Por si no sabias, estamos en batalla

Seguramente no es la batalla final todavía, pero poco a poco se va cumpliendo que la tempestad del mundo arrancará los restos de fe y de moral cristiana en quienes todavía creen que “una misa de vez en cuando” es suficiente para permanecer creyentes, e incluso suficiente para transmitir la fe a las nuevas generaciones. Desengáñense todos: el que no esté fortaleciéndose ya está perdiendo lo que creía tener. Ánimo. Es tiempo de oración, formación, evangelización y dura lucha.

La falta de fe como posible causa de nulidad del matrimonio

El Papa pidió a los jueces eclesiásticos y “rotales” «más reflexiones» sobre la falta de fe de los esposos como posible causa de nulidad del matrimonio. «No pretendo sugerir –precisó– ningún automatismo fácil entre la carencia de fe y la invalidez de la unión matrimonial, sino más bien indicar que tal carencia puede, aunque no necesariamente, herir incluso los bienes del matrimonio». Se trata de una espiral importante, que podría llevar a la reflexión sobre algunos criterios con los que se juzgan estas causas, ante el «cisma silencioso» de los divorciados que se han vuelto a casar y de tantas personas excluidas de la comunión eucarística por la «irregularidad» de su nueva relación.

falta de fe y anulación matrimonial

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La Doctrina Social, al servicio de la verdad plena del hombre

13 Este documento es un acto de servicio de la Iglesia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a quienes ofrece el patrimonio de su doctrina social, según el estilo de diálogo con que Dios mismo, en su Hijo unigénito hecho hombre, « habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,11; Jn 15, 14-15), y trata con ellos (cf. Bar 3,38) ».[Concilio Vaticano II, Const. dogm. Dei Verbum, 2: AAS 58 (1966) 818] Inspirándose en la Constitución pastoral « Gaudium et spes », también este documento coloca como eje de toda la exposición al hombre « todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 3: AAS 58 (1966) 1026] En esta tarea, « no impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 3: AAS 58 (1966) 1027]

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