LA GRACIA del Miércoles 6 de Septiembre 2017

Al ir tras de Cristo llegamos al Padre y al encontrarlo no nos podemos detener sino hay que salir a consolar, sanar, liberar y enseñar a tantos corazones necesitados de Dios.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

ESCUCHA, Construir Esperanza, 3 de 3, La conversión

[Retiro de Adviento en la Parroquia de la Asunción, de Hackettstown, NJ.]

Tema 3 de 3: La conversión

* Después del cimiento se avanza en al construcción del edificio. Hay que ser cuidadosos: una grieta, que parece pequeña en la base, puede ser decisiva y trágica a medida que asciende por los muros.

* Lo mismo sucede en nuestra vida cristiana: no puede prosperar la semilla del bien si al mismo tiempo la ahogamos con la cizaña voluntaria de nuestros vicios consentidos. No se puede abrir espacio a la esperanza si se entrega el espacio al pecado.

* Al referirnos a las múltiples crisis de los jóvenes hablamos del daño que acusa la mentira, en la medida en que convierte al mundo en un lugar que no es de fiar, y por tanto: del que muy poco se puede esperar. Eso significa que la siembra de la esperanza es también siempre de la verdad.

* La verdad es la luz única que hace abrirse la flor de la esperanza. No es que tengamos respuesta inmediata y completa sobre qué haremos en cada escenario que pueda surgir en el futuro, sino que al acoger el señorío de Dios y al disponernos a amar y servir a los hermanos, estamos en realidad preparando lo mejor de cualquier futuro posible.

* La verdad indica también qué clase de cosas deben salir de nuestra vida. Es el sentido de la “poda” de la que habla Juan 15. Al podar se evita que recursos precioso (savia, en el caso de la planta) se vaya a ramas estériles. Podar es entonces “redistribuir recursos.” Podar la vida es preguntarse si el tiempo, las energías, los talentos que gastamos los estamos gastando bien.

* Guiados y animados por el Espíritu, los cristianos saben cómo lograr el máximo fruto aun en circunstancias difíciles. Los tiempos de prueba se convierten así en tiempos de verdadera esperanza.

ESCUCHA, Construir Esperanza, 2 de 3, El cimiento

[Retiro de Adviento en la Parroquia de la Asunción, de Hackettstown, NJ.]

Tema 2 de 3: El cimiento

* Nuestra fe afirma ante todo que creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

* Cuando afirmamos que hay un solo Creador, afirmamos a la naturaleza como la casa que Dios nos ha dado. No adoramos la casa ni ignoramos al Dador. Cuidamos lo que nos ha dado sin confundirlo con el único que merece adoración y todo nuestro amor.

* Al reconocernos obra suya, encontramos la fuente primera y más firme de paz pues en la profunda aceptación de uno mismo, que finalmente es homenaje al Dios Creador, está el comienzo de toda aceptación de su plan en nuestras vidas.

* Este es el Dios que ha salido a nuestro encuentro en la Persona adorable de Jesucristo, su único Hijo, de modo que el amor del Hijo nos restaura, educa, sostiene e impulsa. nuestro futuro no es simplemente azar o resultado de fuerzas y planes humanos. Hay uno que es Señor.

* Así la fe se constituye en cimiento de la esperanza: quien reconoce a Dios como Señor suyo y Señor de la Historia sabe que, más allá de las crisis individualmente consideradas, y más allá incluso de la certeza de estar o no vivos en esta tierra, el futuro es suyo.

* Además, el amor de gratuidad que Cristo ha traído a la tierra, y que nosotros recibimos en el Don por excelencia, que es el Espíritu Santo, ese es el amor que SIEMPRE será necesario en esta tierra, más allá de los sistemas políticos, los avances tecnológicos o los planteamientos económicos. Radicados en ese amor, los cristianos nos constituimos en parte de la solución, en cualquier futuro que llegue a suceder.

ESCUCHA, Construir Esperanza, 1 de 3, El diagnóstico

[Retiro de Adviento en la Parroquia de la Asunción, de Hackettstown, NJ.]

Tema 1 de 3: El diagnóstico

* En comparación con la fe o con la caridad, la esperanza cristiana resulta más difícil de ubicar en el contexto de la vida concreta de los cristianos. No resulta, en cambio, demasiado difícil identificar los motivos de desesperación o desesperanza que muchos experimentan al mirar hacia el futuro. Hay serios interrogantes abiertos sobre qué puede sucedernos, no sólo como personas sino incluso como civilización. Conviene revisar algunas de estas fuentes principales de inquietud y desasosiego.

* Incertidumbres económicas. Incluso en países del Primer Mundo, el techo de la deuda externa crece fuera de control. Además, el sistema pensional parece estar descompuesto, hasta el punto de que mucha gente jamás logrará que se le cumpla lo que el sistema le prometió, y para lo que estuvo ahorrando. Otra campo incierto es el de la hipertrofia del sistema de crédito, llevado hasta extremos ridículos que hacen impagables muchas deudas, y convierten la noción misma de poseer algo comprado a crédito como una especie de ficción consentida por todos.

* Las crisis de la familia. Los pasos dados para presentar como “legales” las uniones homosexuales son apenas el primer paso o el síntoma más visible de un conjunto complejo de hechos que en la práctica implican la desaparición de la familia. Hasta cierto punto estamos ahora mismo haciendo experimentos con seres humanos frágiles, llamados los niños. Hay además una ruptura fuerte en la transmisión de la fe y los valores. Muchos papás no podrán adivinar qué fe tendrán sus hijos, o qué idea de sociedad apoyarán.

* Las cosas se agravan debido a la tendencia a cambiar el diálogo por el diagnóstico médico de todo tipo de síndromes, “condiciones” y patologías para los cuales sólo se ofrece un camino: medicación permanente, y en la práctica, vitalicia. Parece cierto que muchos en la industria farmacéutica nos ven a los demás mortales ante todo como clientes potenciales de servicios pagados a término indefinido. No sabemos qué consecuencias a largo plazo tendrá esto a media que la sociedad entera se convierte en rehén de un sistema de control a través de sustancias que no arreglan las dificultades pero sí aíslan a los dificultosos.

* Son abundantes también las incertidumbres ecológicas y tecnológicas: calentamiento global; agotamiento de metales escasos pero indispensables para la sostenibilidad del crecimiento número de aparatos de los que dependemos cada vez más; la llegada del final del combustible fósil (petróleo y gas); el avance de los desiertos y la crisis planetaria de acceso al agua potable. no sabemos si estamos a las puertas de una peste de proporciones apocalípticas porque la resistencia a los antibióticos es un hecho verificado y creciente. Las bacterias con tales características han sido limitadas físicamente en su rango de influencia pero parece cosa de tiempo que un contagio masivo suceda, alguna vez, a partir de algún sitio.

* Son varias las crisis de los jóvenes que resultan de difícil comprensión para los adultos. Muchas de estas crisis parecen derivar de una sensación inicial de haber sido engañados por la omnipresente publicidad del “dios” mercado. Aún más: el enorme volumen de mentira que circula, por ejemplo, por Internet, como información válida termina por hacer casi irrelevante la verdad. Lo que interesa es ser interesante y ante todo: lograr ser aceptado. Además, muchos jóvenes sienten una dura crisis de motivación: ¿De verdad vale la pena estudiar, lograr un título, endeudarse para muchos años con créditos muy pesados, propios de un sistema que mira a los estudiantes como simples clientes? La dura perspectiva que aguarda, amenazante, a la mayor parte de la juventud que tiene oportunidad de estudiar es la de vivir siempre endeudados, sobre todo si alguno pretende adquirir algo de finca raíz.

* Las amenazas no son sólo externas. Hay un límite nuevo que proviene de la comunicación tecnológica: las comunicaciones instantáneas son también comunicaciones “desechables,” que pueden activarse o desactivarse a placer, y que por eso llevan fácilmente a la idea de que el ser humano mismo puede ser “desechado” cuando ya no es interesante, atractivo o útil. Como los jóvenes usan con mayor frecuencia e intensidad estas nuevas tecnologías, son ellos también los que primero y con mayor fuerza pueden padecer las consecuencias de esforzarse continuamente en no ser desechado.

* Todas estas presiones muestran que hay razón en quienes ven el futuro como un peligro o una amenaza. Pero si nuestra vida no depende sólo de los poderes de turno ni de las mentiras de modo, entonces cabe pensar en esperanza. De hecho, la esperanza solamente empieza con la verdad: cuando descubrimos quiénes somos ante Dios, y quién es de verdad el Señor.