LA GRACIA del Sábado 4 de Febrero de 2017

Cristo derrama su misericordia en la Iglesia haciéndola fuerte y sacándola de sí misma para ponerla al servicio del anuncio del Evangelio a todas las naciones.

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LA GRACIA del Sábado 22 de Octubre de 2016

Cristo es el cimiento, el constructor y la meta; está en el pasado, presente y futuro y es inseparable de la Iglesia, renovándola y al mismo tiempo renovándonos a través de Ella.

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La Iglesia de Cristo “subsiste” en la Iglesia Católica

En un curso de formación para laicos en mi parroquia, uno de los conferencistas nos dijo que “La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica.” Por supuesto, me llamó la atención el verbo “subsistir” pero el tema central de ese día no daba para aclararlo. ¿Puede darnos alguna luz, fray Nelson? –C.G.

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Creo que lo mejor es acudir a una buena explicación que se encuentra en la página oficial de la Santa Sede:

Cristo «ha constituido en la tierra» una sola Iglesia y la ha instituido desde su origen como «comunidad visible y espiritual»[Lumen gentium, 8.1]. Ella continuará existiendo en el curso de la historia y solamente en ella han permanecido y permanecerán todos los elementos instituidos por Cristo mismo[Unitatis redintegratio, 3.2; 3.4; 3.5; 4.6]. «Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos una, santa, católica y apostólica (…) Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él»[Lumen gentium, 8.2].

En la Constitución dogmática Lumen gentium 8 la subsistencia es esta perenne continuidad histórica y la permanencia de todos los elementos instituidos por Cristo en la Iglesia católica, en la cual, concretamente, se encuentra la Iglesia de Cristo en esta tierra.

Aunque se puede afirmar rectamente, según la doctrina católica, que la Iglesia de Cristo está presente y operante en las Iglesias y en las Comunidades eclesiales que aún no están en plena comunión con la Iglesia católica, gracias a los elementos de santificación y verdad presentes en ellas[Juan Pablo II, Carta Encíclica Ut unum sint, 11.3: AAS 87 [1995-II] 928], el término “subsiste” es atribuido exclusivamente a la Iglesia católica, ya que se refiere precisamente a la nota de la unidad profesada en los símbolos de la fe (Creo en la Iglesia “una”); y esta Iglesia “una” subsiste en la Iglesia católica.

El uso de esta expresión, que indica la plena identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católica, no cambia la doctrina sobre la Iglesia. La verdadera razón por la cual ha sido usada es que expresa más claramente el hecho de que fuera de la Iglesia se encuentran “muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica»[Lumen gentium, 8.2].

«Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia»[Unitatis redintegratio, 3.4].

El peligro de pelear contra un solo monstruo

La figura del monstruo evoca aquello que tiene que ser combatido o de lo cual uno huye porque es un peligro inminente. Una parte considerable de la literatura universal contiene temas épicos en los que siempre sobresale un gran combate; a menudo se trata de luchar contra distintas clases de bestias potentes y crueles, persistentes y despiadados: auténticos monstruos, incluso si se trata de seres humanos.

Existe sin embargo el peligro, alimentado por Hollywood, de ver todo drama como una lucha contra un solo monstruo, con lo cual fácilmente se pierde de vista la complejidad que trae la vida misma y además se pierden del radar algunos enemigos.

Esto es particularmente cierto cuando se trata de nuestra vida cristiana. Es fácil concentrar las fuerzas en derribar a un enemigo que se considera muy peligroso y muy dañino pero sólo para caer en las fauces de otro monstruo que nos esperaba exactamente en el extremo opuesto.

Consideremos, por vía de ejemplo, el caso de una persona que ha quedado traumatizada porque alguna vez que fue a confesarse el sacerdote, de una manera insistente y casi enfermiza, le repetía preguntas y más preguntas. A un cierto punto el penitente ya no sabe distinguir entre los interrogantes oportunos y las cuestiones que parecen brotar de alguna forma de morbosidad. La experiencia que esta persona ha tenido confesándose puede describirse como una sala de torturas. Si luego esa persona va a hablar sobre el sacramento de la confesión, es muy posible que describa ante todo lo que la confesión no debe ser: una sala de torturas. Y por supuesto, eso es verdad, pero sucede que ese no es el único peligro que acecha con respecto a la confesión: y al concentrar toda la atención en un extremo, a saber, en el monstruo del rigor, esta persona puede olvidar que existen otros monstruos que también quieren destruir nuestra vida, como por ejemplo el monstruo del relativismo.

Lo contrario también puede pasar: una persona fastidiada del relativismo que encuentra en tantos lugares de la Iglesia considerará probablemente que el verdadero cristianismo tiene que ser estricto y tiene que estar marcado por el rigor. Por ese camino puede llegar a la intransigencia e incluso a la agresividad–que no es sino el resultado de haberse entregado al monstruo que nunca llegó a ver.

Por eso digo que hay gran peligro en eso de luchar contra un solo monstruo: si nos concentramos en el rigor, para rechazarlo, podemos caer en el relativismo; si por el contrario vemos como único enemigo al relativismo podemos caer en el rigor y volver al rigor nuestra religión. Lo trágico de ambas historias es que cada uno justificará su opción describiendo con detalle los horrores del monstruo dle que está huyendo–sin atinar a ver al mosntruo al que se está dando.

Hay ejemplos semejantes a la pareja dialéctica rigorismo – relativismo. Pero será mejor que los lectores interesados los añadan en sus comentarios.

No todas las luchas valen la pena

A tantos católicos rebeldes les diría que faltan a su deber los que, en lugar de atenerse a la disciplina y a la obediencia a la autoridad legítima, se convierten en partido; en bandería menuda; en gusanos de discordia; en conjura y chismorreo; en fomentadores de estúpidas pugnas personales; en tejedores de urdimbres de celos y crisis.

Más pensamientos de San Josemaría.

El Primado de Pedro

“No han faltado a lo largo de la historia quienes -ignorando la genuina doctrina católica o mirando las cosas sin la visión sobrenatural que lleva a proclamar que la Iglesia es fruto de la acción de Dios y no mero producto humano- se han opuesto al primado del Papa, acusándolo de ser una concepción elaborada por los hombres bajo el influjo de circunstancias históricas y políticas extrañas al verdadero cristianismo…”

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El puente lleva un nombre: amar

El presente de la Iglesia incluye persecuciones; su futuro es victoria; y el camino entre este presente y ese futuro es la fidelidad en el amor de Cristo.

Fieles con amor a la Iglesia

Quiero tener la sangre de mi Madre la Iglesia; no la de Alejandro, ni la de Carlomagno, ni la de los siete sabios de Grecia.

Puede suceder que haya, entre los católicos, algunos de poco espíritu cristiano; o que den esa impresión a quienes les tratan en un determinado momento. Pero, si te escandalizaras de esta realidad, darías muestra de conocer poco la miseria humana y… tu propia miseria. Además, no es justo ni leal tomar ocasión de las debilidades de esos pocos, para difamar a Cristo y a su Iglesia.

Es verdad que los hijos de Dios no hemos de servir al Señor para que nos vean…, pero no nos ha de importar que nos vean, y ¡mucho menos podemos dejar de cumplir porque nos vean!

Más pensamientos de San Josemaría.

El cristianismo no es una filosofía

“El cristianismo no es una filosofía. No se presenta como una filosofía más en el mercado del pensamiento. El cristianismo es, ante todo, la intervención histórica de Dios Padre en su Hijo Cristo, por medio del Espíritu Santo, para salvar al hombre de la esclavitud del pecado y de la muerte y elevarlo a la condición de hijo de Dios. Antes que una doctrina, es un hecho salvador que se perpetúa en el seno de la Iglesia…”

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¿Propiamente qué son los ministerios, consagraciones, devociones..?

Estimado Fray Nelson: Reciba un cordial saludo con sincera gratitud por su bondad en su ministerio sacerdotal. Ruego su caridad en responder este mensaje para aclarar la siguiente duda: Me pregunto sobre la diferencia entre Laicado y Voluntariado. Entre ministerio, consagración y devoción. Finalmente, me pregunto si es correcto cuando afirman que la Adoración Eucarística, a Jesús Sacramentado es una devoción. Dios le pague y le colme con su bendición. — C.M.Q.B.

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“Laicado” es la característica de aquel número inmenso de fieles bautizados que son la mayortía del pueblo cristiano y que, viviendo en medio de las realidades de este mundo, tienen como misión propia conducirlas de acuerdo con el plan de Dios y para el reinado de Cristo. Padres de familia, científicos, literatos, artistas, profesores, deportitstas… son incontables los caminos de los hijos de Dios en esta tierra. A medida que se hacen conscientes del valor de su bautismo y de su unión con Cristo, son instrumentos muy fuertes y necesarios para que la vida nueva propia de nuestra fe impregne todas las áreas de la vida.

Un “voluntariado” en cambio es un grupo de personas que se asocian para hacer algunas obras buenas, usualmente en favor de personas en condición de fragilidad y dependencia, o también como respuesta a algunas necesidades de la sociedad. En un voluntariado hay de todo, y no se debe presumir siquiera que tengan una misma fe. Siendo algo provechoso, en muchas ocasiones, también puede ser una especied e tranquilizador de la conciencia, como para no pensar en las grandes y nobles exigencias de nuestra fe, a saber, la santidad, la evangelización, el reinado de Cristo. Entre estar en un voluntariado y no hacer nada, parece mejor estar en el voluntariado; pero es poca cosa frente a un verdadero compromiso de fe.

La palabra “ministerio” significa originalmente un “servicio.” Los sacerdotes, por ejemplo, son llamados “ministros del altar” pero como cerca del altar se realizan tantos servicios, de una o de otra forma, bien se puede decir que los acólitos son también “ministros del altar.” de hecho, la Iglesia Católica confiere de modo oficial y solemne el “ministerio” del acolitado a quienes se espera que un día sean ordenados sacerdotes pero en principio ese ministerio lo podrían recibir también personas que no tienen el sacerdocio en su horizonte de vida pues el acolitado y el lectorado son ministerios propiamente “laicales.”

Un poco por influencia protestante, aunque no particularmente dañina en esta materia, se habla hoy también de otros ministerios, en el sentido de servicios, en algunos lugares. Así por ejemplo, se habla de un “ministerio de música” para referirse al grupo que acompaña algunas celebraciones o eventos de evangelización. En algunos sitios de Estados Unidos he oído la expresión: el “ministerio” para referirse a comunidades enteras que desarrollan distintas actividades propias de la evangelización.

La “consagración” indica en principio una de dos cosas: (1) Opción de algunas personas que, renunciando a la posibilidad de formar su propia familia, toman como suyos los intereses del Reino de Dios y a ellos se entregan con particular ardor; es el caso de los monjes, las monjas, las vírgenes consagradas y los miembros de las comunidades religiosas, tanto femeninas como masculinas. Este tipo de consagración se concreta en los VOTOS: típicamente, votos de pobreza, castidad y obediencia. (2) Acción y efecto dle sacramento del orden, en sus diversos grados: diácono, sacerdote y obispo.

La misma palabra “consagración” ha adquirido matices más amplios por la obra de predicación y evangelización de santos como Luis María Grignon de Monfort, que propagó ampliamente la “consagración” a la Virgen María. En este caso, el sentido es que bajo la guía y protección cercana de Maria podemos alcanzar con mayor agilidad y profundidad una genuina vida cristiana. Otras consagraciones semejantes son las que se realizan al ángel de la guarda, a San José, o incluso como expresión de la pertenencia a un movimiento eclesial. No debería extenderse y estirarse tanto esta palabra, me atrevo a decir, porque termina perdiendo su auténtico valor.

Una “devoción” es una práctica, que normalmente incluye acciones y palabras, con la que algunos fieles consideran que su vida cristiana se afianza, crece o florece con mayor fuerza. El origen de la palabra “devoción” indica algo a lo que uno se “entrega” como queda sugerido también con las consagraciones. Y sin embargo, el uso real de la palabra indica algo que es en cierto modo opcional, es decir, que no perteece a las obligaciones propias del cristiano por el solo hecho de ser cristiano.

Por supuesto, las devociones son muchas: estamos hablando de peregrinaciones, novenas, reuniones piadosas de distintos tipos.

Surge la pregunta: ¿es la adoración al Santísimo una devoción? Claramente cumple con la definición propuesta: incluye acciones específicas, tiene un propósito de crecimiento en la fe y la gracia, y de suyo no es obligatorio. Es muy, muy recomendable, pero no es obligatorio al punto de lo que es en cambio, por dar un ejemplo, la participación en la eucaristía dominical. Lo que sí debemos decir es que, entre todas las devociones, nada se le compara, y a todas supera.