La fe de Benedicto y la pobreza de Francisco, 05 de 12

[La fe del Papa Benedicto y la pobreza del Papa FranciscoRetiro Espiritual para el Monasterio de Santa María Reina, en Zamora, España. Junio de 2013.]

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Tema 5 de 12: De camino por el desierto, entre Egipto y Canaán

* ¿En qué consistía el “clamor” de los israelitas en Egipto? Dadas las condiciones de la época, ¿era particularmente mala su situación? Hay señales de que no era así. Evidencia arqueológica muestra que los constructores de las pirámides no llevaban una vida que pudiera considerarse miserable. Además, en la Biblia misma se deja ver que los egipcios proporcionaban a los israelitas la materia prima para la elaboración de los adobes, con lo cual queda claro que éstos no eran el último peldaño en la escala social. Su situación no era de abyecta esclavitud y por consiguiente no debe leerse la epopeya del Éxodo simplemente como una historia de recuperación de la dignidad humana. El problema era otro.

* Por un lado, el faraón era presentado ante todos como un ser de estirpe divina, al punto de no poder engendrar descendencia de alguien que no fuera de su familia (incesto obligatorio). Por otra parte, esa mitología de divinización llegaba al punto de pretender disponer de vidas humanas. En concreto, el faraón intenta suprimir toda una generación de bebés varones para forzar, en un futuro cercano, el mestizaje. A esas pretensiones vienen a contestar las “plagas” con las que Dios le está diciendo finalmente: “Tú no eres dios, faraón.”

* La condición de los israelitas no era entonces propiamente miserable. Más que sus cuerpos era la fe de Abraham, de Isaac y de Jacob la que estaba en riesgo. De hecho, faraón, con gran inteligencia práctica, mantenía a los israelitas relativamente contentos, y esto lo sabemos por la nostalgia que tendrán muchas veces en el desierto, recordando cómo en Egipto tenían comida sabrosa y abundante. Puede decirse que faraón los había degradado a la categoría de “esclavos felices” que gustan de besar sus cadenas.

* Así siguen haciendo los faraones de nuestro tiempo. Es cosa muy importante para nuestros gobiernos que todos, y especialmente los más jóvenes, estén aturdidos en un torrente de placeres e intereses bajos y egoístas, de modo que su mente intoxicada no sepa ni pueda descubrir lo que se trama con ellos ni cómo se les usa miserablemente. Su mirada está muerta, su alegría está ausente pero no tolerarían que les quitaran los placeres inmediatos a que los ha acostumbrado el sistema. Y sin embargo, vacíos interiormente, llevan un gemido profundo, un lamento de frustración e impotencia. Algo así fue el “clamor” al que aludió Dios cuando le habló a Moisés desde la zarza.

* Todo eso significa que el pueblo sale de Egipto sin celebrar por cuenta propia su liberación, que es liberación ante todo de la esclavitud a los varios ídolos y a la figura misma del faraón. El corazón israelita sigue secuestrado en la vida predecible y cómoda junto a las grandes olla de carne y cebolla.

* Canaán, por su parte, les ofrece la perspectiva de satisfacer grandes anhelos humanos: seguridad, prosperidad y fecundidad, pero a través de un culto idolátrico. En concreto, a través de ceremonias que tratan al sexo y a la muerte como realidades mágicas, al modo de pactos que aseguran ese futuro anhelado.

* El camino del desierto será por consiguiente como una gigantesca catarsis que por una parte quiere dejar atrás, en el olvido, las oscuras estrategias del faraón, y y que por otra parte quiere presentar ante esos anhelos del corazón humano la certeza única de una respuesta en el Dios de la alianza. No es tarea fácil, y en buena parte tendrá que estrellarse con la “dura cerviz” del pueblo elegido.