¿Por qué hay en la Iglesia tanta diferencia entre los tiempos primitivos y los nuestros?

Padre Nelson: Cuando leo las historias admirables de los mártires en el coliseo romano, o cuando leo de los milagros espectaculares del libro de los Hechos de los Apóstoles, me pregunto: ¿dónde están esas obras en nuestro tiempo? ¿No se supone que uno debería ver cosas maravillosas con más frecuencia? ¿O es que por el hecho de que ahora contamos con métodos muy precisos como son los de la ciencia moderna resulta que no había tantos milagros antes? – NF.

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En tu pregunta mencionas dos situaciones distintas: la de los mártires y la de los milagros.

En cuanto a los mártires, no tengamos duda: en nuestro tiempo hay, numéricamente hablando, una “nube de testigos,” como dice la Carta a los Hebreos (12,1): simplemente recordemos los dolores, privaciones, torturas y muerte que ahora mismo han experimentado o están experimentando tantos cristianos en Siria, Irak, Yemen, Nigeria, Libia o Egipto. Los espantosos tormentos a que están siendo sometidos nuestros hermanos en la fe tienen la grandeza de un amor sublime pero también tienen toda la carga de crueldad de los tiempos antiguos.

En cuanto a los milagros, tengamos en cuenta dos cosas. Primera, que cada proceso de beatificación o de canonización de los que no han muerto mártires, tiene como requisito que haya sucedido un milagro comprobado. Y comprobado quiere decir lo que entendemos usualmente: comprobado científicamente. Lo que hay que preguntar no es si hoy suceden muchos milagros sino: ¿cómo es que tantas personas vivan prisioneras del materialismo o del cientificismo si la misma evidencia científica muestra que hay cosas inexplicables para la ciencia, es decir: milagros?

Lo segundo que hay que decir es que los milagros que más le interesan a Dios son las conversiones. Y una conversión, si lo pensamos bien, no es un prodigio pequeño: que una persona tenga todo dispuesto en su vida, en su corazón y en su mente para negar la obra divina o incluso su existencia, y después llegue a profesar con amor su fe, y dejarse matar por ella, ¿qué es eso, sino un milagro impresionante? Y de esos milagros suceden muchos, como pueden dar testimonio tantos que están evangelizando en todo el mundo.

Así que, abramos nuestros ojos, y con mayor gratitud y empeño, sigamos anunciando el Nombre de Jesucristo.