Nueve meditaciones sobre la Virgen Inmaculada, 6 de 9: María y la humildad

* Cuando Dios obra sin obstáculos en un corazón le hace partícipe de la belleza eterna e infinita que es Él mismo. Es lo que contemplamos y celebramos de modo particular en la Virgen Inmaculada.

* Por eso se ha hablado de Ella como de un místico huerto en el que solo Dios tuvo entrada, según la expresión del Cantar 4,12-16. Y tal es el significado espiritual de la perpetua virginidad física de la Madre de Jesucristo.

* En ese jardín y nuevo paraíso, que es el Corazón Inmaculado de María, pueden encontrarse en su sazón los frutos gratos de todas las virtudes. Todo discípulo de Cristo puede ver en Ella su aliada y maestra, su hermana y guía hacia una mayor fidelidad en su propio camino.

* Conviene sin embargo destacar algunas de esas virtudes, bien porque la Biblia les ha dado un lugar particular, bien porque parecen más necesarias hoy en día. En esta meditación y las siguientes nos fijaremos especialmente en las virtudes de la humildad, la fe, la esperanza y la caridad.

* Para comprender la importancia de la humildad hay que asomarse al daño que causa el pecado opuesto, que es la soberbia, y para ello nos guía un buen número de textos de la Escritura. Por ejemplo:

Salmo 138,6 : Porque el SEÑOR es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo conoce de lejos.

Proverbios 8,13 : El temor del SEÑOR es aborrecer el mal. El orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco.

Jeremías 50,31 : He aquí, estoy contra ti, arrogante, –declara el Señor, DIOS de los ejércitos– porque ha llegado tu día, la hora en que te castigaré.

Amós 6,8 : El Señor DIOS ha jurado por sí mismo, ha declarado el Señor, Dios de los ejércitos, Aborrezco la arrogancia de Jacob, y detesto sus palacios; por tanto entregaré la ciudad y cuanto hay en ella.

Isaías 2,12 : Porque el día del SEÑOR de los ejércitos {vendrá} contra todo el que es soberbio y altivo, contra todo el que se ha ensalzado, y será abatido.

2 Samuel 22,28 : Salvas al pueblo afligido, pero tus ojos están sobre los altivos {a quienes} tú humillas.

Salmo 18,27 : Porque tú salvas al pueblo afligido, pero humillas los ojos altivos.

Salmo 119,21 : Tú reprendes a los soberbios… que se desvían de tus mandamientos.

Salmo 94,2 : Levántate, Juez de la tierra; da {su} merecido a los soberbios.

Jeremías 13,9 : Así dice el SEÑOR: De la misma manera haré que se pudra la soberbia de Judá y la gran soberbia de Jerusalén.

Santiago 4,6 : Pero El da mayor gracia. Por eso dice, DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES.

1 Pedro 5,5 : Asimismo, {vosotros} los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS, PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES.

* No extraña entonces que María Virgen, una hija de Israel, eleve su canta diciendo en Lucas 1,51 : Ha hecho proezas con su brazo; dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

* ¿Cuál es el daño tan grave que causa la soberbia, y que hace que sea tan severamente denunciada y castigada en la Escritura? Su gran daño es que cierra el corazón al plan de Dios; vuelve sordos los oídos a su Palabra; enceguece la mirada, que no reconoce ya sus señales.

* Perdido de Dios, el hombre pierde la capacidad de reconocer luego su propia dignidad. Se le dirá que se contente con lo que ve, lo que huele, lo que palpa. Los profetas del inmanentismo, que es idolatría, le repetirán lo de Nietzsche: “Permaneced fieles a la tierra.” Pero con ello no habrán respondido a su necesidad sino que la habrán esquivado y engañado.

* Perdido de Dios, el ser humano no tiene ojos para su prójimo. El ateo Sartre decía: “el infierno son los otros.” Y Santo Tomás decía: “el malvado no tiene amigos; tiene cómplices.” A medida que el mal se asienta en el corazón, la soledad aprisiona el alma, engañándonos con la fantasía de que son palacios las prisiones de altos muros con que encerramos nuestro ego.

* La humildad, en cambio, abre el corazón desde su única puerta, que es la de la verdad y al realidad. La soberbia empieza por hacernos creer que somos dioses (Génesis 3); la humildad nos recuerda oportuna y saludablemente que somos creaturas, y desde ahí, todo lo demás adquiere su lugar y sus sentido.