Ven, Señor Jesús: Predicación 3 de 3: Una vida que mira a Cristo

[Predicación en la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en Hialeah, Florida. Julio de 2014.]

Una vida que mira a Cristo
(Apuntes de Semper Fiat)

1. Ya sabemos del peligro de algunos de los muchos obstáculos que impiden la sanación de DIOS en nuestra vida.
También ya vimos que la clave para vencer dichos obstáculos es rendirse genuina y totalmente a JESÚS. Ahora bien, en la tercera y última charla, Fray Nelson nos dice que ese “rendirse” implica tener a JESÚS por Rey de nuestra vida.

2. Reconocerlo como Rey implica considerar que todo le pertenece a Él, que Él puede disponer de todo cuando quiera, como quiera, donde quiera y para lo que Él quiera. Él ciertamente no es abusivo si le concedes dicha autoridad en tu vida, pero tampoco te engaña, Él va a cambiarte en todas las áreas de tu vida. Evidentemente para un bien que va más allá de nuestras cómodas y superficiales espectativas.

3. Muchos creen que lo tienen como Rey de su vida, pero más bien lo tienen como una decoración. Fray Nelson puso el siguiente ejemplo: Hay artistas que se creen muy cristianas por tener una cruz o crucifijo al cuello, pero al mismo tiempo lo exhiben dentro de un amplio escote. A esas artistas habría que decirles: ¡¡¡CRISTO no viene para decorar escotes… usted se equivocó… CRISTO quiere algo más que su piel desnuda, Él quiere su corazón!!!

4. También mencionó como el desencanto por los poderes de este mundo es señal de que CRISTO es mi Rey. Lo que implica en el camino ir dejando no sólo cosas malas, sino buenas, pero no necesarias. Pero no se reduce a este desencanto, sino a la fascinación por JESÚS. Y mencionó como muchos cuando hablan de JESÚS o trabajan por Él, parece que no tienen sangre, sino yogurt en las venas. Son aquellos que leen la Pasión y dicen: “Ahora es que entiendo por qué el Cristo de Velazquez es tan pálido… con tanto derramamiento de sangre…” ¡¡¡En vez de tener un arrebato profundo de amor por JESÚS!!!

5. Conclusión: La pondré parafraseando a San Juan de Ávila: “Quien tiene por Rey a Cristo, considera por barato todo lo que tuviera que pasar por amor a Él”

Ven, Señor Jesús: Predicación 2 de 3: Rendirse a Jesucristo

[Predicación en la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en Hialeah, Florida. Julio de 2014.]

Victoria sobre los obstáculos a la sanación
(Apuntes de Semper Fiat)

1. Fray Nelson enfocó su primera predicación a 5 de los muchos obstáculos que no nos permiten abrirnos a la acción sanadora y liberadora de DIOS.

2. En la segunda charla dio el “antídoto” para que se rompan dichos obstáculos, y que resumió en la palabra “Rendirse”.

Es ese acto humilde de mi libertad de reconocerme enfermo, pero también incapaz de sanar por mis propias fuerzas.
Es el hermoso movimiento de mi voluntad que le dice a DIOS:
¡¡¡Tú ganas, haz de mí lo que quieras, cuando quieras, y como quieras!!!

3. Aplicó ese “rendirse” a cada uno de los 5 obstáculos, pero por espacio les resumo el contenido:

– Muchos creen que se han rendido a DIOS, y lo han hecho, pero con la “fotocopia” de su enfermedad. Y las fotocopias siguen siendo soberbia. Él quiere que te rindas con total transparencia y confianza en Él.
– Rendirse es reconocer que para DIOS no hay imposibles.
– Rendirse implica “nacer de nuevo”, es decir, ser “paridos” por la gracia que DIOS da principalmente en los sacramentos.
– El que se rinde deja trabajar al alfarero, por tanto está dispuesto a ser ablandado y moldeado por sus manos.
– El que se rinde no condiciona, no pone tiempos límite, ni depende de la reacción de otros.

Ven, Señor Jesús: Predicación 1 de 3: Obstáculos a la sanación y la conversión

[Predicación en la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en Hialeah, Florida. Julio de 2014.]

Obstáculos a la sanación
(Apuntes de Semper Fiat)

I. La soberbia

1. La soberbia es un obstáculo para la sanación que da DIOS, porque el soberbio apela a sí mismo como su propio médico. Algunos ejemplos sencillos de soberbia:

– El varón que siempre quiere tener el control, y nadie le puede decir que algo hace mal. Y si por acaso reconoce el mal, él dice que él lo arregla. Es decir, se cree en cierto modo omnipotente.

– La mujer que viendo la cantidad de vicios y pecados de su novio, piensa que en el matrimonio lo va a cambiar. Es decir, también se siente en cierta manera omnipotente.

¡Evidentemente quien se siente omnipotente coloca la acción del verdaderamente omnipotente, es decir, de DIOS, en segundo plano!

3. El poder de la soberbia está en que se adhiere al bien. Ejemplos:

– Eres inteligente (es algo bueno)… luego la soberbia hace creerte que tu inteligencia lo puede todo.
– Eres bella (es algo bueno)… luego la soberbia hace creerte que tu belleza lo puede todo.

4. Finalmente, la soberbia te impermeabiliza contra la acción de DIOS. De ahí vienen frases como:

“Yo esos de los retiros no los necesito” [Como si ya conocieras todo lo que DIOS es capaz de dar]
“Yo no necesito que me sanen de nada porque no estoy enfermo” [Como si conocieras todas tus heridas emocionales y espirituales]
“Yo no me confieso con un sacerdote que es igual o más pecador que yo” [Como si el perdón que DIOS da en el sacramento dependiera de la dignidad del sacerdote, y no de su gracia y misericordia], etc…

5. El soberbio no sana porque no reconoce la enfermedad, o reconociéndola no se deja ayudar.

II. La vanidad

La Vanidad es la hija mayor de la soberbia porque también nos retiene ante la ayuda que necesitamos, pero la diferencia está en que la Vanidad lo hace por vía de comparación. Ejemplo: Un matrimonio que participa de una oración de sanación y de liberación. Los dos los toca profundamente el ESPÍRITU SANTO, al grado que la mujer comienza a derramar abundantes lágrimas. El esposo, está a punto de lo mismo, pero al ver que su esposa -¡una mujer!- llora, y ser un machista, retiene las lágrimas por vanidad, porque no quiere hacer el “ridículo”. Y es precisamente mediante ese llanto humilde y totalmente rendido al poder de la gracia, que DIOS quería sanarle. Recomiendo hacer la oración de Santa Catalina de Siena: “¡Señor, dame la gracia del conocimiento de mí misma!” Porque la Vanidad por vía de comparación, siempre termina dándonos una definición falsa de nosotros mismos.

III. El soborno del pecado

1. El tercer obstáculo que impide la sanación de DIOS es nosotros es ¡el soborno!

2. Fray Nelson explica cómo el primero en sobornar es el pecado a través de ciertas ventajas que nos mantienen ciegos a nuestra realidad. Efectivamente el pecado ofrece ciertad ventajas, especialmente al principio, pero sus deseventajas y sus frutos son infinitamente más grandes y terribles. Cuando decía esto me recordaba de la frase de San Juan de Ávila: “¡Oh, pecado! ¿por qué nunca nos dices en qué vamos a terminar?”

3. Uno de los ejemplos que puso Fray Nelson: Sin mencionar su nombre, y pidiendo que no se mencione, hizo referencia a una cantante compatriota suya, es decir, colombiana, que para no dejar de ser relevante cada vez se degrada más en sus letras, vídeos y producciones. Es decir, por mantenerse relevante para que nadie le quite el puesto de fama que ha logrado al principio de forma decente, se deja sobornar y cae en la indecencia del pecado, y termina ciega ante la realidad de su enfermedad.

4. Finalmente mencionaba Fray Nelson que el que se deja sobornar por el pecado al final cae en la prostitución, porque se vende por unas ventajas temporales y engañosas, no sólo por dinero, sino por fama, aprecio, compañía, etc… Y esto le impide escuchar las ventajas de la gracia y sanación de DIOS.

IV. La venganza

1. El cuarto obstáculo que evita que recibamos cualquier tipo de sanación de DIOS es: ¡La venganza o el ajuste de cuentas!

2. Fray Nelson hacía notar que muchos son conscientes de que deben sanar, pero están dispuestos a ser sanados después de saldar cuentas pendientes. El peligro de este comportamiento, es que se condiciona el proceso de sanación a una voluntad ajena, que puede cambiar o no, y que no sólo puede retardar el comienzo de mi sanación, sino hasta puede definitivamente truncar mi sanación porque yo no sé cuánto tiempo más de vida me queda.

3. También Fray Nelson tocó brevemente el dato de cómo este tipo de comportamiento hasta puede ser causa de enfermedades físicas.

4. En conclusión, el que condiciona su conversión a la conversión del otro, ya no se mira así mismo, y terminará ignorando o justificando las propias faltas.

V. La autocompasión

1. El quinto y último obstáculo que mencionó Fray Nelson para evitar recibir cualquier tipo de sanación por parte de DIOS es: ¡La Autocompasión!

2. Hay gente que no sólo no quiere sanar, sino le gusta estar enfermo, porque así recibe un régimen especial, llama la atención y sobretodo, se quita de la responsabilidad de ser un miembro activo de la sanación de DIOS para otros, pues al final se autoconvence de que no hay nadie que sufra más que él; es la víctima por excelencia.

3. En conclusión, el autocompasivo reconoce su enfermedad [aunque algunas las inventa] pero no sale al encuentro de la sanación de DIOS, y mucho menos se pone a disposición de ella, pues le conviene ser el centro de atención y vivir ensimismado.

Eco de la visita del Papa Francisco a Corea

El papa Juan Pablo II había canonizado a los mártires de segunda y tercera generación que conocieron los misioneros franceses, en cambio ahora Francisco ha beatificado a los de la primera generación, los cuales no habían sido estudiados ni había entonces documentación para beatificarlos.

Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires son los mártires de la primera generación de la Iglesia en Corea, los fundadores, que son padres o abuelos de los mártires de las generaciones ya canonizadas.

A continuación fue la celebración de la santa misa, en latín y con lecturas y cantos en coreano. La homilía del Pontífice fue en italiano y traducida cada parte fue en coreano a medida que la iba leyendo.

Homilía del Papa Francisco en la beatificación de Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires

«¿Quién nos separará del amor de Cristo?». Con estas palabras, san Pablo nos habla de la gloria de nuestra fe en Jesús: no sólo resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo, sino que nos ha unido a él y nos ha hecho partícipes de su vida eterna. Cristo ha vencido y su victoria es la nuestra.

Hoy celebramos esta victoria en Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros. Sus nombres quedan unidos ahora a los de los santos mártires Andrés Kim Teagon, Pablo Chong Hasang y compañeros, a los que he venerado hace unos momentos. Vivieron y murieron por Cristo, y ahora reinan con él en la alegría y en la gloria. Con san Pablo, nos dicen que, en la muerte y resurrección de su Hijo, Dios nos ha concedido la victoria más grande de todas. En efecto, «ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor».

La victoria de los mártires, su testimonio del poder del amor de Dios, sigue dando frutos hoy en Corea, en la Iglesia que sigue creciendo gracias a su sacrificio. La celebración del beato Pablo y compañeros nos ofrece la oportunidad de volver a los primeros momentos, a la infancia –por decirlo así– de la Iglesia en Corea. Los invita a ustedes, católicos de Corea, a recordar las grandezas que Dios ha hecho en esta tierra, y a custodiar como un tesoro el legado de fe y caridad confiado a ustedes por sus antepasados.

En la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de Corea a través de los misioneros; sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos. En efecto, fue suscitada por la curiosidad intelectual, por la búsqueda de la verdad religiosa. Tras un encuentro inicial con el Evangelio, los primeros cristianos coreanos abrieron su mente a Jesús. Querían saber más acerca de este Cristo que sufrió, murió y resucitó de entre los muertos. El conocimiento de Jesús pronto dio lugar a un encuentro con el Señor mismo, a los primeros bautismos, al deseo de una vida sacramental y eclesial plena y al comienzo de un compromiso misionero. También dio como fruto comunidades que se inspiraban en la Iglesia primitiva, en la que los creyentes eran verdaderamente un solo corazón y una sola mente, sin dejarse llevar por las diferencias sociales tradicionales, y teniendo todo en común.

Esta historia nos habla de la importancia, la dignidad y la belleza de la vocación de los laicos. Saludo a los numerosos fieles laicos aquí presentes, y en particular a las familias cristianas, que día a día, con su ejemplo, educan a los jóvenes en la fe y en el amor reconciliador de Cristo. También saludo de manera especial a los numerosos sacerdotes que hoy están con nosotros; con su generoso ministerio transmiten el rico patrimonio de fe cultivado por las pasadas generaciones de católicos coreanos.

El Evangelio de hoy contiene un mensaje importante para todos nosotros. Jesús pide al Padre que nos consagre en la verdad y nos proteja del mundo.

Es significativo, ante todo, que Jesús pida al Padre que nos consagre y proteja, pero no que nos aparte del mundo. Sabemos que él envía a sus discípulos para que sean fermento de santidad y verdad en el mundo: la sal de la tierra, la luz del mundo. En esto, los mártires nos muestran el camino.

Poco después de que las primeras semillas de la fe fueran plantadas en esta tierra, los mártires y la comunidad cristiana tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al mundo. Habían escuchado la advertencia del Señor de que el mundo los odiaría por su causa; sabían el precio de ser discípulos. Para muchos, esto significó persecución y, más tarde, la fuga a las montañas, donde formaron aldeas católicas. Estaban dispuestos a grandes sacrificios y a despojarse de todo lo que pudiera apartarles de Cristo –pertenencias y tierras, prestigio y honor–, porque sabían que sólo Cristo era su verdadero tesoro.

En nuestros días, muchas veces vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo. Sin embargo, los mártires nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno. Nos hacen preguntarnos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir.

Además, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe. La autenticidad de su testimonio de Cristo, expresada en la aceptación de la igual dignidad de todos los bautizados, fue lo que les llevó a una forma de vida fraterna que cuestionaba las rígidas estructuras sociales de su época. Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos. Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados.

Si seguimos el ejemplo de los mártires y creemos en la palabra del Señor, entonces comprenderemos la libertad sublime y la alegría con la que afrontaron su muerte. Veremos, además, cómo la celebración de hoy incluye también a los innumerables mártires anónimos, en este país y en todo el mundo, que, especialmente en el siglo pasado, han dado su vida por Cristo o han sufrido lacerantes persecuciones por su nombre.

Hoy es un día de gran regocijo para todos los coreanos. El legado del beato Pablo Yun Ji- chung y compañeros –su rectitud en la búsqueda de la verdad, su fidelidad a los más altos principios de la religión que abrazaron, así como su testimonio de caridad y solidaridad para con todos– es parte de la rica historia del pueblo coreano. La herencia de los mártires puede inspirar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a trabajar en armonía por una sociedad más justa, libre y reconciliada, contribuyendo así a la paz y a la defensa de los valores auténticamente humanos en este país y en el mundo entero.

Que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con la de Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de la perseverancia en la fe y en toda obra buena, en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia, y hasta los confines de la tierra. Amén».

Caso de profeta apocalíptico gravemente equivocado

“Pocos profetas del apocalipsis han estado tan equivocados en sus predicciones como Paul Ehrlich quien tuvo enorme influencia en los setenta con su best-seller The Population Bomb (La bomba de población) publicado en 1968. Ehrlich, que se convirtió en un gurú del movimiento ecologista afirmaba que debido a la superpoblación la muerte en masa era inminente e inevitable, que la tasa de mortalidad se dispararía y, que la población —a causa de las hambrunas— caería hasta llegar a la cifra de dos mil millones de personas…”

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