Arde París

El título de la famosa obra de Collins & Lapierre, aunque esta vez sin el interrogante, es el resumen de una serie trágica de atentados que dejan un saldo de decenas de muertos. Escribo esto en medio de la consternación propia del 13 de noviembre de 2015.

El presidente Hollande ha ordenado cierre de fronteras y para todos los efectos el pueblo francés experimenta el dolor y angustia propios de una situación de guerra. Pero en la novela histórica de 1964 el enemigo era claro, visible y externo: los nazis. Ahora, en cambio, una sociedad pulverizada ha descubierto con un golpe de terror que no sabe bien ni quiénes son sus enemigos ni cuáles podrían ser sus amigos de fiar. Resulta que los “valores” no subsisten por sí mismos, ni por la sola inercia cultural, si no están anclados firmemente en algo más profundo y estructurado: un credo común. Duélale a quien le duela, y llámenme fanático religioso si les place, el hecho es que los enemigos, bien infiltrados y presentes en las entrañas mismas de Europa, se reconocen entre sí al grito de “¡Alá es grande!” Frente a ellos, la mayor parte de los actuales europeos no tienen nada que gritar porque la única consigna posible sería “¡Viva Cristo Rey!” y ese es un grito malsonante para el laicismo que campea por la Europa otrora cristiana.

¿Te acuerdas de las marchas de jefes de estado por las calles de París, queriendo traer sensatez frente a los ataques terroristas contra la revista Charlie Hebdo? ¿Y te acuerdas que la gente creía que en una manifestación tan colosal quedaba claro que la sociedad estaba unida contra el mensaje fundamentalista? Lo que demuestran estos nuevos ataques es que el vigor para gritar un robusto “¡NO!” de nada vale si no esta apoyado en el vigor mayor de un poderoso “¡SÍ!” Decirle NO a un atentado nada garantiza sobre la coherencia de una sociedad para construir su futuro. El brota jubiloso de la fe; mientras que el NO sale, pero ya ronco, del miedo. Una sociedad sin alma, sin fe, sabe gritar el NO pero, cuando los ecos de la marcha se extinguen, nadie sabe qué paso sigue ni cuál es la ruta. Tristemente hay otros que sí creen saberlo: los mismos que nunca han renunciado a conquistar para su credo a saa Europa que en el fondo envidian tanto como rechazan.

Me pregunto qué tal noche están pasando los abanderados del diálogo sempiterno entre civilizaciones. Para que el diálogo exista se necesita que existan los interlocutores, y sólo habrá interlocutores cuando haya reciprocidad en el respeto y en las concesiones respectivas. Eso de estar levantando mezquitas en países cristianos y prohibiendo iglesias en países musulmanes no es exactamente reciprocidad, y ello, traducido al lenguaje de lo real significa: No hay interlocutor.

Años y años de hablar mal de las cruzadas nos hicieron pensar que ser cristiano era una vergüenza. Pero a la gente no se le habló de los millones y millones de personas masacradas por otros credos, incluyendo la religión de Alá y la religión del laicismo estilo Stalin. Años y años de hablar mal de la inquisición nos hicieron creer que nada peor se podía ser que católico. Pero a la gente no se le dan las cifras de la quema de brujas en países protestantes, o en lugares de religión animista o de otros credos. ¿Resultado? Cristianos avergonzados de su pasado, acomplejados de sus más egregios representantes, y por consiguiente, disminuidos y muy fáciles de doblegar. De qué poco sirve ese rezago de cristianismo los hechos lo muestran ahora con sangre y muerte de por medio.

Antes de que sea tarde, ¡de por Dios, escúchenme! O mejor: escuchen esto que tantos llevamos diciendo por tanto tiempo: ESTAMOS EN COMBATE ESPIRITUAL. Preparen a sus hijos para defender su fe y sus convicciones; prepárenlos para no ceder ante la presión de leyes inicuas contra la familia y contra la libertad religiosa; prepárenlos para no dejarse confundir por obispos o cardenales arrodillados ante las propuestas de este mundo; prepárenlos para ser minoría… pero no una minoría acomplejada y asustadiza sino bien consciente de ser fermento y sal de la tierra. Nuestras comunidades de fe muy pronto tendrán que adoptar la lógica y el lenguaje de los cuarteles de guerra: desde la oración, la formación sólida, el cultivo de la virtud firme… y en alguna ocasión, la fuerza misma de las armas, ante todo, en defensa propia. Date una vuelta por París esta noche, y me dices si estoy exagerando.