Laicos con C

Parece que la letra C es importante para esta época que viven nuestros laicos, por lo menos por siete razones.

Necesitamos laicos…

CONSCIENTES del tesoro que han recibido con su fe católica;

COMPROMETIDOS en vivir su fe y compartirla;

CAPACITADOS para dar razón de su esperanza, de modo adecuado y con palabras apropiadas;

CONECTADOS entre sí para obrar con unidad y causar un impacto real en el curso de la sociedad;

CUALIFICADOS para transmitir la fe en sus familias y pasar la antorcha a la siguiente generación;

CELOSOS de los intereses de Dios, y de su propia santidad, y de la santidad de sus sacerdotes; y ante todo,

CATÓLICOS CONVENCIDOS de corazón.

Todavía no es tarde

Nunca es tarde para volverse una obra maestra, para dejarse re-plasmar por el Maestro. Él, que al principio nos ha llamado por nombre, no cesa nunca de hacerlo. Por supuesto, lo mejor es comenzar cuanto antes a escuchar su voz, para facilitarle el trabajo al bondadoso Alfarero. ¿Cómo? Sobre todo humedeciendo nuestra greda con el agua fresca de la oración y de la humildad, para que así le permitamos amasar nuestro corazón de piedra de modo que, poco a poco, lo convierta en uno de carne (Ez 11, 19-20), dejándolo pronto para amar.

La desnudez de la Pureza en la Cruz

Desnudaron a Cristo en la Cruz, para avergonzarlo; pero Él entregó sus ropas para cubrir con piedad nuestra vergüenza.

Lo que no pudo Adán en el paraíso, tejiendo con torpes manos un vestido con las hojas del pecado, eso se lo concedió el Nuevo Adán, Cristo vivo, revistiéndonos a todos con su piedad y con el valor infinito de su Sangre.

Porque el ornamento único de este Sumo Sacerdote era su propia Sangre; y su liturgia era de silencios, dolor y plegarias; y su altar, el pecho abierto; y sus acólitos, miríadas de angeles en reverencia infinita.

Pureza del abrazo de Cristo, renueva en nosotros la capacidad de amar tu Amor, y recibirlo sin excusas.

Pureza de la mirada de Cristo, renueva en nosotros la luz que permite reconocer y agradecer la belleza que el mundo ignora o profana.

Pureza del Corazón de Cristo, renueva en nosotros el gozo de la fidelidad y la paz serena de las amistades limpias y los hogares felices.

Pureza del Cuerpo de Cristo, renueva en toda la Iglesia el sentido profundo de la adoración a tu Divina Presencia en la Eucaristia.

Pureza del amor de Cristo, enséñanos a amar, sin rehuir la Cruz y sin olvidar la Pascua. Que jamás olvidemos que nuestros cuerpos han sido hechos de tierra pero han sido hechos para el Cielo. Amén.

Prepara desde hoy tus viernes de Cuaresma

Dentro del camino de cuaresma los días viernes tienen un lugar único. Es la razón por la que esos días la Iglesia nos llama al ayuno y la abstinencia.

¿Por qué en particular los viernes? Porque cada viernes de cada semana de cuaresma es un paso que damos hacia el gran VIERNES, aquel día dramático pero bendito y santo, en que Cristo entregó su vida por nosotros en la Cruz.

Por eso debemos dar especial atención a las lecturas de esos viernes, que nos van mostrando la grandeza misteriosa del amor que redime, por ejemplo, a través de los rechazos que sufrieron los profetas, o al comprobar la dureza del corazón humano, que se endurece en su arrogancia.

Es importante que los viernes no sean solo días en que HACEMOS cosas, ciertamente necesarias y santas, como el ayuno y la abstinencia, sino días en que Dios HACE cosas en nosotros, transformando nuestra dureza y conduciéndonos por la humildad, la sabiduría y finalmente, la conversión.

La labor de un buen predicador

LA LABOR DE UN BUEN PREDICADOR

Es preciso amoldar las palabras con un arte tan exquisito que, siendo distintos los defectos de los oyentes, se apliquen a cada uno en particular, sin perder la armonía que debe inspirarlas. Será necesario penetrar con seguridad por entre las diversas pasiones, y como con espada de dos filos, ir cercenando las úlceras de los pensamientos carnales por un lado y por otro…

predicando la humildad a los soberbios, sin infundir mayores temores a los cobardes y encogidos;

infundiendo valor a los tímidos, sin dar alas al descaro de los orgullosos;

inspirando ansias de bien obrar a los tibios y remisos, sin fomentar en los revoltosos el desbordamiento de su actividad;

imponiendo moderación a los inquietos, sin dejar a los pacatos adormecidos en su inacción;

acallando las iras de los coléricos, sin halagar la dejadez de los negligentes y perezosos;

estimulando el celo de estos, sin dar pábulo a los arranques iracundos de aquellos;

promoviendo la generosidad de los avaros, sin soltar las riendas al despilfarro de los pródigos;

enseñando a estos la parsimonia, sin despertar en aquellos el apogeo a los bienes perecederos;

aconsejando a los deshonestos el matrimonio, sin provocar a los castos a la lujuria;

ponderando a estos la sublimidad de la pureza del cuerpo, sin hacer despreciar a los casados la fecundidad de la carne;

encareciendo las altas y grandes virtudes, sin inspirar desdén por las pequeñas y ordinarias;

y, por último, inspirando afición a las virtudes pequeñas, de tal suerte, que sus oyentes, no creyéndolas suficientes, mantengan una continua aspiración a las virtudes arduas y elevadas.

(San Gregorio Magno, Regla Pastoral, Parte III, cap. xxxvi)

Amor y unidad entre los creyentes

Así como nuestro cuerpo tiene muchas partes y cada parte tiene una función específica, el cuerpo de Cristo también. Nosotros somos las diversas partes de un solo cuerpo y nos pertenecemos unos a otros.

Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. Por lo tanto, si Dios te dio la capacidad de profetizar, habla con toda la fe que Dios te haya concedido. Si tu don es servir a otros, sírvelos bien. Si eres maestro, enseña bien. Si tu don consiste en animar a otros, anímalos. Si tu don es dar, hazlo con generosidad. Si Dios te ha dado la capacidad de liderar, toma la responsabilidad en serio. Y si tienes el don de mostrar bondad a otros, hazlo con gusto.

No finjan amar a los demás; ámenlos de verdad. Aborrezcan lo malo. Aférrense a lo bueno. Ámense unos a otros con un afecto genuino y deléitense al honrarse mutuamente. No sean nunca perezosos, más bien trabajen con esmero y sirvan al Señor con entusiasmo. Alégrense por la esperanza segura que tenemos. Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando. Estén listos para ayudar a los hijos de Dios cuando pasen necesidad. Estén siempre dispuestos a brindar hospitalidad.

Bendigan a quienes los persiguen. No los maldigan, sino pídanle a Dios en oración que los bendiga. Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo!

Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. 18 Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos.

(Carta del apóstol San Pablo a los Romanos 12,4-18.)

Que los muertos entierren a sus muertos

Muchas personas viven un amor fracasado con tal persistencia, que una vida entera no les basta para superarlo. Enviudan sin que se les haya muerto nadie, y, con las heridas abiertas, recuerdan día a día los detalles de su pasión truncada, como si los sucesos hubiesen ocurrido ayer. Clavados en un duelo no resuelto, mantienen un luto eterno que les impide respirar aire fresco y despejar la nostalgia. Convertidos en estatuas de sal, miran sólo hacia atrás, mientras dejan pasar nuevas oportunidades de formar pareja. Aferrados a una relación amorosa que hace rato ya murió, son incapaces de dar vuelta la hoja para vivir el presente y el futuro. A pesar de sí mismos, se quedan pegados emocionalmente en el pasado.

Cuando se está enfermo de otro, obsesionado y desesperado perpetuamente por una relación imposible, es fácil que los sentimientos puedan confundirse. Así, podemos creer que es amor lo que quizás sea más bien tristeza infinita o rabia por el abandono, o culpa por sobrevivirlo, o miedo al vacío, o una manera de vengarse por la traición y el agravio recibidos. Quizás simplemente sea nuestro ego obstinado, que se niega a admitir una derrota. Voluntariosos, nos cuesta tolerar que las cosas no salgan de acuerdo a lo planeado, o quedamos atragantados con tantas palabras y sentimientos que nunca lograron ser expresados. Orgullosos, nos es difícil soportar que el otro viva feliz sin nosotros, menos aún aceptar que tal vez desaparecimos de su vida sin dejar rastro. También puede ser un exceso de lealtad a una historia vivida con intensidad o simple rebeldía frente a una pérdida lamentable, o una forma particular de hacerle un homenaje a quien se quedó con nuestras ilusiones. O quizás sean profundas añoranzas de los buenos momentos, o expectativas falsas a las cuales seguimos apegados, o un insondable hastío por todos los sueños que se nos han desmoronado, o un temor incontrolable a la incertidumbre. Tal vez sean heridas de la infancia o los gritos acallados del pasado que sólo encuentran salida a través de una memoria obcecada.

Los duelos toman tiempo, y es bueno que usted se tome el suyo. Pero si se ha convertido en viudo del amor, necesita con urgencia entender que es su devoción la que ha mantenido vivo este amor ausente. El secreto para salir del laberinto de la añoranza consiste en saber darse por vencido. Si deja de insistir y se retira, inevitablemente se extinguirá la pasión que desde hace mucho sólo habita en su fantasía. Acepte de una vez que perdió esta batalla. Aúne voluntad para dejar ir la tristeza que le ha acompañado con tanta fidelidad durante su larga travesía por la soledad. Renuncie indeclinablemente a la nostalgia y regrese del sueño en que ha estado sumergido. Congelado, usted no ha permitido que otros fuegos entibien su alma. Ensimismado, ha girado una y otra vez alrededor de sus propias tristezas. Paralizado, no ha dejado que lo ayuden, paseándose por el mundo con el rostro incólume y la excusa perfecta para no comprometerse. Ha dedicado demasiadas energías a esconder su corazón destruido, transformándolo en un escudo impenetrable. No desperdicie más su enorme capacidad de amar y ábrales las puertas a o que puede significar amar en sus nuevas circunstancias, desde la fidelidad a sus principios morales y más profundos–para no traicionarse otra vez. Tenga cuidado, porque el dolor distrae y fácilmente se vuelve en costumbre. Para todo hay un límite en la vida, también para el llanto y la espera. Seque las lágrimas que aún quedan en sus ojos; encontrará la calma. Deje ya de vivir agonizando, sepulte las ilusiones sin destino y cubra su obstinación con tierra fresca. Entierre por fin a sus muertos y déjelos descansar en paz.

Basado en un texto de EUGENIA WEINSTEIN

Todo es nada sin ti, Señor

En ti, Señor Dios, pongo yo toda mi esperanza y mi refugio, en ti pongo toda mi tribulación y angustia, porque todo lo que miro fuera de ti, todo lo veo flaco y deleznable. Porque no me aprovecharán los muchos amigos, ni me podrán ayudar los defensores valientes, ni los consejeros discretos me darán respuesta provechosa, ni los libros de los doctos me podrán consolar, ni algún lugar retirado y seguro defender, si tú mismo no estás presente, y me ayudas, me esfuerzas, consuelas, enseñas y guardas.

De La Imitación de Cristo, Libro III.

El avance moral de la Humanidad

Los grandes imperativos morales están presentes en toda la historia. Las grandes conquistas éticas de la humanidad son tan verdaderas como las conquistas de la ciencia experimental o de la técnica. O incluso más, ya que captan más profundamente la verdad y resultan más decisivas para la felicidad humana. (Alfonso Aguiló)

Nuevo significado del verbo reinar

La hermosa celebración de la Santísima Virgen María como Reina del Universo es una ocasión muy propicia para descubrir lo que significa el verbo reinar cuando lo miramos desde Dios y no desde el hombre marcado por el egoísmo.

Precisamente lo que más nos condiciona cuando hablamos de reinar es que estamos acostumbrados a pensar en los reyes y las reinas como seres que se ponen en el centro de toda una nación o de todo un pueblo: desde ellos brota el poder; de ellos salen las decisiones; son ellos los que disponen todo y para ellos son los honores,las ganancias y todas las conquistas. Esta imagen notoriamente egoísta sobre lo que significa reinar oscurece nuestros ojos cuando nos acercamos al reino de Dios o cuando nos acercamos a una celebración litúrgica tan bella como la de la Virgen María, Reina del Universo. Quien está acostumbrado a ver a los reyes como seres narcisistas que reconcentran el poder y disfrutan todos los beneficios no pueden concebir que un rey comparta su reinado; y sin embargo es ésta una característica muy propia del Reino de Dios.

Así como Dios nos ha hecho partícipes de su propia naturaleza; así como nos ha dejado experimentar la fuerza de su amor y nos hace capaces de amar un poco como él mismo ama; y así como nos da de su sabiduría para reconocer las huellas de su presencia en la creación y en la obra redentora; de la misma manera nos da una participación de su poder en el gobierno de nosotros mismos, en el gobierno de las cosas que nos rodean, y en la capacidad de guiar a otros para que también experimenten los bienes y bendiciones que nosotros hemos recibido.

Esto significa que la participación en la naturaleza divina, que sucede auténticamente por la gracia y donación del Espíritu Santo, es también participación en el reinado de Dios. No tiene entonces nada de extraño lo que dice el Señor Jesucristo a los apóstoles cuando les anuncia que ellos se van a sentar en tronos para “juzgar” a las tribus de Israel (Mateo 19,28). Tampoco es extraña la frase de San Pablo: “si sufrimos con él reinaremos con él” (2 Timoteo 2,12). En efecto, aquello de sufrir con él significa estar unidos con viva caridad a su plan y a su voluntad. Esta clase de unidad proviene finalmente de la participación en su naturaleza, por el don del Espíritu Santo, como ya ha sido dicho. Cabe esperar entonces que Aquella que tuvo una unión absolutamente singular con el plan universal de salvación y redención que habría de realizar su hijo Jesucristo tenga también una participación completamente única en su reinado.

Es un despropósito entonces decir que la fiesta litúrgica de María reina del universo carece de base bíblica, siendo así que todo el Nuevo Testamento apunta en la dirección de la participación de la naturaleza divina como lo dice expresamente el apóstol (2 Pedro 1,4). Gocémonos pues en esta celebración litúrgica y pidamos al Señor que nos permita vivir con verdadera dignidad de hijos suyos.

Invitación a la Contemplación, 6 de 9: Sobre la Memoria

Sobre la Memoria

* Se hizo una experiencia con un monje budista y una monja carmelita en la que se pusieron electrodos en sus cabezas midiendo en un encefalograma las ondas cerebrales registradas mientras ambos hacían meditación. Dicen que finalmente el tipo de ondas registradas (ondas alfa) son similares y de ello algunos concluyen que no importa el contenido de la religión que profesen.

* Se ha difundido la idea que no importa lo que tú creas, el contenido de la fe es lo de menos. Dos autores de espiritualidad que vergonzosamente han apoyado esta idea son: el monje trapense, poeta y pensador estadounidense Thomas Merton y el sacerdote jesuita y psicoterapeuta Anthony de Mello.

* Para Anthony de Mello lo importante es la Iluminación, que implica un “caer en la cuenta” de muchas cosas y empezara ser mejor persona. El contenido neto de lo que hay que descubrir no interesa. No importa en lo que se crea o incluso si no se cree. Un movimiento parecido es el llamado Buenismo, en el que da igual todo, basta con no tener sentimientos criminales y sobre todo ser muy tolerante. Esta manera de pensar es un sofisma con efectos devastadores para la fe. En 1998, diez años después de la muerte de Anthony de Mello, la Congregación para la Doctrina de la Fe (dirigida por el entonces cardenal Ratzinger) investigó sus escritos y calificó algunos de ellos como incompatibles con una recta presentación de la fe católica.

* El registro de ondas cerebrales que coinciden (caso de la experiencia del encefalograma) no es suficiente como para decir que en términos éticos, de arte, o de mística,
da lo mismo cualquier religión.

* Hablemos del Budismo, cuyo fundador fue Siddhartha Gautama, Buda, alrededor del siglo V a. C. Nace del Hinduismo donde hay miles y miles de dioses, contra los que se rebela Siddharta. Su convicción es que el problema central es otro.

(1) De lo que se trata básicamente es de eliminar el deseo a través del control del cuerpo. Eso es lo fundamental, desocupar la mente. La mente que llega a la nada, llega al todo. Para los budistas el yo es una ilusión. El budismo quiere ayudarme a que no tenga deseos y ulteriormente incluso a eliminar el propio yo.

(2) Para los budistas, la razón no es útil en cuanto al sufrimiento; para descoyuntar la razón lo que hace es llevarla a su límite con enigmas. ¿Cuál es el sonido que hace una mano aplaudiendo? Esa es una pregunta bien hecha (gramaticalmente) pero sin solución racional.

(3) El budismo quiere que te desintereses de todo. Quiere que puedas aceptar lo que eres sin necesidad de desear un cambio. Con la disolución del yo entonces descubrirás que en realidad no existías. En realidad, tampoco importa que no existieses: alcanzaste el Nirvana.

(4) Una persona que representa este proceso es el Dalai Lama. El Budismo parece muy atractivo. Ojo con la palabra meditación porque se ha tergiversado. Para un budista es el vaciamiento de la mente (mente en blanco) y eso es totalmente incompatible con el Cristianismo.

* La Meditación cristiana: ¿en qué consiste?

(1) La Meditación cristiana no quiere la eliminación del sufrimiento. El sufrimiento puede ser formativo y puede tener su lugar. No se trata de sufrir por sufrir. No es nuestra meta, pero nuestra meta tampoco es implemente “parar de sufrir.”

(2) ¿Cuál es nuestra meta? ¿Hacer obras sociales y promoción humana, como propone una lectura reducida de Mt. 25? No, porque el Cristianismo se convertiría en una simple opción política o social. Gaudium et Spes nos da la clave cuando nos habla del Cielo y del cultivo hacia el Reino futuro. El Cristianismo no se reduce a un puro donar mercados o ser solidarios.

(3) Si vamos a la Sagrada Escritura encontramos la palabra clave. En 1 Jn. 1, dice que nosotros damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna “para que también vosotros estéis en comunión con nosotros
Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.” Nuestra meta es ser y hacer Comunión (koinonía), que es unión de ser.

(4) Nuestra Comunión está dirigida hacia Dios, como muy bien nos recuerda la regla de San Agustín: Anima una, et cor unum in Deum! Ese es el Cristianismo.

* La Contemplación cristiana es única porque la Contemplación cristiana es un camino hacia, se hace y está siempre dentro de la Comunión. El Cuerpo de Cristo nos hace miembros de la familia de Dios. Jesucristo ora al Padre implorando que todos seamos uno.

* Los consagrados que tendríamos que ser expertos en Contemplación hemos dejado de hacerla y hemos provocado gran confusión al practicar o permitir que se practiquen, sin reato de conciencia, cosas como la meditación trascendental.

* La gran diferencia está en la Memoria. Nuestra Comunión comienza en la Memoria. Estamos en Comunión con nuestros antepasados, con nuestra familia en espíritu, con la de sangre y con ellos con el plan de Dios.

* Hacer memoria tiene varios niveles:

(1) me hace entrar en Comunión y me muestra mi raíz

(2) me hace ver quién soy y hacia dónde voy

(3) me conserva en la certeza de que soy hechura de Dios.

* La Memoria tiene un papel irreemplazable.

Sobre la Voluntad de Dios

¿Cómo quieres que Dios te guíe si se supone que tiene que aprobar todo lo que a ti te gusta y darle fuerza a lo que tú prefieres? #VdDios

Para que las cosas se parezcan más a lo que Dios quiere, a menudo tienen que parecerse menos a lo que tú quieres. #VdDios

Pasos en la madurez al recibir contradicciones: rebelarse; quejarse; entristecerse; aceptar; aprender; agradecer; alegrarse. #VdDios

Pasos al recibir aprobación: disfrutarlo; no confiar en multitudes; revisarse; preguntar por los olvidados; dar sólo gloria a Dios. #VdDios

Cada acto de acogida de la voluntad divina es un paso que te acerca a su modo de ver y amar, es decir, al gozo de su Cielo. #VdDios

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¡Supera tu propia Zona de Confort!

  1. Toda forma de avance, crecimiento o victoria implica salir de tu #ZonaDeConfort.
  2. La #ZonaDeConfort también la puedes llamar: zona de no aprender nada.
  3. Jesucristo nunca dejó a nadie en su #ZonaDeConfort.
  4. Lo mejor de ti tiene la mala costumbre de salirse cada día de tu #ZonaDeConfort; no lo recuperarás si te quedas en ella.
  5. El peligro de tu #ZonaDeConfort es que te hace creer que eres bueno simplemente porque no eres malo.
  6. Piensa en la gente que admiras; ahora pregúntate cuántos de ellos se quedaron vegetando en su #ZonaDeConfort.
  7. ¿Quieres aprender a identificar un amigo falso? Es el que te deja como te encontró: en tu #ZonaDeConfort.
  8. Una causa frecuente de desastre en las parejas es que tratan de definir su relación como la intersección de la #ZonaDeConfort de cada uno.
  9. Sólo hay un día apropiado para salir de la #ZonaDeConfort: HOY.
  10. Salir de la #ZonaDeConfort es empezar a encontrar lo que me sirve más allá de lo que me gusta.

Cuando todo se subjetiviza…

Una meditación de Alfonso Aguiló.

Raskolnikof, el protagonista de “Crimen y Castigo” de Dostoievski, es un joven estudiante de Derecho, convencido de que la conciencia es una simple imposición social. De hecho, mata fríamente a una vieja usurera, y después del asesinato dice no tener remordimiento alguno. Asegura haber vencido el prejuicio social de la conciencia: “¿Mi crimen? ¿Qué crimen? ¿Es un crimen matar a un parásito vil y nocivo? No puedo concebir que sea más glorioso bombardear una ciudad sitiada que matar a hachazos. No comprendo que pueda llamarse crimen a mi acción. Tengo la conciencia tranquila”.

Poco a poco su conducta se vuelve cada vez más desequilibrada y acaba en la cárcel. Al final de la novela, mientras cumple su condena en Siberia, sufre una pesadilla inquietante. Sueña que el mundo es invadido por una plaga de microbios que transmiten a los hombres la extraña locura de creer que cada uno está en posesión de la verdad. Surgen discusiones interminables, porque nadie considera que debe ceder, se hacen imposibles las relaciones familiares y sociales y el mundo acaba convirtiéndose en un manicomio insoportable.

Reflexionando sobre este sueño, Raskolnikof acaba descubriendo que su teoría para justificar el crimen es parecida a la conducta de aquellos hombres locos de su sueño.