Formados en la Fe, 4 de 6, La soledad existencial

[Jornada de Evangelización en Chajarí, Provincia de Entre Ríos, Argentina, en Julio de 2013.]

Tema 4 de 6: Soledad existencial.

* “La fe destruye lo que te destruye a ti.” ¿Y qué es lo que nos destruye? Son muchas cosas pero en su raíz encontramos a menudo la soledad o abandono existencial, es decir, la sensación profunda de que uno en realidad no importa; en realidad, no interesa.

(1) Soledad existencial sienten ya los niños pequeños cuando perciben que sus papás se deshacen fácilmente de ellos conectándolos a las múltiples pantallas que la tecnología les ofrece: juegos electrónicos, televisión, celulares, tabletas, Internet.

(2) Es la soledad que sienten los jóvenes al ser aislados y en parte aislarse en sus mundos pequeños, con lenguajes propios e incomprensibles al mundo adulto, temerosos siempre de estar interrumpiendo a sus atareados padres.

(3) Y los que trabajan suelen sentir esa misma soledad porque son tratados a menudo como una fuerza reemplazable, y eso quiere decir: como un recurso más, una estadística en el gran conjunto de un presupuesto anónimo.

(4) Las personas mayores a menudo experimentan esa soledad del que siente que está estorbando, y que sus relatos ya no interesan a nadie en casa.

* La soledad existencial crea una sensación visceral de naufragio y produce por consiguiente una reacción incontenible: buscar algo o alguien de qué aferrarse. Y eso de lo que la persona se aferra suele ser moralmente dañino o por lo menos cuestionable pero la situación emocional del “náufrago” no le permite examinar su situación con serenidad, como quien busca qué es lo verdadero o qué es lo correcto:
el impulso de sobrevivir es tan fuerte que las relaciones o dependencias a que llega la persona, y que en otras circunstancias hubiera rechazado, ahora le parecen obvias e inevitables. Esto explica en buena parte la périda de brújula moral en tantas personas, así como la típica impaciencia y sesgo con que se abordan las posturas de la Iglesia en materia moral.

* La respuesta propia a esta desafío es siempre una y la misma: COMUNIDAD. Eso quiere decir, por ejemplo: familia, en lo posible numerosa; buen ambiente de trabajo; un vecindario sano. Pero como esos botes salvavidas suelen encontrarse en tan mal estado en nuestro tiempo, hay sobre todo un espacio que adquiere enorme importancia hoy: la comunidad creyente. Nuestros grupos de oración y de fe; grupos de formación y de evangelización, son sencillamente indispensables para restaurar la capacidad de diálogo y de formación espiritual y moral.