Sin miedo a la verdad

El Matrimonio es un sacramento santo. -A su tiempo, cuando hayas de recibirlo, que te aconseje tu director o tu confesor la lectura de algún libro provechoso. -Y te dispondrás mejor a llevar dignamente las cargas del hogar.

¿Te ríes porque te digo que tienes “vocación matrimonial”? -Pues la tienes: así, vocación. Encomiéndate a San Rafael, para que te conduzca castamente hasta el fin del camino, como a Tobías.

La relativa y pobre felicidad del egoísta, que se encierra en su torre de marfil, en su caparazón…, no es difícil conseguirla en este mundo. -Pero la felicidad del egoísta no es duradera. ¿Vas a perder, por esa caricatura del cielo, la Felicidad de la Gloria, que no tendrá fin?

Eres calculador. -No me digas que eres joven. La juventud da todo lo que puede: se da ella misma sin tasa.

Egoísta. -Tú, siempre a “lo tuyo”. -Pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños. Presiento tu fracaso rotundo. -Y, cuando estés hundido, querrás que vivan contigo la caridad que ahora no quieres vivir.

Tú no serás caudillo si en la masa sólo ves el escabel para alcanzar altura. -Tú serás caudillo si tienes ambición de salvar todas las almas. No puedes vivir de espaldas a la muchedumbre: es menester que tengas ansias de hacerla feliz.

No tengas miedo a la verdad, aunque la verdad te acarree la muerte.

No me gusta tanto eufemismo: a la cobardía la llamáis prudencia. -Y vuestra “prudencia” es ocasión de que los enemigos de Dios, vacío de ideas el cerebro, se den tono de sabios y escalen puestos que nunca debieran escalar.

Ese abuso no es irremediable. -Es falta de carácter consentir que siga adelante, como cosa desesperada y sin posible rectificación. No soslayes el deber. -Cúmplelo derechamente, aunque otros lo dejen incumplido.