Ultimátum

Algunos están destinados a no encajar en el tiempo presente porque son como visitantes de un futuro que la sociedad y la Iglesia todavía no conocen.

A estos tales sólo les quedan dos caminos mutuamente excluyentes: o la fidelidad cargada de silencio y de humilde entrega en las manos de Dios, que es fuente viva del don teologal de la esperanza, o la rebeldía, que, no importa cómo se disfrace, al final sólo será traición a la Sangre inocente del Cordero.

Hemos de orar entonces, y revisar sin escrúpulo pero sí con detalle nuestra conciencia, porque si Dios nos ha elegido para que seamos imagen de lo que el mundo ha de ser, nos equivocamos al tratar de asemejarnos a lo que el mundo ahora mismo es, y a las cadenas bien decoradas que con hipócrita sonrisa nos ofrece.

Sólo hay estas dos posibilidades: o rebelarse contra Dios, para perdición eterna, o rebelarse contra el mundo, en la medida en que su lógica absorbente y seductora, arrogante y amenazante pretende encadenarnos al pie de sus altares y sus ídolos.

Bienaventurados aquellos que han respirado la libertad de la Pascua; bienaventurados los que alcanzan a ver el veneno aunque venga cubierto de miel; bienaventurados los que todavía ven la Cruz de Cristo y la saludan con palabra reverente: ¡Salve, oh Cruz, única esperanza nuestra!