La “Experiencia del desierto”

“Cuando están próximos a entrar a la Tierra Prometida, Moisés le recuerda al pueblo judío que esos cuarenta años por el desierto, sirvieron para hacerlos humildes, fue un periodo para conocer lo que hay en su corazón. Y aunque pasaron por fuertes dificultades, nunca les faltó la ayuda divina: cuando tuvieron hambre, los alimentó con el maná del cielo; cuando tuvieron sed, hizo salir agua de una roca… Es la llamada “Experiencia del desierto” (Cfr. Dt 8,2ss)…”

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LA GRACIA 2020/05/21 Los momentos de desierto elevan nuestra vida espiritual

Durante los tiempos de ausencia de Dios nos conocemos a nosotros mismos, crecemos en la humildad, aumentamos el deseo por el Señor y purificamos nuestra intención.

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Dios y solo Dios

“¡Qué hermoso pensamiento! Imagínense: Dios los ama tanto que se llenará de júbilo por causa de ustedes. ¡Esto es Navidad! Sin embargo, para muchos esta época del año se mezcla con la tristeza pues hay seres queridos que echamos de menos o por los cuales nos preocupamos, heridas antiguas que no han sanado, relaciones que necesitan todavía ser restauradas…”

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La oración de un desanimado

Padre, yo sé que usted no hace dirección espiritual a distancia pero quizás sí me puede responder una pregunta: Si uno está desanimado, distraído, casi descreído, ¿tiene sentido orar? A veces me siento un perfecto hipócrita, como si me pusiera un disfraz de piadoso cuando ni tengo ganas ni tengo mucha fe en lo que yo mismo estoy diciendo. ¿Por qué debería seguir orando? — M.G.H.

* * *

Ante todo, le doy gracias a Dios que te ha despertado el deseo sincero y humilde de hacer esta consulta. La verdad es que las experiencias que usualmente llamamos de “desierto” son particularmente duras y ponen ante nosotros niveles altos de exigencia, muchas veces en términos de tentación.

La palabra tentación es clave. Recordemos que precisamente en el desierto cayeron sobre Cristo las más fuertes tentaciones. No será distinto nuestro caso. Te comparto algunos pensamientos que pueden servirte:

1. La oración no es una especie de “premio” que ganamos por portarnos bien. No oramos porque seamos buenos sino porque somos necesitados. Acudimos a Dios sobre todo como indigentes creaturas, como pecadores necesitados de redención, como enfermos que buscan curación.

2. El valor de la oración está unido a las virtudes teologales. Y resulta que, en tiempos de sequedad espiritual, esas virtudes, aunque se sientan menos, pueden ser muy grandes. En medio de la noche y de la falta de consuelo, la fe puede agigantarse, la esperanza aferrarse sólo a Dios, y el amor purificarse. O sea que puede incluso tener más mérito y dar al final más crecimiento la oración de la sequedad, si es que somos perseverantes.

3. La falta de consuelo nos ayuda a ser menos interesados, impacientes y arrogantes en nuestra vida espiritual. A medida que la paciencia nos da sus lecciones a su propio ritmo, descubrimos que Dios todavía tiene mucho que trabajar en nosotros, y ello es una gran bendición.

Aprende de tus propios desiertos

Eucaristía en el IX Congreso de la Parroquia de S. Francisco, San Andrés.

Lecturas especiales: Isaías 35,1-10 (El desierto y el yermo se regocijarán); 2 Corintios 12,7b-10 (el aguijón en su carne, dice San Pablo); Evangelio de San Marcos 10,46-52 (el ciego Bartimeo).

Enseñanzas: (1) Las dificultades son puertas a la Providencia Divina; (2) Explicación sobre por qué Dios tarda en responder algunas veces; (3) El camino de la Iglesia es el camino del desierto, que supone salir al encuentro de los que la sociedad descarta.

LA GRACIA del Miércoles 9 de Agosto de 2017

El desierto hace aparecer la verdad de Dios y la verdad del corazón humano, llevándolo a la purificación y haciendo crecer la semilla de la esperanza.

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Los bienes del desierto

¿Qué es el desierto?

Podemos definirlo como el tiempo y lugar en el cual somos procesados por parte de Dios de diferentes maneras, intensidad y con diferentes propósitos.

¿Por qué?

Porque solo Dios sabe lo que quiere trabajar en cada uno de nosotros, y el fin por el cual lo hace. Ya que somos probados como oro, ya que al reino de los cielos no entra ni carne ni sangre y mucho menos nada sucio (envidias, celos, avaricia, idolatría, rebeldía, entre otros).

El desierto puede ser cualquier etapa o situación en tu vida, normalmente es un tiempo en donde estamos a solas con Dios, sin mucha distracción.

Cuando estamos en el desierto podemos escuchar lo que Dios nos dice, podemos reconocer las maravillas que El obra en nosotros, sólo en el momento de soledad prestamos atención verdadera a lo que Dios quiere con nosotros.

Acontece que cuando estamos en la abundancia de todas las cosas y nos envolvemos en cada una de ellas, se nos hace más difícil atender a las cosas de Dios, y muchas veces no reconocemos cuando es Dios quien nos habla, porque tenemos “mucho que hacer”, entonces Dios usa el tiempo de “quietud” para intimar con nosotros.

Dios habla a sus hijos en el desierto para afirmar sus corazones y para construir el fundamento en ellos, para que sean como el Monte de Sion, de manera que estén bien cimentados y unidos a la raíz.

[Rosa P.]

Desenmascarando al enemigo

Necesito prevenirte contra una argucia de “satanás”… que intenta servirse de las circunstancias más normales, para desviarnos poco o mucho del camino que nos lleva a Dios. Si luchas, y más aún si luchas de veras, no debes extrañarte de que sobrevenga el cansancio o el tiempo de “marchar a contrapelo”, sin ningún consuelo espiritual ni humano. Mira lo que me escribían hace tiempo, y que recogí pensando en algunos que ingenuamente consideran que la gracia prescinde de la naturaleza: “Padre: desde hace unos días estoy con una pereza y una apatía tremendas, para cumplir el plan de vida; todo lo hago a la fuerza y con muy poco espíritu. Ruegue por mí para que pase pronto esta crisis, que me hace sufrir mucho pensando en que puede desviarme del camino”. -Me limité a contestar: ¿no sabías que el Amor exige sacrificio? Lee despacio las palabras del Maestro “quien no toma su Cruz «cotidie» -cada día, no es digno de Mí”. Y más adelante: “no os dejaré huérfanos…”. El Señor permite esa aridez tuya, que tan dura se te hace, para que le ames más, para que confíes sólo en El, para que con la Cruz corredimas, para que le encuentres.

Más pensamientos de San Josemaría.

ESCUCHA, Bajo el radar

Una enseñanza sobre el conocimiento de sí mismo en la luz que la misericordia de Dios nos concede.

radar

* Las experiencias que bebés y adolescentes suelen tener, que sienten los problemas pero en realidad no los conocen, se dan también en otras fases de la vida. Más de una vez necesitamos que nos ayuden a “descifrarnos.” Los buenos amigos, psicólogos, consejeros o sacerdotes a menudo cumplen esa función.

* Después del pecado original, la Biblia nos muestra a Dios preguntando a Adán y Eva. Esas preguntas tienen una enorme profundidad y fecundidad: ¿Dónde estás? ¿Qué es lo que has hecho? El solo intento de formularlas de modo equivalente ya nos pone en la ruta correcta de interpretación del texto: no es una escena de un Dios bravo sino el primer capítulo de la misericordia divina, que empieza por llevar a esta pareja a “descifrarse.”

* Si Dios saca a Adán y Eva del paraíso es porque ese no es lugar de salvación. El paraíso adormece, apaga las alarmas, nos vuelve idólatras, nos encierra en la satisfacción a la vista.

* Dios acude en nuestro auxilio con multitud de regalos de su amor y ternura pero solemos estar ciegos precisamente por obsesionarnos con nuestros “paraísos.” Por eso tiene que llevarnos también por otros caminos para que podamos conocernos a nosotros mismos y llegar así a reconocer su plan de amor con nosotros.

* Dios entonces nos conduce por el silencio, el desierto, la contradicción, la debilidad, la tentación, la decepción, el fracaso… al principio podemos sentir solo ira, frustración o tristeza pero su Providencia está obrando y al caer nuestros ídolos su voz nos alcanza de maneras nuevas.

* En ocasiones de obstinación nuestra y de excesiva misericordia suya, Dios utiliza también “misiles” de alto calibre como por ejemplo: experiencias de cercanía de la muerte; diatribas en contra nuestra, que nos dejan sin respuesta y sin palabras; cercanía casi tangible con el demonio, para que veamos a quién estábamos sirviendo.

* Por otra parte, y más allá de las discusiones o la dialéctica, a todos hace bien y a todos mejora la visión hacer el bien, es decir, salirnos de nuestro círculo de intereses y descubrir al hermano que sufre. Es un camino pedagógico predicado y vivido por el Papa Francisco.

* Si así nos disponemos para dejar obrar a Dios nuestra visión cambia, sobre todo con respecto a lo que somos en realidad. A esta experiencia Santa Catalina la llama “conocimiento de sí mismo.”

ESCUCHA, la Esperanza sólo crece en el jardín de la Verdad

[Predicación para un grupo de laicos en la Parroquia de Kariya, Japón, en Marzo de 2014.]

* La experiencia de Israel en el desierto es tipo de la experiencia del cristiano: así como ellos peregrinaban hacia la tierra prometida, así nosotros hacia la Casa del Padre, donde Cristo nos prepara morada perpetua.

* Si ellos soportaron la dureza del desierto, nosotros enfrentamos la dureza de un mundo en que la esperanza se ha vuelto escasa. Es difícil encontrar quien piense que el futuro será mejor que el presente. Este oscuro presentimiento sobre el pasado se cierne sobre la política y la economía, no menos que sobre la ecología o la estabilidad de la familia.

* La Plegaria Eucarística IV del Misal Romano dice que Dios educó a su pueblo en la esperanza a través de los profetas. ¿Cómo puede suceder eso, si lo que vemos en la Biblia es gente hecha del mismo barro que nosotros?

* Ante todo, conviene recordar que la esperanza es incompatible con la fantasía, si por fantasía entendemos la huida o la negación de la realidad. La esperanza sólo tiene posibilidad de nacer en la tierra de la realidad y la verdad.

* De hecho, la esperanza brota a partir de DOS VERDADES: (1) La verdad de lo que soy, y de lo que he hecho–y ello implica, la realidad del pecado cometido. (2) La verdad de lo que Dios es, y de lo que hace conmigo, sabiendo quién soy–y ello implica la verdad de su perdón que sana, corrige y restaura.

* Si uno evita esas dos verdades, se vuelve cínico. Si uno acepta la primera pero no la segunda, cae en desesperación. Si uno acepta las dos verdades, descubre la propia miseria y la misericordia divina, y sobre ese doble descubrimiento, cimienta, como sobre roca, una visión realista y a la vez positiva sobre el futuro: así brota y se fortalece la esperanza.