Las tres oleadas del marxismo

Para entender por qué hay protestas de vándalos en tantos lugares del mundo hay que recordar que la toma del poder mundial es uno de los objetivos claros y proclamados del marxismo, y en general de la Izquierda política de corte comunista o socialista. El mismo Marx decía: “¡Proletarios del mundo, uníos!” Tal unión estaba ligada a su propósito: un poder mundial socialista.

Lo siguiente que hay que entender es que el marxismo no ha muerto sino que se ha transformado. Hoy estamos entre la segunda y la tercera ola de esa filosofía de la acción política.

La primera ola del marxismo fue la postura del mismo Marx, y de Engels, y de Lenin: crear “conciencia” entre el proletariado pobre, explotado económicamente, para realizar el asalto al poder. La segunda ola, la del neomarxismo, quiere repetir ese esquema pero sin limitarse a la economía. Por eso busca otras minorías o mayorías oprimidas: mujeres, indígenas, homosexuales, negros, es decir, todos aquellos que puedan sentirse ofendidos y excluidos y a la vez tengan capacidad de protesta ruidosa, visible y social.

La tercera ola del marxismo ya ha asomado su cresta: es el descrédito continuo a las instituciones y la presión que busca hacer colapsar el conjunto de la sociedad a través del caos. Es aquí donde tienen su importancia los actos de vandalismo. Al cancelar la historia, las instituciones, los puntos de referencia y la autoridad, se crea un vacío de angustia y de incredulidad en todo lo que “había”: es el momento esperado por los oportunistas para dar el zarpazo y presentarse como la única opción viable.

Ahora ya entendemos los que quieren lanzarnos continuamente a la calle, a gritar, a destruir… y a servir a los que quieren ser nuestros amos.