Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 1

Niño de pie sonriendoEl modo en que nos movemos, las posturas que adoptamos, los gestos, la forma de respirar, etc, afectan fuertemente nuestro estado anímico. Te invito a que descubras las claves para mantener elevado tu estado anímico.

Es un hecho conocido que cuerpo, mente y espíritu interactúan de tal modo que se influyen mutuamente. Nuestros pensamientos actúan sobre nuestra fisiología en la misma medida en que ésta condiciona nuestro mundo interno y ambas determinan nuestro estado anímico. Trate de hacer a un lado los problemas que lo aquejen al momento de realizar este ejercicio, intente despojarse de esos problemas por unos instantes y adoptar la siguiente postura.

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Ejercicios sobre el perdón, 5

Génesis de nuestros sentimientos y emociones

Dolor en GuatemalaLes invito a continuar nuestra reflexión sobre los sentimientos. Cualquier acontecimiento puede ser ocasión de emociones, por ejemplo, la vista de un relámpago, de un paisaje maravilloso, una fiera suelta, oír el rugido de una tempestad, de un león, los insultos de un adversario; experimentar la muerte de un ser querido, una enfermedad, un fracaso, el recuerdo vivo de una humillación. Todo lo anterior puede dar pie al temor, a la ira, a la tristeza, al dolor, al gozo. Del mismo modo, la presencia de una persona querida, sus palabras de aliento, sus regalos serán ocasión de amor, de alegría, de seguridad.

Las imágenes o ideas especulativas interesan solo al entendimiento; las decisiones, a la voluntad. Pero hay experiencias, ideas y recuerdos con carga afectiva de temor o esperanza, de alegría o de tristeza, de odio, ira, amor, etc., que afectan a todo el ser; y parecen incrustarse en nuestro cuerpo y tienden a continuar en nuestra alma, influenciando nuestra personalidad. Son los sentimientos y emociones en los que vibran nuestros nervios y todo nuestro ser ante la felicidad o su ausencia: emociones positivas ante la dicha real o imaginaria; emociones negativas ante la desdicha.

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Ejercicios sobre el perdón, 4

Tomar Conciencia de nuestros Sentimientos
(Jn 11,33-36; Lc 7, 11-16)

P. Jaime ForeroLes invito a continuar nuestra reflexionar sobre esa realidad fundamental de la persona humana, nuestros sentimientos y su comunicación. Los sentimientos anteceden al perdón, que no depende de ellos, sino de la voluntad. Un sentimiento que ha sido herido necesita del perdón. De todos modos necesitamos tomar conciencia de nuestros sentimientos, partir de ellos y reabrir así los canales de un auténtico perdón. En nuestra cultura pasamos por alto lo que sentimos ante determinados hechos. Los guardamos y nos quedamos con una energía que se va represando en nuestro interior. Cuanto más reprimamos nuestros sentimientos, más nos perjudicamos vitalmente. Veremos cómo Jesús, nuestro modelo, tuvo una riquísima vida afectiva, rodeándose de amigos, con quienes compartía hasta sus más íntimos sentimientos. Su comunidad apostólica era una escuela de intercambio de sentimientos, como aparece en el Evangelio.

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Ejercicios sobre el perdón, 3

Los Sentimientos
(Jn 11, 33-36; Lc 7, 11-17; Lc 7, 36-50; Filp 2,5)

SorpresaLes invito a iniciar una reflexión sobre los sentimientos y su naturaleza. El hombre obra y se mueve por sentimientos, aunque de pronto no les pone mucha atención, los considera algo perfectamente natural. Somos afectivos por naturaleza y respondemos afectivamente en todo el contexto de nuestra existencia. Con la afectividad expresamos la capacidad y la necesidad que tenemos de amar y de ser amados; por ella somos capaces de experimentar sentimientos, emociones y pasiones. En nuestra reflexión nos acercaremos al modelo de todo hombre y mujer: Jesucristo Dios y hombre. El tuvo grandes sentimientos, por eso tuvo amigos. Cuando uno de ellos, Lázaro, murió, fue para ver el lugar donde le habían colocado. Allí se encontró con María, hermana de este. Ella sufría sobrecogida de dolor. Al verla se conmovió profundamente, pues había muerto alguien a quien los dos amaban. Ante la tumba, no solo lloró por la muerte de su amigo, sino por el dolor de su amiga María. Tener buen corazón y buenos sentimientos es la clave de la felicidad y la verdadera riqueza. Iniciaremos ahora nuestra reflexión sobre los sentimientos en general y en el siguiente tema abordaremos nuestra reflexión sobre los sentimientos de Jesús.

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Mitos Modernos

Dios me ha permitido vivir lo suficiente como para ver caer algunos de los mitos culturales que hacían furor cuando yo era niño. En aquella época, digamos hace treinta años, la energía nuclear todavía se miraba como la opción maravillosa para satisfacer todas las demandas energéticas del mundo. Poco después, el despertar de la conciencia ecológica puso las cosas en perspectiva. Pronto llegó Chernobyl, la Guerra Fría cedió y declinó dejando tras de sí sólo una cosa clara: la fuerza del átomo no es neutra. Lo que suceda en la política sucederá con los isótopos y las bombas nucleares. El resultado neto de todo ello fue el mito cultural que decía: “Estamos a punto de solucionar los problemas de la energía” cayó por tierra.

Lo que más me llama la atención de esta clase de ideas compartidas es que se vuelven dogmas tácitos. Son “verdades” de tal obviedad que pocos se atreven a cuestionarlas. Uno llega casi a “vivir” dentro de esas afirmaciones, no importa cuán disparatadas aparezcan después, cuando la fiebre colectiva pasa. Supongo yo que es el mismo tipo de “embrujo”que logran conseguir líderes como Hitler: naciones enteras pierden la capacidad de criticar lo que se dice, y las pocas voces aisladas sólo pueden naufragar en un mar de consenso, aplausos abiertos, temores tácitos y ventajas parciales de las que muchos logran sacar provecho.

También en términos de tecnología, hace treinta años se veía de otra manera la exploración del espacio. Mi generación alcanzó a pensar que moriríamos viendo cómo ya florecían grandes colonias de seres humanos en inmensas ciudadelas espaciales. Pero ellas no despegaron del suelo como tampoco lo hicieron los carros voladores que, si existen, deben estar bien parqueados en un garaje de abastecimiento nuclear.

Todo ello, si uno lo piensa juicio, sólo puede llevar a una pregunta: ¿Y cuáles son nuestros actuales engaños? ¿O es que vamos a dejarnos engañar tanto que ya creemos que en nuestra época no hay más mitos culturales? Me he puesto en la tarea de revisar literalmente centenares de fuentes de información, desde agencias de noticias hasta avisos comerciales en la televisión; desde debates con grandes pensadores hasta videos de la recientemente adquirida YouTube. Hice una lista. Lo que siguen los Doce Mitos Contemporáneos. De acuerdo con las peticiones que aparezcan en los comentarios a este post, iré desarrollando uno por uno de ellos.
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Los encantos de la Teoría de la Evolución

Suele pensarse que la teoría de la evolución (TE) forma un todo compacto, que sólo puede ser aceptado o rechazado en bloque. Esta idea errónea sirve de base para una acción errónea también: atacar, con frecuente apelación al ridículo, a todos los que no acepten ese bloque de afirmaciones. Para los acérrimos defensores de esta manera de hablar de la evolución, como es el caso de Richard Dawkins, uno sólo puede ser evolucionista a la manera de ellos, o creacionista ingenuo, precientífico, enemigo de la razón humana, dogmático fundamentalista amarrado miserablemente a las cadenas de la superstición, o incluso de peores y más bajos intereses.

Lo irónico del caso es que todos esos epítetos y toda la carga visceral de tantos adjetivos es exactamente lo opuesto de lo que la ciencia se supone que es y debe ser. ¿No se suponía que el científico es experto en la asepsia emocional, persona bien entrenada en medir sus palabras y en no adelantar hipótesis, sobre todo cuando se trata de las intenciones de otros?
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Diez Mitos sobre la Pedofilia

Mito 1:

Es más probable que sacerdotes católicos, en comparación con otros grupos de hombres, sean pedófilos.

Esto es simplemente falso. No existe evidencia alguna de que los sacerdotes estén más inclinados a abusar de los niños que otros grupos de hombres.

El uso y abuso de los niños como objeto de gratificación sexual por parte de los adultos es epidémico en todas las clases sociales, profesiones, religiones y grupos étnicos alrededor del mundo, según lo demuestran claramente las estadísticas acerca de la pornografía, el incesto y la prostitución infantil. La pedofilia (el abuso sexual de niños preadolescentes) entre los sacerdotes es extremamente rara, pues afecta solamente al 0.3% del clero. Esta cifra, citada en el libro Pedophiilia and Priests (Pedofilia y Sacerdocio), escrito por el estudioso no-católico Philip Jenkins, está tomada del estudio más amplio que existe hoy día sobre este tema. Concluye que solamente uno de entre 2.252 sacerdotes que formaron parte del estudio a lo largo de un período de más de 30 años, se ha visto afectado por la pedofilia. En los escándalos recientes de Boston, solamente 4 de entre más de los 80 sacerdotes etiquetados por los medios de comunicación como “pedófilos” son en realidad culpables de abusar de niños pequeños.

La pedofilia es un tipo particular de desorden sexual compulsivo en el cual un adulto (hombre o mujer) abusa de niños preadolescentes. La gran mayoría de los escándalos sexuales del clero que están saliendo a la luz ahora no entran propiamente en la categoría de pedofilia. Más bien, se deben calificar como efebofilia o atracción homosexual hacia adolescentes. Aunque el número total de sacerdotes que cometen abuso sexual es más alto que el de los que son culpables de pedofilia, la cifra total queda aún por debajo del 2% que es semejante al porcentaje que se da entre hombres casados (Jenkins, Pedophilia and Priests).

Con ocasión de la crisis actual en la Iglesia, otros grupos religiosos e instituciones no religiosas han admitido tener problemas semejantes tanto de pedofilia como de efebofilia entre las filas de su clero o personal. No hay evidencia de que la pedofilia sea más común entre el clero católico, que entre los Ministros protestantes, los líderes Judíos, los médicos, o miembros de cualquier otra institución en la que los adultos ocupen posiciones de autoridad sobre los niños.

Mito 2.

El estado célibe de los sacerdotes conduce hacia la pedofilia.

El celibato no es causa de ninguna adicción sexual desviada, entre las que se cataloga la pedofilia. De hecho, en comparación con los sacerdotes, es tan probable que los hombres casados abusen sexualmente de los niños (Jenkins, Pedophilia and Priests). Entre la población general, la mayoría de los transgresores son hombres heterosexuales reincidentes que abusan sexualmente de las niñas. También hay mujeres que cometen este tipo de abusos sexuales. Aunque es difícil obtener estadísticas exactas sobre el abuso sexual de los niños, los rasgos característicos de los que repetidamente cometen abuso sexual con niños han sido bien descritos. El perfil de los abusadores sexuales de niños nunca incluye adultos normales que se sienten atraídos eróticamente hacia los niños como resultado de la abstinencia (Fred Berlin, Compulsive Sexual Behaviors, in Addiction and Compulsion Behaviors [Boston: NCBC, 1998]; Patrick J. Carnes, Sexual Compulsion: Challenge for Church Leaders, in Addiction and Compulsion; Dale O’Leary, Homosexuality and Abuse).

Mito 3.

Si los sacerdotes se casaran, desparecerían la pedofilia y otras formas de conducta sexual desviada.

Algunas personas incluyendo algunos disidentes católicos que suelen expresar su disconformidad en público se están aprovechando de esta crisis para promover sus propios intereses. Como respuesta a los escándalos, algunos están exigiendo que el clero sea casado, como si el matrimonio hiciera que “ciertos” hombres dejasen de molestar sexualmente a los niños. Esta afirmación se desmiente con las estadísticas mencionadas antes sobre el hecho de que, comparados con los sacerdotes célibes, es igualmente común que los hombres casados abusen sexualmente de los niños. (Jenkins, Pedophilia and Priests).

Dado que ni el ser católico ni el ser célibe predispone a una persona a caer en la pedofilia, el clero casado no resolvería el problema (Doctors call for pedophilia research, The Hartford Currant, March 23). No hay más que mirar a las crisis en otras religiones, sectas o profesiones para ver este punto con claridad.

El hecho es que hombres heterosexuales sanos no suelen caer en la atracción erótica hacia los niños como resultado de su abstinencia.

Mito 4.

El celibato sacerdotal fue una invención medieval.

Mentira. En la Iglesia católica de Occidente, el celibato se practicó ya universalmente a partir del siglo IV, comenzando con la adopción que S. Agustín hizo de la disciplina monástica para todos sus sacerdotes. Además de las muchas razones prácticas para adoptar esta disciplina se suponía que era un buen medio para evitar el nepotismo. El estilo de vida célibe permitía a los sacerdotes ser más independientes y disponibles. Este ideal era también una oportunidad para que los sacerdotes dieran también testimonio del mismo estilo de vida que sus hermanos los monjes. La Iglesia no ha cambiado las normas del celibato, porque con el paso de los siglos se ha dado cuenta del valor práctico y espiritual que posee (Pablo VI, carta encíclica sobre El celibato sacerdotal, 1967). De hecho, incluso en la Iglesia católica del Este que admite también la posibilidad de tener sacerdotes casados, los obispos son elegidos solamente entre los sacerdotes no casados.

Cristo reveló el verdadero valor y significado del celibato. Los sacerdotes católicos, desde S. Pablo hasta el presente le han imitado en la total donación de si mismos a Dios y a los demás viviendo célibes. Aunque Cristo elevó el matrimonio al nivel de sacramento que revela el amor y vida de la Santísima Trinidad, él fue también testigo vivo de la vida futura. Los sacerdotes célibes son para nosotros testigos vivos de esta vida futura en la cual la unidad y el gozo del matrimonio entre un hombre y una mujer son sobrepasados por la perfecta y amorosa comunión con Dios. El celibato entendido y vivido adecuadamente libera a la persona para amar y servir como Cristo lo hizo.

En los últimos cuarenta años, el celibato ha sido un testimonio todavía más poderoso del sacrificio amoroso de hombres y mujeres que se ofrecen a si mismos para servir a sus comunidades.

Mito 5.

Mujeres sacerdotes ayudarían a solucionar el problema.

No hay en absoluto ninguna conexión lógica entre el comportamiento desviado de una pequeña minoría de sacerdotes varones y la inclusión en sus filas de las mujeres. Aunque es verdad que según muestran la mayoría de las estadísticas sobre abuso de niños es más común que los hombres abusen de ellos, el hecho es que también hay mujeres que molestan sexualmente a los niños. En 1994, el National Opinion Research Center demostró que la segunda forma más común de abuso sexual de niños era el de mujeres que abusaban de niños varones. Por cada tres varones abusadores sexuales de niños, hay una mujer abusadora. Las estadísticas sobre las mujeres que abusan sexualmente de otros son más difíciles de obtener porque el crimen es más oculto (entrevista con el Dr. Richard Cross, “Una cuestión de carácter”, National Opinion Research Center; cf. Carnes). Además, es más improbable que sus víctimas más frecuentes, los niños, reporten los abusos sexuales, especialmente cuando el abusador es una mujer (O’Leary, Child Sexual Abuse).

Hay razones por las cuales la Iglesia no puede ordenar sacerdotes a las mujeres (como Juan Pablo II ha explicado en numerosas ocasiones). Pero esto nos sacaría ahora del tema. El debate sobre la ordenación de las mujeres no está para nada relacionado con el problema de la pedofilia ni con otras formas de abuso sexual.

Mito 6.

La homosexualidad no está conectada con la pedofilia.

Esto es simplemente falso. Es tres veces más probable que los homosexuales sean pedófilos que los hombres heterosexuales. Aunque la pedofilia exclusiva (atracción hacia los preadolescentes) es un fenómeno extremo y raro, un tercio de los varones homosexuales sienten atracción por los adolescentes (Jenkins, Priests and Pedophilia). La seducción de adolescentes varones por parte de homosexuales es un fenómeno bien documentado. Esta forma de comportamiento desviado es el tipo más común de abuso obrado por sacerdotes, y está directamente relacionado con el comportamiento homosexual.

Como Michael Ross muestra en su libro, Goodbye!, Good Men (Adiós, hombres buenos!), hay una activa sub-cultura homosexual dentro de la Iglesia. Esto se debe a varios factores. La confusión que se ha dado en alguna ocasión en la Iglesia como resultado de la revolución sexual de los años 60, el tumulto posterior al Concilio Vaticano II, y una mayor aprobación de la homosexualidad por parte de la cultura. Todo esto hizo que se creara un ambiente en el cual homosexuales varones activos fueron alguna vez admitidos y tolerados en el sacerdocio. La Iglesia se ha apoyado también más en la psiquiatría para valorar la idoneidad de a los candidatos al sacerdocio y para tratar a los sacerdotes que tenían problemas. En 1973, The American Psychological Association (Asociación Psicológica Americana) dejó de considerar la homosexualidad como una orientación objetivamente desordenada y la suprimió de su Manual Diagnóstico y Estadístico (Nicolosi, J., Reparative Therapy of Male Homosexuality, 1991; Diamond, E,. Et al. Homosexuality and Hope, documento no publicado de la CMA). Lógicamente, el tratamiento de comportamientos sexuales desviados se vio afectado por este cambio de actitud.

Mientras la actitud de la Iglesia hacia quienes tienen problema de atracción homosexual se ha caracterizado por la compasión, también ha sido firme y constante en sostener el punto de vista de que la homosexualidad es objetivamente desordenada y que el matrimonio entre un hombre y una mujer es el único contexto propio para el ejercicio de la actividad sexual.

Mito 7.

La Jerarquía católica no ha hecho nada para solucionar la pedofilia.

Aunque todos estamos de acuerdo en que la jerarquía no ha hecho en algunos lugares todavía lo suficiente, esta afirmación es, sin embargo, falsa. Cuando el Código de Derecho Canónico fue revisado en 1983, se añadió un pasaje importante:

“El clérigo que cometa de otro modo un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencia o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical cuando el caso lo requiera”. (CIC, c. 1395, §2).

Pero ciertamente, no es lo único que la Iglesia ha hecho. Los obispos, comenzando con el Papa Pablo VI en 1967, publicaron una advertencia dirigida a los fieles sobre las consecuencias negativas de la revolución sexual. La encíclica papal Sacerdotalis coelibatus (sobre el celibato sacerdotal), trató el tema del celibato sacerdotal en medio de un ambiente cultural que exigía mayor “libertad” sexual. El Papa volvió a reafirmar el celibato al mismo tiempo que apelaba a los obispos para que asumieran responsabilidad por “los hermanos sacerdotes afligidos por dificultades que ponen en peligro el don divino que han recibido”. Aconsejaba a los obispos que buscaran ayuda para estos sacerdotes, o, en casos graves, que pidieran la dispensa para los sacerdotes que no podían ser ayudados. Además, les pidió que fuesen más prudentes al juzgar sobre la aptitud de los candidatos al sacerdocio.

En 1975, la Iglesia publicó otro documento llamado Declaración sobre ciertas cuestiones sobre la ética sexual (escrito por el cardenal Josef Raztinger) que trataba explícitamente, entre otros asuntos, el problema de la homosexualidad entre los sacerdotes. Tanto el documento de 1967 como el de 1975 tratan el tema de las desviaciones sexuales, incluso la pedofilia y la efebofilia, que son especialmente frecuentes entre los homosexuales.

En 1994, el Ad hoc Committee on Sexual Abuse (Comité sobre abuso sexual de la Conferencia Episcopal Americana) publicó unas orientaciones dirigidas a las 191 diócesis de Estados Unidos para ayudarles a crear unas líneas de acción para tratar el problema de abuso sexual de menores. Casi todas las diócesis redactaron sus propias directrices (USCCB document: Guideliness for dealing with Child sexual Abuse, 1993-1994). En estas fechas la pedofilia se reconocía ya como un desorden que no podía ser curado, y como un problema que se estaba agravando debido al aumento de la pornografía. Antes de 1994, los obispos siguieron la opinión de los psiquiatras expertos que creían que la pedofilia podía ser tratada con éxito. Los sacerdotes convictos de abuso sexual eran enviados a uno de los establecimientos especializados de los Estados Unidos. Los obispos frecuentemente se basaban en los juicios de los expertos para determinar si los sacerdotes estaban listos para volver al ministerio. Esto no mitiga la negligencia por parte de algunos miembros de la jerarquía, pero por lo menos ayuda a entender mejor la cuestión.

Como respuesta a los escándalos recientes, algunas diócesis están creando comisiones especiales para afrontar los casos de abuso de menores; también están creando grupos de defensa de las víctimas, y están reconociendo oficialmente que se debe atender inmediatamente cualquier legítima acusación.

Mito 8.

La enseñanza de la Iglesia sobre moralidad sexual es el verdadero problema, no la pedofilia.

La enseñanza de la Iglesia sobre la moralidad sexual se basa en la dignidad de la persona humana y en la bondad de la sexualidad humana. Esta enseñanza condena el abuso de los niños en todas sus formas, lo mismo que condena otros crímenes sexuales reprensibles como la violación, el incesto, la pornografía infantil y la prostitución infantil. En otras palabras, si estas enseñanzas se vivieran, no existiría el problema de la pedofilia.

La creencia de que esta enseñanza conduce a la pedofilia se basa en un concepción falsa o en una deliberada falsa interpretación de la moral sexual católica. La Iglesia reconoce que la actividad sexual sin el amor y compromiso que se da solamente en el matrimonio, disminuye la dignidad de la persona humana y a fin de cuentas es destructiva. En lo que se refiere al celibato, siglos de experiencia han probado que hombres y mujeres pueden abstenerse de la actividad sexual al mismo tiempo que se realizan plenamente viviendo una vida sana y llena de sentido.

Mito 9.

Los periodistas católicos han ignorado el problema de la pedofilia.

Como todo lector de CRISIS sabe, esta afirmación es claramente falsa. Nuestro artículo de portada de octubre de 2001 se titulaba así: The High Price of Priestly Pederasty, (El alto precio de la pederastia de los sacerdotes), una exposición del escándalo que saldría a la superficie en el resto de la prensa tres meses después. Puedes leer nuestro artículo haciendo click sobre el título.

Y nosotros no fuimos los únicos que hemos seguido el problema de pedofilia/pederastia. Charles Sennot, autor de Broken Covenant, Rod Dreher de la National Review, el cofundador de CRISIS, Ralph McIncerny, Maggie Gallagher, Dale O’Leary, The Catholic Medical Association, Michael Novak, Peggy Noona, Bill Donohue, Dr. Richard Cross, Philip Lawler, Alan Keyes, and Msgr. George Kelly han cubierto este tema ampliamente.

El hecho de que el resto de los medios de comunicación haya ignorado nuestro trabajo, no significa que no lo hayamos hecho.

Mito 10.

El requisito del celibato limita el número de candidatos al sacerdocio, con el resultado de que haya un número alto de sacerdotes sexualmente desequilibrados.

Primero de todo, no existe un “alto número de sacerdotes sexualmente desequilibrados”. De nuevo afirmamos que la gran mayoría de los sacerdotes son normales, sanos y fieles. Cada día demuestran que son dignos de la confianza de aquellos cuyo cuidado se les ha confiado.

En segundo lugar, quienes no se sienten llamados a una vida de celibato están ipso facto excluidos de poder ser sacerdotes católicos. De hecho, la mayoría de los hombres no está llamada a ser célibe. Sin embargo, algunos están llamados, y de entre ellos algunos están llamados por Dios al sacerdocio.

La vocación sacerdotal, como el matrimonio, requiere el mutuo y libre consentimiento de ambas partes. Por tanto, la Iglesia debe discernir si un candidato es verdaderamente digno y apto mental, física y espiritualmente para comprometerse a una vida de servicio sacerdotal. El deseo que un candidato tenga de ser sacerdote no constituye de por sí una vocación. Los directores espirituales y vocacionales conocen ahora mejor que nunca las deficiencias de carácter que hacen que un candidato, en otros campos cualificado, no sea apto para el sacerdocio.

(Copyright (c) 2001 by Crisis Magazine)
Padre Luis de Moya

Carta a un Homosexual

Grandeza del amor de gratuidad

Querido amigo:

La alegría, la felicidad y plenitud, para quien sabe amar en gratuidad, esto es, por el amor mismo, están en el acto mismo de amar. Todo esto independientemente de que ese amor sea correspondido o no. El amor verdadero no necesita ser correspondido para dar al que ama la verdadera felicidad y la verdadera plenitud. El amor basta por sí mismo para quien de verdad sabe amar. Cuando un hombre ama y espera ser correspondido en su acto de amar, nos encontraremos en presencia no de un amante, sino de un indigente del amor, es decir, uno que necesita mendigar un afecto, una caricia, un gesto de ternura o de complacencia. ¿Es bochornosa la mendicidad? ¿Es vergonzante pedir? ¿Por qué sentimos una vergüenza secreta cuando tenemos que pedir algo? Pues bien, la suprema vergüenza se debe experimentar, sí, pero cuando lo que mendigamos es afecto. Por el contrario, ¡qué plenos! ¡Qué felices! ¡Qué realizados! Pleno, feliz y realizado el hombre que encuentra todo eso en el amor.

Si quieres, mi querido amigo, vivir la experiencia de la plenitud, de la felicidad y de la realización verdaderas, no dudes nunca de que eso lo podrás conseguir en la medida en que sepas amar sin esperar algo a cambio. Un autor que leí hace mucho tiempo, define la amistad como “amor en reciprocidad”, es decir, cuando damos amor sin esperar ser correspondidos, pero obtenemos una respuesta a ese amor en gratuita correspondencia, nos encontramos en la presencia de la amistad. La amistad, por ser un amor gratuito vivido en lo más íntimo de la reciprocidad, no se busca –eso sería mendicidad-; no se espera, ni siquiera debe desearse… La amistad es un don, un regalo que Dios nos hace en el marco del camino de nuestra vida. La actitud, pues, que debemos tener ante la amistad es la que tenemos frente a un regalo: la disponibilidad a recibirla. Hace muchos años, cuando yo era estudiante, me confesé con un fraile sacerdote, de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos; hablándome de la amistad, me dijo: “mira, para llegar a ser amigos, es necesario comer muchos sacos de sal juntos”. ¿Qué significa esto? La sal se tiene que comer poco a poco. Nunca podemos comer sal a puñados. ¿Cuánto tiempo necesitaríamos para llegar a comernos muchos sacos de sal? Indudablemente, mucho tiempo. De igual manera, para llegar a ser amigos, se necesita dejar que pase mucho tiempo.

¿Homosexualidad o personas homosexuales?

Y ahora quiero entrar en el terreno de la homosexualidad, del “amor” homosexual y de la amistad en la vida homosexual… El de la homosexualidad es un terreno en el que más son los puntos sin clarificar, que los ya clarificados. La ciencia no ha tenido la capacidad, por ejemplo, de determinar la etiología, es decir, el origen de la homosexualidad y cuáles son los factores que permiten su existencia. Ante esta problemática hay quienes, incluso, prefieren hablar de “personas homosexuales” y no de la “homosexualidad”, puesto que las manifestaciones de la vida homosexual suelen ser tan variadas como las personas homosexuales mismas. Yo considero que hablar de “personas homosexuales” es más apropiado, porque lo que define a una persona, no es precisamente la orientación sexual que ésta tenga, sino su condición de persona, con una dignidad inalienable que nace del hecho de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Si llegarámos a reducir a la persona a su orientación sexual, nos expondíamos empobrecerla a un nivel tal, que la estaríamos despojando de su condición más sagrada. ¡No! La persona, si bien es cierto que está condicionada por su orientación sexual, no es menos cierto que ésta es sólo una parte de aquélla. La orientación sexual está en función de la persona, y no al revés.

No obstante, aunque de suyo son más las que cosas que no se tienen claras que las que sí a propósito de la homosexualidad, la observación y la ciencia nos han dado la posibilidad de hacer algunas puntualizaciones respecto de la homosexualidad. Tal es el caso, por ejemplo, de la psicología homosexual. La psicología de la persona homosexual es profundamente compleja, ya veces llega a niveles de complicación verdaderamente alarmentes. ¿Por qué? La misma persona homosexual, en muchos casos, se encuentra frente a una orientación sexual que ella misma no escogió. Frente a esta realidad, aparece el sentimiento de impotencia al no poder “cambiar” la orientación. Esta impotencia engendra, normalmente, el sentimiento de frustración, y a la frustración se añade a la censura que viene de la sociedad y de algunas instituciones en general. La persona homosexual es objeto de la censura, a veces despiadada, de los distintos componentes de la sociedad, y esto es el punto de partida para que la persona homosexual se vea condenada a llevar una doble vida. Frente a la sociedad, se asume el rol psicológico que nace del sexo: se es varón o se es mujer. Pero en la intimidad, en el reducido círculo de “amigos”, se puede dar rienda suelta al comportamiento homosexual sin temor a la censura, a la descalificación y a la condena.

Itinerario de un homosexual

Antes de llegar a “asumir” su orientación sexual, la persona homosexual sufre los horrores de condenarse a sí misma. A los sentimientos de frustración engendrados por la impotencia de “cambiar”, se suma el autocastigo y el autorreporche por ser “diferente” a los demás. Sin embargo, una vez “asumida” la orientación sexual, la persona homosexual está en condición de posibilidad, en la mayoría de los casos, de vivir el desenfreno y el desorden en todos los niveles. Esto se da, por ejemplo, en la impunidad con que comienza a llevar una vida doble, visitando lugares y círculos donde se puede manifestar como persona homosexual abiertamente. En todo este proceso, la persona homosexual es capaz de conocer los niveles más macabros de degradación humana; la frecuencia a las saunas, a los bares, a las zonas de encuentros, son sólo algunos medios por los que la persona homosexual puede llegar a degradarse y a poner en serios paréntesis su condición de dignidad de persona humana. Por esta razón, es frecuente que la persona homosexual esté condenada a morir de enfermedades como el SIDA, que tienen, todavía en la actualidad, una inmensa connotación de carácter moral.

Junto a esta primera etapa, en el que el homosexual “asume” su condición, aparece otra de las características que definen la conducta homosexual: la promiscuidad. La inmensa mayoría de los homosexuales no reparan en las personas más que en sus atributos físicos. Los atributos físicos son las condiciones para que una persona homosexual se sienta atraída o no hacia otra. En este sentido, se ha creado toda una cultura del tipo de hombre del que gusta una persona homosexual. Ateniéndonos a lo dicho anteriormente, sobre la variedad de formas que reviste la homosexualidad, normalmente los hombres que son objeto del gusto y atracción de las personas homosexuales son aquellos que tienen estatura alta, con cuerpos moldeados en gimnasios y vestidos al modo que podríamos llamar “pop”. Esto, aunque no siempre y en todos los casos, suele ser la constante en el comportamiento de las personas homosexuales.

¿Amor homosexual?

Ahora bien, ¿es posible el amor entre los homosexuales? O, formulada más concretamente, ¿es posible que una pareja homosexual pueda llegar a la complementariedad en el afecto? La psiquiatría y la psicología, en este particular, tienden a ser enfáticas: no es posible, en un máximo porcentaje, que las personas homosexuales que deciden vivir en parejas, logren la firmeza, la estabilidad y el equilibrio que sí es posible encontrar, por ejemplo, entre las parejas heterosexuales. ¿Por qué esta imposibilidad? Básicamente porque el fundamento de este tipo de parejas no es el amor, sino un sentimiento narcisista –y por tanto indigente- de búsqueda desordenada en la otra persona de lo que no se tienen en sí mismo. Dicho más claramente, la persona homosexual piensa encontrar en el otro lo que en sí mismo no encuentra. Una vez desaparcido el “encanto” y el “atractivo” primeros, la pareja se disuelve, con la constante de que uno de los dos queda en una grave situación de crisis emocional y afectiva. No son fácilmente constatables en la realidad y en la experiencia los casos en que la pareja homosexual haya conocido, como razón de su separación, la muerte de uno de los dos.

A los sentimientos narcisistas y superficiales que fundamentan la relación de pareja de personas homosexuales, se une otra de las características de la conducta de las personas homosexuales: la tendencia –a veces lamentablemente desordenada- a la promiscuidad sexual. Es frecuente que una persona homosexual sea capaz de mantener múltiples relaciones sexuales con distintas personas, en un lapso de tiempo muy corto. Esta tendencia, en parte, tiene su explicación más profunda en la carencia afectiva que suele acomapañar a las personas homosexuales, y a su falsa consideración de considerar el placer sexual-genital como fuente de felicidad, estabilidad y equilibrio. En realidad, es todo lo contrario. Mientras más sean los encuentros sexuales con un gran número de personas, mayor será el estado de promiscuidad, y más en riesgo estará la dignidad de la persona, su estabilidad emocional y afectiva, y su misma estabilidad física, por el riesgo de contraer una enfermedad infectocontagiosa. Por otra parte, al fijarse –a veces compulsivamente- en el físico de las personas, en este caso de los hombres, la persona homosexual se sentirá atraída hacia todos aquellos hombres que cubran los parámetros de sus gustos y preferencias. La promiscuidad sexual en las personas homosexuales, finalmente, suele ser una de las causas más comúnes de la disolución de las parejas; contrario de lo que sucede en muchas parejas heterosexuales, que son capaces de seguir estables aún y por encima de la infidelidad puntual de uno de los dos.

La luz que brinda la amistad genuina

¿Puede llegar la persona homosexual a vivir la experiencia de la amistad? Todas y cada una de las personas estamos llamados a vivir la experiencia de la amistad. Si la amistad es un don de Dios, que en encarna en una experiencia profundamente humana, necesariamente todas las personas podemos tener la gracia de recibir el don de la amistad. Las personas homosexuales no quedan excluidas de la gracia de la amistad, puesto que lo que define el fundamento de la persona es la dignidad que nace de su ser personal, y no su orientación sexual. Así, pues, la persona homosexual no sólo puede vivir la experiencia de la amistad, sino que está llamada a vivirla de una manera especial. Sin embargo, es preciso hacer algunas salvedades en este campo, con la finalidad de tener más claro el horizonte.

En primer lugar, la persona homosexual tiene que estar abierta a recibir el don de la amistad, tal y como ha quedado descrita anteriormente. Esta apertura significa la disposición de renunciar a todo interés en una relación de amistad, sobre todo a los intereses que pueden nacer de los deseos sexuales. Cuando en una relación de amistad se pasa al plano de las relaciones sexuales la amistad queda herida de muerte, y es muy probable que la experiencia de amistad quede truncada, mejor, abortada para siempre. El sentido común siempre dicta que “la primera vez es la más difícil”, lo cual significa, aplicada en este campo, que una vez que se tenga la primera experiencia sexual entre amigos, es factible que ésa sea la primera de una interminable cadena de relaciones de naturaleza sexual genital.

De lo anterior se desprende que es muy favorable que la persona homosexual viva una experiencia de amistad con una heterosexual. Esto deja garantizado, en un alto porcentaje, que no habrá lugar a una relación de tipo sexual entre los amigos. Por otra parte, cuando una persona homosexual vive una experiencia de amistad profunda con una persona heterosexual, el primero tiene la posibilidad de descubrir, a través del segundo, aspectos y dimensiones de la vida que la misma homosexualidad le ha impedido ver o vivir. No obstante, como sea que la amistad, según lo ya dicho, es una experiencia entre personas, que no se busca, sino que se recibe como un don, cabe afirmar que también entre homosexuales puede haber una experiencia de amistad.

Tampoco queda excluida, en este sentido, la amistad de una persona homosexual varón con una mujer. Más aún, es sumamente aconsejable la experiencia de amistad entre un varón homosexual y una mujer. La existencia de la realidad de la homosexualidad es un hecho innegable. No podemos evadir su existencia en el mundo. Sin embargo, tampoco podemos evadir cómo en el designio creador de Dios, desde el principio, quedó establecido que la humanidad se realizara a través de la condición masculina, con todas las dimensiones que le son propias, y la dimensión femenina, también con sus propias especificidades. Por más que la tendencia sexual del varón homosexual esté dirigida hacia las personas de su mismo sexo, nunca y en ningún caso podrá evadir que es varon. Sea o no homosexual, el varón no podrá escapar al encuentro con la mujer. El encuentro con la mujer le permitirá descubrir lo más propio y específico de su masculinidad. Me llama mucho la atención, en le relato de la creación de la mujer, en el libro del Génesis, cómo Adán, estando delante de Eva, exclama: “Esta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Una autora, Simone de Beauvoir, afirma: “el varón se vuelve varón bajo la mirada de la mujer”. El gran poeta Antonio Machado, también afirmó en una de sus coplas: “Dicen que un hombre no es hombre, mientras que no oye su nombre de labios de una mujer”.

A modo de conclusión

Yo creo que me he extendido demasiado, mi querido amigo; pero espero que esta carta sea para ti el punto de partida para que tú puedas descubrir, clarificar y ordenar algunas dimensiones de tu vida que en este momento exigen ser descubiertas, clarificadas y también ordenadas. La tarea no es fácil. Sin embargo, tú, considera que la vida la has recibido como un Don de Dios; que Dios te ha creado para vivir en felicidad y la felicidad es el resultado de la experiencia del amor, vivido en toda su pureza y radicalidad. Yo te invito a que te abras a la experiencia de la amistad como el marco en el que tú puedas vivir la experiencia del amor. Si tú te abres a la experiencia de la amistad, verás cómo esa misma experiencia te abrirá, a su vez, horizontes nuevos, perpectivas diferentes, que jamás pensaste descubrir. Tú, simplemente estate atento y no desaproveches la amistad que el Señor te quiere regalar como un don de su amor.

Por: Un predicador católico

La Depresión

Conclusiones de la XVIII Conferencia Internacional del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud

Entre los días 13, 14, y 15 de noviembre de 2003 se celebró la Decimoctava Conferencia Internacional del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud sobre el tema “La depresión”.

Al final de las sesiones de trabajo, han surgido las siguientes afirmaciones, recomendaciones y propuestas:

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Anorexia y Bulimia: el Radical Rechazo de Uno Mismo

La red y sus recursos para combatirlas

Los trastornos en la alimentación son enfermedades conductuales devastadoras, producidas por una interacción de factores, que obedecen, por lo general, a trastornos emocionales y de la personalidad, presiones familiares, sensibilidad genética o biológica y el vivir en una cultura obsesionada por la delgadez. Entre mediados de los cincuenta y los setenta, la incidencia de la anorexia se incrementó en casi un 300%, no sólo en los países desarrollados, sino también en las clases más acomodadas del mundo en desarrollo. Durante los últimos 30 años estas enfermedades han ido aumentando todavía más, hasta adquirir proporciones de epidemia en el momento actual. Pero… ¿qué son la anorexia y la bulimia?

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El Porqué de la Atracción por el Mismo Sexo en el Niño

NUEVA YORK, sábado, 31 enero 2004 (ZENIT.org).- El padre John Harvey, Oblato de San Francisco de Sales, es el fundador de Courage, un apostolado católico para adultos que se sienten atraídos por el mismo sexo, y co-editor de “Same-Sex Attraction: A Parent’s Guide” (Ignatius) – (Atracción por el Mismo Sexo: Una Guía para los Padres).

Ha compartido con Zenit la forma en que los padres pueden educar a sus hijos en una sana sexualidad humana.

–Usted ha mencionado que las situaciones familiares pueden contribuir a la atracción por el mismo sexo. ¿Hay alguna diferencia entre los niños que se encuentran en estas situaciones y los jóvenes que eligen experimentar la homosexualidad por influencia social?

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Preguntas y Respuestas – 27

Hace algunos días le escribí sobre una inquietud que tengo acerca de la profesión, si así es como se llama, de la sofrología, pues tengo una amiga que dice ser sofróloga, pero deseo ante todo saber si esto está de alguna manera conectado con la Nueva era, pues estas cosas cuando uno no las conoce bien puede caer en errores, y yo no deseo caer en juzgar algo antes de conocerlo, pues la verdad me inquieta esta profesional. No me gusta lo que comunmente llamamos revueltos: o somos católicos o no lo somos. Agradezco, estimado Fray Nelson su respuesta. -Ma. M. de S.

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Sanando las Primeras Experiencias Afectivas

Santa Catalina de Siena escuchó decir a Dios: “el alma humana está hecha de amor, porque por amor la creé, y por ello no puede vivir sin amor”. San Agustín enseñó: “el amor de mi alma es el peso que hace inclinar a mi alma”. San Juan nos enseña: “el que no ama, permanece en la muerte”(1 Juan 3,14).

De todo esto aprendemos que el amor no es un accidente ni un adorno en nuestra vida, sino el motor mismo que nos mueve. La gran pregunta al final de la vida es: “¿amaste?”. Mas sabemos también que no todo amor es digno de ese nombre. Nada nos lastima tanto como un amor falso, un amor traicionado o un amor utilizado.

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De lo feo y sus vecindades (6)

6. ¿Una Vida Perfecta?

Nuestra búsqueda de lo bello y lo placentero puede conducir a extremos paranoicos. Hay papás obsesionados con dar a sus hijos una educación que sea perfecta, una salud que nunca falle, un entorno donde nada pueda perturbarles. En la persecución de este ideal terminan aislando a los niños de todo lo que pueda ser feo, duro, preocupante o doloroso. Los frutos de este modo de obrar son más que cuestionables. Parece que lo feo es importante y que vivir en una burbuja rosada no funciona.

En ese punto creo que estemos todos de acuerdo. Más difícil es determinar cuál es la medida “pedagógica” de fealdad que hará bien a las mentes jóvenes.

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