Como un Francisco de Asís, pero en México

Amor al misterio de Belén

Cuenta Tomás de Celano que San Francisco de Asís siempre llevaba en su corazón los pasos de la vida de Cristo, pero muy especialmente «la humildad de su encarnación y el amor infinito de su pasión santísima». Ese amor profundísimo al misterio de Belén le llevó en Greccio a disponer en la Navidad un pesebre, un nacimiento que hiciera visible la gloria de aquel Misterio formidable (I Vida 30)…

Pues algo semejante es lo que el Hermano Pedro, terciario franciscano, hacía año tras año cuando se acercaba la Navidad. En su sombrero, que nunca empleaba para cubrirse, llevaba por las calles durante el Adviento una imagen del Niño Jesús, con otros motivos navideños, y con entusiasmo contagioso, exhortaba a la gente para que se preparase a la Navidad con oraciones, ayunos y obras buenas. Y llegada la Noche Santa, media ciudad se reunía en torno al Hospital de Belén, y partía por las calles de la ciudad una solemne procesión, con el clero y el pueblo, con los terciarios y los niños vestidos de pastores y zagales.

En aquellas celebraciones del misterio de Belén, el Hermano Pedro «perdía el juicio», y como enajenado de alegría, saltaba y danzaba, cantando villancicos tradicionales o inventados por él. Asistía después en la iglesia de San Francisco a la misa del gallo, y más tarde se iba camino de Almolonga, a tres millas de la ciudad, para felicitar a la Inmaculada Concepción. Volvía después a su Hospital de Belén, donde festejaba con sus pobres y enfermos…

Poco antes de morir, dejó dicho a sus religiosos: «Hermanos míos, por el amor del Niño Jesús, pierdan el juicio en llegando la pascua. Y por El les pido que sean humildes y no apetezcan mandar».

Amor a Cristo en su pasión y eucaristía

De sus padres Amador y Ana, trajo siempre el Hermano Pedro hacia la pasión de Cristo una gran devoción, que en la ermita del Calvario se vio altamente iluminada con las enseñanzas de don Gregorio de Mesa y Ayala, como ya vimos. En ese amor al Crucificado se arraigaban las innumerables penitencias expiatorias del Hermano Pedro, y aquellos viacrucis nocturnos, en los que cargando una pesada cruz, hacía en la oscuridad sus estaciones por las diversas iglesias de la ciudad, hasta el amanecer…

Y en ese amor al Crucificado radicaba el amor de Pedro hacia el Misterio eucarístico. Oía misa cada día, una vez al menos, y comulgaba cuatro veces por semana, que era lo que le habían autorizado. Y durante el día, en su frecuente callejeo de caridad, sentía una atracción casi irresistible hacia el Cristo presente en el sagrario de las iglesias.

La vista de un sagrario, con frecuencia, le dejaba suspenso, cortando la actividad que llevaba. Una vez, en que le había sucedido esto, el Hermano que llevaba de compañero, siguió a sus trabajos, y le reprochó luego al Hermano Pedro que le había dejado solo. Y éste se excusó diciendo: «No está en mi mano. En viéndome ante el Santísimo Sacramento me pierdo y enajeno, olvidado de todo».

La devoción del Hermano Pedro a Cristo en la eucaristía llegaba a su culmen en la fiesta del Corpus Christi, solemnidad en la que España y la América hispana competían en el esplendor de las celebraciones populares. El señor obispo, fray Payo Enríquez de Rivera, conociendo bien la devoción de Pedro, le nombró alférez de la procesión. El Hermano ponía su manto en un asta, como una bandera, y agitándola se iba a la plaza a cumplir su función, mientras gritaba con todas sus fuerzas: «Alegría cristianos, cristianos alegría». Luego, colocándose ante el precioso palio que cobijaba la Custodia, tremolaba su rústico estandarte, y cantaba y danzaba con graciosos pasos durante las dos horas que duraba la procesión, dando así rienda suelta a la expresión de su gozo. Eso mismo había hecho San Francisco Solano pocos años antes, y lo mismo hacía en 1695, en el Corpus del pueblo mexicano de Dolores, el también franciscano fray Antonio Margil…

Había en el entusiasmo del Hermano Pedro tal sinceridad, que la muchedumbre presente nunca se rió de él ni lo consideró un loco, sino que miraba esas muestras de amor con toda devoción y respeto. Aunque la verdad es que el Beato Pedro, ante el Misterio eucarístico, «perdía el juicio», como él mismo lo reconocía: «Yo no puedo más / con este misterio. / Ya que pierdo el juicio, / Él me dé remedio»…

Amigo de los animales

Como San Francisco de Asís, y como otros santos americanos, Martín de Porres, Sebastián de Aparicio, etc., mostró muchas veces el Beato Pedro de San José un maravilloso dominio sobre los animales. En su proceso de beatificación constan varios casos muy notables. Perros y gatos, lechuzas y tecolotes, muchos fueron sus amigos y beneficiados. También con los ratones hizo un especial pacto amistoso, encargándose de su alimento, siempre que respetaran cuidadosamente, como así hicieron, los bienes del Hospital de Belén.

Pero quizá la historia más curiosa y mejor documentada es la que hace referencia a un cierto mulo del Hospital de Belén. Tenía Pedro Arias, amigo y bienhechor del Hermano Pedro, un mulo muy fuerte y de un genio imposible, con el que nadie podía hacer carrera. Un día se lo dio al Beato Pedro para el Hospital de Belén, no sin advertirle que apenas era tratable. «¿De la obra de los pobres es?, le dijo el Hermano. Pues ya es hijo de obediencia». Y haciendo sobre él la señal de la cruz, se le acercó suavemente y le echó encima el cordón franciscano: «Sepa, hermano, le dijo, que va a servir a los pobres».

El mulo se dejó conducir como un cordero, y durante muchos años sirvió al Hospital, donde llegó a ser uno más, trabajando duramente y entrándose a visitar a los enfermos en las salas. A la muerte del Hermano Pedro, los bethlemitas le concedieron oficialmente la jubilación, y con ellos estuvo hasta que murió de viejo. En su tumba alguien puso un letrero: «Aunque parezca un vil cuento, / aquí donde ustedes ven / yace un famoso jumento / que fue fraile del convento / de Belén. Amén».


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.