Una guía de perplejos, 6 de 8, Modernidad y Postmodernidad

[Retiro para formadores, misioneros y superiores, ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, en Sasaima, Colombia, Diciembre de 2013.]

Tema 6 de 8: Modernidad y Postmodernidad

* Ante todo, hay que distinguir Modernidad, que alude a un fenómeno cultural con luces y sombras, y modernismo, que hace referencia a una tendencia herética de la que ya hemos hecho una presentación en la anterior predicación.

* Según lo ya explicado, el rasgo más típico de la Modernidad es el papel protagónico que le da a la razón humana. En sí mismo, esto es bueno, pero, como anotaba Jürgen Habermas, el énfasis racional se ha concentrado casi completamente en la “razón instrumental,” es decir, en la capacidad de analizar esquemas, situaciones y procesos para transformarlos según el propósitos de cada sujeto.

* Por supuesto, la razón instrumental abre posibilidades de desarrollo pero también de explotación y desastre. Y todo ello ha sucedido. A impulso de la máquina de vapor, la revolución industrial cambió las reglas de juego en la economía, convirtiendo al sistema de producción no en un camino para satisfacer sino para crear necesidades.

* Los cambios psicológicos, familiares, sociales y ecológicos de la aplicación indiscriminada de la razón instrumental terminaron pasando su factura en dos espantosas guerras mundiales y en una estela de desastres ecológicos irreparables. Como quien despierta de un profundo letargo, el mundo de Occidente se vio de pronto con un desastre a su alrededor, y sin una brújula a mano.

* La exigua propuesta del existencialismo (Sartre) fue dar el nombre de libertad a la desorientación, y convertir la felicidad en una etiqueta de libre postura y remoción. No es extraño que por ese camino se llegara a la Revolución de Mayo de 1968: el subjetivismo ignorante y arrogante trataba de poner cara dura a su triste destino (Camus) o renunciaba a toda significación para refugiarse en paraísos falsos de placer fácil: sexo y droga (hippismo).

* El nuevo contexto viene marcado por un profundo escepticismo hacia la racionalidad misma, es decir, el centro vital de la Modernidad es puesto en cuestión. La Post-Modernidad pretende conservar espacio para la verdad sólo en dos ámbitos: en la Ciencia (y claro está, su derivada, la tecnología), y en la “verdad subjetiva” es decir, en la confusión entre verdad y autenticidad, como si presentarse y asumir los propios deseos como se presentan fuera garantía de una especie de verdad.

* La postmodernidad cuestiona también las “grandes pertenencias,” es decir, el considerarse uno, ante todo, como hijo de una nación, , miembro de un partido, fiel de una iglesia. Las “grandes narrativas,” sean de tipo filosófico-metafísico o religioso, caen en descrédito porque las “grandes instituciones” se han mostrado hipócritas, traidoras o en todo caso, insuficientes para evitar los desastres que el siglo XX presenció.

* En el mundo postmoderno lo que caben son las pequeñas fidelidades y las pequeñas felicidades: la escala se reduce, las esperanzas se redimensionan, a caballo entre el cinismo y la resignación.

* Es importante subrayar que hay frutos buenos, reales y posibles, tanto en la Modernidad como en la Postmodernidad. Lo más sabio, por supuesto, será tratar de incorporarlos todos. De la Modernidad hay que rescatar los valores de la racionalidad, el progreso, la civilidad y la búsqueda de una cosmovisión (u omnicomprensión). De la Postmodernidad no debe dejar perderse lo que tiene en dirección a la humildad, la ternura y la comunidad.