BIBLIA COMENTADA 019: Alianza de Dios con Noé

1 Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, diciéndoles: “Procread y multiplicaos y llenad la tierra; 2 que os teman y de vosotros se espanten todas las fieras de la tierra, y todos los ganados, y todas las aves del cielo, todo cuanto sobre la tierra se arrastra, y todos los peces del mar: los pongo todos en vuestro poder. 3 Cuanto vive y se mueve os servirá de comida; y asimismo os entrego toda verdura. 4 Solamente os abstendréis de comer carne con su alma, es decir, con sangre. 5 Y ciertamente yo demandaré vuestra sangre, que es vuestra vida, de mano de cualquier viviente, como la demandaré de mano del hombre, extraño o deudo. 6 El que derramare la sangre humana, por mano de hombre será derramada la suya; porque el hombre ha sido hecho a imagen de Dios. 7 Vosotros, pues, cread y multiplicaos, y henchid la tierra y dominadla.” 8 Dijo también Dios a Noé y a sus hijos: 9“Ved, yo voy a establecer mi alianza con vosotros y con vuestra descendencia después de vosotros, 10 y con todo ser viviente que está con vosotros, aves, ganados y fieras del campo, todos los salidos con vosotros del arca. 11 Hago con vosotros pacto de no volver a exterminar a todo viviente por las aguas de un diluvio y de que no habrá ya más un diluvio que destruya la tierra,” 12 Y añadió Dios: “Esta es la señal del pacto que establezco entre mí y vosotros, y cuantos vivientes están con vosotros, por generaciones sempiternas: 13 pongo mi arco en las nubes para señal de pacto con la tierra, 14 y cuando cubriere yo de nubes la tierra, aparecerá el arco, 15 y me acordaré de mi pacto con vosotros y con todos los vivientes de la tierra, y no volverán más las aguas del diluvio a destruirla. 16 Estará el arco en las nubes, y yo lo veré, para acordarme de mi pacto eterno entre Dios y toda alma viviente y toda carne que hay sobre la tierra.” 17“Esta es, dijo Dios a Noé, la señal del pacto que establezco entre mí y toda carne que está sobre la tierra.”

Es manifiesta la semejanza de esta perícopa y la de Gén. 1:28-30. El autor sagrado considera el diluvio como un castigo purificador de la humanidad, y ahora se abre una nueva etapa en la humanidad, de la que Noé había de ser el nuevo padre. Los hombres, por el pecado, antes del diluvio habían alterado las relaciones con Dios, y ahora es preciso normalizarlas, una vez que la justicia divina se ha realizado. Y así como Dios había bendecido a la primera pareja humana, prometiéndole la fecundidad, así ahora bendice de nuevo a la familia de Noé para que llene de nuevo la tierra despoblada. Es la misma fórmula de bendición que encontramos en Gén. 1:28. Y a continuación les anuncia que todos los animales están en sus manos y a su servicio, para que pueda hacer uso de ellos para su comida y trabajo; por eso la presencia del hombre es ocasión de temor y espanto para aquéllos: Que os teman y de vosotros se espanten todas las fieras de la tierra (v.2). Es el anuncio de la superioridad del hombre, que con su astucia e inteligencia domina a los animales, que no tendrán otra defensa ante él que huir de sus artimañas. El hombre tiene desde ahora derecho de vida y de muerte sobre ellos1. En Gén. 1:29, para señalar la paz edénica en que todos los vivientes habían de vivir antes del pecado, se ofrece al hombre un plan de comida exclusivamente vegetariano, aun para las bestias. Ahora cambia la perspectiva, y el autor sagrado admite la lucha por la existencia, con la posibilidad de quitar la vida a los animales para utilidad del hombre. “La perfección del régimen vegetariano, que transporta a los orígenes, y que Daniel intentaba practicar 2, se encuentra entre los órficos y los pitagóricos; viene a los judíos por especulaciones cuyos motivos y orígenes no se sabría precisar, y que no parecen haber influido en la nación.”3 Ahora se permite al hombre expresamente comer carne, si bien absteniéndose de la sangre, pues es el asiento de la vida, y ésta sólo pertenece a Dios. Aún hoy día en las tribus árabes se considera la sangre como algo sagrado, que pertenece exclusivamente a la divinidad4. Al contrario, en algunos pueblos paganos se toma la sangre como rito de unión con la divinidad en determinados actos idolátricos. Quizá la prohibición de la sangre entre los hebreos tenga alguna razón de repulsa hacia estos ritos5. En todo caso, la prohibición de tomar la sangre es muchas veces repetida en la legislación mosaica, y queda tan enraizada en la tradición judaica, que los apóstoles, en el primer concilio de Jerusalén, lo imponen como medida disciplinar para no ser ocasión de escándalo para los judeo-cristianos6.

Después viene otra prohibición de más envergadura: no se puede derramar la sangre del hombre impunemente, pues Dios castigara con la muerte al homicida, y hasta las mismas fieras que atenten contra la vida del hombre (v.5)7. La vida viene de Dios, y sólo a la divinidad le corresponde quitarla al hombre. Las mismas bestias serán tratadas como sujetos de responsabilidad en este punto8. Y la razón de este respeto a la vida del hombre es porque éste ha sido hecho a imagen de Dios (v.6). La razón no puede ser más alta y teológica9. La sangre clama sangre, y de ahí la ley de la venganza en las sociedades primitivas para defender la vida de las personas cuando no existe legislación ni policía oficial. En el Deuteronomio se trata de hacer frente a los abusos de la ley de la venganza, prescribiendo lugares de refugio para los homicidas involuntarios10. El autor sagrado considera aquí como de institución divina esta ley de la sangre, como defensa de la vida del hombre: el que derramare la sangre humana, por mano de hombre será derramada la suya (v.6). Es la ley de defensa de la sociedad primitiva, que aún subsiste entre las tribus del desierto11. En el texto la institución de esta ley de la venganza aparece ya en vigor en tiempos de Caín.

Después de mandarles multiplicarse, Dios les hace una solemne promesa de permanencia, anunciándoles que no volverá a enviar otro diluvio devastador. Va a hacer alianza con el hombre y con los animales. La concepción histórica se inspira en el concepto de alianza. Después del diluvio, Dios hizo alianza con Noé, por la que se obliga a sí mismo a no mandar otro diluvio sobre la tierra. No se especifica la parte del hombre en esta alianza. Pero aquí está concebida muy general, y no impone expresamente ningún deber positivo, ya que la alianza afecta también a los animales, en cuanto que están unidos a la suerte del hombre. En todo pacto hay una señal (en la alianza con Abraham será la circuncisión 12; aquí es el “arco en las nubes” (v.13) o arco iris, símbolo de la reconciliación de Dios con la humanidad. Entre los babilonios, la aparición del arco iris después de la tormenta era considerada como signo de benevolencia para con la humanidad; era una señal propicia, indicadora de que había pasado el peligro de la tormenta y que los dioses se habían reconciliado con la humanidad13. Es un caso similar al bíblico. Ha pasado el diluvio — manifestación airada de la justicia divina — y ahora Dios se reconcilia con la humanidad haciendo una promesa de permanencia. Así, el autor sagrado, acomodándose en la mentalidad ambiental, pone en boca de Dios el anuncio del arco iris, símbolo de paz. Nosotros sabemos que este bello fenómeno atmosférico es debido a la refracción de la luz; pero esto es una explicación científica moderna. Para los antiguos, la aparición de un espectáculo tan bello y placentero después de la tormenta era como a sonrisa de la divinidad, un milagro de su benevolencia. Pero es más, el arco iris será una señal para el mismo Dios para recordarle la alianza (v.10) y la promesa de no destruir la humanidad por el agua, de forma que, cuando lo vea, aunque se sienta enojado, no volverá a enviar el terrible castigo a la humanidad. Es una concepción antropomórfica e ingenua muy en consonancia con los destinatarios de estos relatos. El autor sagrado utiliza un fenómeno natural que ha existido en el cosmos desde que existe la refracción de la luz, y le da un sentido religioso para sus lectores.

Los Hijos de Noé (18-29).

18 Fueron los hijos de Noé, salidos del arca, Sem, Cam y Jafet; Cam era padre de Canaán. 19 Estos tres eran los hijos de Noé, y de ellos se pobló toda la tierra. 20 Noé, agricultor, comenzó a plantar una viña. 21 Bebió de su vino, y se embriagó, y se desnudó en medio de su tienda. 22 Vio Cam, el padre de Canaán, la desnudez de su padre, y fue a decírselo a sus hermanos, que estaban fuera; 23 y, tomando Sem y Jafet el manto, se lo pusieron sobre los hombros, y yendo de espaldas, vuelto el rostro, cubrieron, sin verla, la desnudez de su padre. 24 Despierto Noé de su embriaguez, supo lo que había hecho el más pequeño de sus hijos, 25 y dijo: “Maldito Canaán; siervo de los siervos de sus hermanos será.” 26 Y añadió: “Bendito Yahvé, Dios de Sem, y sea Canaán siervo suyo. 27 Dilate Dios a Jafet, y habite éste en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo.” 28 Vivió Noé después del diluvio trescientos cincuenta años, 29 siendo todos los días de su vida novecientos cincuenta años, y murió.

Muchas veces, en los capítulos que preceden, se hace mención de los tres hijos de Noé. La que aquí se nos ofrece parece ser como una introducción a la tabla etnográfica del capítulo siguiente. El relato sobre el origen de la viña parece relacionarse con lo referido atrás 14 acerca del origen de otros elementos de la cultura humana. El autor sagrado traslada el ambiente económico y cultural de su tiempo a los primeros tiempos de la humanidad. El cultivo de la viña, como en general la agricultura, surge en el neolítico. Y en concreto, la viña era muy cultivada en tierra de Canaán, por lo que se la menciona muchas veces en la Biblia15. Parece que originariamente procede de la región de Armenia16, donde justamente encalló el arca del diluvio.

El episodio imprevisto a que dio lugar el cultivo de la vid es irónico y sirve de pretexto para poner en labios de Noé su testamento rimado, como será el caso de Isaac17 y de Jacob18. Bajo los nombres de Sem, Cam y Jafet hemos de ver representados los pueblos de ellos nacidos, según la tabla etnográfica, y en las bendiciones y maldiciones del patriarca se nos muestra la futura historia de esos pueblos.

Dos son los pueblos camitas con quienes Israel tuvo estrechas relaciones: el egipcio y el cananeo. La Ley se ocupa de uno y otro. A pesar de cuanto se dice en el Éxodo de la opresión de Egipto y del tono con que se celebra la liberación, hay que decir que los hebreos conservaron siempre buenas relaciones con Egipto, que venía a ser su refugio en los días de calamidad. Bastará para prueba la siguiente palabra del Deuteronomio: “No detestes al egipcio, porque extranjero fuiste en su tierra.”19 Y más de una vez se prohíbe volver a la tierra de donde Dios los había sacado20, lo que arguye la atracción que sobre los hebreos ejercía el valle del Nilo. En cambio, la Ley se ocupa mucho de los cananeos e inculca la aversión a los mismos en el ánimo del pueblo israelita, a causa del peligro que para él significaba su cultura y su religión idolátrica, manchada de todo género de inmoralidades. Estas consideraciones nos explicarán por qué el autor sagrado pone en boca de Noé una maldición a Canaán por el pecado de Cam., que es el nombre de Egipto en la lengua propia del país (Kemi), no desconocido de la Sagrada Escritura21. Cuando Israel logró adueñarse totalmente de la tierra de Canaán, en los comienzos de la monarquía, los cananeos quedaron sometidos al pueblo israelita22. Es entonces cuando se cumplió la maldición de Noé.

Sem se pone aquí por Israel. En las bendiciones de Yahvé se halla la raíz del mesianismo, expresado con frecuencia por los profetas en la sentencia: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.” Un ligero cambio en la puntuación permitiría traducir este texto: “Bendice, Yahvé, las tiendas de Sem.” Esta lección nos daría un sentido más en armonía con el contexto.

En la bendición de Jafet se juega con el significado de la raíz hebrea patah, que significa dilatar y está bien de acuerdo con lo que nos muestra la tabla etnográfica del capítulo siguiente. Y nótese que este favor se pide a Elohim, no a Yahvé, nombre que se reserva para Dios en sus relaciones con Israel.

La frase de 18b: y Cam fue padre de Canaán, parece una glosa explicativa que se entendiera la maldición de Noé contra Cam-Canaán. En los pueblos paganos se atribuía un origen divino a la viña (a Osiris entre los egipcios, y a Dionysos entre los griegos); quizá en Canaán existiera una creencia análoga. En todo caso, el autor sagrado la considera como una de tantas plantas agrícolas. No obstante, en el relato hay mucho de ironía contra el abuso del vino, que puede poner al hombre en una situación degradante, como sucedió con Noé.

1 Cf. Lev 26:25; Dt 10:12. — 2 Dan 1:8-16. — 3 J. Chaine, o.c., p.123. — 4 Cf. M. J. Lagrange, Etudes sur les Religions Sémitiques p.254. — 5 Cf. Lev 17:10-12. — 6 Cf. Act 15:29. En Ez 33:25-26 se ponen en el mismo rango la idolatría, el homicidio, el adulterio y el comer la sangre. — 7 No es fácil traducir con exactitud el versículo. Así, las versiones son diferentes en la matización: Bibl. de Jér.: “yo pediré cuenta de la sangre de cada uno de vosotros… a los hombres entre sí, yo pediré cuenta del alma del hombre.” Cantera: “yo pediré cuenta de vuestra sangre como de vuestra vida, de mano de cualquier animal la reclamaré, y reclamaré asimismo la vida del hombre de mano del hombre.” — 8 Cf. Ex 21:28. — 9 Cf. Gén. 1:26. — 10 Dt 19:1-13; cf. Ex 35:9-15; 21:12-14. — 11 Cf. Jaussen, o.c., p.221. — 12 Gén. 17:11. El signo del pacto en el Sinaí es el sábado: Ex 31:13. — 13 Así dice un texto asiro-babilónico: “Cuando el dios Hadad, en el mes de Tisrit, clama con voz poderosa y cae la lluvia en día nebuloso, y cuando se extiende en el cielo el arco…, entonces los dioses son propicios” (M. J. Jastrow, Die Religión Babyloniens und Assyriens 2 [1905] 706). Y otro texto: “Cuando el arco iris se extiende sobre la ciudad, entonces se significa la salud para la ciudad, para el rey y para los príncipes.” (ID., ibid., p.710) — 14 Gén. 4:17-24. — 15 Gén.49:11; Jos 24:13; Jue 9:11; 1 Re 4:25; Is 5:1; Os 10:1; Sal 80:9. — 16 Cf.. V. Zapletal, Der Wein in der Bibel (Freibourg in B. 1920). — 17 Gén. 27:27s. — 18 Gén. 49,1ss. — 19 Dt 23:7. — 20 Dt 17:16. — 21 Sal 78:51; 105:23; 27; 106:22. — 22 1 Re 5:13-18; 2 Par 2:16.