¿Qué pueden aprender los cristianos y la Iglesia de la mentalidad empresarial?

“Matt Perman es un consultor empresarial que ha tenido cargos directivos en importantes asociaciones evangelizadoras protestantes. Ha escrito un libro sobre cómo el Evangelio puede transformar nuestra vida cotidiana y mejorar nuestros hábitos (What’s best next: how the Gospel transforms the way you get things done). En Christianity Today ha publicado un artículo que reflexiona sobre cómo la Iglesia y las asociaciones cristianas pueden aprender de lo mejor –y no de lo peor- del mundo empresarial…”

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El papel del empresario y del dirigente de empresa

343 La iniciativa económica es expresión de la inteligencia humana y de la exigencia de responder a las necesidades del hombre con creatividad y en colaboración. En la creatividad y en la cooperación se halla inscrita la auténtica noción de la competencia empresarial: uncum-petere, es decir, un buscar juntos las soluciones más adecuadas para responder del modo más idóneo a las necesidades que van surgiendo progresivamente. El sentido de responsabilidad que brota de la libre iniciativa económica se configura no sólo como virtud individual indispensable para el crecimiento humano del individuo, sino también comovirtud social necesaria para el desarrollo de una comunidad solidaria: « En este proceso están implicadas importantes virtudes, como son la diligencia, la laboriosidad, la prudencia en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en las relaciones interpersonales, la resolución de ánimo en la ejecución de decisiones difíciles y dolorosas, pero necesarias para el trabajo común de la empresa y para hacer frente a los eventuales reveses de fortuna ».718

344 El papel del empresario y del dirigente revisten una importancia central desde el punto de vista social, porque se sitúan en el corazón de la red de vínculos técnicos, comerciales, financieros y culturales, que caracterizan la moderna realidad de la empresa. Puesto que las decisiones empresariales producen, en razón de la complejidad creciente de la actividad empresarial, múltiples efectos conjuntos de gran relevancia no sólo económica, sino también social, el ejercicio de las responsabilidades empresariales y directivas exige, además de un esfuerzo continuo de actualización específica, una constante reflexión sobre los valores morales que deben guiar las opciones personales de quien está investido de tales funciones.

Los empresarios y los dirigentes no pueden tener en cuenta exclusivamente el objetivo económico de la empresa, los criterios de la eficiencia económica, las exigencias del cuidado del « capital » como conjunto de medios de producción: el respeto concreto de la dignidad humana de los trabajadores que laboran en la empresa, es también su deber preciso.719 Las personas constituyen « el patrimonio más valioso de la empresa »,720 el factor decisivo de la producción.721 En las grandes decisiones estratégicas y financieras, de adquisición o de venta, de reajuste o cierre de instalaciones, en la política de fusiones, los criterios no pueden ser exclusivamente de naturaleza financiera o comercial.

345 La doctrina social insiste en la necesidad de que el empresario y el dirigente se comprometan a estructurar la actividad laboral en sus empresas de modo que favorezcan la familia, especialmente a las madres de familia en el ejercicio de sus tareas; 722 quesecunden, a la luz de una visión integral del hombre y del desarrollo, la demanda de calidad« de la mercancía que se produce y se consume; calidad de los servicios públicos que se disfrutan; calidad del ambiente y de la vida en general »; 723 que inviertan, en caso de que se den las condiciones económicas y de estabilidad política para ello, en aquellos lugares y sectores productivos que ofrecen a los individuos y a los pueblos « la ocasión de dar valor al propio trabajo ».724

NOTAS para esta sección

718Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32: AAS 83 (1991) 833.

719Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2432.

720Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 35: AAS 83 (1991) 837.

721Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32-33: AAS 83 (1991) 832-835.

722Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 625-629.

723Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 36: AAS 83 (1991) 838.

724Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 36: AAS 83 (1991) 840.


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