ESCUCHA, Volvamos al cenáculo!

[Predicación en la Plaza de Ferias de la Macarena, en Medellín, como catequesis de preparación a Pentecostés. Junio de 2014.]

* Así como el don de la redención es uno y el mismo para todos, así también es uno sólo el Espíritu que todo renueva y todo fecunda en la Iglesia. Pentecostés no es propiedad de ninguna comunidad, grupo, movimiento o cultura.

* Sabemos que Pentecostés trajo una enorme transformación para los apóstoles. Tres grandes limitaciones de ellos, y también nuestras, son: (1) La cobardía para proclamar y demostrar nuestra fe; (2) La mundanidad de los deseos, que suelen concentrarse en bienes y poderes de esta tierra; (3) La inmensa dificultad para entender el sentido propio de la Escritura y de la voluntad de Dios. ¡El Espíritu Santo venció todos estos obstáculos!

* Esta victoria del Espíritu no es entusiasmo pasajero ni es una especie de acto “mágico.” Si Cristo nos dice que “de lo que abunda el corazón habla la boca” (Lucas 6,45), debemos comprender lo sucedido en el cenáculo a partir d ela predicación posterior de los apóstoles, y especialmente de Pedro, que recibió la misión de confirmar en la fe a sus hermanos.

* Y lo que nos muestra Pedro en sus discursos al pueblo es que hay que abrir un amplio espacio en el corazón, o mejor, descubrir el vacío e indigencia en que nos han dejado nuestros pecados y nuestra ignorancia de Dios. El que descubre ese vacío es quien puede clamar de corazón: ¡Ven, Espíritu Santo! Y su súplica no será en vano.

La centella del alma

Hola, Fray Nelson. ¿Esta bien hablar de la centella del alma? O sea esa semilla del bien que Dios ha sembrado en cada ser. – CPM.

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Es un término que tiene trayectoria suficiente en la teología como para ser usado con cierta confianza. Por ejemplo, en su Manual de Teología “La Ley de Cristo” Bernard Häring define la “scintilla animae” como “la punta o centella del alma su parte más aguda e interior, menos expuesta a la corrupción por el pecado.” Según algunos autores, como Alejandro de Hales o San Buenaventura, seria la sede misma de la conciencia.

La expresión que usas, “semilla del bien,” no corresponde con lo que se entiende por centella del alma. El término mismo, centella, alude a una luz que riega claridad sobre otras áreas del mundo interior de la persona: algo así como un último recurso del bien en nuestra inteligencia, un último espacio de verdad que potencialmente puede llevar a que la persona, incluso después de durísimos pecados, se arrepienta y emprenda un camino de regreso hacia Dios.

La semilla, en cambio, sería algo así como un principio de crecimiento del bien, o como la simple declaración de que siempre hay algo bueno en cada persona. Pero eso bueno podría ser muy ambiguo, como cuando un criminal tiene gestos de ternura con algún animal o es generoso con algunos pobres. Y la centella del alma no alude a esa clase de actos sino a algo que tiene que ver con el conjunto del ser.