Que es la teologia? Cuales son sus tareas propias?

«Para definir la identidad misma y, por consiguiente, realizar la misión propia de la teología, es fundamental reconocer su íntimo y vivo nexo con la Iglesia, su misterio, su vida y misión: “La teología es ciencia eclesial, porque crece en la Iglesia y actúa en la Iglesia… Está al servicio de la Iglesia y por lo tanto debe sentirse dinámicamente inserta en la misión de la Iglesia, especialmente en su misión profética” (Alocución a los profesores y estudiantes de la Pontificia Universidad Gregoriana (15 diciembre 1979), 6: Insegnamenti II, 2 (1979), 1424). Por su naturaleza y dinamismo, la teología auténtica sólo puede florecer y desarrollarse mediante una convencida y responsable participación y ‘pertenencia’ a la Iglesia, como “comunidad de fe”, de la misma manera que el fruto de la investigación y la profundización teológica vuelve a esta misma Iglesia y a su vida de fe.» (Veritatis splendor 109c)

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Que es la Vida Eterna?

«Presentando el núcleo central de su misión redentora, Jesús dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Se refiere a aquella vida ‘nueva’ y ‘eterna’, que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa ‘vida’ donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre.» (Evangelium vitae 1c)

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Si hay un bien supremo, y se llama DIOS

«El “Maestro bueno” indica a su interlocutor –y a todos nosotros– que la respuesta a la pregunta “¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?”, sólo puede encontrarse dirigiendo la mente y el corazón a Aquel que “sólo es el Bueno”: “Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10, 18; cf. Lc 18, 19). Sólo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien, porque Él es el Bien.» (Veritatis Splendor 9b)

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Que nos dice la Encarnacion del Hijo de Dios hoy?

«Fuente y culmen de la economía de la salvación, Alfa y Omega de la historia humana (cf. Ap 1, 8; 21, 6; 22, 13), Cristo revela la condición del hombre y su vocación integral. Por esto, “el hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo –y no sólo según pautas y medidas de su propio ser que son inmediatas, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes–, debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su ser; debe «apropiarse» y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se realiza en él este hondo proceso, entonces da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo” (Carta Enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979), 10: AAS 71 (1979), 274).» (Veritatis splendor 8b)

«Los creyentes en Cristo deben, de modo particular, defender y promover este derecho, conscientes de la maravillosa verdad recordada por el Concilio Vaticano II: “el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (Const. Past. Gaudium et spes, 22). En efecto, en este acontecimiento salvífico se revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3, 16), sino también el valor incomparable de cada persona humana.» (Evangelium vitae 2c)

[Textos de Juan Pablo II, llamado El Grande]

El papel de la familia en la defensa de la vida

«Dentro del “pueblo de la vida y para la vida”, es decisiva la responsabilidad de la familia: es una responsabilidad que brota de su propia naturaleza –la de ser comunidad de vida y de amor, fundada sobre el matrimonio– y de su misión de “custodiar, revelar y comunicar el amor” (Exhort. Ap. Familiaris consortio (22 noviembre 1981), 17: AAS 74 (1982), 100). Se trata del amor mismo de Dios, cuyos colaboradores y como intérpretes en la transmisión de la vida y en su educación según el designio del Padre son los padres. Es, pues, el amor que se hace gratuidad, acogida, entrega: en la familia cada uno es reconocido, respetado y honrado por ser persona y, si hay alguno más necesitado, la atención hacia él es más intensa y viva.» (Evangelium vitae 92a)

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Una vida marcada por la Pascua

Al señalar los sufrimientos del Señor, que ha querido ser por nosotros el despreciado, el último de los hombres, el hombre de los dolores que conoce el sufrimiento, las ceremonias pascuales invitan a morir al pecado, a suprimir el viejo fermento…, el fermento de la malicia y de la iniquidad para convertirse en nueva criatura. Si Aquel, que es Hijo de Dios por naturaleza, ha querido hacerse obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, nosotros, a los que El ha hecho hijos de Dios por la gracia, tenemos el deber de imitar y reproducir sus actos. El hecho de pertenecer al Cristianismo nos hace participantes de este misterio de muerte espiritual con Cristo, según la exhortación del Apóstol, que Nos complacemos en repetiros: ¿Acaso no sabéis que todos cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en la muerte de El? Pues junto con El hemos sido sepultados por el Bautismo en la muerte; a fin de que, como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva… Que ya no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal.

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Indispensable la mision de los laicos en la evangelizacion

Mientras los enemigos de la fe no omiten, en efecto, en nuestros días esfuerzo ninguno para procurar con habilidad múltiple e infatigable los mayores desastres en el pueblo y de una manera especial en la multitud obrera y en las filas de la juventud, los ministros de la Iglesia Católica no alcanzan a resistir y repeler a los fautores del mal, cuyo número aumenta cada día y cuyos recursos crecen sin cesar. Además: la acción de los sacerdotes no puede extenderse a todas las capas de la sociedad, porque no faltan personas que la impiden, impulsadas a ello por el propio interés, o que rechazan la sagrada autoridad del clero movidas por el propio género de vida, aunque están muy necesitadas de la solicitud de los pastores de almas. De aquí nace la necesidad de esa colaboración de los fieles que, no son inspiración divina, hemos llamado “participación” de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia.

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La Paz Social

La paz social se funda sólidamente en el mutuo y recíproco respeto de la dignidad personal del hombre. El hijo de Dios se ha hecho hombre, y su redención alcanza no sólo a la colectividad, sino también a cada hombre: Me ha amado, y se ha dado a sí mismo por mí. Así lo dijo San Pablo a los Gálatas: Ipse dilexit me et tradidit semetipsum pro me. Y si Dios ha amado al hombre hasta tal punto, esto significa que el hombre le pertenece, y que la persona humana ha de ser respetada absolutamente. Tal es la enseñanza de la Iglesia, que para la solución de las cuestiones sociales siempre ha fijado la mirada en la persona humana, y ha enseñado que las cosas y las instituciones -los bienes, la economía, el Estado- son ante todo par el hombre; y no el hombre para ellas.

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Testimonio antiguo sobre el sacramento de la confirmacion

Todos los fieles deben recibir al Espíritu Santo después del bautismo por la imposición de las manos de los obispos, de modo que puedan ser hallados plenamente cristianos, ya que cuando el Espíritu Santo es derramado sobre ellos, el corazón creyente es ensanchado para la prudencia y la firmeza. Recibimos el Espíritu Santo para poder ser hechos espirituales; porque el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios.

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Proclamar abiertamente a Cristo como Rey del Universo

4. De la propagación y del arraigo cada día mayor del culto al Sagrado Corazón de Jesús —derivados no sólo de la consagración del género humano, hecha al declinar el pasado siglo, sino también de la institución de la fiesta de Jesucristo Rey, creada por nuestro inmediato predecesor, de feliz memoria — han brotado innumerables bienes para los fieles como un impetuoso río que alegra la ciudad de Dios (Sal 45,5) ¿Qué época ha tenido mayor necesidad de estos bienes que la nuestra? ¿Qué época más que la nuestra, a pesar de los progresos de toda clase que ha producido en el orden técnico y puramente exterior, ha sufrido un vacío interior tan crecido y una indigencia espiritual tan íntima? Se le puede aplicar con exactitud la palabra aleccionadora del Apocalipsis: Dices: Rico soy y opulento y de nada necesito, y no sabes que eres mísero, miserable, pobre, ciego y desnudo (Ap 3, 17).

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Necesidad de la sabiduria

Cada día se deja sentir más y más la necesidad de recordar los preceptos de cristiana sabiduría, para en todo conformar a ellos la vida, costumbres e instituciones de los pueblos. Porque, postergados estos preceptos, se ha seguido tal diluvio de males, que ningún hombre cuerdo puede, sin angustiosa preocupación, sobrellevar los actuales ni contemplar sin pavor los que están por venir.

Y a la verdad, en lo tocante a los bienes del cuerpo y exteriores al hombre, se ha progresado bastante; pero cuanto cae bajo la acción de los sentidos, la robustez de fuerzas, la abundancia grande de riquezas, si bien proporcionan comodidades, aumentando las delicias de la vida, de ningún modo satisfacen al alma, creada para cosas más altas y nobles. Tener la mirada puesta en Dios y dirigirse a Él, es la ley suprema de la vida del hombre, el cual, creado a imagen y semejanza de su Hacedor, por su propia naturaleza es poderosamente estimulado a poseerlo. Pero a Dios no se acerca el hombre por movimiento corporal, sino por la inteligencia y la voluntad, que son movimientos del alma. Porque Dios es la primera y suma verdad; es asimismo la santidad perfecta y el bien sumo, al cual la voluntad sólo puede aspirar y acercarse guiada por la virtud.

[León XIII, Carta Encíclica Sapientiae Christianae, del 10 de enero de 1890]

El sentido de la potestad del sacerdote

El sacerdote está constituidodispensador de los misterios de Dios (1 Corintios 4,1) en favor de estos miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, siendo, como es, ministro ordinario de casi todos los Sacramentos, que son los canales por donde corre en beneficio de la humanidad la gracia del Redentor. El cristiano, casi a cada paso importante de su mortal carrera, encuentra a su lado al sacerdote en actitud de comunicarle o acrecentarle con la potestad recibida de Dios esta gracia, que es la vida sobrenatural del alma. Apenas nace a la vida temporal, el sacerdote lo regenera con el bautismo infundiéndole una vida más noble y preciosa, la vida sobrenatural, y lo hace hijo de Dios y de la Iglesia de Jesucristo; para darle fuerzas con que pelear valerosamente en las luchas espirituales, un sacerdote revestido de especial dignidad lo hace soldado de Cristo en la confirmación; apenas es capaz de discernir y apreciar el Pan de los Angeles, el sacerdote se lo da, como alimento vivo y vivificante bajado del cielo; caído, el sacerdote lo levanta en nombre de Dios y lo reconcilia por medio de la penitencia; si Dios lo llama a formar una familia y a colaborar con El en la transmisión de la vida humana en el mundo, para aumentar primero el número de los fieles sobre la tierra y después el de los elegidos en el cielo, allí está el sacerdote para bendecir sus bodas y su casto amor; y cuando el cristiano, llegado a los umbrales de la eternidad, necesita fuerza y ánimos antes de presentarse en el tribunal del divino Juez, el sacerdote se inclina sobre los miembros doloridos del enfermo, y de nuevo le perdona y le fortalece con el sagrado crisma de la Extremaunción; por fin, después de haber acompañado así al cristiano durante su peregrinación por la tierra hasta las puertas del cielo, el sacerdote acompaña su cuerpo a la sepultura con los ritos y oraciones de la esperanza inmortal, y sigue al alma hasta más allá de las puertas de la eternidad, para ayudarla con cristianos sufragios, por si necesitara aún de purificación y refrigerio. Así, desde la cuna hasta el sepulcro, más aún, hasta el cielo, el sacerdote está al lado de los fieles, como guía, aliento, ministro de salvación, distribuidor de gracias y bendiciones.

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