Espiritualidad de la Vida Apostolica, 04 de 12

Espiritualidad de la Vida Apostólica. Retiro Espiritual con las Dominicas de la Inmaculada, en Cuenca (Ecuador).

Tema 4 de 12: Acoger la Cruz.

* Nuestro modo peculiar de seguir a Cristo es abrazar más estrechamente el misterio de su cruz. Pero hay resistencias internas y externas. Internamente, uno tiene su propia ruta, su propia “agenda” y con ella entra en colisión con la propuesta radical de Jesús.

* Para conocernos mejor a nosotros mismos, es útil recordar qué esperaban los filisteos de sus baales porque en esas aspiraciones se retrata bastante el corazón humano. Ellos querían encontrar seguridad, prosperidad y fecundidad.

* De esos deseos, que están también en nosotros, aunque de modos diversos, pueden construirse profundas preguntas existenciales: (1) ¿De qué estoy seguro? (2) ¿Qué bien quiero que llegue a mi vida antes de morir? (3) ¿Qué futuro tendré y qué será de lo mío? Son interrogantes que vale la pena ahondar en oración frente a Cristo.

* Pero hay también “velos” que esconden nuestra verdad ante nuestros propios ojos. La gran mentira que nos decimos es que somos buenos (porque no nos creemos “malos”). Y nos engañamos también con multitud de racionalizaciones: lenguaje piadoso que oculta sentimientos de envidia, resentimiento o alguna otra oscuridad del alma. Y además somos víctimas de “heridas ancestrales” que hemos recibido de nuestra cultura o de nuestras familias y que hacen que a veces tengamos acumulados anhelos de desquite, rebeldía o codicia.

* Es enorme el bien que brota de alcanzar aunque sólo sea algo de la verdad de lo que somos ante Dios. En oración, ante el Señor, podemos llegar a ofrecer el todo de nuestra nada: eso es acoger a fondo la Cruz.

Espiritualidad de la Vida Apostolica, 03 de 12

Espiritualidad de la Vida Apostólica. Retiro Espiritual con las Dominicas de la Inmaculada, en Cuenca (Ecuador).

Tema 3 de 12: La cruz de Jesús.

* Cristo mismo une el seguimiento y la cruz, cuando dice: “El que no toma su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío” (Mateo 10,38). Eso indica que no hay espiritualidad cristiana si no hay referencia al misterio del amor y gracia manifiestos y otorgados en la Cruz.

* Pero San Pablo nos advierte que la cruz tiene muchos enemigos (véase Filipenses 3,18). Hay posturas erradas, aunque contengan elementos de interés y cosas ciertas. Veamos cuatro.

(1) Hay quienes piensan que lo importante es la “praxis” de Jesús: aquello que él practicó y vivió, por ejemplo: la solidaridad, la compasión, la sinceridad, la valentía, el amor a la justicia.

(2) Otros usan la cruz para predicar un mensaje de falsa resignación, manipulando y defraudando las legítimas aspiraciones de justicia en la gente sencilla.

(3) Otros creen que la cruz llegó como consecuencia del compromiso “revolucionario” de Cristo en la transformaciones de las estructuras de injusticia social.

(4) Otros, en la corriente gnóstica, pretenden que la muerte de Cristo es irrelevante porque sus enseñanzas son las que tienen un valor permanente, compartido por los grandes iluminados de todos los tiempos. Para la gnosis lo que interesa es llegar a la cumbre del saber secreto del cosmos y la existencia, y no importa por qué camino o religión uno llegue.

* Esas posturas no logran explicar por qué los evangelios nos presentan a Cristo aceptando y abrazando un sufrimiento que habla de perdón y no de venganza, desquite o revolución. Todo el texto evangélico mira hacia la “hora” de Cristo como lugar supremo de revelación, y por tanto, lo que pretenda disminuir el valor de la Cruz o lo que quiera presentar el cristianismo como puro esfuerzo intramundano es engañoso, si no herético.

* Desde el comienzo de su predicación Cristo se sitúa en el horizonte de un conflicto frontal con quienes obtenían ventajas del pecado en sus distintas formas. Aceptó la cruz en amor y obediencia como camino único para mostrar la realidad del pecado y el tamaño del amor divino. Su sacrificio es eficaz en sí mismo y no por imitación nuestra. Se hace eficaz en nosotros por gracia y mediante la fe.

Sobre los origenes del hombre americano

“Los indígenas del continente americano descienden de al menos tres oleadas migratorias ocurridas desde Siberia hace entre 5.000 y 15.000 años, según un estudio publicado este miércoles en la revista ‘Nature’…”

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