En comunión con ÉL

¡Cuántos años comulgando a diario! -Otro sería santo -me has dicho-, y yo ¡siempre igual! -Hijo -te he respondido-, sigue con la diaria Comunión, y piensa: ¿qué sería yo, si no hubiera comulgado?

Comunión, unión, comunicación, confidencia: Palabra, Pan, Amor.

Cuando te acercas al Sagrario piensa que ¡El!… te espera desde hace veinte siglos.

Ahí lo tienes: es Rey de Reyes y Señor de Señores. -Está escondido en el Pan. Se humilló hasta esos extremos por amor a ti.

Se quedó para ti. -No es reverencia dejar de comulgar, si estás bien dispuesto. -Irreverencia es sólo recibirlo indignamente.

Hay una urbanidad de la piedad. -Apréndela. -Dan pena esos hombres “piadosos”, que no saben asistir a Misa -aunque la oigan a diario-, ni santiguarse -hacen unos raros garabatos, llenos de precipitación-, ni hincar la rodilla ante el Sagrario -sus genuflexiones ridículas parecen una burla-, ni inclinar reverentemente la cabeza ante una imagen de la Señora.

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