Quinta Lección sobre el martirio

Lección Quinta

Condición social de los mártires

Considerar la variada condición social de los mártires nos exige estudiar antes la penetración del cristianismo en todas las clases de la sociedad.

Pareciera que lo normal hubiera sido que el cristianismo, como otras religiones, se arraigase solamente en su lugar de nacimiento, y que a lo más, muy poco a poco, se hubiera difundido a otros pueblos y razas, lenguas y culturas.

Pero no fue así. La historia nos muestra que el cristianismo se extendió casi al mismo tiempo en las más diversas regiones del mundo antiguo.

También podía suponerse que, como los partidos políticos, la nueva fe arraigara sobre todo en medio de ciertas clases sociales. Y algunos imaginan que, en efecto, así fue, y que sólo ganó a la plebe. Pero tampoco fue esto así. Apenas nacido, el cristianismo, en un prodigio sobrehumano de difusión, invade a todos los pueblos, culturas, lenguas, y también clases sociales.

Parecería natural que, siendo los Apóstoles personas incultas y tan sencillas, trabajadores manuales en su mayoría, se dirigieran, aunque sea en pueblos diversos, a los de su propia condición. Y que en el extranjero buscaran el amparo receptivo de las comunidades judías de la diáspora.

Pero todas estas claves mentales saltan en pedazos ante la realidad de una historia distinta. Es cierto que los primeros misioneros del Evangelio, siendo judíos, se dirigieron primero a los de su raza. Pero dentro de ésta, hablaban sin ningún embarazo, siendo iletrados, a hombres de toda condición, sin limitarse en modo alguno al pueblo más bajo e ignorante. Es cierto también que los apóstoles, como un San Pablo, frecuentaban los barrios obreros habitados normalmente en la diáspora por las colonias judías. Y eso explica que durante bastante tiempo los paganos del Imperio confundieron a los cristianos con los judíos, viéndolos como un cisma brotado de éstos. Pero muy pronto hubieron de advertir que, bajo tales apariencias, se estaba realizando un profundo trabajo por difundir la nueva fe más allá de los límites de las dispersas juderías.

La universalidad del cristianismo se puso de manifiesto con sorprendente rapidez, ganando a los hombres de condición y nación más diversas. No hay explicación humana que haga entender por qué la nueva fe predicada por San Pedro, un pescador, o por San Pablo, un tejedor, se extiende también entre las clases más elevadas del mundo antiguo.

El primer converso pagano de San Pedro, Cornelio, era oficial del ejército romano (Hch 10). Cuando Pablo y Bernabé recorren Chipre, el procónsul Sergio Paulo «los hace comparecer, pues desea oír de su boca la palabra de Dios», y en seguida «admira y cree» (13,7.14). «Muchos mujeres nobles» de Tesalónica se convierten ante la predicación de Pablo (17,4). En Corinto gana para Cristo al tesorero de la ciudad (Rm 16,23). Cuando predica en la colina del Areópago, creen en su palabra algunos atenienses, entre ellos un miembro de aquel tribunal superior (Hch 17,34). En Éfeso el Apóstol hace amistad con personas principales, que eran o habían sido asiarcas, es decir, sumos sacerdotes de la provincia romana de Asia (17,34).

En una irradiación fulgurante el Evangelio ha ido más allá de las fronteras judías y ha ido haciendo conquistas en las cimas de la sociedad pagana. Todos los elementos étnicos, judíos y gentiles, todos los estamentos sociales, ricos y pobres, están ya reunidos y fundidos en las primeras iglesias cristianas.

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Cuarta Lección sobre el martirio

Lección Cuarta

Causas de las persecuciones. Número de los mártires

Quedaría incompleto el cuadro de las persecuciones si no analizáramos sus causas: el prejuicio popular, el prejuicio de los políticos y la pasiones personales de los soberanos.

El prejuicio popular

Al principio, se confundía en el Imperio a los cristianos con los judíos, y compartían aquéllos la impopularidad de éstos. El pueblo romano acusaba a los judíos de «ateísmo», porque su culto no admitía imágenes; de exclusivismo, por su aversión a cualquier culto que no fuera el suyo; de odio al género humano, porque por sus costumbres se separaban del común de la gente. Distribuidos, en efecto, por todo el Imperio, formaban siempre en él un pueblo aparte, y las leyes romanas les concedían una amplia autonomía.

Mucho tiempo los paganos pensaron que el cristianismo era una variante del judaísmo. Pero a medida que iba difundiéndose el Evangelio en toda la sociedad romana, se hizo patente que judíos y cristianos eran bien distintos, aunque los segundos procedieran de los primeros. Y una vez diferenciados los cristianos como tales, también ellos, y aún más, fueron acusados de ateísmo y de odio al género humano.

El hecho queda ampliamente documentado en los apologistas cristianos y en los autores paganos (San Justino, 1 Apol. 6; 2 Apol. 3; Atenágoras, Legat. pro christ. 3; Eusebio, Hist. Eccl. IV, 15,18; Luciano, Alex. 25,38; Minucio Félix, Octavius 8-10; Tertuliano, Apolog. 35,37; Tácito, Annal. 15,44).

Los cristianos parecían, incluso, a los paganos más ateos que los judíos, pues éstos tenían sacrificios cruentos, y aquéllos no. Fuera de los romanos, pues, había tres clases de hombres: griegos o gentiles, judíos en segundo lugar, y cristianos, el tertium genus (Tertuliano, Ad nat. I, 8,20; Scorpiac. 10).

Toda clase de crímenes abominables se atribuyen a esta tercera casta, que parece ser inferior a la misma raza humana, hasta el punto de que Tertuliano cree necesario en su Apologéticus confirmar que los cristianos tienen la misma naturaleza que los otros hombres (Apol. 16).

Como puede comprobarse en los autores antes citados, los cristianos eran acusados de incestos, asesinatos, antropofagia ritual. Corrían sobre ellos historietas espeluznantes, afirmando que en las tinieblas encubrían misterios indecibles de crueldad y depravación.

Por otra parte, eran considerados como gente inepta, incapaz para los negocios públicos, postrados en una inercia morbosa (Tácito, Annal. XIII, 30; Hist. III,75; Suetonio, Domit. 15).

Durante el siglo II, no sólo el pueblo ignorante y crédulo, también no pocos autores latinos, como los citados, y hombres cultos, creen en esta caricatura de los cristianos, estimando que todos esos crímenes eran inherentes a la profesión cristiana. Y de esta opinión general se sirvió Nerón para atribuirles el incendio de Roma.

Los emperadores ilustrados del siglo II, Trajano, Adriano, Marco Aurelio, Antonino, estimaron también a los cristianos tan peligrosos para el orden público que con diversos rescriptos trataron de canalizar, de alguna manera, el odio popular contra los cristianos, encauzándolo por el procedimiento judicial.

Denuncias generalizadas contra los cristianos se producen en Bitinia; tumultos en Asia y Grecia; ultrajes, violaciones de sepulcros, en Cartago; en Lión, atroces calumnias sobre crímenes contra natura; en Roma y Alejandría, terrores supersticiosos hacen culpar a los cristianos de toda catástrofe; en Esmirna, como en Cartago, se levanta a veces en la multitud del circo el grito: «¡Abajo los ateos! ¡Los cristianos a los leones!»

Esta aversión popular supersticiosa, iniciada pronto, y en la que se apoyó Nerón para lanzar la primera persecución, fue creciendo en el siglo II. Los emperadores de ese siglo, antes aludidos, son cultos y honrados; no tienen a los cristianos por peligrosos ni criminales, pues prohiben a los magistrados buscarles y perseguirles de oficio. No creen, por lo que se ve, reales las acusaciones de que generalizadamente eran objeto. Por eso les otorgan una semiprotección jurídica, procurando defender el orden público. Pero, sin embargo, ordenan condenar a aquellos cristianos que, acusados ante los tribunales, no abjuren de su fe. Consideran, por tanto, la perseverancia en el cristianismo como un hecho punible, pues era clara desobediencia a la antigua ley, nunca abrogada, que prohibía la existencia de los cristianos.

Plinio, siguiendo las instrucciones de Trajano, castiga en los fieles de Bitinia «la testarudez y la inflexible obstinación» -pertinaciam certe e inflexibilem obstinationem (Epist. X,96)-. Marco Aurelio, de modo semejante, reprocha a los cristianos su «terquedad» y el «fasto trágico» con que van a la muerte (Pensamientos XI,3).

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Tercera Lección sobre el martirio

Lección Tercera

La legislación persecutoria

Duración de las persecuciones y evolución de la situación jurídica

Entre el año 64, fecha de la primera matanza de cristianos ordenada por Nerón, y el 313, cuando se da finalmente el edicto de paz, los fieles cristianos vivieron en una atmósfera jurídica hostil tanto a la libertad de sus creencias como a la seguridad de sus personas y bienes.

No son, pues, como suele decirse, tres siglos de persecución, sino dos y medio, más exactamente, doscientos cuarenta y nueve años. En ese largo transcurso de tiempo se sucedieron a la cabeza del Imperio Romano emperadores de muy diverso espíritu y condición. No fue un tiempo de ininterrumpida persecución. Hubo calmas en la tempestad, y horas de tregua en la guerra.

Tratando de hacer estadística, que no es fácil en esto, parece que se puede afirmar que la Iglesia sufrió persecución 6 años en el siglo I, 86 en el II, 24 en el III, y 13 en el siglo IV. Por tanto, fue perseguida durante 129 años, y gozó de relativa paz durante 120: 28 en el I, 15 en el II, 76 en el III.

Apenas es posible hacer sobre este tema afirmaciones exactas, pues en un mismo tiempo la situación de la Iglesia pudo ser muy distinta en unos y otros lugares del Imperio; pero sí puede decirse en términos generales que desde Nerón a Constantino pasa la Iglesia tantos años de persecución como de precaria paz.

En los dos primeros siglos los cristianos, al menos teóricamente, viven siempre en estado de proscripción continua. En el siglo III la suerte de los cristianos depende del capricho de los sucesivos emperadores. Y al comienzo de la cuarta centuria la persecución es al principio general, y después local, según las provincias.

Consideraremos, pues, las cambiantes situaciones jurídicas del cristianismo en tres fases: primera, los 36 últimos años del siglo I y todo el II; segunda, el siglo III; tercera, los doce primeros años del siglo IV.

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Leccion Segunda sobre el martirio

Lección Segunda

Difusión del cristianismo fuera del Imperio

Causas de esta propagación

El Imperio Romano se extendía en Europa, África y Asia sobre pueblos de temperamentos y civilizaciones sumamente diversos. Junto a la lengua latina oficial, se daba una gran multiplicidad de lenguas. Todos los paganos daban culto a los dioses de Roma, que eran los del Imperio, pero también honraban los dioses propios de su país. En aquella enorme heterogeneidad solamente se había producido una cierta homogeneidad moral entre las clases superiores de la sociedad imperial. Pero el pueblo, salvo en algunas ciudades más cosmopolitas, seguía siendo pueblo, arraigado en sus hábitos, tradiciones, idiomas y supersticiones peculiares. Un doctor alejandrino podía entenderse con un poeta o filósofo de Atenas o de Roma. Pero un aldeano celta y un montañés de Frigia apenas hallarían una idea o una palabra en común con que comunicarse.

La rápida difusión del cristianismo en medios tan diferentes, y aún hostiles a veces entre sí, adaptándose tanto a las inteligencias más cultivadas como a las más toscas, conquistando al mismo tiempo a los griegos de la brillante Jonia o a los indígenas de la brumosa Bretaña, no habiendo para él «ni griego ni bárbaro» [Col 3,11] es un hecho histórico para cuya explicación no bastan las leyes ordinarias, sobre todo si se tiene en cuenta que este desarrollo se logró en medio de obstáculos y persecuciones, y que, como dice Tertuliano, cada nuevo creyente era un candidato al martirio. Y esta historia prodigiosa, por otra parte, no sería completa si limitáramos nuestra atención al cuadro único del Imperio Romano.

En efecto, es cosa admirable que Roma, que siempre procuró impedir la difusión del cristianismo, la favorecía sin quererlo. Las grandes vías militares que llegaban a lejanísimas regiones, las calzadas de granito que atravesaban tanto los arenales de Siria como los bosques de las Galias, servían para el paso de las legiones, pero también facilitaban el viaje de los misioneros.

«Gracias a los romanos -escribe San Ireneo- goza de paz el mundo, y nosotros podemos viajar sin temor por tierra y por mar, por todos los lugares que queremos» (Adv. Hæres. IV,30). Y cincuenta años después, Orígenes: «La Providencia ha reunido todas las naciones en un solo Imperio desde el tiempo de Augusto para facilitar la predicación del Evangelio por medio de la paz y la libertad del comercio» (In Jos. hom. III).

Pero los apóstoles de la nueva fe no gozaban de estas ventajas cuando salían de las regiones tuteladas por Roma para predicar la fe a naciones independientes, enemigas a veces del Imperio. Y sin embargo, ya desde mediados del siglo II y sobre todo en el III, se intentó hacerlo, y de hecho se extendieron notablemente las fronteras del cristianismo.

Estas misiones exteriores, lógicamente, no partían sino de regiones en las que estaba la fe muy extendida y la población cristiana era muy densa. Esto explica que el cristianismo en Europa apenas traspasase las fronteras del Imperio. Por ejemplo, en las provincias fronterizas, tanto del Rhin como del Danubio, es donde más tardaron en establecerse comunidades cristianas. Y por ser éstas menos numerosas y pujantes, ocupadas en su propio crecimiento, tuvieron menos posibilidades de irradiar al exterior. Y de modo semejante, en la Europa occidental, las fronteras militares limitaron durante largo tiempo la extensión del cristianismo.

Hay en todo esto otro obstáculo importante para la difusión de la fe. Una superstición extranjera ha contagiado las regiones situadas en los límites del Imperio, llevada por funcionarios, esclavos y soldados. En todos los campamentos fronterizos del ejército romano, en Germania, a lo largo del Rhin, en Bretaña, en Panonia y Dacia, en las llanuras regadas por el Danubio, el culto de Mithra alza sus monumentos, cava sus grutas, como si hubiera de proteger así al Imperio Romano del empuje de los bárbaros, y alejar de este modo a los bárbaros de la gracia del cristianismo. Estas supersticiones procedentes del Oriente son el culto preferido de las legiones romanas, y vienen a imponerlas a las poblaciones donde se asientan.

Las iglesias de África hallan para difundir la fe otros obstáculos. Han tenido fuerza para vencer las supersticiones autóctonas, pero se ven frenadas por la doble barrera del Atlas y del desierto. En el siglo II llegan a los gétulos, pueblos del Sahara y del Oeste del Atlas, casi independientes; pero se les escapan los pueblos nómadas del Mediodía, movedizos y ligeros como las arenas llevadas por el viento. Más urgente es para estas iglesias evangelizar el Oeste, la Mauritania, que pese a sus campamentos militares y obispados, apenas llegan a ser romanas y cristianas.

Mayor fuerza difusora de la fe tendrá el cristianismo en Egipto. Va más allá de los límites del Imperio, hacia Syene, en la primera catarata del Nilo, desciende a Etiopía, avanza a lo largo del río y del mar Rojo, hasta el desfiladero de Aden, y probablemente hasta el Yemen.

Según refiere Eusebio de Cesarea, el primer impulso misionero partió de Panteno, fundador de la célebre Escuela de Alejandría. Dejó su cátedra y se fue a llevar la fe a la India (Hist. Eccl. V,10,3), es decir, en el lenguaje del tiempo, muy probablemente al sur de Arabia, donde había muchas colonias judías.

Pero es en el Asia romana donde la fe evangélica halló durante tres siglos un potente foco de irradiación en todas las direcciones. Sus misioneros, sus viajeros circunstanciales, incluso sus cautivos llevaron la fe entre los bárbaros.

A mediados del siglo III los Godos, que viven entre el Danubio y el Dniester, son evangelizados por prisioneros por ellos capturados en la invasión de Capadocia. Hay escasas noticias de que la fe llegó de Bitinia y del Ponto al Quersoneso Táurico -Crimea-, al norte del Mar Negro. Al Este de Capadocia se consiguió convertir al cristianismo a la Gran Armenia independiente, por obra especialmente de Gregorio el Iluminador. Él convirtió a la fe al rey Mitridates II, y tras él fue toda la nación. La primera guerra de religión de que nos habla la historia fue la que en el 313 Maximino Daia declaró contra Armenia por haber abrazado el cristianismo. La cruz y el sentimiento nacional dieron la victoria a los armenios.

Aún más poderoso y extenso es el avance del cristianismo hacia el Asia Central. Sobre todo desde mediados del siglo II, la fe ya arraigada en las ciudades del Oeste desde el tiempo de los apóstoles, se difunde con fuerza hacia el Este, por las fronteras orientales del Imperio. Sigue el camino de las caravanas, recorriendo el camino inverso al que llevó a los Magos a la cuna del Redentor.

Desde Antioquía la fe conquista primero el diminuto reino de Osrhoene, en la orilla izquierda del Éufrates, y especialmente su capital, Edesa, se llena de cristianos. Ya en el siglo II tiene allí la Iglesia una versión siríaca del Antiguo y del Nuevo Testamento. A fines de ese siglo se reúne allí un concilio regional. A pesar de que Caracalla anexiona el reino al Imperio, Edesa se mantiene como foco ardiente de evangelización, extendiendo la fe en Mesopotamia y por todo el Imperio Persa. A mediados del siglo III había en Mesopotamia iglesias tan florecientes como las del Asia Menor, y en la última persecución, la de Diocleciano, dieron un gran número de mártires.

Las autoridades de Persia permiten predicar la fe cristiana, tanto más cuanto ésta es perseguida en el Imperio romano. Pero estas buenas disposiciones cesan cuando el Imperio se convierte al cristianismo. Y Constantino ha de escribir al rey Sapor, solicitando protección para «las innumerables iglesias de Dios» y «las miríadas de cristianos» que vivían en aquellos Estados (Eusebio, De vita Constantini IV,8).

Cuando se reanudan las hostilidades entre Roma y Persia, se desencadenará en ésta una terrible persecución contra los cristianos, sospechosos de complicidad con Roma. Esta persecución duró cuarenta años (339-379), más tiempo que ninguna de las persecuciones romanas. Pero el cristianismo era allí tan fuerte que los torrentes de sangre derramada no bastaron para apagar la antorcha de la fe.

Según Sozomeno el primer golpe de persecución produjo dieciséis mil mártires, cuyos nombres se consignaron, y otros muchos más anónimos (Hist. Eccl. II,14). Las Pasiones de mártires que nos han llegado se refieren a cristianos de Babilonia, Caldea, Susania, Adiabene.

Otros lamentables acontecimientos frenaron el ímpetu expansivo del cristianismo en Persia. Pero aquella gran difusión primera del Evangelio en Persia, en la segunda mitad del mundo antiguo -«el segundo ojo del universo», como le dijo un embajador persa al emperador romano-, muestra claramente la potencia del cristianismo para implantarse en pueblos tan extraños a las costumbres sociales de Roma o a la cultura de Grecia.

Las herejías, sin embargo, en el siglo V, extenuaron la Iglesia en Persia, y las invasiones musulmanas del VII acabaron de abatirla.

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Leccion Primera sobre el martirio

Lección Primera

Apostolado y martirio

La palabra mártir

El martirio, entendido según su estricta significación etimológica [testimonio], no se conoció antes del cristianismo. No hay mártires en la historia de la filosofía: «Nadie -escribe San Justino- creyó en Sócrates hasta el extremo de dar la vida por su doctrina» (II Apología 10). Tampoco el paganismo tuvo mártires. Nunca hubo nadie que, con sufrimientos y muerte voluntariamente aceptados, diera testimonio de la verdad de las religiones paganas. Los cultos paganos, a lo más, produjeron fanáticos, como los galos, que se hacían incisiones en los brazos y hasta se mutilaban lamentablemente en honor de Cibeles. El entusiasmo religioso pudo llevar en ocasiones al suicidio, como entre aquellos de la India que, buscando ser aplastados por su ídolo, se arrojaban bajo las ruedas de su carro. Pero éstos y otros arrebatos religiosos salvajes nada tienen que ver con la afirmación inquebrantable, reflexiva, razonada de un hecho o de una doctrina.

El martirio, sin duda, quedó ya esbozado en la antigua Alianza, en figuras admirables, como las de los tres jóvenes castigados en Babilonia a la hoguera, Daniel en el foso de los leones, los siete hermanos Macabeos, inmolados con su madre… Pero el judío se dejaba matar antes que romper su fidelidad a la religión que era privilegio de su raza, mientras que el cristiano acepta morir para probar la divinidad de una religión que debe llegar a ser la de todos los hombres y todos los pueblos.

Y ése es, precisamente, el significado de la palabra mártir: testigo, que afirma un testimonio de máxima certeza, dando su propia vida por aquello que afirma. La palabra misma, con toda la fuerza de su significación, no se halla antes del cristianismo; tampoco en el Antiguo Testamento. Es preciso llegar a Jesucristo para encontrar el pensamiento, la voluntad declarada de hacer de los hombres testigos y como fiadores de una religión.

«Vosotros -dijo Jesús- seréis testigos (mártires) de estas cosas» (Lc 24,48). Más aún: «Vosotros seréis mis testigos en Jerusalén, Judea y Samaría, hasta los últimos confines de la tierra» (Hch 1,8). Y los Apóstoles aceptan esta misión con todas sus consecuencias.

Así San Pedro, para sustituir a Judas, el traidor, declara: «Es necesario que entre los hombres que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús vivió con nosotros… haya uno que con nosotros sea testigo de la resurrección» (Hch 1,22). Y en su primer discurso después de Pentecostés: «Dios ha resucitado a Jesucristo, y de ello somos testigos todos nosotros» (2,32). Y con Juan, ante el Sanedrín: «Nosotros somos testigos de estas cosas… y con nosotros el Espíritu Santo que Dios ha dado a todos aquellos que le obedecen» (5,32.41). Otra vez, después de azotados, salen del Consejo «felices de haber sido hallados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús» (5,41). Y al fin de su vida, escribiendo a las iglesias de Asia, Pedro persiste en el mismo lenguaje: «Yo exhorto a los ancianos que hay entre vosotros, yo que también soy anciano y testigo de los padecimientos de Cristo»… (1Pe 5,1).

Así pues, el significado primero de la palabra mártir es el de testigos oculares de la vida, de la muerte y de la resurrección de Cristo, encargados de afirmar ante el mundo estos hechos con su palabra. Desde el primer día este testimonio se dio en el sufrimiento y, como hemos visto, en la alegría de padecer por Cristo. Enseguida, después de estas primeras pruebas, vino el sacrificio de la misma vida, como testimonio supremo de la palabra.

Ya Jesucristo lo había predicho a los Apóstoles: «Seréis entregados a los tribunales, y azotados con varas en las sinagogas, y compareceréis ante los gobernadores y reyes por mi causa, y así seréis mis testigos en medio de ellos» (Mc 13,9; +Mt 10,17-18; Lc 21,12-13).

Al mismo tiempo, les asegura su asistencia: «Cuando os hagan comparecer ante los jueces, no os preocupéis de lo que habréis de decir, sino decid lo que en aquel momento os será dado, porque no sois vosotros los que tenéis que hablar, sino el Espíritu Santo… El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre al hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los harán morir; y vosotros seréis odiados por todos a causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin se salvará» (Mc 13,11-13; +Mt 10,19-20; Lc 12,11-12; 16-17).

Cuando los cristianos pudieron comprender por los acontecimientos la fuerza de estas palabras de su Maestro, se consideró la muerte gloriosa de sus más antiguos y fieles discípulos como el coronamiento de su testimonio. Desde entonces, muerte y testimonio quedaron entre sí definitivamente asociados.

Antes, pues, de finalizar la edad apostólica, la palabra mártir adquiere ya su significado preciso y claro, y se aplicará a aquel que no solo de palabra, sino también con su sangre, ha confesado a Jesucristo.

Pero ya en ese mismo tiempo se extiende también su significado a quienes podrían decirse testigos de segundo grado, a aquellos «bienaventurados que creyeron sin haber visto» (Jn 20,29), y que, habiendo creído así, testificaron su fe con su sangre.

San Juan, concretamente, a fines del siglo I, emplea la palabra mártir en dos ocasiones con este sentido. En el mensaje que dirige a la iglesia de Pérgamo, hablando en el nombre del Señor, menciona a «Antipas, mi fiel testigo, que ha sido entregado a la muerte entre vosotros, allí donde Satanás habita» (Ap 2,13). Alude a un cristiano martirizado por los paganos en tiempos de Nerón. Y en otro pasaje, cuando se alza ante el apóstol vidente el quinto sello del libro misterioso, alcanza a ver «debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y del testimonio que habían dado» (6,9).

Y no será la primera generación cristiana de creyentes la única en dar este testimonio. La historia de los mártires no había hecho entonces sino comenzar.

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Santa Catalina de Siena, vida y obra, 02, Biografia hasta los 23

[Serie de reflexiones para la Asociación de Vírgenes Seglares Dominicas, en Colombia.]

Catalina de Siena

Tema 2: Escenas de su biografía hasta los 23 años de edad

* A temprana edad Catalina recibe una gracia singular: una visión le muestra a Jesucristo, revestido con ornamentos sacerdotales, dándole la bendición desde arriba de la iglesia de Siena. Este regalo de amor transforma la vida de ella,orientándola de un modo intenso y resuelto hacia la unión con el Señor, de modo que ya no puede verse de otra manera sino como dedicada a Él.

* Años después, la familia hace cierta presión, explicable en aquel contexto de la Italia del siglo XIV, para que ella, apenas adolescente, se adorne y maquille. La respuesta de ella es radical: prefiere cortarse su larga cabellera. Esto engendra tensiones en la familia. Finalmente, una especie de visión que tiene el papá, Jacobo, le convence de la rectitud de intención de Catalina. Dispone él que la niña no sea molestada en su vida de piedad y penitencia.

* La verdad es que Catalina se entrega de un modo absoluto a una vida de ermitaña en su propio hogar, adoptando una pequeña habitación, que será su “celda.” Sus ayunos extremos y su forma de penitencia hablan de un corazón que no conoce fronteras, pero es un hecho que todo ello afectará su salud posteriormente.

* Logra ingresar, no sin reparos y suspicacias, al grupo de Dominicas Seglares que había en Siena, conocidas como “mantellate.” Dios tenía más regalos para su amada: hacia la fecha del carnaval de 1366, a sus diecinueve años de edad, celebra sus bodas místicas con Cristo. El fruto más inmediato de esta experiencia única es un interés inmenso e incontenible por el bien de la Iglesia, a quien ve como la Amada del Señor, y como su Cuerpo mismo.

* Cerca de los 23 años de edad, Jesucristo la envía a unirse a su familia en alguna de las comidas. Es el comienzo de una nueva etapa que el Señor le explica con estas palabras: “Volarás hacia mí con dos alas, el amor a mí y el amor a tu prójimo.” Ella no entiende al principio pero es obediente y de su cuidado y caridad brotan con abundancia obras de amor en favor de los enfermos y los pobres. Hace labor de enfermera en tiempos de peste y procura unir los cuidados físicos a los espirituales.

* Al mismo tiempo, Dios aumenta en ella, de modo muy visible, el don de la sabiduría, de modo que su palabra, refrendada por una vida transparente, generosa y bella, se convierte en una especie de manantial adonde vienen a saciarse hombres y mujeres de diversa condición, que la ven como la “Mamma.” Las conversiones se multiplican y pronto ese grupo de entusiastas se ve como una especie de familia espiritual.

Santa Catalina de Siena, vida y obra, 01, Contexto Historico

[Serie de reflexiones para la Asociación de Vírgenes Seglares Dominicas, en Colombia.]

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Tema 1: Contexto histórico

* Santa Catalina vivió de 1347 a 1380. El siglo XIV en Italia está marcado por una realidad política: lo que podemos llamar una serie de ciudades-estado, entre las que descuellan Florencia, Nápoles, Venecia, y la misma Siena. Los Estados Pontificios son vistos por muchos como una región administrativa más, sujeta a las codicias y contiendas. Las luchas entre las regiones y el abandono de los caminos dejan ver un panorama sombrío en el que abundan el pillaje, el vandalismo y la inseguridad.

* El siglo XIV es también el siglo de grandes epidemias de la llamada “peste.” Los poblados diezmados precipitan en el colapso incluso las actividades económicas más básicas. No sólo murió cerca de una tercera parte de la población de Europa sino que muchos huyeron de las garras de la enfermedad para caer en las de la mendicidad. El efecto fue particularmente devastador en la vida de la Iglesia: monasterios abandonados, ausencia de vocaciones, responsabilidades y puestos que nadie puede asumir. La situación del clero diocesano es aún peor, pues la institución del Seminario como camino de formación institucional sólo surgirá en el siglo XVI de modo que, a una formación muy pobre le sobrevino una escasez dramática. La condición general de la Iglesia es deplorable.

* La señal más visible de ese estado de cosas está en que el Obispo de Roma no vive en Roma. desde 1305 los Papas se han acogido a la protección del reino francés, en la localidad de Avignon. Aunque de un modo práctico eso garantizó cierta estabilidad y protección a la persona del Papa, pero tuvo un efecto destructor en el tono espiritual de la curia, que cada vez se mundanizó más, y un efecto desastroso en el peso que los cardenales franceses consideraron que tenían. A la larga esta será una causa del gran Cisma de Occidente, en 1378.

* Es verdad que la gestión diplomática y sobre todo el testimonio de vida de Santa Catalina lograron que el Papa Gregorio XI regresara a su sede, acabando con muchos desórdenes. Pero este Papa muere en 1378, y la nueva elección, hecha en Roma, recae sobre aquel que escogió el nombre de Urbano VI. Los franceses alegaron que había serias amenazas contra ellos y que por eso habían votado sin libertad, y que por consiguiente su voto era nulo. En ese orden de ideas, ya en Avignon, eligieron de nuevo Papa, que adoptó el nombre de Clemente VII. Catalina misma murió no mucho después, en 1380, pero empeñó lo último de sus fuerzas en apoyar al Papa legítimo, y en orar con ardor inigualable por la Iglesia toda.

Sobre la renuncia de Benedicto XVI

23 respuestas breves y ágiles a 23 preguntas que todos nos hacemos sobre la renuncia de Benedicto XVI

Publicado por Jorge Enrique Mújica, LC

La renuncia de Benedicto XVI ha suscitado preguntas legítimas no sólo en el mundo católico. Algunas de esas interrogantes son de carácter práctico mientras que otras tienen implicaciones más profundas en sus respuestas.

El portavoz oficial de la Sala de Prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, ha ofrecido varias conferencias de prensa entre el 11 y 15 de febrero. Durante el briefing diferentes periodistas le han planteado cuestiones que el padre Lombardi ha respondido con la información disponible en esos momentos. De esas contestaciones ofrecemos una selección ágil y breve de 23 respuestas en torno a las cuestiones más presentes en la opinión pública de estos días.

N.B.: La formulación de las preguntas y de las respuestas no son textuales, han sido elaboradas y trabajadas en base a lo que el padre Lombardi ha ido respondiendo. Siguen la sustancia de la respuesta aunque no necesariamente las palabras usadas.

***

1. ¿Cuál será la última aparición pública de Benedicto XVI como Papa en funciones?

R/ La última aparición pública (y masiva) de Benedicto XVI como Papa será la audiencia general del miércoles 27 de febrero de 2013 en la Plaza de san Pedro del Vaticano. De forma extraordinaria, la audiencia general contará con una liturgia de la Palabra y momentos de oración. Al día siguiente, jueves 28, está prevista una audiencia privada en la sala Clementina de la Santa Sede con algunos cardenales. Será la última audiencia de su pontificado.

2. ¿Benedicto XVI tiene alguna enfermedad grave en particular?

R/ No, Benedicto XVI no tiene una enfermedad grave en particular.

3. ¿Es verdad que Benedicto XVI tiene un marca pasos?

R/ Sí, es verdad que Benedicto XVI tiene un marca pasos. Lo tiene desde que era Cardenal-prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Hace algunas semanas le cambiaron las baterías del marca pasos.

4. ¿La encíclica sobre la fe que Benedicto XVI estaba escribiendo será publicada?

R/ No, no está previsto que la encíclica sea publicada dado que Benedicto XVI no la pudo concluir. Eventualmente, si decidiera hacerla pública, no entraría dentro del rango de «encíclica».

5. ¿Por qué Benedicto XVI eligió las 20:00 del 28 de febrero para concluir su ministerio como Papa?

R/ Porque es la hora en que él habitualmente concluye su jornada de trabajo.

6. ¿Dónde vivirá Benedicto XVI después de su retiro como Papa?

R/ Inicialmente, por un periodo de dos meses, en la residencia pontificia de Catelgandolfo. Posteriormente regresará al Vaticano para vivir en el monasterio de clausura Mater Ecclesiae.

7. ¿Es verdad que Benedicto XVI decidió dimitir durante su viaje apostólico a México?

R/ Durante su viaje apostólico a México y Cuba Benedicto XVI maduró el tema de su abdicación como una etapa más en el largo proceso de su reflexión y discernimiento sobre este tema. Por lo demás, el viaje no ha tenido ninguna otra relevancia particular al respecto.

8. ¿Cuál será nombre y título de Benedicto XVI después del 28 de febrero?

R/ Es un tema que aún se está reflexionando. Hay cierta unanimidad en que conservará el nombre de Benedicto XVI y que el título será el de «Obispo emérito de Roma». En el Anuario Pontificio «Benedicto XVI» seguirá siendo el nombre oficial utilizado.

9. ¿Participará Benedicto XVI en el Cónclave para elegir a su sucesor?

R/ No, Benedicto XVI no participará en el Cónclave para elegir a su sucesor ni será parte del Colegio Cardenalicio.

10. ¿Cómo se vestirá Benedicto XVI después del 28 de febrero?

R/ Todavía no se sabe cómo se vestirá Benedicto XVI después del 28 de febrero.

11. ¿La renuncia de un Papa está prevista en la Iglesia?

R/ Sí, la abdicación de un Papa está prevista y regulada por el Código de Derecho Canónico.

12. ¿Qué pasará con mons. Georg Gänswein, secretario particular de Benedicto XVI y Prefecto de la Casa Pontificia desde hace pocos meses?

R/ Mons. Georg Gänswein continuará siendo secretario particular de Benedicto XVI, le acompañará a Castelgandolfo (y luego en el monasterio Mater Ecclesia), y también seguirá siendo prefecto de la Casa Pontificia. Análogamente, es posible que el segundo secretario particular se traslade a Castelgandolfo y acompañe a Benedicto XVI por un tiempo.

13. ¿Quiénes vivirán con Benedicto XVI en el monasterio Mater Ecclesia dentro del Vaticano, luego de su retiro?

R/ Las memores (grupo de mujeres consagradas, miembros de la familia pontificia, que auxilian al Papa en las necesidad ordinarias de todo hogar) y su secretario particular, Mons. Georg Gänswein, vivirán y asistirán a Benedicto XVI después de su retiro.

14. ¿El tema del así llamado «Vatileaks» (filtración de documentos reservados) influyó en la decisión del Papa?

R/ No ha tenido ninguna relevancia. Si se quiere recibir una información correcta se debe limitar a cuanto ha dicho el Papa sobre su renuncia.

15. Aproximadamente, ¿cuándo podría comenzar el Cónclave?

R/ Las fechas más convincentes apuntan a que iniciará entre el 15 y 20 de marzo.

16. ¿Benedicto XVI cambió las normas para la elección de un Papa?

R/ No. Benedicto XVI no cambió recientemente las normas para la elección de un Papa. En 2007 hizo un pequeño cambio para modificar el sistema de votación. Esa modificación de 2007 establece que siempre será necesaria una mayoría de dos tercios en las votaciones que se realizan en el cónclave. Por lo demás, el resto de las normas vigentes siguen siendo las de la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis.

17. ¿Cuál es el término correcto para denominar lo que ha hecho el Papa?

R/ «Renuncia» sería el término más específico y técnico. «Dimisión» no porque supone que alguien aceptar la dimisión para que surta efecto y, en el caso del Papa, esto no es necesario. «Abdicación» es un término más adecuado para un rey.

18. ¿Hay luchas por el poder en el Vaticano?

R/ En toda institución existe una dinámica que lleva a opiniones diversas, lo que es siempre una riqueza. La diferencia y diversidad de opiniones son positivas si llevan al bien de la institución misma. Tales diferencias, sin embargo, no se deben sobrecargar pues no corresponderían a la realidad ni a las intenciones de las personas. Afirmar que hay luchas de poder no corresponde a la realidad de lo que está pasando en la Iglesia en estos momentos.

19. ¿El periodista Peter Seewald entrevistó a Benedicto XVI antes de su renuncia?

R/ El periodista alemán Peter Seewald, quien en el pasado ha entrevistado varias veces a Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, entrevistó hace dos meses y medio a Benedicto XVI. La entrevista se enmarca en la biografía oficial de Benedicto XVI en la que está trabajando Seewald.

20. ¿Benedicto XVI se encontrará con el nuevo Papa?

R/ No está previsto que Benedicto XVI se encuentre con el nuevo Papa.

21. ¿Por qué Benedicto XVI decidió quedarse –luego de los dos meses en Castelgandolfo– en un monasterio en el Vaticano y no regresar a su Baviera natal?

R/ Aunque Benedicto XVI no lo ha explicitado claramente, la presencia y oración de Benedicto XVI en el Vaticano da una continuidad espiritual al papado. Por lo demás, Benedicto XVI vive en el Vaticano desde hace más de tres décadas.

22. ¿Cuáles son las razones exactas aducidas por Benedicto XVI para su renuncia?

R/ El lunes 11 de febrero el Papa Benedicto XVI dijo explícitamente que ha «llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino» y también ha mencionado que para gobernar la Iglesia y anunciar el Evangelio «es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado».

23¿Cuál es la agenda oficial de Benedicto XVI del 11 al 28 de febrero de 2013?

R/ El calendario oficial de Benedicto XVI es el siguiente:

13 de febrero: Preside la misa de miércoles de ceniza en la basílica de san Pedro. Última misa pública del pontificado de Benedicto XVI.

14 de febrero: Audiencia al clero de la diócesis de Roma, de la cual es su obispo

15 de febrero: Audiencia al presidente de Rumanía y a los obispos de la región de Liguria, Italia, en visita ad limina.

16 de febrero: Audiencia al presidente de Guatemala y algunos obispos de Lombardia, Italia, en visita ad limina. Por la tarde, audiencia privada al primer ministro italiano, Mario Monti.

17 de febrero Alocución, rezo del Ángelus y saludo a peregrinos reunidos en la plaza de san Pedro. A las 18:00 inicio de los ejercicios espirituales del Papa y la curia romana.

23 de febrero Conclusión de los ejercicios espirituales.

24 de febrero Último Ángelus de Benedicto XVI en la plaza de san Pedro.

25 de febrero Audiencia privada a algunos cardenales.

27 de febrero Última audiencia general de Benedicto XVI.

28 de febrero A las 11 de la mañana saludo a los Cardenales en la Sala Clementina del Vaticano. A las 17:00 se transfiere a Castelgandolfo. A las 20:00 inicia la Sede Vacante.

Papas del siglo XX

“Esta página aspira a ser un espacio de recuerdo, gratitud y memoria. En ellas se hace un rápido e incompleto recuento de los Sumos Pontífices que el Altísimo ha llamado para dirigir su Iglesia en el difícil siglo XX…”

Papas del siglo XX

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Camino de la fe cristiana en el Occidente Medieval

Final del Imperio

1. El cristianismo como religión oficial (Constantino, 313, y Teodosio, 387).
2. Los estertores de Roma: 410, 476
3. Implicaciones de un Imperio Romano de Oriente. Teología bizantina.
4. Resurgimiento del contraste entre Grecia-Federalista y Roma-Centralista
5. Cisma de la Iglesia de Oriente y de Occidente, año 1054

Los pueblos llamados bárbaros

1. Característica semi-nómada; procesos de sedentarización
2. Estructura tribal y liderazgo militar
3. Lógica de las conversiones, de arriba hacia abajo
4. Semilla para las proto-dinastías europeas: caso de Clodoveo y los Merovingios

Surgimiento del Islam

1. Mahoma (+ 632) presenta al Korán como palabra directa y definitiva del Dios único.
2. Surge así un movimiento vigoroso, proselitista, que se extiende primero por el norte de Africa
3. La conquista de Al-Andaluz y la importancia de Córdoba
4. Carlos Martel y la batalla de Poitiers (732)

Gestación del Sacro Imperio Romano-Germánico

1. Condición de desprotección del Obispo de Roma. Ejemplo: León Magno ante Atila
2. Carlomagno (+ 814), nieto de Carlos Martel, conquista para el cristianismo a los sajones.
3. La victoria sobre los lombardos implica también el afianzamiento de los Estados Pontificios
4. Buscando de nuevo protección, el Papa acude a Otón el Grande, a quien se considera primero entre los emperadores.
5. Con Otón surge también el conflicto de poder conocido como Querella de las Investiduras.
6. Vértice de ese enfrentamiento se da entre el Papa Gregorio VII y el Emperador Enrique IV (1077)

Inicios de los procesos de secularización

1. De modo remoto: un Dios creador, distinto de su creación, que adquiere estatuto propio.
2. El valor del individuo, de cada individuo, con su inteligencia y su voluntad.
3. La confrontación del cristianismo con la cosmovisión razonable y universal aristotélica.
4. El renovado interés por el Derecho Civil, el de la civitas.
5. El auge del comercio y la influencia cada vez mayor de la burguesía y de los gremios.
6. El arte al amparo de los Mecenas.
7. El Renacimiento.

Sentimiento nacional

1. El Sacro Imperio no es exactamente un imperio con un único órgano de gobierno.
2. Mientras subsistió, este Imperio tuvo que respetar ampliamente las tradiciones locales y las exigencias de la Iglesia: el feudalismo está montado sobre la figura del juramento de fidelidad.
3. Las tensiones son de tipo económico y religioso, aguzadas por la Reforma Protestante.
4. Las nacientes naciones conservarán el impulso expansivo y el sello cristiano aún por varios siglos.

Cuando la fe cristiana llego al mundo greco-romano

En las raíces de Occidente está la civilización romana, el pensamiento griego y la fe judeo-cristiana. Griegos y Romanos ya habían conformado una simbiosis relativamente estable a partir del idioma y la riqueza cultural griegas, y la capacidad administrativa y poderío militar romanos. Pero ese mundo se alimenta de triturar a millones de seres humanos anónimos, a los que trata como herramientas de labor, o como objetos de comercio o de placer.

El mensaje cristiano, empezando por las clases sociales más bajas y ascendiendo lentamente, sobre todo a través de la convicción de las mujeres, esposas y madres, llega a convertirse en un eje central de referencia en una nueva cosmovisión que habla del ser humano como amado por Dios, y que mira el futuro no como repetición sino como redención y esperanza.

No todo es glorioso en esos siglos, sin embargo: hay mediocridad y compromisos turbios con el poder mundano. Mas providencialmente surge entonces la vida monástica, como alternativa auto-renovable y expansible, que providencialmente crece a lo largo de los caminos marcados por el Imperio Romano, ya decadente o vencido.

La civilización de los monasterios será la semilla de la Europa que conocemos, alimentada por Roma, Grecia y Jerusalén.

El Archivo Secreto del Vaticano

“Desmintamos el lugar común, la palabra ‘secreto’ en su nombre ha sido mantenida por los Papas como tradición pero quiere decir únicamente ‘privado’. No significa que sea inaccesible”

archivo vaticano

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Leyendas Negras de la Iglesia

Obra clásica del reconocido autor italiano Vittorio Messori, para ayudar a aclarar la verdad, en aquellos acontecimientos de la historia en que suele acusarse, despreciarse o ridiculizarse más a la Iglesia Católica.

Leyendas Negras de la Iglesia

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