¿Cómo es que algunos ángeles, por propia decisión, se volvieron demonios?

Una pregunta, si los ángeles no pueden cambiar, ¿por qué cambiaron de algo bueno a algo malo? Es decir de ángeles a demonios. — I.V.

* * *

No es exacto decir que los ángeles “no pueden cambiar,” si esa frase se entiende en el sentido de que, así como salieron de las manos de Dios Creador, así están hoy y estarán para siempre. Si tal fuera el caso, no podría hablarse de ningún tipo de libertad en ellos. Sin embargo, sabemos que Dios les ha dotado de inteligencia y voluntad, y por consiguiente sí tienen alguna forma de libertad.

Como por otra parte, su forma de conocimiento no es deductiva sino completamente intuitiva (hasta el punto de ser instantánea, independiente del tiempo) entonces sabemos que en ellos no hay propiamente deliberación ni posibilidad de conversión, o sea, tomar una decisión y luego otra. De esto se concluye que ellos tienen una sola decisión en su vida. Es una decisión libre, mucho más libre que cualquier idea de libertad que nosotros tengamos, pero es una sola decisión por toda la eternidad.

Claramente esa decisión, que es de máxima trascendencia, debe implicar lo que es de máxima importancia y primero en toda creatura, a saber, su relación con su Creador. Por eso sabemos que el único acto libre, inmensamente libre, de cada espíritu creado por Dios contiene la respuesta personal de cada uno de ellos frente a esta pregunta: ¿Con Dios o contra Él? Una vez tomada esa decisión, queda en ellos por toda la eternidad.

Si en el ejercicio de esa libertad, un ángel opta contra Dios, eso es lo que llamamos un ángel caído o demonio. Es algo triste pero es una posibilidad para ellos, así como para nosotros existe la posibilidad, desastrosa pero real, de optar contra Dios.

¿Qué puede llevar, a un ángel o a un ser humano, a optar contra Dios, o sea, a no reconocer el señorío de su poder, su sabiduría y su bondad en uno mismo? Según los grandes doctores de la Iglesia, es simplemente la soberbia: la pretensión de agrandar el propio yo y ponerlo en el trono del máximo amor quitando así a Dios. Pidamos al Señor que tal tragedia nunca suceda en nosotros.