Historia de la Juventud, 2 de 3: Origen de aquello que hoy entendemos por “juventud”

[Conferencias ofrecidas en la Radio Católica Unidos por Cristo y María, en California. 2016.]

* Mientras que en la Antigüedad y en los comienzos de la Edad Media la sociedad se organizaba en torno a la producción de bienes y servicios básicos, a partir del siglo XII varias cosas empiezan a cambiar, en especial dos:

(1) El surgimiento de las universidades hace que una proporción considerable de hombres jóvenes se congreguen en espacios y tiempos más cercanos. El estudio despierta la capacidad intelectual, con multitud de preguntas, y a la vez amplía el horizonte de conocimiento más allá de lo que eran las fronteras usuales en el mundo feudal, en el que la única autoridad era la familia y el único modo de hacer las cosas era el que “siempre” se había seguido en cada sitio.

(2) El comercio va impulsando el mejoramiento de las vías de comunicación, que a su vez empujan el afianzamiento de los “burgos,” lugares ya no sólo de paso sino también de vivienda. Nuevos modos de vivir y nuevos criterios de poder se establecen en tales burgos, que a menudo se autodenominan “libres” (como en Frei-burg). Más comunicación significa también más oportunidades de comparar lo que se ha conocido con otros modos de hacer las cosas.

* Estos cambios dan origen al surgimiento de una nueva etapa en la vida, la que hoy conocemos como “juventud,” en la que no se tienen las responsabilidades plenas del adulto pero todavía tampoco se está bajo el estricto modo de autoridad de los niños. Más libertad de la autoridad y menos deberes frente a la sociedad se supone que es el “crédito” que la sociedad pone en la cuenta de los nuevos “jóvenes” para que puedan crecer en su propia formación, con el compromiso implícito de servir después, con una cualificación mayor, a la misma sociedad.

* Cuatro características van a marcar desde entonces a la juventud:

(1) Deseo de un horizonte vital más amplio (exploración).

(2) Experiencia gozosa del hecho mismo de vivir y compartir (entusiasmo).

(3) Inteligencia capaz de preguntar, aprender y disentir (crítica).

(4) Rebeldía frente a aquello que no se comparte (independencia).

* Estas cuatro características servirán para bien o para mal según la formación moral y la coherencia interior de cada joven, hombre o mujer: pandilleros o santos.