Educacion Catolica, 009

10. Todos estos excelentes dones se nos dan en germen, en cierne, para ser actualizados y activados con una vida y existencia sacramental. La capacidad para conocernos a nosotros mismos, para tomar la Cruz de Jesús, para ser sus discípulos, para orar en el santuario interior, para ser piedras vivas del templo único de Dios… y más, las recibimos por el Bautismo.

Toda la imagen y semejanza divina está ya dada y renovada en nuestro ser por el Bautismo. Todo lo que la educación católica puede actualizar en un bautizado ya está en el interior del mismo. Por el Bautismo somos templo de Dios, somos Aula de Dios… y somos feligreses, discípulos y monjes de Dios.

Sin el Bautismo no lo podemos ser, y sin la santa Iglesia no podemos desarrollar estos dones. Hay muchas clases de fieles, de discípulos y de monjes; pero fieles, discípulos y monjes de Dios, por Dios, con Dios y en Dios, sólo es posible en el camino católico. Quien no está en el seno de la santa Iglesia, gestándose en una Nueva Vida, no puede crecer en la vida espiritual y no puede nacer a la Resurrección. Esto no es cuestión de gustos y apreciaciones, pues es un mandato divino.

En la Iglesia primitiva se exigía el catecumenado antes del bautismo; pero la Iglesia actual, por la potestad que tienen los sucesores de san Pedro de “atar y desatar”, y en armonía con el Espíritu Santo; han decretado, por un acto de misericordia, que el Bautismo se conceda a los niños pequeños. Esto, por desgracia, produjo que el postulantado y el discipulado perdieran importancia. Pues se dejó para después su preparación y aplicación.

Es por esto que la mayoría de bautizados no han buscado actualizar el estado de discípulos, y se han perdido de lo esencial de la educación católica; quedando sólo con una instrucción limitada, opacada por lo mundano.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Educacion Catolica, 008

8. Tomaremos parte de una reflexión sobre el Bautismo: Nos hace hijos de Dios, nos da su Nombre (para actuar en su Nombre); nos hace miembros del Cuerpo Místico de Cristo para que seamos con Él y en Él templos vivos del Espíritu Santo (cf. CEC 1265, 1268).

Nos hace renacer de un germen incorruptible e inmortal, o sea, nos da nueva vida en todo nuestro ser, de tal manera que nuestra alma que estaba muerta por el pecado vuelve a tomar vida, y vida inmortal. El Bautismo es un baño de regeneración, y además de que nos limpia del pecado original y nos libra de la raíz del mal, nos da un nuevo corazón y un nuevo espíritu:

‘Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia. Los bautizados se han ‘revestido de Cristo’. Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica [deifica], santifica y justifica’ (CEC 1213, 1227).

9. El Bautismo nos hace hijos de la Luz, es decir, enciende la llama espiritual de energía, calor y luz interior y nos unifica al Reino de Dios, que es el Reino de la Luz. Nos reviste de pureza, dándonos un nuevo y limpio vestido para presentarnos al Banquete de Bodas del Cordero.

Nos incorpora, nos injerta a Cristo, a su vida, pasión, muerte y resurrección; por lo cual nos hace sacerdotes, profetas y reyes. Nos participa de la libertad de los hijos de Dios en el Hijo, y esto nos permite buscar a Dios, haciendo su santa voluntad obrando el bien:

‘El Bautismo nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad [la resurrección]’ (CEC 683).

Además de proporcionarnos la Fe, la Esperanza y la Caridad (virtudes teologales), nos da el deseo de Dios, o sea, el anhelo de amarlo, temerlo y seguirlo. Y nos hace capaces de contener a Dios Trino, su Reina (María Santísima) y su Reino… y a toda la creación. En pocas palabras, el Bautismo nos religa a Dios y a sus caminos: nos da vida espiritual verdadera:

‘El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos’ (CEC 1213). [Hasta aquí parte del escrito: “Tres gracias en una” de JJyM].

Educacion Catolica, 007

El discipulo, un bautizado

7. Es por lo anterior que “hacer discípulos” no sólo es un proceso de educación, enseñanza e instrucción, sino que previamente es la recepción de un don, el cual hay que pedir con corazón sincero (ya presintiéndolo). El discípulo no se hace por mera instrucción, sino que es un don y una transformación que se recibe por obra y gracia del Espíritu; y se reciben los dones, carismas y virtudes por medio del Bautismo, y se nutren a través de los demás Sacramentos.

Así se comprende la aparente paradoja de la fe y la razón: “Cree para que entiendas, pero entiende para que tengas fe”. Pues tanto la fe como la recta razón son dones recibidos para cultivarlos en unidad; quienes no poseen dichos dones no pueden resolver la aparente contradicción. Lo mismo pasa con la paradoja del discipulado: no puede ser discípulo quien no reciba el don y no puede recibir el don quien no se comporte como discípulo. Y lo mismo con la paradoja de la consagración religiosa: sólo pueden consagrarse quienes poseen (por el Bautismo) las virtudes de la obediencia, la pobreza y la castidad, las cuales se reciben (se consolidan) en la consagración.

Todo en la Iglesia y en la Doctrina de Cristo es un don y misterio excelsos, entre ellos y de gran valor está el Bautismo como Sacramento de iniciación católica.

Nos tomaría mucho tiempo y espacio para apenas bosquejar un poco las bondades y características del Bautismo. Aquí sólo expondremos algunas, explicando la importancia de bautizar y estar bautizado para la educación católica. En el CATECISMO DE LA IGLESIA se encuentra explicado el Bautismo de manera maravillosa.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Educacion Catolica, 006

Con el mandato y la intercesión de los apóstoles

6. Es importante recordar algo que frecuentemente se pasa por alto: Jesús, a quien se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, envía a sus Apóstoles a cumplir la misión de hacer discípulos, bautizar, y enseñar a guardar lo que Él ha mandado. Los Apóstoles son los fundamentos de la santa Iglesia, sin ellos nadie puede hacer discípulos ni enseñar la Doctrina de Cristo. Es a través de ellos y sus sucesores, tomándolos como base y compañía, como es posible la educación y toda misión católica.

Para poder realizar una educación, una enseñanza o una catequesis católica es menester el poder y la compañía de Dios, y la intercesión de los Apóstoles y sus sucesores; pues de no ser así, si no hay continuidad o envío formal, no se puede dar una educación viva en el Espíritu, la cual transforme sustancial y esencialmente al ser humano. Pues no se trata de una mera trasmisión de conocimientos, sino de la trasmisión de un poder que transforma y transfigura al hombre en todo su ser; de tal manera que lo hace miembro del Cuerpo de Cristo, y lo hace discípulo y monje.

Por ello Jesucristo pidió al Padre en su oración sacerdotal: “Pero no ruego sólo por estos, sino por cuantos crean en mí por su palabra, para que todos sea uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 20-21).

El poder y el fuego divinos se trasmiten por esta vía y este orden: del Padre al Hijo, de ambos al Espíritu; del Espíritu a los Apóstoles, de éstos a sus sucesores; luego a los sacerdotes, y de éstos a los fieles consagrados y laicos; y de la Iglesia a toda criatura. Y el Hijo ha querido que María Santísima y san José, en unión con la Iglesia, también sean medio de intercesión para con las almas. Pues “no se puede hablar de Iglesia sin María” (MC 28). Pero no se puede hablar de Iglesia, de María y de Doctrina real, sin los Apóstoles y sus sucesores.

El propósito del discipulado es hacerse uno con el Maestro; lo cual no es posible si no se toma en cuenta y se integra la Jerarquía de la Iglesia; pues es a través de dicha Jerarquía que se recibe la gracia de Dios. Ninguna misión espiritual se puede realizar fuera de la iglesia, la cual es Una, Santa, Católica (universal) y Apostólica. La verdadera Doctrina sólo se da en el seno de la Iglesia. Toda acción, de cualquier índole, si se precia de ser espiritual, debe estar sujeta a los Apóstoles y a sus sucesores, los cuales poseen y conceden el Nombre de Dios.

Así lo quiso Cristo para bien de toda criatura. Y les concedió a los Apóstoles y a sus sucesores no solo el poseer y conceder el Nombre de Dios, sino la potestad para atar y desatar (pues en ellos y a través de ellos obra efectiva y eficientemente el Espíritu); o sea, para vincular con Dios y para deshacer las obras del demonio. La Educación como don, como la concesión de la filiación divina, del discipulado y del monacato, es una gracia que se recibe por trasmisión para ser cultivada. Quienes otorgan tales dones en nombre de Cristo son los Apóstoles y sus sucesores. No hay otra vía verdadera.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Educacion Catolica, 005

Comparación con la vida religiosa

5. Todos estos requisitos y cualidades del discipulado sin lugar a dudas se contienen en los cánones y las reglas de la vida religiosa. Pero recordaremos elementos básicos del camino espiritual, los cuales por desgracia se han desgastado, y hasta olvidado en el quehacer de la santa Iglesia peregrinante; a grado tal que muchos católicos no saben que deben actualizar en su existir estas tres etapas del camino espiritual, sin importar el tipo de vocación que tengan: deben aprender a ser postulantes, discípulos y en cierto sentido, monjes.

Postulantes, porque no obstante que hayan recibido por el Bautismo todos los dones del Espíritu Santo, los deben actualizar para valorarlos y hacerlos propios. Deben solicitarlos: por ejemplo quien va a entrar a una congregación religiosa debe solicitar a Dios le dé las virtudes de la pobreza, la obediencia y la castidad; a fin de que al hacer los votos le sean confirmadas estas virtudes para emprender su vida consagrada.

Discípulos, porque a partir de una consagración (y todo Sacramento recibido es una consagración), está actuante cerca y en su ser el Maestro divino Jesús y el Maestro de la verdad Dios Espíritu Santo; por lo cual deben emprender el discipulado cumpliendo las cualidades que hemos mencionado. La presencia del Maestro hace al discípulo, y la fidelidad del discípulo implica la presencia en acto del Maestro.

Y el discípulo debe esforzarse por estar siempre alerta para seguir las mociones del Maestro y para servirle. El Maestro es Jesús y su Espíritu, y no hay otro; aunque deba el discípulo obedecer a sus superiores, en los cuales Jesús quiere ser encontrado. Quien no cultiva la obediencia y la fidelidad (virtudes recibidas gratuitamente) no puede ser discípulo de Cristo.

“Monje,” porque debe aprender a estar solo con Dios. Debe construir en su alma, sea cual sea su condición, una “celda interior”; donde solitario y en silencio se vincule con Dios en la contemplación, la adoración, la oración y la meditación. No importa que viva un existir con responsabilidad con cara al mundo, si pide este don, Dios le dará la gracia de lograr la soledad y el silencio en medio del quehacer mundano.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Educacion Catolica, 004

Las Nueve Cualidades

4. Aquí tenemos nueve cualidades del discípulo, las cuales se deben desarrollar en el discipulado. Evidentemente, del ejemplo de Jesús, María y José, surgen innumerables cualidades y virtudes; pero enunciamos sólo estas nueve cualidades básicas, como muestra de lo que hay que cultivar.

Jesús, Dios y hombre, como ser humano tuvo que cumplir los procesos de discipulado y aprendizaje, y fue un excelso discípulo del Padre, del Espíritu Santo y de sí mismo como Dios. También lo fue de su santa Madre María y de su santo padre José.

María es la discípula perfectísima de la Santísima Trinidad y de su Reino; también lo es de sí misma y de su esposo san José.

San José fue el discípulo perfecto de Dios, de su Reino, de María Santísima y de sí mismo.

De los tres surgen estas nueve cualidades del discípulo: 1. Hacer la voluntad de Dios, negándose a sí mismo, 2. Seguir las mociones del Espíritu Santo, Maestro de la Verdad, 3. Estar sujeto en obediencia a los superiores, 4. Pedir la fe y hacerla crecer, 5. Saber guardar silencio, 6. Saber escuchar, 7. Ser fiel a Dios y a la Iglesia, 8. Ser prudente, y 9. Ser proveedor de la santa Iglesia (para con la Jerarquía, la parroquia y la feligresía).

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Educacion Catolica, 003

Aprender de la Sagrada Familia

3. En la Sagrada Familia encontramos el ejemplo idóneo del discípulo y el discipulado en plenitud. Pidamos al Padre Bueno que la Familia se asiente en nuestro corazón. Y aprendamos con Ella a ser discípulos según Dios.

Mostremos tres cualidades diferentes en cada uno de los miembros de la Familia divina:

Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre negándose a sí mismo (cf.: Jn 5, 30; 6, 38).

Se dejó conducir por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 1).

Estuvo sujeto a sus padres para crecer en estatura, gracia y sabiduría (cf. Lc 2, 51).

María Santísima es mujer de fe, silencio y escucha (cf. Rosarium Virginis Mariae, n. 24)

San José es el siervo fiel, prudente, que da (provee) a la Familia el alimento a tiempo (cf. Mt 24, 45).

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Educacion Catolica, 002

Hacer Discípulos

2. Ser discípulo es un don muy grande, sin el cual el don del Maestro divino Jesús y el don del Maestro de la Verdad, el Espíritu Santo, no se realizan en plenitud. O sea, para que haya verdadera enseñanza espiritual -en espíritu (El Espíritu Santo) y verdad (Jesús)-, debe darse en el fiel el estado del discípulo, aceptado y dado por el Maestro.

Sabemos que por medio del Bautismo se reciben excelentes dones, desde la filiación divina hasta el ser hijo-discípulo de Dios, de María Santísima y de la santa Iglesia. Pero como dichos dones se reciben en estado de germen, hay que nutrirlos, actualizarlos y acrecentarlos con la educación y la liturgia católica.

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Educacion Catolica, 001

Introducción y Plan General

1. Queridos hermanos, discípulos del Maestro divino Jesucristo, en el seno de la Doctrina de la santa Iglesia, dice nuestro Señor y Dios:

“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18-20).

En esta expresión del Espíritu Santo en el Evangelista san Mateo, nos muestra lo que es la educación católica:

Hacer discípulos, bautizándolos, y enseñándoles a guardar todo lo que Cristo ha mandado.

Es significativo que se ponga como principio o introducción el “hacer discípulos” antes de bautizar, y se complemente el discipulado y el bautismo con la necesidad de “guardar lo que Cristo ha mandado”. Esto nos hace ver la importancia del discipulado, como una preparación indispensable que acompaña a los Sacramentos; porque puede suceder que un simple feligrés o un sacerdote pretendan ser “maestros” o “guías”, cuando no han consolidado el discipulado (del cual no deben salir).

La enseñanza católica es muy diferente a la enseñanza del mundo, pues implica el poder y el Plan de Dios, dirigido al hombre exterior, al hombre interior y a Dios mismo que reside en lo profundo del alma humana. Todo ello en el seno de la santa Iglesia. [Sobre el hombre exterior y el hombre interior: “Por eso no desfallecemos. Aún cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día” (2 Co 4, 16).]

Con la venia y la ayuda del Espíritu de Dios explicaremos estos tres componentes importantes de la educación católica: a) Hacer discípulos, b) Bautizándolos y, c) enseñándoles a guardar lo que Cristo ha mandado.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]