Teología Moral familiar y sexual, 02: Dimensiones

[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]

Presentación del syllabus de la materia

  1. Dimensiones de la sexualidad humana
    1.1 Vectores: satisfacción, donación, procreación y diferenciación
    1.2 Moduladores: fisiológico, ético, político, trascendente
  2. La familia humana
    2.1 Síntesis de psicología evolutiva
    2.2 Virtudes domésticas (propias de la “domus”)
    2.3 Roles familiares
    2.4 Familia como plenitud y donación
  3. Ubicación de la castidad
    3.1 En las virtudes humanas: prudencia, justicia, fortaleza y templanza
    3.2 En las virtudes teologales: fe, esperanza, caridad
  4. Castidad y estados de vida
    4.1 Infancia y juventud
    4.2 Noviazgo
    4.3 Matrimonio
    4.4 Separación temporal
    4.5 Divorcio
    4.6 Viudez
    4.7 Celibato consagrado
  5. Cuestiones contemporáneas
    5.1 Sexo como entretenimiento: prostitución, pornografía, autoerotismo, relaciones furtivas
    5.2 Juego de roles: BDSM, “50 sombras,” parafilias…
    5.3 Instrumentalización: uso desde el poder económico; uso desde el poder político; uso desde la protesta
    5.4 Misticismo intramundano: idealización, sexo tántrico
  6. Ideología de género
    6.1 Concepto de “género”
    6.2 Complejidad del horizonte homosexual
    6.3 Absolutización del yo
    6.4 Incoherencias internas
    6.5 Agenda a mediano y largo plazo
  7. Perspectiva desde la revelación bíblica
    7.1 Intimidad, conocimiento y corazón
    7.2 Señorío de Dios
    7.3 Plenitud humana, familiar y social
    7.4 La urgencia del Reino

Vectores de la sexualidad humana

  • Tomamos de la matemática la noción de “vector” que habla de una intensidad y de una dirección porque vemos que las distintas dimensiones de la sexualidad humana tienen estas características. Los vectores nos hablan de “pulsiones,” impulsos que buscan un resultado, sensación o meta.

(1) Satisfacción: alude al placer y recompensa que son propios de la vida afectiva y de la intimidad sexual.

(2) Procreación: deseo de prolongarse, de dar y cuidar la vida, de guiar a otros y alegrarse en verlos crecer.

(3) Donación: deseo de donarse, de superar el yo, de acoger al otro, de construir una unidad superior.

(4) Diferenciación: impulso hacia la construcción del propio ser desde la complementariedad y no simplemente la repetición.

Servidores en Cristo y de Cristo, 2 de 2

[Encuentro con las comunidades de laicos “Bodas de Caná” y “Defensores de la fe” en Santa Cruz, Bolivia. Febrero de 2015.]

[Continuación…]

III. FRUTOS Y SEÑALES DE LA LLEGADA DEL REINO DE DIOS

(2) La segunda señal es la lucha frontal contra el pecado. Las componendas no caben aquí. Ahora bien, hay pecados y deficiencias que son evidentes, como sucede con las adicciones. Más difícil es darse cuenta de las mediocridades y mentiras elegantes con que disfrazamos nuestra falta de amor y nuestras resistencias al reinado de Cristo. Por eso hace falta un verdadero conocimiento de sí mismo. Fácilmente nos descargamos del llamado a la santidad con frases como “Soy un tipo normal” o “Yo no lo hegao mal a nadie.” Esas frases frenan el amor y nos aparcan en la mediocridad.

  • Tips para sacudir la mediocridad:

(1) ¿A cuántas personas he acercado a Jesucristo, por ejemplo, en el último año? Un fuego que no quema, un viento que no sopla, no son verdaderos. Un cristiano que no evangeliza no es cristiano.

(2) ¿Eres miembro vivo de una comunidad en la que estás sirviendo?

(3) ¿Tu familia está abierta al servicio más allá de sus fronteras e intereses inmediatos? ¿Tu familia es capaz de incomodarse por otros?

(4) ¿La adoración, la vida mística, el ardor por el Cielo, para cuándo?

(5) ¿Eres capaz de hacer equipo con otros?

(6) ¿Cómo vives los sacramentos y cómo te formas para amarlos más?

IV. ¿QUÉ SIGNIFICA SER SERVIDORES DE JESUCRISTO?

(1) Conocer la voz de nuestro Buen Pastor.

(2) Atentos a las distintas presencias de Cristo: el Cielo, la Biblia, la Eucaristía, los pobres, la Iglesia…

(3) Sólo conoce el Evangelio quien evangeliza.

Servidores en Cristo y de Cristo, 1 de 2

[Encuentro con las comunidades de laicos “Bodas de Caná” y “Defensores de la fe” en Santa Cruz, Bolivia. Febrero de 2015.]

I. CLARIFICACIÓN DE LOS TÉRMINOS

  • Siervo es una palabra complementaria. Así como padre hace relación a hijo, así servidor, o siervo, alude a “señor.”
  • Tanto el apóstol Pablo con la Santa Virgen María utilizan una palabra más fuerte: esclavo. En el contexto de la fe, esclavo significa el que es siervo sin condición alguna, y que por tanto así proclama el señorío absoluto de Dios.

II. CRISTO, SIERVO DE DIOS

  • Cristo proclama y trae el reinado de Dios. Entendemos el “reino de Dios” como Dios reinando, y por consiguiente, si Cristo anuncia y hace posible ese reinado, él es el verdadero “Siervo de Dios,” el que manifiesta completamente su reinado.
  • El pecado es la entrada del desorden en nuestra vida. La redención es la restauración del orden querido por Dios. Todo pecado atenta contra el primer mandamiento y toda la redención consiste en darle de nuevo su lugar a ese mandamiento primero.

  • Así entendemos por qué Cristo es intransigente en cuanto al evangelio: Si alguno pone en primer lugar a alguien, no importa que sea la relación afectiva o familiar más cercana, automáticamente se separa de la gracia redentora del Señor.

  • El Reino de Dios no es entonces un modo de organización económica o social ni consiste en primer lugar en una solución para el progreso y la convivencia humana. El reuno de Dios es anuncio e irrupción de una gracia transformante por al cual Dios recupera su puesto en la persona y en la sociedad.

  • III. FRUTOS Y SEÑALES DE LA LLEGADA DEL REINO DE DIOS

    • La predicación del Reino no es una novedad absoluta que empieza con Cristo. Más bien, el Señor prolongó la predicación y el llamado de Juan el Bautista, bien que desde la óptica y realidad nueva de la gracia. Por eso conviene ver qué proponía Juan.

    (0) Hay una base previa: no abusar de lo que uno puede y es en la sociedad. Por eso el Bautista dice a los militares que no aprovechen su puesto y su fuerza.

    (1) La primera señal es la capacidad de descubrir que no todo lo que está a nuestro nombre es nuestro pues mucho de lo que parece nuestro lo hemos recibido para darlo a otros o para administrarlo en favor de otros. Si este paso no se da, somos víctimas de codicia o alguna otra idolatría. Esto vale para cosas, físicamente hablando, pero sobre todo vale para talentos, tiempo y otros recursos.

    [Continúa…]

    Hernán Cortés, conductor de una altísima empresa

    En las Instrucciones que el Gobernador Diego Velázquez dió en Cuba a Hernán Cortés, cuando éste partía en 1518 hacia México, la finalidad religiosa aparece muy acentuada entre los varios motivos de la expedición: «Pues sabéis, le dice, que la principal cosa [por la que] sus Altezas permiten que se descubran tierras nuevas es para que tanto número de ánimas como de innumerable tiempo han estado e están en estas partes perdidas fuera de nuestra santa fe, por falta de quien de ella les diese verdadero conocimiento; trabajaréis por todas las maneras del mundo… como conozcan, a lo menos, faciéndoselo entender por la mejor orden e vía que pudiéredes, cómo hay un solo Dios criador del cielo e de la tierra… Y decirles heis todo lo demás que en este caso pudiéredes» (Gómez Canedo 27).

    Este intento estaba realmente vivo en el corazón de Cortés, que en el cabo San Antonio, antes de echarse a la empresa, arengaba a sus soldados diciendo: «Yo acometo una grande y hermosa hazaña, que será después muy famosa, que el corazón me da que tenemos de ganar grandes y ricas tierras, mayores reinos que los de nuestros reyes… Callo cuán agradable será a Dios nuestro Señor, por cuyo amor he de muy buena gana puesto el trabajo y los dineros…, que los buenos más quieren honra que riqueza. Comenzamos guerra justa y buena y de gran fama. Dios poderoso, en cuyo nombre y fe se hace, nos dará victoria» (López de Gómara, Conquista p.301).

    También el franciscano Motolinía considera la conquista como guerra justa y buena, sin que por ello apruebe los excesos que en ella se hubieran dado. Así, en su carta a Carlos I, en 1555, defendiendo contra las acusaciones de Las Casas el conjunto de lo hecho, recuerda al Emperador que los mexicanos «para solenizar sus fiestas y honrar sus templos andaban por muchas partes haciendo guerra y salteando hombres para sacrificar a los demonios y ofrecer corazones y sangre humana; por la cual causa padecían muchos inocentes, y no parece ser pequeña causa de hacer guerra a los que ansí oprimen y matan los inocentes; y éstos con gemidos y clamores clamaban a Dios y a los hombres ser socorridos, pues padecían muerte tan injustamente, y esto es una de las causas, como V. M. sabe, por la cual se puede hacer guerra».

    Es ésta una doctrina del padre Vitoria, como ya vimos (54), formulada en 1539. En nuestra opinión, es hoy ésta la razón que se estima más válida para justificar la conquista de América. Actualmente las naciones, según el llamado deber de injerencia, se sentirían legitimadas para entrar y sujetar a un pueblo que hiciera guerras periódicas para someter a sus vecinos y procurarse víctimas, y que sacrificara anualmente a sus dioses decenas de miles de prisioneros, esclavos, mujeres y niños.


    El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.