Raíces de la Cultura Occidental

Quizás el horizonte más amplio de nuestra cultura se llama “Occidente” y proviene de la compleja interacción entre la civilización romana, el pensamiento griego y la fe judeo-cristiana. Hay muchas otras fuentes, lejanas y cercanas que afectan de alguna nuestro horizonte pero si uno escruta sus propias convicciones pronto llega a esas gres grandes fuentes.

De los romanos cabe destacar tres grandes aportes: (1) La noción de ciudadanía con derechos simétricos y continuidad hereditaria dentro de un cuerpo social esencialmente horizontal; (2) La noción de “contrato” como ley social objetiva que permite a la misma sociedad verse y modificar su propio curso; (3) La visión de la religión como contrato con los dioses, que conlleva una certeza más allá de lo racional en la capacidad de vencer y formar un imperio.

De los griegos destacamos tres aportes (1) El paso de la teogonía a la cosmología; (2) El paso de la dóxa a la episteme; (3) El vínculo entre lo bueno (agathós) y lo bello (kalós).

De la fe judeo-cristiana destacamos diez aportes: (1) El Dios distante y a la vez cercanísimo; (2) La noción de creación: autonomía y dependencia reales del mundo; (3) Unión de la fidelidad y la misericordia en Dios; (4) El sábado: descanso como elemento que humaniza y dignifica; (5) Conciencia de la unidad de la especie humana: la humanidad como familia; (6) La sexualidad: deleitable y ordenada a la vez; no es un entretenimiento ni acto cultual; (7) El sentido de la elección y del tiempo como promesa – cumplimiento; (8) Una historia nacional que no ensalza a la nación; (9) Mirada crítica a los héroes, precursores y epónimos; (10) Conciencia del pecado ajeno y también del pecado propio.

La comunidad politica y la Iglesia

76. Es de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad pluralística, tener un recto concepto de las relaciones entre la comunidad política y la Iglesia y distinguir netamente entre la acción que los cristianos, aislada o asociadamente, llevan a cabo a título personal, como ciudadanos de acuerdo con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores.

La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana.

La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas, habida cuesta de las circunstancias de lugar y tiempo. El hombre, en efecto, no se limita al solo horizonte temporal, sino que, sujeto de la historia humana, mantiene íntegramente su vocación eterna. La Iglesia, por su parte, fundada en el amor del Redentor, contribuye a difundir cada vez más el reino de la justicia y de la caridad en el seno de cada nación y entre las naciones. Predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano.

Cuando los apóstoles y sus sucesores y los cooperadores de éstos son enviados para anunciar a los hombres a Cristo, Salvador del mundo, en el ejercicio de su apostolado se apoyan sobre el poder de Dios, el cual muchas veces manifiesta la fuerza del Evangelio en la debilidad de sus testigos. Es preciso que cuantos se consagran al ministerio de la palabra de Dios utilicen los caminos y medios propios del Evangelio, los cuales se diferencian en muchas cosas de los medios que la ciudad terrena utiliza.

Ciertamente, las realidades temporales y las realidades sobrenaturales están estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia se sirve de medios temporales en cuanto su propia misión lo exige. No pone, sin embargo, su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio o las nuevas condiciones de vida exijan otra disposición. Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solos aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones.

Con su fiel adhesión al Evangelio y el ejercicio de su misión en el mundo, la Iglesia, cuya misión es fomentar y elevar todo cuanto de verdadero, de bueno y de bello hay en la comunidad humana, consolida la paz en la humanidad para gloria de Dios.

[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 76]

Testigo de la esperanza, mas alla del abuso

“Me fascina cuando la vida, por no decir Dios mismo, nos muestra de manera sencilla, diría que espontánea, que la última palabra no la tienen el dolor o el fracaso. Disfruten esta bella historia que muestra que la esperanza aparece de manera inadvertida, pero que cuando llega, no se vuelve a ir…”

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La Maquina del Tiempo

Una noche cambiando canales en la televisión, en algún canal de esos que presentan temas científicos y aveces seudocientíficos, me detuve pues hablaba el físico Stephen Hawking de los viajes en el tiempo, la tecnología que seria necesaria para esto, las paradojas que se presentarían en el ejercicio practico, etc; cuando este científico habla todo parece muy posible y al mismo tiempo imposible, la verdad no termine de ver el programa y seguí cambiando canales.

Al día siguiente fui a visitar el Santísimo Sacramento, me arrodille y mire la hermosa custodia que soporta ese pedacito de Pan, sentí como ahí , en eso que materialmente es “nada” esta todo, el Todo y entendí como ese rodetico blanco casi transparente es el verdadero túnel del tiempo; me deje ir por esa ventanita y comprendí que ahí puedo viajar en el tiempo, en el espacio y diría que en todas las dimensiones que existen, pero eso me suena como a lenguaje esotérico tan común dentro de la Nueva Era, mejor digamos que se puede viajar a lo profundo.

Recordé de la serie de televisión “Viaje a las Estrellas”, cuando la tripulación de la nave Enterprise tenían una misión que cumplir, iban a una sala especial se paraban en unos círculos de luz que habían en el suelo, se desmaterializaban y volvían a materializarse en el lugar donde necesitaban estar en ese momento. Pues frente a Jesús Sacramentado casi que uno se desmaterializa y puede viajar no simplemente con la imaginación sino con el alma y en el Corazón de Jesús, a donde quiera, al momento de la historia que desee; de la historia de la humanidad, de la historia de la Salvación, de la historia personal. Con la grandísima ventaja de que en ningún momento va a estar uno desamparado, sin referencias, como sucedería si viajara en la maquina del tiempo, porque viaja uno y siempre encuentra el Corazón de Jesús aguardando solicito al lugar del tiempo o del espacio a donde uno llegue.

Estoy de rodillas frente al Cielo mismo, estoy de rodillas frente a la Santa Trinidad en un eterno presente, la Madre Inmaculada, todos los ángeles, mis santos predilectos y los demás santos también, toda la Iglesia esta ahí y yo estoy allá con todos. Voy recitando el Credo y todas las verdades de fe se hacen presentes vivas y reales, Verdades eternas, los misterios del Rosario son acontecimientos que no están distantes en el tiempo sino que están sucediendo ahora mismo y solo tengo que poner atención para no perderme de nada.

No se si parecera un poco tosca esta comparacion que hago y si sera incorrecta pero a mi me ha servido mucho y cada vez que pienso en esto me da para perderme en meditaciones muy hermosas, muy hondas.

– M.C.

Adictos a Internet

Los ciberadictos empiezan a llegar a las consultas para recuperar la vida real. “No es fácil reconocer que uno tiene un problema por su manera de usar internet”, explica la doctora Susana Jiménez .

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Inculturar y exculturar

Hola padre como me le va, espero que bien y gracias a Dios, lo que pasa es que tengo una pregunta: me estoy leyendo un libro que se llama los padres de la Iglesia, una tradición como búsqueda teológica. Y me salio un termino que es teológico y quisiera saber de que se trata para poder seguir entendiendo y comprendiendo mejor este texto. Que es exculturar e inculturar?? Muchas gracias por su colaboración. –C.J. Duarte.

* * *

Inculturar, que es el término más usado de esos dos, quiere decir: proceso por el cual el Evangelio se afianza en una cultura, tomando los valores propios de ella y superando sus limitaciones a través del anuncio y práctica de la fe en comunidades maduras y capaces a su vez de transmitir lo que viven.

Exculturar es término que poco he oído. Por simetría, uno supone que es el proceso de captar lo esencial del mensaje más allá de los condicionamientos culturales que le sirven de vehículo. Por ejemplo: cuando recibimos el Evangelio de los conquistadores y colonizadores españoles, venía mucho que no era Evangelio sino autoimagen del imperio español. Al paso del tiempo, se hace necesario distinguir cuáles valores, instituciones y usos de lenguaje corresponden a la palabra de Dios, y cuáles son solamente elementos culturales más o menos transitorios

Por supuesto, lo primero, la inculturación bien entendida, es parte muy propia del quehacer auténtico de la Iglesia; y lo segundo, bien entendido, es necesario, con gran discernimiento. Permita Dios que cada uno sea apóstol de una genuina inculturación para que se cumple el deseo de Juan Pablo II: “Tenéis que ayudar a la Iglesia a responder a estas cuestiones fundamentales para las culturas actuales: ¿Cómo es accesible el mensaje de la Iglesia a las nuevas culturas, a las formas actuales de la inteligencia y de la sensibilidad? ¿Cómo puede la iglesia de Cristo hacerse oír por el espíritu moderno, tan orgulloso de sus realizaciones y al mismo tiempo tan preocupado del porvenir de la familia humana? ¿Quién es Jesucristo para los hombres y las mujeres de hoy?” (Discurso al Consejo Pontificio de la Cultura, 16 de enero de 1984).

Por que orar?

«La oración es vergonzante», ha escrito Nietzsche. Más bien habría que decir que se trata de un acto tan natural como beber o respirar. «El hombre siente la necesidad de Dios del mismo modo que le resulta imprescindible el agua y el oxígeno» (Alexis Carrel).

Se puede añadir que no es merma de la dignidad del hombre la oración, como no lo es la necesidad de compartir felicidad y penas entre los que se aman. La autosuficiencia de Prometeo es un mito contra natura. El hombre está hecho para amar, y alcanza su plenitud en el amor.

¿Para qué sirve la oración?

–La mejor imagen para entender nuestra vida en Dios es la de la alianza y el matrimonio. La oración es a la fe lo que el diálogo es para el amor en el matrimonio. Sin diálogo el amor se debilita y acaba por desvanecerse. Así ocurre con la fe sin la oración.

«Soy creyente pero no practicante», oimos decir. Podríamos responder invirtiendo los términos: «Quizás sois más practicantes de lo que decís –ya que la práctica religiosa no se limita al culto–, y menos creyentes de lo que pensáis –en la medida en que abandonais la oración–».

–La oración es además una exigencia de nuestra vida moral. «Sin mí, dice Jesús, nada podéis» (Jn 15,5).

«Dios –dice San Agustín– nos propone dos categorías de cosas: las posibles para que las hagamos, y las imposibles para que le pidamos la fuerza necesaria para llevarlas a cabo».

–La oración es, al mismo tiempo, un derecho: privarnos de él sería una equivocación: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, que yo os aliviaré» (Mt 11,28).

–Siendo la oración una necesidad para el hombre, es también un deber para con Dios. Oramos entregando nuestro tiempo a Dios, porque es Dios. Orando expresamos lo absoluto de Dios, permanecemos ante Él, «como un perfume que vertido en su honor, perdiéndose a sí mismo», según dice Bossuet.

Y entonces nuestra vida se hace toda ella oración. Sin ella la acción deriva en una búsqueda inconsciente de nosotros mismos.

–La oración es un servicio a la Iglesia. «Toda alma que se eleva, eleva al mundo», dirá Elizabeth Lesœur.

–La oración es siempre atendida, al menos si no pedimos a Dios que se haga cómplice de nuestras cobardías y perezas, sino que le suplicamos asistirnos para hacer su voluntad, en la que está nuestra felicidad. Así no enseña a orar Cristo en el Padrenuestro.

¿Cómo rezar?

Aquí lo que más vale es la experiencia. Se aprende a orar, orando.

–La oración es un combate. Y un combate que ha de reiniciarse cada día. Nos despertamos paganos cada mañana, y cada mañana debemos despertarnos de nuevo a las realidades de la fe: adorar, pedir perdón y dar gracias.

–La oración auténtica es, al mismo tiempo, espontánea y metódica. Está presta a surgir en cualquier instante, pero necesita de momentos y lugares apropiados, si queremos que no esté a merced del capricho y la pereza.

–Su fuente es la Escritura, los salmos y la vida de Jesús concretamente, pero acude también a fórmulas ya hechas, como el Padrenuestro y el Avemaría, que vienen a ser como los piolets para el alpinista en la escalada.

–Los sentimientos y las ideas son secundarios. Lo importante es el amor, la voluntad de amar. Ya estamos orando cuando, ante Dios, reconocemos nuestra torpeza para orar y hacemos nuestras las palabras de los apóstoles a Jesús: «Señor, enséñanos a rezar» (Lc 11,1).

–También oramos cuando, en la presencia de Dios, meditamos en nuestro corazón los sucesos de la vida diaria.

Muchos creyentes se descorazonan por su incapacidad de concentración, por sus «distracciones». En realidad, estas fugaces ideas, que estorban nuestra atención, pueden incluso constituir la trama de una auténtica oración personal, si dejamos que Dios nos evangelice a través de ellas.

–La cima de la oración se alcanza en la pura comunión con Dios en el silencio. No es tan dificil, se necesita un poco de tiempo, confianza y tesón para alcanzarla. El rosario, a pesar de su aparente monotonía, conduce progresivamente a esta presencia ante Dios a los que confían.

«Velad y orar» (Mt 26,4), decía Jesús. Y Él mismo daba ejemplo de lo que aconsejaba, orando largamente en la noche, como en Getsemaní.

• «Hay que rezar siempre para no desfallecer» (Lc 18,1)

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.