La persona humana en el designio de amor de Dios

El Amor trinitario, origen y meta de la persona humana

34 La revelación en Cristo del misterio de Dios como Amor trinitario está unida a la revelación de la vocación de la persona humana al amor. Esta revelación ilumina la dignidad y la libertad personal del hombre y de la mujer y la intrínseca sociabilidad humana en toda su profundidad: « Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta… existir en relación al otro “yo” »,[Juan Pablo II, Carta ap. Mulieris dignitatem, 7: AAS 80 (1988) 1664] porque Dios mismo, uno y trino, es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

En la comunión de amor que es Dios, en la que las tres Personas divinas se aman recíprocamente y son el Único Dios, la persona humana está llamada a descubrir el origen y la meta de su existencia y de la historia. Los Padres Conciliares, en la Constitución pastoral «Gaudium et spes», enseñan que « el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Jn 17, 21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás (cf. Lc 17,33) ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 24: AAS 58 (1966) 1045]

35 La revelación cristiana proyecta una luz nueva sobre la identidad, la vocación y el destino último de la persona y del género humano. La persona humana ha sido creada por Dios, amada y salvada en Jesucristo, y se realiza entretejiendo múltiples relaciones de amor, de justicia y de solidaridad con las demás personas, mientras va desarrollando su multiforme actividad en el mundo. El actuar humano, cuando tiende a promover la dignidad y la vocación integral de la persona, la calidad de sus condiciones de existencia, el encuentro y la solidaridad de los pueblos y de las Naciones, es conforme al designio de Dios, que no deja nunca de mostrar su Amor y su Providencia para con sus hijos.

36 Las páginas del primer libro de la Sagrada Escritura, que describen la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1.26-27), encierran una enseñanza fundamental acerca de la identidad y la vocación de la persona humana. Nos dicen que la creación del hombre y de la mujer es un acto libre y gratuito de Dios; que el hombre y la mujer constituyen, por su libertad e inteligencia, el tú creado de Dios y que solamente en la relación con Él pueden descubrir y realizar el significado auténtico y pleno de su vida personal y social; que ellos, precisamente en su complementariedad y reciprocidad, son imagen del Amor trinitario en el universo creado; que a ellos, como cima de la creación, el Creador les confía la tarea de ordenar la naturaleza creada según su designio (cf. Gn 1,28).

37 El libro del Génesis nos propone algunos fundamentos de la antropología cristiana: la inalienable dignidad de la persona humana, que tiene su raíz y su garantía en el designio creador de Dios; la sociabilidad constitutiva del ser humano, que tiene su prototipo en la relación originaria entre el hombre y la mujer, cuya unión « es la expresión primera de la comunión de personas humanas »; [Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 12: AAS 58 (1966) 1034] el significado del actuar humano en el mundo, que está ligado al descubrimiento y al respeto de las leyes de la naturaleza que Dios ha impreso en el universo creado, para que la humanidad lo habite y lo custodie según su proyecto. Esta visión de la persona humana, de la sociedad y de la historia hunde sus raíces en Dios y está iluminada por la realización de su designio de salvación.

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

La Doctrina Social, al servicio de la verdad plena del hombre

13 Este documento es un acto de servicio de la Iglesia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a quienes ofrece el patrimonio de su doctrina social, según el estilo de diálogo con que Dios mismo, en su Hijo unigénito hecho hombre, « habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,11; Jn 15, 14-15), y trata con ellos (cf. Bar 3,38) ».[Concilio Vaticano II, Const. dogm. Dei Verbum, 2: AAS 58 (1966) 818] Inspirándose en la Constitución pastoral « Gaudium et spes », también este documento coloca como eje de toda la exposición al hombre « todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 3: AAS 58 (1966) 1026] En esta tarea, « no impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 3: AAS 58 (1966) 1027]

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El ser humano es mas que capital humano

“El Papa Benedicto XVI dijo que por su indiferencia a la relación más importante, la que debe tener con Dios, el hombre de hoy es considerado sólo en clave biológica, como si fuera un mero “capital humano” o “recurso” de un “engranaje productivo o financiero”…”

Más que capital humano

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Sobre los origenes del hombre americano

“Los indígenas del continente americano descienden de al menos tres oleadas migratorias ocurridas desde Siberia hace entre 5.000 y 15.000 años, según un estudio publicado este miércoles en la revista ‘Nature’…”

origenes del hombre americano

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Pasado, presente y futuro

¿Por qué recordamos el pasado y no el futuro? ¿Somos sólo nuestro pasado o somos también nuestro futuro? – Preguntado en formspring.me/fraynelson.

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Nuestra condición temporal significa exactamente lo que mencionas: no tenemos potestad sobre todo nuestro ser; no podemos disponer de él con plena soberanía, sino que estamos sujetos a dos limitantes: (1) Actuamos sólo sobre una minúscula porción de lo que somos, a saber, el presente; (2) Nuestras acciones se acumulan, y tal acumulación, que es nuestra historia personal, según lo dicho en el punto anterior es irreformable.

La pregunta tiene mucho sentido, entre otras cosas porque nos lanza a otras posibilidades de ser, o mejor aún: a otros modos de relacionar el ser y el tiempo (Heidegger). Uno ve que no es absurdo pensar un ser finito que disponga enteramente de sí “de una vez;” tal es el caso, según la teología católica, de los Ángeles. La consecuencia que esto trae, sin embargo, es que en tal modo de existencia no puede existir el arrepentimiento o la conversión. Para que hay un cambio en el enfoque global de la vida, es decir, una conversión, se requiere ser temporal como el nuestro.

Uno también puede pensar en un ser que a la vez sea infinito, autoposeído y por ello mismo, ajeno al tiempo. Esto exactamente es lo que significa la eternidad de Dios.

Hay diferencias entre el hombre y el animal?

No lo parece. Nace como el animal y, como el animal, muere. Necesita alimentarse como el animal y, como el animal , se reproduce.

Sin embargo, los sabios han subrayado, desde la más alta antigüedad, los rasgos distintivos que separan al hombre del resto de los animales. La capacidad de su cráneo, su postura erguida, la articulación del índice con el resto de la mano, son características al servicio de cierto poder que le permite confeccionar útiles: de burda factura al principio, que se afinan y pulen con el tiempo. Más aún, inventa utensilios para fabricar otras herramientas que le faciliten su trabajo.

El fuego, terror de la naturaleza, sólo ha sido dominado por el hombre y puesto a su servicio. Pero no le ha sido suficiente la utilidad, también ha buscado la belleza. Es admirable la sobriedad y el vigor de las pinturas rupestres de Altamira o las curiosas alineaciones de men-hires de Bretaña.

Sólo él entierra a sus muertos, afirmando así de algún modo, en el culto a los que le precedieron, que no todo acaba con la muerte y que existe otra vida.

«Una interesante experiencia permite poner al día la diferencia entre el instinto del animal y la inteligencia. Cuando la abeja elabora el tapón de cera del alveolo, sabe con precisión resolver los problemas que van surgiendo en su labor; pero si perforamos el fondo del alveolo, la abeja continua incansable depositando miel en él. Una hora antes, en pleno proceso de construcción, su instinto le hubiera permitido resolver el problema pero ahora no.

«Toda la diferencia entre instinto e inteligencia esá ahí. El hombre sabe lo que hace y por qué lo hace» ( J. Loew).

«¿Qué es el hombre, para darle poder?…Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies» (Sal 8,5.7).

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

Educacion Catolica, 015

Partir de la realidad de los efectos del pecado

16. Estas definiciones, requisitos y condiciones implican la distinción de los diferentes niveles del ser a los cuales va orientada la educación.

Expliquemos esto: a causa del pecado original el hombre quedó dividido en su ser: en un “hombre exterior” y un “hombre interior”. Además el hombre exterior dividido en un hombre exterior bueno y otro desfigurado y con la imagen del mal, al cual san Pablo denomina “hombre viejo”.

Parte de la educación católica está destinada a comprender esta división del hombre, para poder lograr con la ayuda de la gracia y el esfuerzo propio la unidad del ser humano:

“La doctrina sobre el pecado original -vinculada a la de la Redención de Cristo- proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original entraña ‘la servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo’ (Cc. de Trento: DS 1511, cf. Hb 2, 14).

“Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres” (CEC 407).

“A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo” (GS 37, 2).

17. Si no se considera esta desarmonía en el ser del hombre, si no se toma en cuenta que está dividido y desfigurado en su ser, y que continuamente brotan de su interior inclinaciones que le llevan al mal. Y si no se tiene la convicción bien arraigada que sólo con la ayuda del Espíritu Santo es posible trascender estos problemas, lo que se haga para educarlo se establece en arenas movedizas y no en bases sólidas, pues:

“Si Dios no es el que construye, en vano se esfuerzan los constructores” (Sal 127, 1).

[Texto original de Juan de Jesús y María.]

Valor de la actividad humana

34. Una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad humana individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo.

Esta enseñanza vale igualmente para los quehaceres más ordinarios. Porque los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia.

Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio. Cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad individual y colectiva. De donde se sigue que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 33]

La actividad humana en el mundo

Planteamiento del problema

33. Siempre se ha esforzado el hombre con su trabajo y con su ingenio en perfeccionar su vida; pero en nuestros días, gracias a la ciencia y la técnica, ha logrado dilatar y sigue dilatando el campo de su dominio sobre casi toda la naturaleza, y, con ayuda sobre todo el aumento experimentado por los diversos medios de intercambio entre las naciones, la familia humana se va sintiendo y haciendo una única comunidad en el mundo. De lo que resulta que gran número de bienes que antes el hombre esperaba alcanzar sobre todo de las fuerzas superiores, hoy los obtiene por sí mismo.

Ante este gigantesco esfuerzo que afecta ya a todo el género humano, surgen entre los hombres muchas preguntas. ¿Qué sentido y valor tiene esa actividad? ¿Cuál es el uso que hay que hacer de todas estas cosas? ¿A qué fin deben tender los esfuerzos de individuos y colectividades? La Iglesia, custodio del depósito de la palabra de Dios, del que manan los principios en el orden religioso y moral, sin que siempre tenga a manos respuesta adecuada a cada cuestión, desea unir la luz de la Revelación al saber humano para iluminar el camino recientemente emprendido por la humanidad.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 33]

Que es el hombre?

14. En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador. No debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día. Herido por el pecado, experimenta, sin embargo, la rebelión del cuerpo. La propia dignidad humana pide, pues, que glorifique a Dios en su cuerpo y no permita que lo esclavicen las inclinaciones depravadas de su corazón.

No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad humana. Por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino. Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la realidad.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 14]

El hombre, imagen de Dios

12. Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos.

Pero, ¿qué es el hombre? Muchas son las opiniones que el hombre se ha dado y se da sobre sí mismo. Diversas e incluso contradictorias. Exaltándose a sí mismo como regla absoluta o hundiéndose hasta la desesperación. La duda y la ansiedad se siguen en consecuencia. La Iglesia siente profundamente estas dificultades, y, aleccionada por la Revelación divina, puede darles la respuesta que perfile la verdadera situación del hombre, dé explicación a sus enfermedades y permita conocer simultáneamente y con acierto la dignidad y la vocación propias del hombre.

La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado “a imagen de Dios”, con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por ti debajo de sus pies (Ps 8, 5-7).

Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer (Gen l,27). Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás.

Dios, pues, nos dice también la Biblia, miró cuanto había hecho, y lo juzgó muy bueno (Gen 1,31).

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 12]

Sanidad y Santidad, 1 de 4

Retiro Espiritual con las Vírgenes Seglares Dominicas. Tema 1: Dimensiones de la persona humana.

Dios sana, aunque no necesariamente siempre, pues la enfermedad, el dolor, la frustración y el sufrimiento, en general, tienen también un lugar en el crecimiento y la plena acogida de su plan de amor para nosotros. Exploramos aquí las dimensiones o canales de interrelación de la vida humana, es decir, los espacios que pueden requerir sanación.