ROSARIO de las Semanas 20210108

#RosarioFrayNelson para el Viernes:
Contemplamos los Misterios de la Dolorosa Pasión

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús, que vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron.
  2. En el segundo misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní intercediendo por nosotros los pecadores.
  3. En el tercer misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús, juzgado por el sanedrín, y luego por la autoridad romana, y así condenado a muerte.
  4. En el cuarto misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos la flagelación de Nuestro Señor Jesucristo, porque sus heridas nos han curado.
  5. En el quinto misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús coronado de espinas: Rey humilde y Príncipe de Paz.
  6. En el sexto misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús que carga con su cruz.
  7. En el séptimo misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús que muere en la Cruz.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

Ayer, en leve centella

Ayer, en leve centella,
te vio Moisés sobre el monte;
hoy no basta el horizonte
para contener tu estrella.

Los magos preguntan; y ella
de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuanto más hondo se esconde.

(Letra de un Himno de la Liturgia de las Horas)

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Declaración de los obispos católicos de EEUU después de la violenta irrupción en el capitolio

“Los obispos católicos condenaron enérgicamente la incursión de manifestantes pro Donald Trump dentro del edificio del Capitolio mientras el Congreso debatía este miércoles 6 la certificación de los resultados de las elecciones presidenciales, provocando la evacuación de legisladores y el asesinato a tiros de una manifestante por parte de las fuerzas del orden…”

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LA GRACIA 2021/01/09 La actual persecución contra la verdad

La única manera de negarle al cristiano su afirmación de que está en la verdad es mostrándole en que hay mentira en el cristianismo o que hay otra verdad que es mayor.

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Así se forja un santo: Continúa la historia de José de Anchieta

Ayudante de Nóbrega

En 1563, sin ser sacerdote todavía, Anchieta fue requerido por el provincial Nóbrega para tareas muy delicadas. Su primera misión importante fue la de embajador de paz entre los tamoyas, pueblo muy feroz y aguerrido, que hostilizaba la colonia de San Vicente y que, ayudados por los hugonotes franceses, constituían una amenaza permanente. Cinco meses, con grave peligro de muerte, quedó a solas como rehén entre los iperoig, una de las principales familias de tamoyas. En ese tiempo les predicó sin cesar el Evangelio, y realizó entre ellos prodigios admirables.

Cuenta Nieremberg -que confunde a los tamoyas con los tapuyas- que en ese tiempo los indios le ofrecían a veces sus desnudas mujeres, y que él las rechazaba, «mostrando las disciplinas, cilicios y otras asperezas con que afligía su carne». Anchieta, en esos meses angustiosos, para distraer su mente de tales tentaciones carnales y también para librarse del temor, acudió a la Santísima Virgen, y en su honor fue escribiendo en la arena, y grabando en su memoria, un largo poema latino, compuesto de 2.893 dísticos, De Virgine Dei Matre Maria, que fue publicado posteriormente en Lisboa (1663).

La paz entre tamoyas y portugueses no acababa de establecerse, y los indios amenazaron matar a su rehén en más de una ocasión, pero él estaba cierto, pues la Virgen se lo había asegurado, de que no sería así: «Yo sé que no me mataréis, que no ha llegado aún el tiempo de mi muerte». Entre tanto, él proseguía sus intentos evangelizadores con los indios y se dedicaba a la oración, apartándose en el campo a rezar el Oficio Divino. Entonces los indios veían a veces que un pájaro de precioso plumaje «con blando y apacible vuelo hacía fiesta al santo Hermano, y con alegres vueltas le saltaba ya en los hombros, ya en los brazos, ya en el mismo breviario. Con todas estas cosas era rara la estima que tenían los tapuyas de su prisionero José».

Sacerdote y superior

En 1566 recibió Anchieta la ordenación sacerdotal, a los 33 años de edad. En 1567 acompañó a Nóbrega en la fundación de Río de Janeiro. Durante diez años fue rector del colegio de San Vicente, y en este tiempo, no sólo predicó a los portugueses, con gran fruto, sino que se encargó también de evangelizar a los vecinos indios tapuyas, una tribu muy difícil y feroz, también llamada miramoviz. Ayudó al padre Manuel Viegas en la composición de su Gramática de la lengua de los Miramoviz en las misiones del Brasil.

Aprovechando sus conocimientos de la lengua, acompañó a veces a estos indios en sus viajes de caza. Ganó así su confianza, y consiguió que algunos le confiaran sus hijos. Educados en la misión con todo cuidado, estos hijos, ya cristianizados, fueron luego misioneros de sus padres, de modo que muchos de estos indios nómadas, una vez convertidos, se establecieron en varias aldeas en torno a Piratininga.

El intenso apostolado de Anchieta con los indios se desarrolló, a lo largo de su vida, en torno a las dos nacientes colonias portuguesas de Río y de Espíritu Santo. El perfecto conocimiento de la lengua, la carencia absoluta de temor, y el amor inmenso que tenía a los indios, le permitieron siempre mezclarse con ellos con una sorprendente facilidad. En aquellas incursiones no faltaban, por supuesto, situaciones extremadamente angustiosas, pero era entonces, precisamente, cuando el beato Anchieta se veía inundado de una perfecta alegría -como diría San Francisco-, descansando sólamente en el amor providente de Jesucristo.

En una ocasión, por ejemplo, iba el padre Anchieta con el Hermano Jerónimo Suárez, ambos descalzos, y avanzaban penosamente por un camino lleno de agua y barro. Aprovechando la circunstancia, y para animar al Hermano, Anchieta le hizo esta confidencia: «Algunos desean que les coja la muerte en varias partes o colegios, conforme al afecto de cada uno, para pasar aquel último trance con mayor ánimo y consuelo, ayudados de la caridad de sus Hermanos; pero yo digo que no hay género de muerte mejor que dejar la vida anegada entre el cieno y el agua de estas lagunas, caminando por obediencia y el bien de nuestros prójimos» (Nieremberg 550).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.