El carácter sobrenatural del apostolado de san Alberto Hurtado

“Ahora que Chile sufre una revolución de intención pretendidamente social, queremos detenernos en el jesuita chileno, para contemplar aquel aspecto central de su vida –muchas veces olvidado y hasta silenciado– sin el cual, todo su «apostolado social» hubiese sido como una campana que resuena (I Cor, 13,1) porque no habría sido aquel reflejo del dulce amor misericordioso del Señor…”

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“Sólo volviendo a Dios…”

“Estamos viviendo una situación generalizada de violencia descontrolada, con las consecuencias de la prevalencia de la «ley de la selva«, esto es, del fuerte sobre el débil. La razón última de lo que está aconteciendo en tantas partes del mundo, en nuestra Patria y en nuestra Región es la ausencia de Dios en la conciencia de muchas personas y en la sociedad como tal….”

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Sobre la conquista de Chile y nuevo balance del final del imperio incaico

Conquista de Chile

Después de la fracasada expedición de Almagro, nada se había intentado hacia Chile. Don Pedro de Valdivia, hidalgo extremeño, maestre de campo y hombre de confianza de Pizarro, le pide a éste autorización para intentar la conquista de Chile. Parte del Perú a comienzos de 1540, con una docena de hombres -el nombre de Chile inspiraba temor y casi nadie se animaba a la empresa-. Se le suman más hombres por el camino, hasta 150, la mayoría de ellos hidalgos, de los que incluso 33 sabían leer y escribir, y 105 firmar: gente culta.

Superando grandes resistencias de indios, desiertos y distancias, llega Valdivia a fundar en 1541 Santiago de Chile. En sus cartas a Carlos I se nota que él, como Hernán Cortés, el primer mexicano, se ha enamorado de aquella tierra -«para perpetuarse no la hay mejor en el mundo»-, y viene a ser el primer chileno.

Con mucha solicitud por poblar, se fundan en su tiempo ciudades como La Serena (1544), Concepción (1550), Valdivia (1552), La Imperial (1552) y Villarrica (1552). Finalmente Valdivia, en 1553, acudiendo a sofocar la insurrección de Arauco, conducida por su antiguo paje, el valeroso Lautaro, muere con todos sus compañeros en Tucapel.

Antes y ahora

Los cronistas de la época dejan ver en ocasiones que al encontrarse los españoles y los indios, tanto en el Perú como en otros lugares de América, se produjo a veces una relativa degradación moral de los indios, que ya no se sujetaban a sus antiguas normas, y que todavía no habían asimilado los ideales cristianos. Es ésta, por ejemplo, una tesis continua en la obra de Guamán, cristiano sincero, que idealiza quizá un pasado inca, que él, nacido en 1534, no pudo conocer personalmente. Él piensa que los incas «guardaron los mandamientos y buenas obras de misericordia de Dios en este reino, lo cual no lo guardan ahora los cristianos» (Nueva crónica 912).

Guamán piensa que la atención de huérfanos e inválidos, enfermos y pobres, antes era mejor (898-899). Ahora abundan el juego, las deudas y los robos, cosas que antes apenas se daban (914, 929, 934). Ahora hay pereza y rebeldía en el indio, mientras que antiguamente «el indio tenía tanta obediencia como los frailes franciscanos y los reverendos padres de la Compañía de Jesús. Y así los indios besaban las manos y el corazón del cacique principal para salir a trabajar… Antes había más humildad y caridad y amor del servicio de Dios y de su Majestad en todo este reino. Ahora está perdido el mundo» (876). Antes, «en tiempo de los Incas no había adúlteras, putas, mal casadas» (929), «no hubo adúltera ni lujuriosa mujer, y a ésta luego le mataba en este reino» (861). Pero ahora las indias, en trato con españoles y españolas, se han echado a perder, y «salen muy muchos mesticillos y mesticillas, cholos y cholas. Y así no hay remedio en este reino» (861). Antes «los Incas a los indios, indias borrachos los mandaba matar luego como a perros y puercos. Ahora en esta vida se les perdona por Dios y así recrece más» el vicio (882).

El indio Guamán, al recordar el caído imperio incaico, no quiere que sea restablecido, pero sí que se aplique a los indios conversos una ascética cristiana de dureza incaica. Y así pretende que «todos los indios en este reino obedezcan todo lo que manda la santa madre Iglesia y lo que mandan los prelados y curas y sacerdotes, los diez mandamientos, el evangelio y la ley de Dios que fuere mandado. Y que no pasen de más ni menos. Y a los que pasasen, sea castigado y quemado en este reino» (860)…

En los ingenuos escritos de Guamán se aprecia a veces que le sale el inca, pero en otras ocasiones hace observaciones realmente conmovedoras: «Mira, cristiano lector, aprende de esta gente bárbara que aquella sombra de conocer al Creador no fue poco. Y así procura de mezclar [todo lo bueno que esos indios vivieron] con la ley de Dios para su santo servicio» (62).

Del orden al caos

El socialismo totalitario de los Incas de tal modo era un todo, que una vez descabezado por los españoles, cae totalmente. Ya muy pronto los incas, completamente desorganizados y desmoralizados, no suponen un peligro para los viracochas españoles. Más bien encuentran éstos el peligro en las guerras civiles que ellos mismos producen, hasta dar en un caos de anarquía…

En efecto, por esos años, el Perú era un hervidero de guerras civiles entre los españoles, algo vergonzoso para aquellos indios, tan hechos a la disciplina imperial del Inca. Luchan Francisco Pizarro y Diego de Almagro (1537-1538); pelean a muerte el hijo de Almagro y Vaca de Castro, nuevo gobernador del Perú (1541-1542); se rebela Gonzalo Pizarro contra las Leyes Nuevas que llegan de España, y es muerto el virrey Núñez de Vela (1544-1546); lucha Gonzalo Pizarro contra el licenciado La Gasca, eclesiástico enviado por la Corona con plenos poderes, y el primero es derrotado y muerto (1547-1548); se alza Hernández Girón contra la Audiencia de Lima (1553-1554), y finalmente La Gasca impone la autoridad de la Corona. Sólo entonces el virreinato del Perú se afirma y va adelante.

Del caos al orden

La Gasca trajo al Perú la paz, tras veinte años de caos. Y el virrey Francisco de Toledo estableció el orden, hasta el punto que ha sido llamado «el nuevo Pachacutec» del mundo hispano-incaico. Toledo hizo personalmente una visita larga y minuciosa del antiguo imperio, y tras recoger amplias informaciones de los funcionarios de provincias -publicadas en el siglo XIX en cuatro tomos, con el título Relaciones geográficas de las Indias-, fue configurando un orden nuevo, no indio, ni hispano, sino hispanoindio. Según Louis Baudin, «los destinos de un pueblo han sido rara vez dirigidos por administradores tan grandes como el presidente La Gasca o el virrey F. de Toledo» (Imperio socialista 367).

En efecto, dice el mismo autor en otra obra, «los españoles han destruido los ídolos y los quipos, pérdida irreparable, pero han conservado muchas instituciones y no han tratado de suprimir a los habitantes, como colonizadores menos bienintencionados no han dudado de hacer en otras partes. En un estilo muy actual, el Rey de España designaba al Perú como un «reino de ultramar» y no como una colonia, y lo miraba como una réplica de la metrópoli al otro lado del océano, no como un territorio para explotar. Los indígenas gozaban de las disposiciones protectoras “inverosímilmente modernas” de las leyes de Indias [J. A. Doerig], y ya desde mediados del siglo XVI, Lima vino a ser uno de los grandes centros culturales del Nuevo Mundo» (Les incas 165).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Tres iglesias son atacadas y reciben amenazas ante la visita del Papa a Chile

“…«No nos someteremos jamás al dominio que quieren ejercer sobre nuestros cuerpos, nuestras ideas y actos, por que nacimos libres de decidir el camino que queramos tomar. Contra todo religioso y predicador. Cuerpos libres, impuros y salvajes. Atacamos con el fuego del combate haciendo explotar su asquerosa moral», afirma uno de los panfletos encontrados en uno de los ataques a iglesias chilenas que tuvo lugar esta madrugada en Santiago de Chile: «Papa Francisco, las próximas bombas serán en tu sotana», finaliza el texto…”

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Cientos de chilenos se levantan contra el totalitarismo abortista

“Cientos de personas, entre médicos, estudiantes, enfermeras y otros, realizaron un nuevo acto por la vida frente al Palacio La Moneda, en Santiago de Chile, para manifestar su total rechazo al proyecto de ley de aborto que se discute en el Parlamento, el que además, expresaron, vulnerará los derechos constitucionales de los profesionales. La médico y vocera María Esther Goldsack enfatizó que con la ley «será vulnerada en primer lugar la vida, luego habrá una discriminación en el empleo, la educación, las carreras y la elección de la especialidad. Nuestra objeción de conciencia no podrá ser invocada ante la “prestación de salud” (aborto), en la enseñanza, ni en la preparación de profesionales»…”

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Meditacion de San Alberto Hurtado, un verdadero jesuita

Los grandes ídolos de nuestro tiempo son el dinero, la salud, el placer, la comodidad: Lo que sirve al hombre. Y si pensamos en Dios, siempre hacemos de Él un medio al servicio del hombre. Le pedimos cuentas, juzgamos sus actos, nos quejamos cuando no satisface nuestros caprichos. Dios en sí mismo parece no interesarnos. La contemplación está olvidada, la adoración y la alabanza es poco comprendida. Al hombre de mundo sólo le corresponde trabajar y gozar.

El criterio de eficacia, rendimiento y utilidad fundan nuestra manera de actuar. No se comprende el acto gratuito, desinteresado, del que nada hay que esperar económicamente. Mucho menos se entiende el valor del sacrificio. La explicación es simple: En este siglo industrial todo se pesa, todo se cuenta, todo se mide. La adhesión de la inteligencia se obtiene a fuerza de utilidad y de propaganda. ¿Cómo no extender este criterio al dominio de las almas? Los medios sobrenaturales como la Penitencia y la Eucaristía, son reemplazados por recetas naturales: higiene, dignidad, testimonio indiscutible de un debilitamiento del sentido de Dios.

Muchos continúan pronunciando el nombre de Dios. No pueden olvidar sus enseñanzas que desde pequeños les enseñaron sus padres, pero se han acostumbrado al sonido de la palabra Dios como algo cotidiano y se contentan con ella sola, tras la cual no hay ningún concepto que pueda comparase en lo grande y terrible, en lo tremendo y arrobador de la realidad que es Dios.

No niegan a Dios; lo invocan, pero nunca han penetrado su grandeza y la bienaventuranza que puede hallarse en Él. Dios es para ellos algo inofensivo con lo que no hay que atormentarse mucho. La existencia misma de Dios nunca se ha interpuesto en su camino, gigantesca o inaccesible como una montaña. Dios queda en el horizonte como un volcán que está bastante lejos para no temerle, pero aún bastante cerca para darse cuenta de su existencia. A menudo Dios no es más que un cómodo refugio mental. Todo lo que es incomprensible en el mundo o en la propia vida se le achaca a Dios: ¡Dios lo ha dicho! ¡Dios lo ha querido!

A veces Dios es un cómodo vecino a quien se puede pedir ayuda en un apuro o en una necesidad. Cuando no se puede salir del paso, se reza, esto es, se pide al bondadoso Vecino que lo saque del peligro, pero se volverá a olvidar de Él cuando todo salga bien. Éstos no han llegado hasta la presencia abrumadora de la proximidad de Dios.

Al hombre siempre le falta un tiempo para pensar en Él. Tiene tantos otros cuidados: comer, beber, trabajar y divertirse. Todo esto tiene que despacharse antes de que él pueda pensar con reposo en Dios. Y el reposo no viene. Nunca viene.

Hasta los cristianos a fuerza de respirar esta atmósfera estamos impregnados de materialismo práctico. Confesamos a Dios con los labios, pero nuestra vida de cada día está lejos de Él. Nos absorben mil ocupaciones. Nuestra vida de cada día es pagana. En ella no hay oración, ni estudio del dogma, ni tiempo para practicar la caridad o para defender la justicia. La vida de muchos de nosotros, ¿no es, acaso, un absoluto vacío?

Todo lo que es propio del cristiano, conciencia, fe religiosa, espíritu de sacrificio, apostolado, es ignorado y aún denigrado. Nos parece superfluo. Los más llevan una vida puramente material de la cual la muerte es el término final. ¡Cuántos bautizados lloran delante de la tumba como los que no tienen esperanza!

La inmensa amargura del alma contemporánea, su soledad, las neurosis y hasta la locura, tan frecuentes en nuestro siglo, ¿no son fruto de un mundo que ha perdido a Dios? Ya bien lo decía San Agustín: “Nos creaste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

Felizmente el alma humana no puede vivir sin Dios. Espontáneamente lo busca, como el girasol busca el sol. En el hambre y sed de justicia que devora muchos espíritus, en el deseo de grandeza, en el espíritu de fraternidad universal, está latente el deseo de Dios. En medio de un mundo en delincuencia hay grupos de almas escogidas que buscan a Dios con toda su alma y cuya voluntad es el supremo anhelo de sus vidas. Y cuando lo han hallado, el espíritu comprende que lo único grande que existe es Él. Las decisiones realmente importantes y definitivas son las que yacen en Él.

El que halla a Dios se siente buscado por Dios, como perseguido por Él, y en Él descansa. Ve ante sí un destino junto al cual las cordilleras son como granos de arena. Esta búsqueda de Dios sólo es posible en esta vida, y esta vida sólo toma sentido en esa misma búsqueda. Un día cesará la búsqueda y será el definitivo encuentro. Llegará un día en que veremos que Dios fue la canción que meció nuestras vidas. ¡Señor, haznos dignos de escuchar esa llamada y de seguirla fielmente!

Madurez en el Espiritu, 5 de 5, Tu necesitas del Espiritu

Congreso de la Región Centro-Sur de la Renovación Carismática en Chile.

Tema 5 de 5: Tú necesitas del Espíritu

El Espíritu Santo es el fruto por excelencia del sacrificio de Cristo en su cruz. por eso mismo, el Espíritu trae todo el sabor, al esencia misma de su amor y de su entrega “extrema.”

A veces creemos que nos conocemos y que sabemos lo que es mejor para nosotros. A veces creemos que podemos decidir sobre nuestras vidas con autonomía tan grande que basta con proponerse las cosas para lograrlas. Es un poco el mensaje que se vende en la literatura de “auto-superación.”

Pero, aunque es saludable tener un pensamiento “positivo” y una actitud optimista, lo que en realidad sabemos de nosotros es como una lamparita en medio de un océano de ignorancia. San Agustín decía que Dios está más dentro de mí que yo mismo.

Fiarse del Espíritu es darle a Dios la oportunidad de hacer sus obras a su tamaño y a su placer. No podemos ganar más que cuando lo perdemos todo por Él.

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Madurez en el Espiritu, 4 de 5, La Eucaristia y la Cruz

Congreso de la Región Centro-Sur de la Renovación Carismática en Chile.

Tema 4 de 5: La Eucaristía y la Cruz

Es el amor, finalmente, quien nos sana, nos reconstruye, nos alimenta, nos levanta. Por ello mismo, cuanto más grande es nuestra necesidad, más amor necesitamos. Siendo extremo el daño que causa el pecado, porque nos aparta de nuestro bien propio, hay que decir que necesitamos amor extremo.

Según el Evangelio de Juan, ese “amor extremo” se nos ofrece singularmente en el desenlace de la vida de Cristo. Viendo el testimonio de los demás evangelistas, concluimos que la eucaristía, la cruz y la donación del Espíritu son expresión y realidad de ese amor infinito, sin límites, que puede sanarlo todo y que además puede colmar de verdad nuestros anhelos más hondos.

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Madurez en el Espiritu, 3 de 5, Ejes de tension en los grupos

Congreso de la Región Centro-Sur de la Renovación Carismática en Chile.

Tema 3 de 5: Ejes de tensión en los grupos

Todo grupo humano, sea constituido por creyentes o no creyentes, sufrirá tensiones principalmente en tres áreas, que resultan fáciles de recordar si uno las relaciona con los votos de los religiosos: pobreza, castidad y obediencia.

La POBREZA nos recuerda que siempre necesitamos recursos, y que allegar y administrar recursos trae sus dificultades. A este respecto, es necesario que todos tomemos conciencia de lo que se puede lograr o impedir sumando fuerzas.

La CASTIDAD nos recuerda que todos tenemos afectos, y eso implica: preferencias, amistades más fuertes, heridas del pasado, y todo ello facilita o impide la marcha de nuestras comunidades. Es preciso tener claro el bien común.

La OBEDIENCIA nos recuerda que sin líderes, organización y disciplina no se logra nada serio. Ello implica saber posponer uno muchas veces sus opiniones o gustos.

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