LA GRACIA del Domingo 14 de Febrero de 2016

DOMINGO I DE CUARESMA, CICLO C

Los Evangelios nos enseñan a ser humildes y precavidos, que así como estamos atacados por el demonio y la tentación, después de las pruebas más duras no nos va a faltar la providencia divina.

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Colaboración entre la Iglesia y la comunidad política

425 La recíproca autonomía de la Iglesia y la comunidad política no comporta una separación tal que excluya la colaboración: ambas, aunque a título diverso, están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres. La Iglesia y la comunidad política, en efecto, se expresan mediante formas organizativas que no constituyen un fin en sí mismas, sino que están al servicio del hombre, para permitirle el pleno ejercicio de sus derechos, inherentes a su identidad de ciudadano y de cristiano, y un correcto cumplimiento de los correspondientes deberes. La Iglesia y la comunidad política pueden desarrollar su servicio « con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto mejor cultiven ambas entre sí una sana cooperación, habida cuenta de las circunstancias de lugar y tiempo ».869

426 La Iglesia tiene derecho al reconocimiento jurídico de su propia identidad. Precisamente porque su misión abarca toda la realidad humana, la Iglesia, sintiéndose « íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia »,870 reivindica la libertad de expresar su juicio moral sobre estas realidades, cuantas veces lo exija la defensa de los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas.871

La Iglesia por tanto pide: libertad de expresión, de enseñanza, de evangelización; libertad de ejercer el culto públicamente; libertad de organizarse y tener sus reglamentos internos; libertad de elección, de educación, de nombramiento y de traslado de sus ministros; libertad de construir edificios religiosos; libertad de adquirir y poseer bienes adecuados para su actividad; libertad de asociarse para fines no sólo religiosos, sino también educativos, culturales, de salud y caritativos.872

427 Con el fin de prevenir y atenuar posibles conflictos entre la Iglesia y la comunidad política, la experiencia jurídica de la Iglesia y del Estado ha delineado diversas formas estables de relación e instrumentos aptos para garantizar relaciones armónicas. Esta experiencia es un punto de referencia esencial para los casos en que el Estado pretende invadir el campo de acción de la Iglesia, obstaculizando su libre actividad, incluso hasta perseguirla abiertamente o, viceversa, en los casos en que las organizaciones eclesiales no actúen correctamente con respecto al Estado.

NOTAS para esta sección

869Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 76: AAS 58 (1966) 1099.

870Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 1: AAS 58 (1966) 1026.

871Cf. CIC canon 747, § 2; Catecismo de la Iglesia Católica, 2246.

872Cf. Juan Pablo II, Carta a los Jefes de Estado firmantes del Acto final de Helsinki (1º de septiembre de 1980), 4: AAS 72 (1980) 1256-1258.


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Testimonio de la madre de una hija con síndrome de Down

“Es muy complicado saber por dónde empezar. Supongo que el principio es que antes de nacer Rocío no esperaba tener más hijos. Tenía una vida normal con mi marido y mi otra hija de ocho años, Beatriz, y todo estaba bien así. Pero un día te enteras de que estás embarazada, así que te dices a ti misma que si ha venido, ha venido. Pasados casi dieciocho años, y sabiendo lo que sé ahora, quizá suene surrealista, pero sí es cierto que durante los últimos meses que tuve que estar en reposo (ya que la niña venía con poco peso) yo supe que algo iba a pasar. Todo el mundo te dice que son imaginaciones tuyas, que qué iba a ocurrir, incluso los médicos no tenían nada que decir. Pero ese sexto sentido de madre me decía que algo no iba a ir bien. Cuando nació Rocío ya supe qué era lo que pasaba…”

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