Un joven le habla a sacerdotes y obispos

“No es lo habitual que un joven de 23 años les ponga las cosas claras a los obispos del mundo… ¿Qué fue lo que les dijo?, ¿qué es lo que espera un joven católico de la nueva evangelización? Este fue el discurso -por cierto muy breve- del participante más joven en el pasado Sínodo…”

Joven habla a sacerdotes y obispos

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Maestros en la Fe, 5 de 6, Pablo VI y el valor de creer

[Curso a las Monjas Dominicas del Monasterio de Santa Ana, en Murcia, España.]

Tema 5 de 6: Pablo VI y el valor de creer

Breve perfil biográfico

* Trabajó en la Secretaría de Estado del Vaticano de 1922 a 1954, cuando fue nombrado Arzobispo de Milán (sede de San Ambrosio y San Carlos Borromeo, entre otros).

* Continuó el Concilio (1963-1965), fue el primero en aplicarlo e interpretar sus enseñanzas, rodeado de presiones, sospechas e incluso acusaciones.

* Papa de gran espiritualidad mariana, escribió tres encíclicas sobre el Rosario y sobre la Virgen, a la que dio por primera vez el título de “Madre de la Iglesia.”

* Valiente y a la vez deseoso de acoger a todos, le correspondió una época de profundos cambios y un tiempo muy convulso: Llegada del hombre a la Luna, Guerra Fría, Guerra de Vietnam, auge de las Brigadas Rojas; fue el primer pontífice en dirigir la palabra a las Naciones Unidas. No menores fueron las tensiones en la Iglesia: extremismos postconciliares, publicación del catecismo holandés, levantarse de la rebeldía lefebvriana, y sobre todo: desobediencia cínica frente a su Encíclica Humanae Vitae.

* Escribió así cuando fue elegido Papa el 21 de Junio de 1963: “Según palabras del mismo Montini, él sabía lo que venía. Escribió en su diario: “La posición es única. Me trae gran soledad. Yo era solitario antes, pero ahora mi soledad llega a ser completa e impresionante…” Pero no tenía miedo a la nueva soledad que se esperaba de él. Reconoció que sería inútil buscar ayuda fuera, o de confiar todo a los demás. Se veía tan solitario, con Dios. La comunicación con Él debía ser completa e inconmensurable.

El Credo del Pueblo de Dios

* Pablo VI convocó el Año de la Fe (1967-1968), con ocasión de los XIX siglos del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, y ante las desviaciones doctrinales que ya asomaban, como en el Catecismo Holandés. Jacques Maritain, filósofo, católico convencido, y amigo personal del Papa, le sugirió que el Papa expresara en lenguaje sencillo, para todos, la fe de la Iglesia. La redacción del texto estuvo a cargo, primero, del mismo Maritain y pasó el examen del Card. Charles Journet. La versión final fue revisada y cuidada por el mismo Papa Pablo VI, que la proclamó el 30 de Junio de 1968. Sigue la parte pertinente del texto:

* Queremos que esta nuestra profesión de fe sea lo bastante completa y explícita para satisfacer, de modo apto, a la necesidad de luz que oprime a tantos fieles y a todos aquellos que en el mundo —sea cual fuere el grupo espiritual a que pertenezcan— buscan la Verdad.

* Por tanto, para gloria de Dios omnipotente y de nuestro Señor Jesucristo, poniendo al confianza en el auxilio de la Santísima Virgen María y de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, para utilidad espiritual y progreso de la Iglesia, en nombre de todos los sagrados pastores y fieles cristianos, y en plena comunión con vosotros, hermanos e hijos queridísimos, pronunciamos ahora esta profesión de fe…

Palabras del Maestro de la Orden en el Sinodo 2012

El compromiso para la evangelización encuentra su alegría y su fuerza en la contemplación. Esta intuición de las órdenes mendicantes saca a la luz tres de los retos a los cuales debe enfrentarse hoy la evangelización.

El reto del conocimiento, afrontado en el diálogo con todos los que buscan la verdad: filósofos, científicos, investigadores. El despliegue de las ciencias y del conocimiento es la ocasión para poner en marcha esta “bella amistad entre la fe y las ciencias” proclamada por el Concilio. En la fe contemplamos el misterio de la continua creación de Dios y su llamada confiada a la libertad y la razón del hombre. En la amistad con los hombres de ciencia podemos discernir los retos para construir, juntos, un mundo para el hombre.

El reto de la libertad. En el encuentro con nuestros contemporáneos, creyentes o no, hay que dar a conocer, en primer lugar, la amistad de Dios con los hombres, antes de ofrecer unas respuestas a preguntas que, a veces, no están planteadas con los términos adecuados. Dejarse guiar por la paciencia de Dios, que cuenta con el hombre para que éste aprenda a situar su libertad a la altura de su dignidad, y contemplar la misericordia de Cristo, que nos precede, Él, que enseña a sus amigos lo que ha recibido del Padre.

El reto de la fraternidad. Las comunidades religiosas quieren ser lugares donde la fraternidad edificada sobre la diversidad aspire a ser transformada por el Espíritu de comunión en “sacramento” de la amistad de Dios con el mundo. Y, a causa de esta esperanza, se las reta a ampliar esta esperanza de comunión, uniendo su destino a los olvidados del mundo, haciendo suya la convicción del sínodo de 1971: “El combate por la justicia y la participación en la transformación del mundo aparecen claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio”.