Conocer más para vencer mejor la depresión

[Predicación en Radio Betania de Santa Cruz, Bolivia.]

* Usamos el término depresión con mucha frecuencia, y por eso conviene clarificar su sentido.

* Depresión, hablando de manera propia y formal, es un estado de ánimo y de comportamiento que implica una sensación prácticamente continua y muy prolongada de tristeza, desolación y sentimientos de destrucción o autodestrucción. De manera informal, alude a un “paraje oscuro,” un momento malo que lleva a una sensación de ánimo bajo, por un tiempo más bien breve y por causas bastante identificables y hasta cierto punto controlables.

* A menudo, la depresión propiamente dicha requiere para su tratamiento de ayuda profesional, es decir de la consulta o tratamiento con psicólogos o psiquiatras. En este caso, hablamos de una depresión clínica.

* Un psiquiatra es un médico que se ha especializado en el uso terapéutico de medicamentos que ayudan a tratar ciertas condiciones mentales que se consideran ligadas a estados hormonales, químicos o eléctricos que afectan de manera severa o recurrente a una persona, incluso hasta el punto de perturbar seriamente su vida familiar, afectiva, laboral o social. En ocasiones la ayuda de la psiquiatría es requerida para tratar algunos casos de depresión clínica.

* Un psicólogo es un especialista del comportamiento humano en sus más diversas expresiones. Según la escuela psicológica a la que uno adhiera, ese comportamiento se verá como fruto de circunstancias de la maduración sexual en la temprana infancia (psicoanálisis), o como dependiente de las decisiones y opciones cruciales que acompañan el curso de la vida (enfoque humanista), o como resultado de factores actuales que deben ser conocidos y modificados (conductismo). hay también otras posibilidades.

* Debe destacarse que, aunque muchos de estos especialistas, psicólogos y psiquiatras, son ateos o incluso adversos a la fe, los hay también buenos creyentes. Además, la Escritura nos enseña que “también al médico lo hizo Dios,” de manera que sería abuso pretender a obligar a Dios a que mejorara nuestra salud mental siempre sin el recurso a personas con la debida formación si son respetuosos o favorables a nuestra fe. Eso es especialmente cierto en el caso de las dificultades de aprendizaje, las adicciones y la depresión clínica.