Consejos inesperados de un sacerdote de carácter recio

Has de conducirte cada día, al tratar a quienes te rodean, con mucha comprensión, con mucho cariño, junto -claro está- con toda la energía necesaria: si no, la comprensión y el cariño se convierten en complicidad y en egoísmo.

Evita con delicadeza todo lo que pueda herir el corazón de los demás.

¿Por qué, entre diez maneras de decir que “no”, has de escoger siempre la más antipática? -La virtud no desea herir.

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