la eternidad.

Amén.

Señor de la historia

Dios Eterno:

tú eres el Señor de la historia.

Tú llamas a la existencia

los tiempos nuevos,

según la medida de tus providencias.

Desde el futuro,

tú saludas nuestro decisivo “hoy”,

y así te haces presente

en cuanto hacemos y tenemos,

en cuanto podemos y somos.

Dios Eterno:

tu voz va tejiendo

nuestros frágiles días.

Tú sostienes con sabio y piadoso poder

la contingencia inasible

de la trama en que vivimos.

En ti halla firmeza

cuanto tiene fundamento,

de ti recibe precio cuanto vale,

y por ti, cada cosa tiene su lugar.

¿Por qué entonces se desvanecen

nuestros días?

¿Por qué no alcanzamos

nuestros mejores sueños?

¿Por qué a menudo damos menos

de lo que recibimos,

y recibimos menos de lo que esperamos?

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