Apostolados de fray Martín de Porres

Apostolados de fray Martín

Nuestro santo fraile apreciaba mucho el estudio teológico, como buen discípulo de Santo Domingo, y solía animar a los estudiantes para que aprovechasen bien en sus estudios. Hay testimonios de que en varias ocasiones los estudiantes le consultaban cuestiones, o sometían a su arbitraje discusiones que traían entre ellos, y fray Martín respondía siempre con una profundidad sencilla y verdadera, aunque se tratase de cuestiones muy abstrusas.

No era, pues, San Martín un fraile exclusivamente dedicado a la oración, a la penitencia y a los trabajos manuales. Atendiendo en la puerta del convento a la comida de los pobres o en otras gestiones y mandados, fray Martín tenía muchas relaciones con indios, negros y mulatos, con emigrantes sin fortuna o antiguos soldados, con mercaderes o carreteros o funcionarios. Y siempre que podía les daba una palabra de luz, de aliento, de buena doctrina. Lo mismo hacía en la enfermería, donde después de haber distribuído las comidas, reunía algunos jóvenes y criados que trabajaban en el convento, para enseñarles las oraciones, recordarles la doctrina cristiana y exhortarles con sencillas pláticas.

Este género de apostolado lo practicaba Martín especialmente cuando estaba en la estancia de Limatambo, una de las haciendas que el marqués Francisco Pizarro había concedido a los frailes, en donación confirmada en 1540. Allí fue enviado en ocasiones para fortalecer su salud quebrantada, con buenos resultados. Entre los negros de la hacienda y la gente de las aldeas vecinas, las catequesis de aquel fraile mestizo de tez oscura, que les visitaba en sus chozas, que les ayudaba en sus trabajos de campo, que sanaba a sus enfermos y que les hablaba con tanta sencillez y bondad, lograban un gran fruto espiritual.

Por otra parte, eran muchos los que acudían a él para pedirle oraciones o consejo, lo mismo frailes o seglares que oficiales de la guardia o licenciados, encomenderos o esclavos, y también el gobernador o el virrey. El padre Barbazán testifica que «acudían a él, como a oráculo del Cielo, los prelados, por la prudencia; los doctos, por la doctrina; los espirituales, por la oración; los afligidos, para el desahogo. Y era medicina general para todos los achaques».


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.