Catheriniana – 03, El Santo Deseo, parte 3

[Catheriniana es una serie de reflexiones sobre aspectos de la enseñanza de Santa Catalina de Siena. Para sacar mayor provecho de estas conferencias es muy recomendable revisar primero la serie sobre su vida, y después la serie sobre los fundamentos de su doctrina espiritual. Si se quiere acceder a todas las publicaciones de este blog sobre la Santa Doctora, hacer click aquí.]

Tema 3: El Santo Deseo como impulso para la evangelización y la misión.

* Uno de los aspectos más hermosos del “santo deseo” es que unifica el amor a Dios y al prójimo. Esta es, por lo demás, una consigna muy clara en el Nuevo Testamento. 1 Juan 4,20: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.” Santiago 2,18: “Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” (La fe apunta hacia Dios; las “obras” apuntan hacia las necesidades del prójimo. Son inseparables). Mateo 22,35-40: “Uno de ellos, intérprete de la ley, para ponerle a prueba le preguntó: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Jesús le dijo: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.”

* San Ireneo de Lión nos enseña que “La gloria de Dios es que el hombre viva y la vida del hombre es la visión de Dios.” Allí donde se rompen las cadenas que nos deshumanizan, es decir, el pecado, la ignorancia, la muerte, la injusticia o la miseria, allí se deja ver la gloria divina porque aparece en plenitud se plan, su sabiduría, su poder y su compasión. Puesto que somos imagen y semejanza de Dios, todo lo que empaña esa imagen es a la vez daño para nosotros y ocultamiento de la gloria de nuestro Creador. por la misma razón, lo que limpia nuestro ser y deja ver esa imagen bendita glorifica a Dios y constituye nuestro más genuino bien.

* El Santo Deseo nos saca de nosotros mismos, es decir, de la comodidad y la falsa seguridad, y nos pone, como quiere el Papa Francisco, “en salida” hacia nuestros hermanos. No cabe aquí la pasividad, que sería complicidad, ni la indiferencia, que sería crueldad.

* Como todo lo que es grande, el Santo Deseo puede ser deformado de varias formas que le quitan su sentido y su eficacia. Es bueno saber de estas deformaciones y peligros para evitarlos. Son cuatro principalmente:

(1) El fanatismo y la imposición: cuando un supuesto exceso de “celo apostólico” hace que agobiemos al prójimo para que se convierta según nuestro gusto o en nuestros tiempos. Sucede también cuando se confunde evangelizar con imponer una determinada cultura.

(2) La delegación cómoda: cuando tranquilizamos con mentira nuestra conciencia creyendo que basta con “no hacerle mal a nadie” y pensamos que si uno cumple con sus deberes ya no se le puede pedir más como cristiano. A menudo esta forma de egoísmo cómodo va unida a la idea de que en la Iglesia hay unos (curas y monjas, por ejemplo) que serían los únicos encargados de la evangelización.

(3) La falsa misericordia: cuando salimos de nosotros mismos y vamos al encuentro del hermano en su necesidad pero, por una falsa compasión, lo dejamos en su condición de pecado, quizás porque nos parece muy difícil que cambie a fondo su comportamiento. En esto hay un engaño hacia el prójimo y una falta de fe en la fuerza del Evangelio para realmente transformar la vida.

(4) El activismo: cuando consideramos que en el mucho hacer está el mucho lograr. La realidad es que cuando el Santo deseo es auténtico, primero “quema” el corazón con un suave y profundo dolor que se convierte en anhelo incontenible por la gloria divina y fortísima compasión por el prójimo, todo ello en oración y penitencia. De ese horno saldrán las palabras encendidas y los gestos verdaderamente elocuentes que alcanzarán frutos verdaderos.