Familia, lugar de misericordia

[Predicación en el templo de San Francisco, en Mompox, Colombia, con motivo de los diez años del retorno de los dominicos a esta ciudad.]

Presentación

* Vínculo estrecho entre San Juan Pablo II y la fiesta de la misericordia; y coincidencia cronológica entre la muerte de este gran Papa y el tiempo de arribo de los dominicos a Mompox.

Desarrollo temático

(1) Lugar insustituible de la familia dentro del conjunto de instituciones de la sociedad. En la familia se une lo biológico, lo emocional y lo formativo de un modo único e ireemplazable. La familia precede al Estado y a toda forma de legislación positiva.

(2) La familia y la fragilidad humana. La indigencia del bebé nos conmueve y nos llama a compasión. Es importante esa bondad hacia los pequeños pero no debemos limitarnos a ellos. En el mismo ámbito doméstico encontramos adultos mayores, enfermos, personas solas, parientes privados de su libertad, limitados mentales, y aún muchos otros casos en los que la familia ha de ser la primera expresión de la misericordia.

(3) Intimidad conyugal y crecimiento en la misericordia. Como es un hecho lamentable que muchas parejas se causan las peores heridas en el espacio de su propia intimidad, es urgente que todos aprendan a transformar esos espacios en lugares de aprecio, valoración, ternura y misericordia. En particular, que cada uno, y sobre todo el varón, comprenda que el cuerpo de su pareja se ha ajado porque se ha entregado.

(4) Familia, perdón y reconciliación. No debemos esperar demasiado de las instancias gubernamentales u oficiales si no cultivamos en la familia espacios donde se eduque en la justicia y la misericordia. Ofrecer estas lecciones básicas es una de las tareas irreemplazables de la familia, incluso si ello implica una suma de generosidad y abnegación considerable.

Nociones de ley

[Breve conferencia para el grupo de estudiantes de Moral Fundamental. Abril de 2015.]

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Seguimos la propuesta de Santo Tomás de Aquino:

* Ley eterna: Expresión que denota la voluntad misma de Dios, eterna como Él. Esta “ley” la percibimos, en primer lugar, en el acto mismo de nuestra propia existencia. No es entonces algo externo que quiera imponerse sino una realidad que uno descubre como primer hecho fundante de la propia vida. También se accede al conocimiento de esta ley cuando uno descubre en uno mismo un querer que es propio pero que uno no ha escogido, a saber, el buscar un bien y preferirlo sobre lo que se estima malo o menos deseable.

* Ley natural: Es la expresión de la ley eterna en la creación. Lo mismo que la ley eterna, tampoco la ley natural puede ser completamente expresada pero eso no significa que sea incognoscible o irrelevante. Sucede en esto como con el conocimiento de toda verdad. Sabemos que de la verdad conocemos solo en parte, y sabemos que nuestro conocimiento ha de perfeccionarse y corregirse, pero eso no implica que no podamos conocer algunas cosas ciertas, ni que carezcamos de razones para apoyarnos en lo verdadero que conocemos. La ley natural es nuestro primer criterio de discernimiento sobre cuál es el bien propio de cada ser, incluyendo por supuesto, en primer lugar, al ser humano.

* Ley antigua: Corresponde a la legislación mosaica, como ha sido consignada en la Biblia. En buena parte es una iluminación de la conciencia. Más que una imposición exterior puramente normativa, es una imposición de la verdad sobre el intelecto, que termina por reconocer que lo que se le pide es bueno. Sin embargo, esta ley no da por sí misma la fuerza para alcanzar lo bueno ni tampoco engendra de modo ordinario el deleite o alegría de practicar el bien, sobre todo si se trata de un bien arduo. Debe añadirse que no todo en la Ley Antigua tenía igual valor. Como muestra la misma Escritura, había elementos temporales en la Ley de Moisés, particularmente en lo ritual o en las disposiciones que Santo Tomás llama “judiciales,” es decir, lo que atañe a la manera de castigar el pecado. Y sin embargo, sí hay un núcleo firme y permanente, al que alude el mismo Cristo cuando recomienda como primer camino a la perfección: “cumple los mandamientos.”

* Ley Nueva: Es el nombre que Tomás de Aquino da al régimen de la Nueva Alianza, fruto del acto redentor de Cristo y consumado por la donación del Espíritu Santo.. El Espíritu mismo es “ley” en la medida en que ilumina de modo intenso y clarificador la inteligencia permitiéndole una adhesión más plena al bien; pero sobre todo es ley por aquello que dijo Dios por boca del profeta Ezequiel: “os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.” El “corazón nuevo,” dotado de la presencia del Espíritu, aprende a gozarse en el bien, incluso el bien arduo, y por ello resulta invencible. Es lo que vemos particularmente en los santos, y sobre todo en los mártires.

* Ley positiva: Es aquella que es “puesta” (posita) por voluntad humana, ya se trate de un rey, un parlamento o un referendo. No es vinculante por ella misma sino que tiene fuerza de obligatoriedad en la medida en que expresa y es fiel a las leyes mencionadas previamente. En ciertas circunstancias, no obliga en absoluto, por ejemplo cuando prescribe algo totalmente contrario a la ley natural, como sucede cuando la legislación particular de un país pretende obligar a un médico a que violente su conciencia y mate a un feto humano.

Teología Moral familiar y sexual, 08: Castidad y virtudes teologales

[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]

Tema 8: Castidad y virtudes teologales

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Introducción

* Son “teologales” aquellas virtudes que sólo existen, y aún más, sólo pueden ser reconocidas, a partir de la acogida de la revelación cristiana y de algún grado de experiencia del don del Espíritu Santo. Sin la revelación o sin el Espíritu estas virtudes no parecen algo bueno sino extraño, necio, arbitrario, condicionante o atrasado.

* Ello plantea la pregunta: ¿de qué modo un creyente puede presentar su fe de modo público cuando la opinión predominante es claramente pagana, y por consiguiente indispuesta y a la vez incapaz de reconocer el bien que pueda traer esa fe? ¿No queda más remedio que recluirse en el ámbito de lo privado?

* Sobre la base, siempre necesaria, de la oración y de una vida coherente, el creyente puede hacer mucho más. No puede producir la fe, ni imponerla por la fuerza de un argumento como el de la geometría, ni presentarla como un hecho comparable a los hechos que sirven de base a la ciencia. Y sin embargo, sí puede ayudar a hacer camino con los hombres y mujeres de su tiempo por la misma ruta que seguramente le ha llevado a él a creer.

* La búsqueda que suele ser más promisoria en nuestro tiempo es la que comienza por el sujeto mismo, con sus incoherencias y su sed frustrada de justicia. La verdad es que mucha gente percibe con dolor la distancia entre lo que quisiera hacer y lo que termina haciendo, en términos de su propio crecimiento moral. Esa grieta apunta hacia la realidad del pecado porque el pecado no deja de existir porque dejemos de hablar de él.

* En cuanto a la justicia, uno puede hacer ver los grados crecientes de corrupción prácticamente en todo el mundo, y sobre todo: hacer ver que el sistema no tiene en realidad recursos para sanarse o enmendarse a sí mismo. De nuevo, la conclusión es que el pecado no deja de existir porque dejemos de hablar de él.

* La capacidad de reconocer la realidad del pecado, incluso si la palabra misma se intenta omitir, permite conectar con experiencias profundas del pueblo de Dios. Lo que el pueblo hebreo percibe es que es salvado. Su fe no empieza como un acto de suposición o de imaginación sino como respuesta a una propuesta que viene de fuera y que, después de imponerse en cierto modo sobre Moisés, llega con inusitada soberanía sobre el faraón e incluso sobre los mismos hebreos. Una vez que uno entiende que la fe no es imaginación, caen por tierra las repetidas calumnias de los cientificistas, y de otros enemigos de la fe.

Dinámica interna de las virtudes teologales

* Claramente la fe abre toda la vida de Dios en nosotros. Por la fe descubrimos su iniciativa, que es precisamente la diferencia entre la fantasía y el acto de creer. Por la fe nos fiamos de aquel que ha salido a nuestro encuentro.

* Una vez que uno descubre que Dios ha estado y está, llega a afirmar con firmeza y gozo que Dios estará, y tal es el contenido básico de la esperanza.

* Y por la fe descubrimos primero el actuar y luego algo del ser de Dios. Así la fe hace “razonable” y casi “forzoso” amar.

* A su vez, el amor es el entorno que nos invita a confiar, esperar y acoger cuanto viene de Dios. Por la fe llegamos al amor pero gracias al amor crecemos en la fe.

Bienes de la vida teologal en cuanto a la castidad

* Un texto como Romanos 6,11-18 nos invita a reconocer cuánto gana en convicción y fuerza el propósito de una vida ordenada en lo que respecta a los deseos, en general, y al deseo sexual, en particular:

(1) La fe abre un horizonte infinito, que le quita fuerza de “absoluto” al deseo, según lo de San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti…”

(2) La fe nos revela aquellos bienes “de allá arriba” (Colosenses 3) que cautivan el corazón y lo liberan de los placeres inmediatas y puramente carnales.

(3) La fe revela una nueva dignidad: hijos de Dios; valiosos con el valor de la Sangre del Unigénito; templos del Espíritu Santo.

(4) La fe pone delante de nuestros ojos, ante todo, el ejemplo de Jesucristo, cuyo amor es ejemplo, pero primero, sanación.

Dolor en Pascua

Hay una imagen que no se borra de mi mente. No es una obsesión sino un deseo inmenso de hacer algo por personas como Julieta (nombre ficticio – historia real).

Julieta es una jovencita que quiso conversar conmigo no hace mucho. Resulta que a sus quince años, cumplidos no hace mucho, conoce lo que es tener sexo pero no sabe lo que es saberse amada ni tampoco respetada. Sabe protestar pero no sabe qué cosas merecen una protesta suya. Sabe reírse a carcajadas–por ejemplo, en ruidosas reuniones con sus amigas–pero no sabe qué es sentirse feliz. Sabe emborracharse y sabe sacar fotos ridículas pero luego no sabe cuál es su verdadero rostro entre tantas payasadas. Sabe que la vida se le va pero no sabe a qué vino a la vida. Sabe que la muerte es aburrida pero no sabe si la muerte ya empezó o está todavía para llegar.

¡Cuánto deseo Pascua para Julieta y para tantas y tantos como ella!